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magdaconmdemaldita · 8 months
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Aun me pierdo en mis pensamientos.
Me ahogo y una sola palabra termina de hundirme la cabeza en el mar de dudas. ¿Es que mi voz no es suficientemente alta? ¿Mis gritos no retumban en su cabeza ensangrentada, chorreando carmesí tras el balazo que le di? ¿Será que algún día pasará? Niego, y es que en el fondo yo ya sé y tengo respuesta para todo, todo lo que ha sucedido ha sido por algo y si no fue diferente conmigo es porque este es mi camino.
Pero cuando llego a ese punto, al punto de la superación, me vuelvo a perder en mis pensamientos, y solo basta la fuerza de una mano o el arrastre de una ola para que de mi mente no salga la verdad.
No fui hecha para tener una mamá.
No fui hecha para ser hija.
No fui hecha para tener familia.
No fui hecha para ser querida.
Prioridad, desgarro del alma,
Deseo de protección ferviente.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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A pecho abierto.
Carta a mi padre.
No reconozco mi letra si lo hago lento, si no me entiendes te las tendrás que arreglar, como lo he hecho yo durante toda mi vida.
Cuando la gente me veía llegar pensaban que era hija de un narcotraficante, o hija de un sicario, o hija de cualquier hijueputa, pero hija de. Cuando con David Ochoa me bauticé en la calle como Magdalena Hidalgo sabía bien lo que ese apellido significó mucho antes de que tú y tu padre nacieran. Quizá no sabías, pero te ilumino para mayor comprensión. Hija de un Algo.
«Los hidalgos no poseían extensos territorios y no tenían vasallos. No podían acceder a los altos cargos ni participar en las intrigas palaciegas en busca del favor real.» para don Quijote, para mí tener la libertad de escoger quien soy, aún sin ser hija de alguien se convirtió en lo que realmente esperaba tener. Y es que poco y nada recuerdo tu rostro ya, a veces te imagino cerca, me acuerdo de tu olor como el de ningún otro. David hablaba contigo y yo escondida escuchaba como le negabas la plata que por derecho le correspondía.
A veces he sido cruel.
A veces, he llegado más allá de lo que debería.
A veces, me envuelve la rabia como un Alonso cualquiera.
A veces me dejo llevar por lo que sé.
Te hiciste el tonto. Si no fuese por la droga no comíamos esa semana. Trece años y me paraba en las esquinas con pelados mayores, me respetaban como una más, lo era en el fondo. Era una más cuando sin siquiera notarlo me incluían en todo lo que hacían. Todo lo que tuviese que ver con dinero.
—¿Cuanta plata hiciste vos?
Me preguntaba mientras llenaba de coca cola dos vasos de vidrio, uno para él, el otro para mí.
—Como trescientos, hermano, y usted qué.
—Quinientos ochenta y pico. Ahí vio. Tiene que moverse más, Magda. Abarcar más terreno.
Iba a replicarle, pero golpearon a la puerta. Vivíamos seguros ahí. Pocos sabían que los dos existíamos en el mismo espacio, pero a los dos nos respetaban como si de demonios se tratase al caminar por las calles. Me quedé sentada en la mesa, escondiendo el dinero rápidamente entre mis cosas. Golpearon otra vez, y Pancho, como se había bautizado él) se acercó a la puerta y con cuidado la abrió poco a poco.
—Ábrala completa, ome, o es que va a dejar a su papá afuera.
Y le empujó, haciéndose paso en el mínimo pasillo que daba justo con su cara. Doña Soledad tenía la mala manía de meterse con quien más cerca estuviese y mejor si pagaban por servicios. Pagaba por ella en su juventud, cuando yo aún no nacía. Pagaba por mí, cuando a drogas me mantenían inmóvil para el depredador. Y me vio crecer sin más. Ignorante de tomo y lomo, ignorante de que era(s) mi padre también.
Maldito. Perro. Hijueputa malparido. Un gonorrea, un enfermo que no hace más que dañar.
—Y está chimbita qué.
—Nada, estoy aquí de pasada.
Me apresuré a responder antes que David lo hiciera, pero su torpeza a veces podía ser mayor. Y entre risas llamó mi atención.
—Cómo así. Es mi hermana, o es que vos no te enterás de nada por acá.
Sentí mi corazón hacerse añicos, por un momento sentí las prendas que me cubrían translúcidas mientras todo de mi se exponía ante su presencia. Me miró de pies a cabeza como escogiendo qué corte de carne preferiría esta vez. No hizo ningún comentario y solo se limitó a entregarle el resto de dinero a Pancho, además de soltarle un par de billetes más para “comprarle un dulce a su hermana”.
Se acercó a mí un momento, cuando confiado Pancho se levantó al baño, rato después de que éste hubiese llegado.
—¿Todavía te prostituís?
Un silencio que duró hasta que sonó la cadena desde el baño.
—No.
El chorro de agua corriendo, Pancho se lavaba las manos. Las sacudía. Soltaba el pestillo. Abría la puerta, se sentaba al lado mío. Te excusas para irte y antes de avanzar hasta la puerta me susurras esperando que él no oyera.
—Qué desperdicio.
Dime entonces qué desperdicio soy para ti, un hombre batalla para pagarle a su hijo y se ofrece a una noche de sexo sin detenerse a pensar en los simples dieciséis.
Puede que yo no haya apretado el gatillo, puede que yo no te haya colgado con pantalones abajo y los huevos cortados con un cuchillo mal afilado. Pero te maté sin piedad, disfrutando el momento. Sintiéndome yo, extasiada, de verte morir.
Maté a mi padre, que nunca fue un padre, y no apreté el gatillo.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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Mayze posaba de mil maneras diferentes frente a la cámara, pero ahora era diferente, completamente. Y es que quizás un cambio de aires le hacía falta, quizá el frío ya le estaba afectando más allá del cuerpo y necesitaba lo más cercano a casa que pudiese conseguir. Miami le sentaba bien, había hecho un par de viajecitos antes pero nada serio, nada de disfrute al menos. Ahora, posaba incómoda, o quizá no de la manera indicada pues, José solo le hacía muecas al pedirle diferentes maneras de acomodarse. Magdalena pensó en Leonor, en como estaba dispuesta a seguir a su mejor amiga al lugar que fuese con tal de no perder uno de los pocos pilares familiares que aún tenía presentes.
Pensó en cómo se sentiría ser monja, en cómo por más que le hubiese contado todo ya, seguía sin entender por qué alguien querría siquiera acercarse a algo así. Sus temas tenía ya con la iglesia, pero de todos modos parecía incorrecto. Quién era ella para juzgar, al final de cuentas, si se ganaba la vida dando bala, robando a quien tenga que robarle, tomando como propio todo lo que se le da la gana, cuando se gana el dinero bailando en escenarios donde el dinero llueve cuando es necesario, robándole a hombres por placer mientras les prometía el mejor orgasmo de su vida, y ni lograban bajarse los pantalones cuando ya los había puesto a dormir. Si fuese monja, qué haría. ¿Qué hacía Leonor además de rezar?
Recordó a su hermano y las figuras religiosas que se encargaba de poner en rincones específicos de la casa allá en las comunas, y es que decía que siempre había que protegerse, aunque fuese de ellos mismos y era cierto. Mayze se subió la falda poco más arriba de la mitad de su muslo, también acomodó sus pechos para hacerlos lucir un poco más cuando las volviesen al blanco y negro. Magdalena se pensó virgen, pura, intachable, translúcida, sin huellas digitales marcando su cuerpo desde que tenía memoria, o lo más cercano a ello mientras se acomodaba ya más confiada frente al lente. Pensó en las maneras en las que deseaba haber sufrido todo lo que Leonor había pasado, porque ella no lo merecía. Mayze quiso posar como ofrenda para un tormento pronto a terminar, o eso era lo que esperaba cuando la famosa Ráyza al fin les recibiera.
Leonor era lo más cercano a una hermana que tenía y solo por eso le seguiría en cualquier locura que se le cruzase por la cabeza. Así sea de su agrado o no, así ella tome decisiones que acaben rompiéndole el corazón en mil pedazos. Leonor sería siempre la vena con más sangre en mi cuerpo, el aprendizaje perfecto de cómo amar a pesar de las injusticias viniendo del mismo lugar y terminando con el mismo despertar.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌
—Yo no quiero que encierren a Bonilla, no... —Magdalena se movía de un lado al otro con el blunt entre los labios. Algo pasaba y lo sentía en la tripa. Desde su última conversación con Bonilla las cosas parecían calmarse pero no todo era como parecía y en parte, eso era lo peligroso. Magda no sabía cuando le podría llegar el ataque de vuelta por algo que aún ni hacía. —Yo lo que quiero es que se pudra, que se muera de la peor manera, que lo abran de la barbilla a los huevos y lo llenen de dinamita al hijueputa.
No se dio cuenta cuando ya estaba gritando, elevando la voz hasta hacer que los perros se escondieron detrás del sofá en el que Daniel estaba escuchando todo lo que decía, toda la rabia que tanto se empeñaba en soltar con la lengua. Nada le hacía sentir bien. Ya ni la hierba le pegaba. Dio una vuelta más y se dejó caer a un lado de su hermano.
—Me iré a esconder a las montañas, entre ellas donde ningún hijueputa me pueda encontrar ni a mi ni a mi plantación personal. ¿Me vas a visitar?
Le pasó el blunt, éste le dio una calada y ambos echaron la cabeza hacia atrás. Ambos sabían que, de alguna manera, llegarían al momento en el que tuviesen que decidir entre si seguir o esconderse un ratico. Era difícil para ella imaginarse en tal plan, lejos de su gente, de a quienes quería. Esa era una de las desventajas de él mundo que le envolvía, que una vez que empiezas a hacer plata no podés parar, y querés más y más hasta que todo el billete del mundo no cancela las recaídas, el pensar que quizás hubiese sido mejor ser pobre, que la hubiesen matado los clientes de su mamá cuando le ahogaban la carita en la almohada a pesar de las altas dosis de droga que le daban.
Mejor hubiese sido siempre ser pobre.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ Se sostuvo de la mesa con palmas abiertas, la cabeza cayó hacia adelante y de pronto una risa suave comenzó a escucharse, a subir de tono hasta que simplemente acabó con una tos suave. Bonilla alzó el rostro pero no se atrevió a hacer contacto visual con ella al otro lado de la mesa.
—Hija de puta.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
La suerte no siempre se le iba encima a Magdalena. Muchas veces esta se quedaba atrás, muchas o la mayoría. Nunca le tuvo miedo a las calles porque al final de cuentas fue ahí donde se crió, es más, el encierro era lo que le ponía loca y aún así sabía su lugar, sabía que había cosas que hacer y que así es como debía acostumbrarse a vivir. Lo sabía, juraba que lo sabía, pero a veces se le olvida y le quema por dentro. Cuando Bonilla la vio con él cabello alborotado y él vestido alzado corrió de pura rabia hasta que le vio el cuchillo y las manos ensangrentadas de la chiquilla. Tenía recién quince añitos y le había reventado los ojos con los pulgares a uno de sus socios, y no contenta con eso, le había apuñalado seis veces en el pecho y la cara, tuvo que quitársela de encima del muerto para que no se acabase dañando ella, y nada más le quitó el cuchillo de las manos, se echó a correr con todas sus fuerzas. Y es que para entonces no era Magda, sino Paola y más difícil era mantenerla quieta.
Entre dos guardias la atraparon en el jardín, Castañeda no estaba siquiera para ordenar que la soltaran. No tenía miedo, solo estaba frustrada, enojada y con la desesperación a tope. De primeras ella no debía siquiera estar ahí, pero la entretencion era una cosa que los duros si se podían permitir. Bonilla no llegó a entender mucho de lo que sucedía y Magda en esas condiciones no iba a soltar nada, así que su captura poco y nada había durado, pues la chiquilla volvió a salir corriendo en cuanto la bajaron.
Dos meses después estaba en las mismas y Mario no se cansaba de quitarla de encima de los carbones que se empeñaba en matar.
—¡Paola, pará!
—¡Quién putas es Paola y por qué me decís como ella!
Ya no estaban en su casa y tampoco era una fiesta pagada por él. Se había conseguido una salita de juegos por las buenas y ahora Magdalena estaba frente a él, dos metros de distancia. Mostraba el vientre plano gracias a los cortes que le había hecho al vestido para "hacerlo más suyo", el pelinegro le seguía las curvas con la mirada.
—De vos se sabe o mucho o poco.
—Qué más, así me gusta a mí.
—Estos dos hijueputas que tenemos en la lista están ligados a la comuna once.
—Y a mí qué.
—Jaimito es un muy buen parcero mío, ¿vos sabías? El me cuenta muchas cosas importantes que...
Y no logró seguir, porque Magda ya se había vuelto bestia y se subió a la mesa para llegarle más rápido y empujarlo hacia atrás de una patada en el pecho. Se bajó tan rápido como se subió y acabó echándosele encima a Bonilla para seguir golpeándolo con los puños cerrados. Le pedía que se detuviese pero ella no hacía caso, no escuchaba y no quería escuchar tampoco, golpeaba el pecho el mayor, dándose de paso con el suelo y cualquier superficie que llegase a alcanzar. Finalmente le tomó los brazos y le descubrió la cara pálida de rabia. Un ataque de los que no tenía hace tiempo, de cuando vivía con su mamá, el corazón le pesaba y el cuerpo le día de recordar los golpes que recibía cuando hombres que bien podían ser su abuelo la ahogaban contra la almohada aún estando tan drogada como para siquiera pedir que dejasen de hacerle daño.
Bonilla unió los hilos después de una exhaustiva investigación. Ya sabía dónde vivía su mamá, doña Soledad, ya sabía a lo que se dedicaba y como consumía las ganancias en vez de alimentar a alguno de sus hijos. Quien podía negar que estuviese haciendo lo mismo con los demás carajitos.
Magdalena se calmó con un guaro y dos cigarrillos, pero aún respiraba irregular. El cuerpo le temblaba bajo la manta que habia conseguido para ella pero no se movió, y él tampoco le interrumpió más el espacio por más que hubiese querido abrazarla, besarle la frente y decirle que ya nada de eso iba a volver a pasar, que no iba a volver a sufrir, que nada más le iba a doler. Pero lo cierto era que su mamá se había encargado de romperla desde bien chiquita, con manipulaciones y mentiras, con golpes, con violaciones de las que nunca podía llegar a hablar del todo, porque se descontrolaba a esos niveles, donde todo se volvía negro y lo único en que pensaba era atacar. Atacar y matar.
—Decime que es mentira. Decime que todo lo inventó Jaime. Decime que ella no es tu mamá.
Magda sonrió, encendiendo el tercer cigarrillo en los últimos veinte minutos.
—La próxima vez que te metás en mi vida, te cuelgo de los huevos y juro que jamás nadie en tu vida te va a llegar a hacer tanto daño como el que te haré yo.
Se acabó el guaro, dejó la manta en la silla y caminó hasta la puerta de la habitación para largarse de ahí cuanto antes pero se detuvo cuando sostuvo la manilla entre sus dedos. Se volteó para verle. Mario no necesito más confirmación que la última mirada que Magda cruzó con ella, un pestañeo pesado, lento.
Intentaba acomodar sus ideas, encontrar algo, un punto aunque sea que le llevase de vuelta a la realidad, pero su cuerpo comenzaba a fallar de cólera. Se sostuvo de la mesa con palmas abiertas, la cabeza cayó hacia adelante y de pronto una risa suave comenzó a escucharse, a subir de tono hasta que simplemente acabó con una tos suave. Bonilla alzó el rostro pero no se atrevió a hacer contacto visual con ella al otro lado de la mesa, Magda tampoco le esperó más y abrió la puerta para desaparecer por meses.
—Hija de puta —finalizó, con la imagen de los rizos oscuros de doña Soledad en la cabeza.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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No me dolió hacerlo y no por estar drogada, no por sentir que caminaba sobre algodón. Si hubiese sido por mí las palabras no habrían sido suficientes. Realmente quería que sintieras tanto miedo como lo sentí yo, que te sintieras tan pequeña, tan mierda como me hiciste sentir. Y después de todo seguías insistiendo. Que querías verme, que se acababa todo ya y no más y ahora caigo en cuenta de todas tus mentiras.
Cristo, escuchame, y hacelo de verdad. Mi alma no es impura pero, ¡Ay! siento tan berraco.
Dame tu aprobación, otra justicia divina de que la que me encargue tomando tu mano y la del diablo.
Solo quería que sintiera tan fuerte como yo, pero es incluso demasiado para mí y hacerlo la mataría sin ser la muerte que merecía. Solo quería que sintiera la desesperación del último momento y no poder hacer nada para evitarlo.
Magdalena, 15 años.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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«Quiero que entiendas una cosa. A veces soy más de lo que digo ser, más de lo que espero, planeo y quiero ser. Y sin darme cuenta me siento tonta entre ignorantes sin un mínimo de empatía. Y yo pienso; como he llegado hasta aquí. Como me he maldecido tanto. Como mis pies me han llevado hasta aquí, tan lejos de mi pueblo, tan lejos de todo aquello de lo que creí vivir.»
Magdalena, 16 años.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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Me perdí en este día.
Ya no reconozco las calles que transito, ni reconozco a la gente que me saluda en medio de sus llamadas telefónicas. No reconozco casas ni fachadas, no reconozco el viento que me mueve el cabello, ni la ansiedad que tanto vacío me provoca. Se ha quedado todo en silencio por un momento y sin dudarlo demasiado, me perdí, como se pierde tu anillo favorito luego de dejarlo en el único lugar en el que no había estado jamás. Y no lo vuelves a ver.
Emprendo el vuelo, mi alas se estiran y mantienen mi peso en el aire buscando un árbol en el cual posarme.
Un lugar lo suficientemente alto para que no me alcancen tus manos envenenadas.
Un lugar donde no escuche tu tono de voz, donde el atardecer sea calma y no desesperanza. Donde no me apuñalen por la espalda ni la miseria me rodee de cerca, acechándome, quitándome el sueño, saltándome las piernas de los nervios.
Haciéndome querer explotar todo a mi paso. Que mis alas se tiñan del rojo carmesí y de fuego cubran la tierra. Ya lo he visto todo, desde dentro reconozco el humo en el cielo tiñiéndolo hasta volverlo oscuro bajo su manto abundante. Vil o nefasta, moviendo las alas con fuerza hasta finalmente descansar en un roble a medio quemar. Descanso mi cuerpo ahí en sus ramas, me recuerdo a mi misma que no hay trampas (no si yo no las puse), mientras las llamas entibian mi cuerpo me desprendo de mi misma, y no solo vuelvo a perderme, sino que me encuentro ahí donde la luz no llega, donde el desorden y el caos me reclaman, me hacen suya, me vuelven parte de ellos.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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Quiero huir a un lugar lejano.
Tan lejano que nadie me conozca, se pueda pronunciar mi nombre siquiera en susurros.
Que no sepan de mí ni de mi historia, que no sepan de mí ni de mis penas.
Ni mi felicidad, ni mi egoísmo con todo lo que tiene que ver conmigo y lo que me ha costado conseguir.
Y si tanto lo defiendo entonces por qué quiero partir al fin de la tierra, por qué quiero ser un ser desconocido y mudo del que nadie quiere hablar. Tan poco interesante que se pase por alto, que sea invisible. Para qué quiero la invisibilidad si quiero que mi nombre perdure luego de cada explosión, de cada bala.
Quiero ser del viento, del hombre que escoja hasta el día de mi entierro, una lealtad infinita, un ride or die que nadie nunca pueda superar. Y así de fácil me enfermo de dudas otra vez, si tanto lo quisiera ya lo hubiese hecho, me digo de cuando en cuando.
El dinero no me falta, pero aún siento tanto por vivir en el medio de todo, en el campo de batalla, que me aterra saber en qué clase de persona me convertiría sin esto que soy. Sin mi nombre, sin mi historia, sin mis balas, sin el veneno que se dispara desde mis labios.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ me rompiste de todas las maneras en que se puede romper a alguien.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
—Yo no supe que te odiaba hasta ahora, hasta que te vi, llorando a moco tendi'o por un hijo que nunca quisiste.
El funeral de David Ochoa se había celebrado a lo gente, como se lo merecía. Le alzaron el cajón y se lo llevaron a dar una vueltica por las comunas, por su último atardecer, por su última carrera. Magda sonreía por la bebida que no dejaba de echarse encima, llevaba más de media botella ella sola y aún ni un mareo sentía. Había tanta gente que era imposible llegar a tener una chispita de tristeza en el corazón. Daniel estaba ahí, gente con la que había crecido, amigos de toda la vida, panitas y la familia de la calle, porque no existía más para ella.
David tuvo la suerte de tener una familia cabrona, de esas que uno llega a envidiar antes de dormirse, con una sonrisita y agradeciendo tenerle en su vida por lo bueno que es.
Se escuchaba música retumbar por todos lados, flores y adornos que ni pegaban entre sí. Se le acercaban para saludarle, chocarle la botella y aprovechar de despedirse del panita de todos. Magda no dejó a su hermano en ningún momento, le daba de beber y se abrazaba a la madera como si lo estuviese abrazando a él. Sólo lo dejó cuando las doñas le pidieron que se quedara mientras le daban la vueltita. No estuvo nunca segura de porqué lo hizo, la confusión o incluso el alcohol. Se tomó un cafécito con ellas, como siete en total, pero para entonces cada decisión que tomaba se convertía en caída libre a un pozo sin fondo. Soledad había llegado a la casa de doña Patico desorientada y despeinada. Las arrugas en su rostro le sumaban más años de los que en realidad tenía. No se parecían en nada. Quizás los ojos, un poco, y no sólo por el color sino por el "el brillo apagao'".
Magdalena Hidalgo era una mujer orgullosa a los extremos, tanto así que salirse de ahí no cruzó jamás su mente, por el contrario, no sentía ningún tipo de lazo con la recién llegada y aunque le crecían dudas, no se sentía culpable. Se echó para atrás, mirándole de arriba a abajo con una sonrisa ladina.
Aun así, no se cruzaron palabra mientras el café terminaba, Magda se acabó yendo a recibir el carrito de Jaramillo, y no la encontró más hasta que iban saliendo del cementerio y la gente comenzaba a irse arrastrando los pies de borrachera y de pesar. Dolía no verle más, no poder hacer todo lo que se hacía con él y contarle sus problemas del día, amenazar con abandonar todo para irse a vivir debajo de un puente y a la mierda la vida y más que nada, más que nada decirle que lo amaba de una manera tan berraca que no se podía poner en palabras y él pudiese responderle de la misma manera, con los ojos brillosos, porque pensaba que a Magda la iban a agarrar primero por ser tan arrebatada, por no pensarse las cosas antes de hacerlas y de alguna manera ella estaba bien con eso. No le temía a la muerte, había hecho las paces con ella hace tiempo, estaba segura de que moriría en la calle, de donde era, entonces no había nada que temer.
—¿Sabés que hora es?
—Tarde, como las ocho.
Una charlita así era exactamente lo que se esperaba y ni muecas hizo. Se acomodaba la riñonera en la cintura antes de encender un porro. Sus labios se separaron para dejar ir el humo que guardó por un par de segundos en sus pulmones. Escuchó las pisadas a su costado, porque no le dirigió la mirada hasta que intentó tocarla, con miedo, y con justa razón. Quitó el brazo antes de que pudiese ponerle un dedo encima, quejándose con un "Aléjese, señora."
—Vení a casa. Cená conmigo.
Sus sentidos estaban tan adormecidos por la muerte de su hermano que poco a poco se fueron acumulando cositas, una tras otra, hasta finalmente explotar. Magda no conocía de "casa" ni se cenas con la mujer que le dio la vida y motivos más que suficientes para querer quitársela antes de los catorce años. Negó con la cabeza, dando dos pasos al costado para poder mirarle bien, de frente
—Y vos te pensás que yo te voy a decir que sí. No, marica. Se le terminó de joder el cerebro con tanta maricada que se echa encima o qué, que no puede quedarse callai´ta en su lugar.
—Acabo de perder a Pancho, por favor... No te quiero perder a...
Su ceño se frunció, todas sus facciones demostraban lo que sentía y pensaba. ¿Y ésta quién se creía? Volvió a negar, como no queriendo creer lo que escuchaba y aún así poco le duró, interrumpiéndole cuando ya notaba que la locura no podía escalar más y su paciencia poquito iba a ir en rojo hasta explotar. Pacho odiaba a Soledad, jamás habló de ella más que para cagarse en su existencia.
—¿Vos lo perdiste? No, señora, no. Sabés, yo pensaba que después de tanta maricada, te terminaría viendo ya casi muerta, estirándome la mano para que te la sostenga, pero no. No te daría el placer de ponerme un deo' encima después de lo hijueputa que has sido.
La mujer se mantuvo en silencio, mirándole pálida, sin reacción alguna más que un leve temblor en su barbilla. Magda tampoco pensaba que fuese necesario decir más. Caminó hasta la moto que le había dejado su hermanito. Aun así, en su cabeza se repetía el "Me rompiste de todas las maneras en las que se puede romper una persona" que tantas veces pensó que podría decirle y echarle en cara.
—A mí también me duele, sabés.
—Qué te va a doler a vos, si no tenés la capacidad. Yo no supe que te odiaba hasta ahora, hasta que te vi, llorando a moco tendi'o por un hijo que nunca quisiste y ahora me venís a decir que me vaya y cene con vos como si nada, como si me fuese a aguantar pa' siempre las ganas de meterte un pepazo entre ceja y ceja. Salís perdiendo vos, siempre, así que dejalo así, así se ve bonito, ya está.
(...)
—Y vos qué.
—Yo qué de qué, hermano.
—Pues que estás tan callada y pensando maricadas.
—Ya está pues, no le cuento nada más, hermano, y ahí quedamos.
Magda ya se había levantado del suelo en el que descansaba su espalda. Era su quinta vez en Miami, lo sabía sólo porque fue la única vez que pisó esa tierrita con mala vibra. Estaba paranoica y gastando más de la cuenta, desapareciéndose cada que podía tras la muerte de su hermano. Su vida se veía rodeada de muerte, ella misma cumplía con cortárles el camino quizás, mucho antes. O quizás no, quizás hasta tenían razón lo que decían en las calles y Magda, poco a poco, se iba convirtiendo en un ángel de la muerte, pero su actitud estaba lejos de ser algo que se pudiese esperar de ella. Encendió el cigarrillo, poniéndoselo en los labios mientras los reclamos
—Me parás ahí mismo el showcito. Si pasa qué, a ver. Si te pescan qué. Te sacamos de una, Magda. Todos terminan perdiendo más de lo que ganan contigo fuera del mapa.
—Ya sé, pero igual.
—¿Qué más te dijo?
(...)
Mientras se subía y encendía el motor, la mujer se le volvió a acercar, rota por dentro y por fuera, pero ni de cerca lo que le había hecho a ella y a su hermano, y seguramente a cada culicagado que salía de su vientre a la calle, porque no les daba más opción, porque prefería llorarles la muerte en vez de hacerse cargo.
"No es justo" y le llamó por su nombre de nacimiento notando al instante que la había cagado, el simple hecho de escucharlo le hervía la sangre a un nivel que ni ella misma se conocía. Dieciocho añitos y era una bomba andante. Sus comisuras se alzaron pero en sus ojos no se mostraba el mismo brillo de antes, quién le conociera sabía que
—Como te encanta joderte la vida solita.
—Magda, no, no... ¡No!
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ A veces Magda pecaba por inocente, por pendeja, por bruta.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
Magdalena Hidalgo se preguntó siempre cómo se sentía que le protegieran de verdad, no por compromiso. Y es que para ella la única persona que siempre estuvo para ella fue David Ochoa y para entonces el cabello corto y castaño estaba manchado de su propia sangre y la de su hermana, que le sostenía en sus brazos fríos por la pérdida de sangre y el viento helado.
Y es que a veces Magda pecaba por inocente a tal punto de meterse en guerras que no eran suyas por más que se empeñaba en enseñarle eso a la gente, pero para ella no había diferencia entre sus guerras y las de su hermano, el corazón se le disparaba y le faltaban piernas para correr a agarrar la moto y tirar devuelta a las comunas, quizás por eso tenía tantas cicatrices
—Yo no me imagino un mundo sin vos —Le ardían los ojos pero sólo pestañeaba para que no se le salieran las lágrimas, la voz le temblaba pero se le notaba la rabia en cada vocablo. —. Pancho, yo no quiero vivir en un mundo sin vos.
Y se rompió, porque al final de cuentas no tenía nada más aunque a sus diecinueve añitos ya estaba hecha, la tripa no le sonaba de hambre, ya no sentía frío porque tenía plata suficiente plata para vestirse y vivir.
Estuvo más de una hora gritando por ayuda a cualquier hijueputa que por alguna ventana se atreviese a salir, tomaba el arma y dispara al cielo para que alguien le escuchase de verdad, pero nadie nunca salió porque temían el mismo final por parte del más duro del lugar, el que le quitó las pulsaciones a su hermano. Y los odió, disparó tres veces más en medio de gritos desesperados pero el dolor no se le iba por ningún lado. Tosió, el estómago se le revolvía y todo en su sistema pedía a gritos que saliera de ahí, pero su hermano podía contra cualquier cosa. No se emitió ningún sonido más allá de los latidos y los sollozos.
—¡Cobardes hijueputas! ¡Me lo mataron y ustedes no mueven el culo por ninguna maricada! ¡Gonorreas malparidos, los voy a colgar a todos, hijueputas!
Dejó caer el arma a un costado, rendida. Había pasado media hora más y Magda le seguía acariciando el cabello. David tenía aún los ojos abiertos y el charco de sangre bajo su cuerpo le ensuciaba de carmesí el blanco del buzo de la colombiana, quien no le podía despegar la mirada de encima. Su hombro había dejado de sangrar por el torniquete que Pancho, el nombre de nacimiento de David, le hizo momentos antes de que le disparasen por la espalda. Escapaban por los techos, saltándose algunos y metiéndose a casas de otros para poder escaparse bien, el primer disparo que éste recibió le dio la fuerza suficiente para empujar a Magda al suelo, impidiendo que la mataran a ella también cuando llegaron los otros dos disparos.
—Yo no te voy a dejar morir. Que me arranquen la cabeza a mí si quieren pero a mi hermanita no la toca ni Dios.
—Abrite, huevón. Yo me puedo cuidar solita y vos sos el único que no se da cuenta. Si te matan, me muero con vos.
Pero de todos los caprichos que la vida le cumplía a Magda, éste no entró al saco ni por más cerca que estuviese. Le escuchó su risa en la cabeza con un eco que le estremeció todo el cuerpo, de pies a cabeza. Se tuvo que morder el labio para no sacar puchero y aún así el corazón, ya más calmado, seguía pidiendo que lo arrancase de su lugar. Magda también lo habría preferido así, con ella muerta agarrándole la mano, dejándose ir como tanto quería.
—Magda —su manos e seguía deslizando por el rostro de su hermano. —. Hey, Magda.
—Está helado. Nunca estuvo tan helado como ahora.
—Ven, ven aquí.
—Dejame, que no me voy a mover una mierda —Ian le intentaba tomar del brazo pero Magdalena ni así levantaba la cabeza. —Marica soltame —y se sacudía el brazo para soltar su agarre aunque le ardiera la herida de bala, se aferraba más al cuerpo de su hermano y se alejaba como podía del gringo pero ni así lo consiguió cuando logró alzar el rostro con un puchero marcado y los ojos rojos, inyectados en rabia y dolor, sus mejillas estaban secas y sólo se dejaba ver el inicio al camino más oscuro de Magda Hidalgo, porque al final de cuentas de eso estaba hecha; dolor y rabia.
No supo exactamente como fue que Ian logró llevársela pero en su cabeza aún veía el cuerpo de David Ochoa en el suelo y ella gritándole con la fuerza que le quedaba antes de que la herida volviese a abrirse.
—¡YO ME VENGO A MORIR ACÁ CON VOS, HERMANITO! ¡ME MUERO CON VOS DESPUÉS DE MATAR A TODOS LOS MALPARIDOS QUE NO MOVIERON UN CULO! ¡YO ME MUERO ACÁ CON VOS!
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magdaconmdemaldita · 8 months
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—Llega un punto en el que una ya no espera nada, ¿Me entendés? Es como una sacudida bien fuerte, de esas en las que no podés mantener el equilibrio —se agarraba la riñonera con ambas manos, estirando la espalda un poco antes de girarse a ver a Ian, su mejor amigo—. ¿Vos a mí me imaginás como mamá? No, parcero. Si yo nunca tuve una cómo se me va a ocurrir a mí ser mamá.
Se sacó un cigarrillo de detrás de la oreja y se lo puso en los labios antes de darle unos leves golpes en el hombro a su compañero e imitar con su mano un mechero. Suerte tuvo que éste le entendiese, porque si no fumaba se pondría a hablar más la cuenta y acabaría enojada y tirando todo lo que encuentre calle abajo. El gringo le acercó la llama y Magda le dio una calada honda, más de lo que debería. «Hasta que arda.»
—A veces se echa de menos, sabés. El ver a la mamá de uno como si fuese la mismísima virgen María. Una mierda —exhaló el humo y dio una calada más, está vez más "normal". —al menos esa chimbita no se va a tener que preocupar de esas maricadas, si o qué. Vida más hijueputa ésta.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ Me acostumbré tanto a ser la última que no se qué hacer conmigo ya.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
La primera vez que Magdalena salió de la casa de su mamá tuvo la primera crisis de pánico que sabía que iba a sobrevivir. El miedo que la envolvía se sintió con tanta fuerza hasta que poco a poco el corazón se le fue endureciendo con cada latido que daba, siempre un poquito más. Once añitos tenía y lo primero que hizo fue ir a buscar a su hermano, un pirobo que nunca en su vida había visto, pero que sus vecinas entre secreto y secreto le contaban que David la esperó con ansias, quería que naciera para su cumpleaños pero simplemente sucedió un mes después. El día de su nacimiento fue el día en que David Ochoa, como se llama ahora, se tuvo que salir corriendo por los techos de las comunas para que los tombos no lo agarrasen por lanza, sin darle un momento para explicarles que en su casa había llegado un nuevo bebé y sus hermanos de quejaban de hambre.
—Ese culicagao'. En tanta maricada que se metió y ahora está metido hasta los dientes. No'me, diosito me lo cuide y la virgen me lo tengan bajo su manto.
Y lanzaban la cruz pal cielo. Todos coincidían en lo mismo, de todos los hijos de doña Soledad, ninguno lograba salir bien parado si estaba bajo su techo. Y es que en las comunas perderse es fácil, los valores son una cosa pero el trabajo es otra, y es ahí donde empieza todo el martirio; trabajando, porque después de que la platica llega fácil uno se olvida de que había una forma de hacer las cosas que ya no pega con lo que somos. Sólo queda plata y respeto, los que van de la mano, porque sin el billete no te van a respetar ni porque les bajes a Cristo a las comunas. Mantener el dinero, el respetoy los valores... Esa berraquera sí que estaba cabrona. Por eso Magda tenía tantas dudas todo el tiempo, porque a veces se le olvidaba más una cosa que otra y ahí se perdía hasta no poder sacarla del hoyo en el que se metía por cuenta propia.
Cuando se vieron no hubo que decir nada. David dejó a sus parceros hablando solos y corrió media cuadra hasta que simplemente la abrazó, clavándole en el pecho las puntas de las cadenas que le colgaban del cuello, siete u ocho por lo menos.
—Ha sido tan, tan difícil... Tan, tan difícil.
Fue lo único que repitió entre un llanto ahogado que, pensó, no existiría más. No se movía, sus brazos temblaban como nunca y sus piernas no sabía cómo es que seguían funcionando después de haber subido más de medio cerro. Había sido difícil dejar a su mamá, dejar la seguridad de al menos tener un tecito con pan al día aunque la noche no las pudiese sobrevivir de pena. Se dio cuenta más tarde que quizás sólo necesitaba un abrazo, uno de verdad, uno que si bien no le fuese a ablandar el corazón, le diese la fuerza para saber que las cosas, si bien no iban a ir excelente a la primera, no tendría que sentirse como un objeto por el que pudiesen pagar una suma para disfrutar.
Su mamá había hecho todo lo que había querido con ella, le manipulaba y le destruía la cabeza siendo recién una chimbita que ni al mundo había salido todavía. A veces mirarla sentada en el sillón le hacía arder el pecho y todo eso David lo entendía, porque él lo había vivido igualito y peor, por eso se había ido.
Magdalena supo que estaba en la mierda cuando no más de subirse a un vehículo le daba una crisis de pánico en la que el respirar era tan difícil como tomar las riendas de tu vida de tan chiquitos. David supo que estaba en la mierda cuando mató al primer pirobo que le soltó la lengua sobre la hermanita con la que aún no había hablado en su vida, pero era su sangre, porque de todos los lugares de la casa en los que carajitos habían nacido, fueron sólo ellos dos los que nacieron en el mismo. No tenían el mismo papá, y mucho menos habían recibido algo diferente a los palos en sus vidas.
David tomó la bolsita de coca que recién habían empaquetado. Estaban recién comenzando y las manos les picaban por sacarle provecho a su labia para conseguir vender tanto como pudiesen.
—Listo, pues. Esto nos va a sacar de la mierda. Ya vas a ver, hermanita, que vos y yo nos vamos a vestir con las mejores pintas de todo Medallo.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ Una herida tan adentro que no cicatriza nunca.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
—¡Magdalena!
El grito desesperado y casi en sollozo le hizo abrir los ojos y erizó su piel al instante. Lo primero que hizo fue agarrar el arma, incluso antes de poner un pie fuera de las sábanas, sin saber siquiera si había sido producto de un sueño, su imaginación o realmente era Jaimito, su parcero de toda la vida, o al menos desde que empezó a vivir como Magda Hidalgo.
El grito se repitió y no tardó demasiado en levantarse de golpe y abrir la puerta y si no hubiese sido por el susto le habría metido un pepazo en la cabeza a su hermano, quien se abalanzó sobre ella, aferrándola contra su pecho en lo que la rodeaba con los brazos, como si por primera vez quisiera dejarla sin escapatoria. No estaba acostumbrada a los abrazos y mucho menos repentinos, pero le rodeó la cintura de igual forma. Jaime era ocho años mayor que ella, casi que el doble de alto y, muy por el contrario, estaba acostumbrado a rodearse de su familia, quienes después de cada cena de fin de semana terminaban llorando al tocar los temas a los que Magda ya estaba acostumbrada. No sabían más allá de que estaba con la mierda hasta el cuello, ignoraban que había matado más personas de las que podría recordar por unos cuantos billetes para llevarle regalitos a su mamá que a regañadientes aceptaba por su dudosa procedencia, y que difícil era ya saber cuándo no estaba empericado, porque se les había olvidado la carita del niño regalón sin las pepas abiertas.
Lo único que le molestaba a Magdalena era que no le molestaba en lo absoluto.
—¿Y entonces, parcero? ¿Me va a decir qué pasó o cómo?
Había estado casi quince minutos encima de ella, llorándole desconsolado, como si le hubiesen matado a la mamá frente a él. Ahora, ya más tranquilo y con la tacita de té había logrado recuperar al menos un poco de color en sus mejillas y la tibieza en su cuerpo. Negó con la cabeza después de darle un buen sorbo.
—Soñé con vos, parcerita —y soltó una carcajada sin ganas. Tuvo que darle otro sorbo al té para que no le brillasen los ojitos de nuevo. Se sentó a un ladito suyo, con las manos encima de la mesa. —. Que... Que subía y te encontraba con la maleta hecha, listica pa' irte porque querías volver con tu mamá y yo... Yo, yo te decía que no, que ahora nos tenés a todos aquí para ser tu familia, pero no podía hacer nada.
La sangre le cayó de golpe a los pies de sólo escuchar "mamá". A Jaimito no le pudo contar jamás lo que le hacía su mamá, pero no había que ser un genio para darse cuenta de esas maricadas, mucho menos cuando de tan chiquita la habían visto en las calles, dándole pelea a la vida por más que ésta se empeñaba en tirarla para abajo. Se rascó el entrecejo, nerviosa por lo que seguía en su relato.
Soltó un suspiro y estiró su mano hasta la otra punta de la mesa, agarrando el tabaco y el mechero. El desayuno, le llamaba ella, pero también el almuerzo y la cena. Iniciar el día con la imagen de su mamá le seguía poniendo nerviosa aún después de tantos años.
—No podía detenerte. Nadie podía detenerte porque ni vos misma pudiste. No querías volver, no querías porque sabías iba a ser peor que antes, porque no te la iba a perdonar y te lo decía, te lo decía tantas veces que se me enredaba la hijueputa lengua.
Dejó la taza en la mesa y se cubrió el rostro con ambas manos. Ni cuando había tenido que descolgar a su hermanito de quince años para que no se suicidara lo había visto tan mal. Las manos se le pusieron frías y tuvo que calar tan hondo que sintió asco. Se dejó el cigarrillo entre los labios y le quitó las manos del rostro para que le pudiese mirar. Le dio una última calada y lo dejó al bordecito de la mesa.
—Yo no voy a volver a repetir esta mierda, ¿Me escuchás? Quitáte ese miedo marica de la cabeza porque no va a pasar. Yo ya no... No.
No pudo seguir hablando, nunca podía porque siempre pensaba que abrirse un poquito más iba a dejarle luz verde a un monstruo que ni ella misma quería conocer. Porque se le podía soltar la lengua y no podía permitirse titubear por más que le doliera y se castigase sin comer o sin dormir, sin salir de su habitación o simplemente sin llegar a una cama donde apoyar la cabeza un ratito porque no se lo merecía. Porque era lo que le quedaba.
Jaime más que desconcertarse por su reacción asintió, rastregándose la nariz que pedía y pedía más perico, porque su desayuno era ese, porque ya calmado podía pensar mejor, porque necesitaba estar pilas todo el rato. Le tomó las manos entre las suyas y le dejó un beso en el dorso de las mismas, se estiró para quitarle un "puchito" y lo encendió, echándose hacia atrás en la silla.
—¿Todavía la escuchás?
—¿Qué?
—De ella. Una vez me dijiste que aún escuchabas sus gritos, sus puteadas, la rabia.
—Sí.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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.⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ me pudo siempre tanto la idea de tener una mamá, que de vos habría seguido aceptando las heridas que te empeñabas en dejarme.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀◌ Un par de cosas que una ve en la calle y ya se siente destruída.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀◡
—¿Vos qué te pensás? ¿Qué una es de hierro? Na', yo puedo matar pero tengo corazón también.
La mitad de la gente que conocía eran primos de mis amigos, personajes secundarios de los que me hacía cargo de cuando en cuando en conversaciones que comenzaban simples y acababan en lo trágico. Luismi, apodado así por muchos al ser el niño rubiecito de las calles, se sentaba a un lado de mí, abrazándose las rodillas y sosteniendo el tabaco entre el índice y el pulgar. No se suponía que estuviese ahí y mucho menos que fuese conmigo, Yiyo le había dicho que lo tenía que esperar ahí solito y poco le importó cuando me estiró el cigarro que recién prendía. Yiyo también era mi parcero pero entre tanto billete se le escapa el tiempo, tenía que cuidar a no se quién de no sé dónde y a él tampoco le era posible decir más.
—Maricada y media —se negaba. —. Yo sé lo que haces vos, no es no más ir y dar bala.
Me llevaba el tabaco a la boca y le daba una calada tan profunda que logró marearme al encontrarme con las luces encendidas de Medellín. El Luismi no había pasado casi na' de lo que la mayoría de la gente de la comuna, si salió rubio fue por suerte de genes no más y porque su familia se había organizado con un puesto de uñas y la platica entraba por eso y por las batallas de gallos que ganaba el pelaito.
—¿Y por qué me lo decís a mí y no al Yiyo?
—¿Y qué tiene que ver mi parcero? Si es hombre, Magda. No me venga con maricadas, que su lugar no es andar cargando fierro en las caderas.
De un solo manotazo en los labios le tiré el cigarro y las ganas de seguir jodiendo. Se le notaba en la manera en la que me miraba, como si hubiese hecho enfadar a la peor bestia de cuentos del colegio. Luismi era muy chiquito todavía, dieciocho años, tres más que yo, con suerte había visto el perico y la mota una vez en su vida, le daba miedo cualquier cosa que pudiese hacerte sangrar y era el más querido de todos, aunque poco y na' nos juntábamos.
—Una vez me estaba comprando una arepita a media tarde por ahí en el centro, al lado de la señora que las vendía estaba un pelao con su mujer, su hijo y unos parceros por ahí, se le notaba e' lejito' la historia entera —le dí una calada. —. El pirobo este le estaba diciendo al carajito que le diera palmá' a la mamá. ¿Vos lo viste alguna vez?
Me negó con la cabeza. Para mí ya era historia repetida, la había visto e' chiquita en la calle, en la comuna e incluso en casa. Era como las familias de los ochentas, que la mayoría vivía en la violencia y los excesos. Los carajitos les pegaban así a sus señoras y cuando crecían si no les daban el gusto le daban el empujón. Cuando lo veía no podía evitar pensar en cuántas veces tuve ganas de darle uno a la mujer que me hizo, cuántas veces tuve ganas de agarrarle por los hombros y gritarle que se detuviera, que me estaba desgarrando el alma y yo recién aprendía que tenía una.
Le tuve que contar toda la historia, como después de encontrármelo afuera de un pubcito me intentó agarrar el culo y pillándome de las peores no le duró mucho el chistecito y de dos tunazos se quedó sin un par dientes.
—¿Querés saber lo que le pasó al final? Un parcero del Yiyo se lo baleó por ensuciarle le sangre los zapatos nuevos y el carajito quedó solo en la calle, otro ma, porque el papá no le enseñó jamás el respeto y su señora no se agarró bien los ovarios. Yo no estoy pa' esas maricadas, a mí me gusta hacer mierda a quien tenga que hacer mierda, pero a mí me duele ver a más culicagados en las calles. En esta mierda todos terminamos en lo mismo, trabajando pal de arriba, pal que cuenta los billeticos no ma.
Pa cuando llegó el Yiyito moviéndome las luces del auto ya estaba de pie, dejándole la mitad del tabaco que me quedaba y dándole un tirón de cabello me despedí.
—Y avivate, guevón. Abrí la mente o te la mando yo misma a abrir.
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magdaconmdemaldita · 8 months
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Entre Magdalena y Mayze no había diferencia. Eran la misma persona oculta bajo mil capas de rabia, de odio, decepción, de las ganas tan profundas de gritar y sentir que no sale la voz. Magda era Magda para aquellos en los que confiaba, incluso para aquellos que la vieron crecer, pero Mayze, siendo Mayze siempre acabaría siendo más letal que Magdalena, o Clara Alonso, como fue bautizada meses después de su nacimiento, como un chiste más a su vida.
Te bendigo y te hago mierda.
Soy yo, pero diferente.
De cora, pero maldita.
Real, pero no huevona.
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