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“Es que soy así, me enamoro de lo imposible, nunca aprendo”

— (via victima-social)

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Créditos a quien correspondan

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Te quiero, de la forma más intensa que se puede, no me cabe en el pecho, no lo puedo ocultar.

Se me nota, sé que se me nota en los ojos cuando te miro extasiada mientras hablas de tus temas favoritos.

Se me nota en la sonrisa cuando te escucho cantar una canción con un mensaje oculto, para mí.

Se me nota cuando me tocas la cara y yo me derrito.

Y es tan delgada la línea entre ese amor y el resentimiento al pensar en el camino turbulento que hemos pasado para llegar al punto en el que estamos.

Me aterra imaginarme y pensar en que en cualquier momento, cualquier cosa puede pasar y mandarnos al carajo una vez más... y sufrirte una vez más... no creo poder sufrirte una vez y quedarme con lo que resta de mi cordura.

Así que me armo por fuera, me armo de enojo y resentimiento para no dejar que mi debilidad por vos me permita ser vulnerable de nuevo.

Pero estoy fallando en el intento.

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Mamá,

Mi consejera, mi amiga, mi cómplice, mi más grande amor.

Cada día que pasa, yo me siento un poco más grande, independiente pero nunca voy a dejar de necesitarte... porque aunque a veces me equivoque y me crea invencible, sé que cuando yo no puedo, vos todo lo podes por mí.

Te agradezco por guiarme, con ese hilo que vas dejando ir a medida yo jalo, pero nunca soltás. Por dejarme aprender de mis propios errores, sin reproches, aun cuando cuando me lo habías advertido; y aunque a veces no hablamos seguido, siempre te llevo presente, como esa voz que me motiva a ser mejor cada día.

La confianza que has cultivado en mí, es lo que te hace mi lugar seguro; gracias por confiar en mí sin importar las veces que lo haga mal.

Gracias por darme lo que sos y hacerme lo que soy.

No existe adjetivo que le haga justicia a la inmensidad de mi amor por vos... espero que me alcance la vida para poder demostrártelo.

Te amo, ma; cuanto disfruto decírtelo y nunca me voy a cansar de hacerlo.

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Esta es mi forma de decirte que yo también

No te buscaba pero llegaste en el momento preciso y ya no hay centímetro de mi piel que no reconozca tus manos, ni rincón de mi memoria que no tenga recuerdos tuyos. Ya no hay segundos en el día en que no te piense, ni hay día que no me muera por verte. Ya no hay canción de amor que no me recuerde a vos, ya no hay una fibra de mí que no te quiera con locura.

Y es que aunque tengamos 21 razones para no estar juntos, la razón y el corazón nunca han sido amigos... y sin darme cuenta el olor de tu piel es mi olor preferido, el calor de tu pecho me hace sentir segura, y mi lugar favorito es entre tus brazos.

Es esa forma que tenes de llevarme la contraria, esa forma en la que pasas tu mano con dulzura por mi mejilla, la forma en que me agarras a besos cuando me enojo y te alejo y sabes que muero por tus besos, y la forma en que sabes qué voy a elegir para comer y cuando ya es hora de mi café. Son esas cosas las que me hacen que mi corazón lata más rápido cuando pienso en vos.

Siento que te conozco desde hace mucho, me entendés de formas que nunca nadie me ha entendido y me siento tan cómoda con vos que pienso en que nos conocemos de otra vida: en la que también te quise... y tiene todo el sentido del mundo para mí porque lo seguiría haciendo en todas mis vidas.

Me encanta descubrir un mensaje oculto en una canción que me enseñas y me encanta cuando me miras con los ojos llenos de dulzura y haces que mi corazón se derrita de amor.

Espero poder demostrartelo de una y mil formas, pero ésta es mi forma de decirte que yo también (te amo).

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Fue la vigésima tercera luna del octavo mes el día en que nos conocimos. Lo llamé animada por la adrenalina de la sitacuión, me contestó atrevido por el momento.

Nos conocimos por casualidad pero nos acercamos porque era el destino. Que me iba a volver loca semanas después ¿cómo iba yo a saber?

El camino tan turbulento era lo que nos mantenía en esa constante lucha, entre dimes y dirés que parecían ser el último, para luego llegar a las más eufóricas de las renconciliaciones.

La adrenalina y lo prohibido de esos momentos era lo que nos mantenía adictos.

Eran nuestras diferencias, en todos los aspectos lo que hacía que nos atrajeramos tanto y eran las mismas las que hacían que nos repelieramos aun más.

Él siempre queriendo ser el dueño de la verdad y yo tan empeñada en tener la razón.

Uno de los tenía que ceder, y yo, por un beso de su boca y por el tacto de sus manos muchas veces olvidé hasta las más profundas de mis convicciones.

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¡En tu órbita!

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¿Pero qué era lo que los envolvía en esas noches ordinarias que los hacía sentir que las horas pasaban volando? ¿Una buena conversación? ¿Un par de versos? ¿Eran acaso los besos?

Esos momentos al final del día de cada cual, que eran el mismo, representaban algo diferente.

Para ella la adrenalina del momento era un escape de los días lentos y llenos de rutina. En ese momento su atención tenía otro objeto que el que normalmente le atormentaba, una distracción del millón de pensamientos que asaltaban su mente cuando estaba sola. Era poder ser lo que ella quisiera. Ser brutalmente honesta, durante una de las peores mentiras. Era jugar un juego era tan peligroso como inofensivo, ganar una partida que ni siquiera estaba jugando.

Para él, la calma del momento era un escape de los días ajetreados y turbulentos. Era sentirse la madurez que a su juventud le fascinaba. Era ser él como quería serlo sin merecer un reproche. Nunca le hizo falta verla pero se sentía bien cuando lo hacía, la gustaba la tensión en cada pregunta y la frescura de cada respuesta. Jugaba a enredarse con su pelo y al final de la noche, salía triunfante de esos nudos.

En cada conversación que tenían encontraban la forma de enlazar dos mundos tan distintos y tan lejanos, era como un truco de magia; y era precisamente eso lo que volvía esas noches ordinarias, tan extraordinarias.

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Un par de soñadores sin remedio que se disfrutaban al ritmo de una hermosa canción, aquella lluviosa noche de mayo. Se susurraban caricias que guardaban como secreto en lo más profundo de sus mentes. Él llevaba las riendas pero ella le marcaba el paso, había un magnetismo propio de dos opuestos que por casualidad se encontraron... y se atrajeron. Había una mezcla de pasión y nostalgia, de juventud y madurez, de perversión y dulzura que se mezclaban en una combinación perfecta cada vez que besaban sus labios. Las gotas que caían arrullaban la noche, mientras le dabamos la vuelta al mundo: Nueva York... Londrés... Italia... México... Todo en menos de 80 segundos.

Cuando se acabó la canción desperté.

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Esa madrugada batallaba con sus peores miedos y las más feroces de sus inseguridades.

Le contó hasta el más prohibido de sus sueños, el más deseado de sus anhelos. Bajo la suave luz que se filtraba desde la calle le mostró hasta el más oscuro rincón de su alma.

Ella buscaba asustarlo, alejarlo.

Él, maravillado como quien acepta un reto del destino, se quedó.

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Nicanor Parra. Es olvido. Poemas y antipoemas. [02]

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“…escribir lo que no se había vivido, lo que sólo se había querido vivir, era también una manera —cobarde y tímida— de vivirlo…”

— Mario Vargas Llosa

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Él y yo somos tan diferentes. Y eso es bueno, porque nos complementamos. A mi constante mal genio él lo calma con su infinita alegría. A mi romanticismo compulsivo él le agrega un toque de su frialdad sin remedio. A mis celos él se encarga de ponerles confianza. A mis nervios él les da tranquilidad. A mis noches de desvelo él les agrega sueños.

Él y yo somos tan parecidos. Estamos locos el uno por el otro.

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La vida después de la muerte

Solo sentir a la muerte de cerca nos hace conocer que sigue en la vida, después de la muerte.

¿Qué es la muerte?

No creo jamás entenderlo, sin embargo cada día que pasa, pesa un poco más. Cada día que pasa se siente más apretado ese nudo en la garganta y se humedecen más mis ojos cuando pienso en tu sonrisa.

Tu sonrisa... Jamás voy a olvidar tu sonrisa. Cuando tu sonrisa se apagó nos dejó a tantos en oscuridad, y el solo el recuerdo de tu sonrisa es la luz al final de este tunel oscuro... y se ve tan lejos.

Te tengo tan lejos y tan dentro, que me siento fuera de mí. Es como si cada día que pasa tu partida se hace más real y como que cada día me doy cuenta otra vez que no vas a volver, que no andas de viaje, que no estás en este mundo y que jamás te voy a volver a tener tus abrazos, ni a ver tus ojos.

Tus ojos... como quisiera ver el amor que se reflejaba en tu mirada. No he conocido un amor tan grande, tan honesto, tan servicial... Tan inmenso.

Tus ojos se cerraron y te llevaste una parte de todos que jamás nunca podremos recuperar, porque ese amor que nos dabas no lo puede llenar nada.

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Me parece recordar que la tomé del brazo. Ella me dejó hacer. Pero yo dudaba. Francamente, no sabía si la necesitaba, si la necesitaría. No obstante, me sentí seguro; seguro de la duda, naturalmente. Y eso era bastante. Me contó un sueño. Creo que lo había inventado. Siempre inventaba los sueños y yo no aparecía en ellos. Tal vez por eso los inventaba.

Mario Benedetti (via de-poesia-y-poetas)

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No eres como los demás. Y he visto a muchos, y los conozco. Cuando hablo tú me miras. Anoche, cuando dije algo acerca de la luna, tu miraste hacia la luna. Los demás nunca harían algo así. Los demás me dejarían hablando sola o me amenazarían.

Ray Bradbury (via de-poesia-y-poetas)