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A veces dejaba una frase encima de la mesa y hacía como que se levantaba y se iba de la cafetería para enfatizar lo brutal que era lo que acababa de decir. Ellos se miraban sin hablarse, como siempre. El terapeuta volvía a la mesa señalándoles con el dedo y asintiendo con la cabeza. Como diciendo “habéis visto, ¿eh?”. Pero sin decirlo. Se sentaba y seguía haciendo acopio de talento. Rimas, chistes y magia. Posiblemente las 3 cosas que menos podría soportar nadie en un terapeuta.

Esa noche en la casa ella se reía mirando el móvil. Hablaba con el terapeuta. Y entonces él se dio cuenta de que se había convertido en un puto sapo hediondo, gordo y supuroso. Se bajó del sofá, cazó un mosquito con su lengua, salió por la puerta de su casa en el Paseo de la Hermita del Santo y desapareció para siempre sumergiéndose en el Río Manzanares.

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Es mayor para llevar 15 pulseras de festivales. Lo ve como un gesto de distinción. El sentimiento de pertenencia. Tomar copas en la planta de abajo del Freeway. Va con las Wyrefarer en interiores. Camisa abrochada hasta el cuello. Ben Sherman. Una semana en el motor de un autobús es el mejor disco de la historia de España. Qué risa La Hora Chanante; yo lo veía en La2. En el karaoke de Mostenses con mis Gazelle. Con mis Stan Smith. Puto amo Edward Norton en American History X. Se puso grande eh. Erasmus en Roma. Llevar pantalones blancos en verano. Llevar las camping en verano. Los bares de viejos. Madrid siempre. Tiendas vintage. Vaya ciego tú. Hoy no puedo, he quedado con esta. Es el cumpleaños de esta. Estoy de birras con los amigos de esta. Tío desde que te has echado piba no te vemos. El partido de futbito siempre. Los colegas siempre. Ir al gimnasio con una camiseta de Sonic Youth y pantacas Umbro. Beyoncé la única negra que me follaría. Mi Harrington verde. ¿Vemos al Madrid? Ser socio del Madrid. Tío, en este sitio las pibas miran mazo. Voy a Londres a menudo por curro. East London. El fotomatón de Rough Trade. Tuve una banda de powerpop. Hanging on the telepohone, pero la de los Nerves. Comprar vinilos, almacenar vinilos, reivindicar los vinilos cuando te pones ciego. Colección de novela gráfica. Hablar de Alan Moore. Hablar de Chuck Palahniuk. Gayumbos siempre. Tú, tocan los Airbag. Tengo la moto jodida. Bigote. Selfie con posters. Peri de postre.

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La fiesta de la espuma en la Fabrik. Ir a la fiesta de la espuma con una camiseta en la que pone “Yotube pelo”. La gente está tan ensimismada con la espuma que nadie se fija en tu camiseta. Todo el mundo se da cuenta, eso sí, que huele a pies la espuma. Pero no importa. La gente la coge, la sopla, la escupe. La espuma. Cuando empiezan a salir los borbotones se encienden las luces. Piensas, lo harán para que los borrachos no metan mano a las chavalas. Pero te fijas y son todo pibardos. Dentro de la espuma. Ni una chica. Todo troncos sin camiseta. Con bóxers con información en el elástico. Pibes a los que les compran los calzoncillos sus madres. Es duro lo que se ve bajo las luces. Ahí se ven las pastillas en los ojos de la peña. Se ven las lenguas amarillas.

Vomitas espuma.

En la fiesta de la espuma.

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RE Concurso sabores Lays

De: [email protected]

Se procede a la respuesta de el último email de Jose Ramos Rosado con el objetivo de aclarar una serie de realidades que creemos necesario aclarar dado el punto al que el susodicho ha llegado.

1. El concurso “Sabores Lays” tiene unas bases legales claras (haciendo clic en este enlace podrán ser revisadas siempre que sea necesario) según las cuales un equipo de diseñadores de producto junto con 3 streamers decidieron cuáles serían los 3 sabores de temporada de Lays seleccionados de entre las propuestas de los consumidores sin tener que dar más explicaciones al respecto. Que usted crea que su propuesta de sabor llamada “Lays con sabor a coño” es una idea magnífica y claramente ganadora responde a una opinión subjetiva y profana desde el punto de vista de diseño de producto alimenticio por lo que debería dejar de escribir emails, llamar por teléfono a las oficinas de Lays España y/o acosar a los empleados del equipo de diseño de producto.

2. Que bajo ningún concepto está justificado que utilice nuestro producto como base para llevar a cabo su propuesta de sabor por su propia cuenta, ni mucho menos que comercialice dicho producto en nuestro nombre como una de las nuevas propuestas de temporada.

3. Que es delito penado con cárcel comercializar productos que no pasan los estándares y controles de calidad y sanidad.

Interprétese este correo con la última advertencia que hacemos desde el departamento legal de Lays ESPAÑA antes de emprender acciones legales contra José Ramos Rosado por acoso, extorsión, falsificación documental y suplantación de identidad.

Saludos

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Me escribió el hermano de María por LinkedIN para decirme que su hermana se había suicidado el año pasado. Joder qué bajón por LinkedIN. Bueno, yo qué sé, es el único sitio en el que nos seguimos. La movida es que sin querer le di a una de esas respuestas automatizadas que tiene el LinkedIN. SHIT. Le di a “Ja, ja, ja”. Con sus comas y sus espacios. “Jajaja” bien escrito. Buff, se me heló la sangre. Me puse a darle explicaciones. Un reguero de respuestas en el DM de LinkedIN diciéndole que le había contestado sin querer, que quería mucho a su hermana y que yo nunca habría escrito jajaja de una forma tan correcta, que no sabía qué sentido tendría hacer algo así. Luego pensé que a María le habría dado bastante la risa con todo este tema. Que me reía bastante las gracias. La pobre.

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Sentado comiendo en la cafetería del Corte Inglés. Suena Ordinary World de Durán Durán. Me acuerdo de que, de pequeño, cuando sonaba en la radio me hacía el esquizofrénico y la cantaba como en un estado de trance para que mi hermana pequeña lo flipase. 30 años después estoy igual de esquizofrénico pero no se lo dedico a nadie. Ni la canción ni el trance. Me pongo a llorar delante de la Ensalada César y la camarera del Corte Inglés que me está atendiendo, una señora encantadora, se sienta conmigo y se pone a llorar también. Por lo visto es la canción preferida de su hijo al que no ve desde hace años. Terminamos abrazados, de esto que agarras a la persona aa la que abrazas por los sobacos desde atrás, ¿sabes? Me pega el Covid, el Ómicron. Me agarra los sobacos desde atrás para pegarme el Ómicron. Pasado el bochorno me bajo a la planta infantil a ver cómo envuelven regalos. Me paso 2 horas viendo cómo envuelven regalos. Luego me voy a la farmacia a que me den mis pastillas y pido que me las envuelvan para regalo.

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Un cumpleaños de una niña de 4 años en el que la mitad de los invitados son niños y la otra mitad son ancianos. Cubrir esa necesidad de ocio de la tercera edad utilizando ese evento. En una mesa corrida de mezclan chucherias y Sintrom. Los que juegan son los ancianos. Entusiasmados. Se sienten útiles. Pegan gritos y desenvuelven regalos. Abren los paquetes de la niña y se ilusionan con lo que hay dentro. Yo estoy dentro del baño del bar, cagando. Oyéndolo todo. Y pensando que podría haber estado invitado a ese evento perfectamente.

Galletitas saladas

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La gorra de DMAX

José Ortega Cano se ha cansado de tanta Rociito y tanta polla. Así que se decide a salir de casa para dar rienda suelta a todas sus opiniones delante de los periodistas acampados debajo de su casa día y noche. Se monta un tumulto y en pocos segundos tiene a todos los paparazzis al rededor. Uno de ellos se fija en que Ortega Cano lleva una gorra de DMAX. Una voz por el fondo pregunta por la gorra. José está que arde, quiere que le preguntan por la hija de puta de su hijastra, pero le han preguntado por la gorra. “No sé qué quiere que le diga, caballero, es solo una gorra”. Le vuelven a preguntar por DMAX. Le preguntan si tiene algún contrato firmado. Si por fin va a dar el salto a la televisión. Que qué temática va a tratar en su programa en DMAX. Le preguntan si no le parece una temeridad hacer un programa en DMAX después del episodio del atropello y la fuga. El viejo se caga encima. Pierde los nervios y se pone a dar ostias a cámaras y a periodistas. Apenas consigue nada con su estado físico tan lamentable. “Vosotros no sabéis quién soy yo, soy el torero José Ortega Cano”. Torero dice. El puto imbécil. Como si eso sonase amenazante. Y detrás de la nube de insultos y manotazos al aire, una cámara de DMAX graba lo que sucede. Booom. En serio, ¿de qué va esto?

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Esta mañana en una cafetería de la Calle Fernandez de los Ríos me he encontrado a la chavala que cantaba en el vídeo de Mendoza, Mendoza, Oza Oza. A mi, que me parece una de las mejores canciones españolas de la década pasada, me ha sido imposible no decirle algo. Me he acercado y le he dicho “oye mira, igual te resulta un poco raro pero no eres la chavala de Mendoza Mendoza?” Ella se ha puesto súper contenta y me ha dicho que si, que qué guay que lo recuerde aún y que vaya tiempos. Me he despedido de ella y justo cuando iba a salir me ha agarrado del brazo como queriendo decirme algo. La he mirado expectante pero en vez de decirme nada una lágrima ha recorrido su cara, callada. Callada y apretándome el brazo. Y de repente ha dicho “Oza Oza”. Joder, me he cagado de miedo y de la puta pena y me he ido a casa a teletrabajar y llevo toda la mañana escuchando la canción en bucle.

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Marina, mi terapeuta. Me abre la puerta de la consulta y me pide que espere. Es dura. No sonríe ni regala. Conductismo. Me pide que me siente. Que espere. Que tiene a alguien en el despacho acabando su sesión. Una mujer llora. Ella se da cuenta. Marina, digo. Así que se acerca a un mueble muy barnizado que está al lado de la silla en la que estoy sentado para darle al play a un Discman enganchado a unos altavoces de ordenador. Y empieza a sonar música clásica. Beethoven. Y entonces miro a la mesa, y al Discman, y al lado está la caja del CD. Clásicos Divertidos. Joder. Clásicos Divertidos es hacer terapia ya desde la sala de espera. Menudo maternalismo eh. Menuda condescendencia. La que siempre tiene el terapeuta sobre el paciente. Todo transladado a un Discman y una sala de espera. Menos mal que en este mundo hay gente que sabe lo que hace.

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Por corte suena un bolerito de Café Quijano. Marina agota el último trago de una botella de vino en el sofá de su casa en la calle Fortuny mientras se sorprende sufriendo en la prueba de exteriores del primer capituló de MásterChef 9.

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Tuvo una hija y la llamó Parestesia. Parestesia Díaz.

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Tenía un tic nervioso. Decía la palabra “empatía” cada vez que se agarraba la polla. Qué movida más rara eh. Qué mata libidos la palabra “empatía”.

Luego también se compraba ropa de Patagonia. Venga hasta luego.

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Ayer vio el documental de Rociito y se le rompió el alma. Le sorprendió que el documental de Rociito generase eso en él. Se le contrajo la espalda, se le durmieron las manos y se le cortó la digestión. Pero no por la pena que le daba Rociito, que era mucha; ni por reconocer perfectamente el cuadro de ansiedad que ella compartió con España en forma de respiración entrecortada, llanto sin control y temblores. Era porque le hizo recordar que esa víctima a la que todo el mundo prestaba atención había sido él durante mucho tiempo. Y se le partió el alma al entender que Rocio Carrasco, hija de Rocio Jurado y Pedro Carrasco le había sustituido en el rol del drama. Había dejado de ser una víctima y de repente no sabía quién coño era. Se acostó y empezó a notar el dolor de su hernia, de sus contracturas y de su estómago. Y desbloqueó el móvil y escribió a su terapeuta y le dijo “Necesito que me busques un hueco. Estoy fatal”. 

Y de repente se volvió a encontrar bien.

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Soy amigo de C Tangana. Si si, le organicé unos conciertos cuando Crema. Tú me dices y cuando quieras quedamos con él. Con Antón. Se llama Antón sabes? Sus colegas le llamamos así. Lo de pucho es para los medios y eso. Y lo del Madrileño. Es un papel. Él se está descojonando de todo el mundo. Mira, mi agenda de teléfono. ¿Lo ves? Aquí lo tengo, en el whatsapp. Buenas risas con Antón, es un tío de puta madre.

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La Magdalena de Proust. Es un sitio eh. Leche de avena y Mumford and sons. Joder eso en 2021. Una propuesta de valor que llega 10 años tarde. El camarero tiene canas y barba de 2 semanas. Igual es el dueño. Lo que también tiene es el culo gordo, como si fuese el cuerpo de otro. Igual es el culo de Proust. Espera. No puede ser. Acaban de salir del baño, juntas, Coco Dávez y Ricardo Cavolo. Él con camiseta de Dinosaur Jr; ella con camiseta de The Moldy Peaches. Han pedido media barrita. La movida de la media barrita. Kimya Dowson. Marcel Proust. Isabel Díaz Ayuso. El indie nunca se ha ido.

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El chaval de la contractura. La trata como si fuese un cáncer. Su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo. Todo el puto mundo sabe lo de la contractura. Joder, es que hay peña con cálculos en los riñones que está escuchando hablar de la heroicidad de vivir con una contractura.

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El ensalzamiento de una canción del montón gracias al uso del determinante. Convertir pop de mierda en una pieza clásica. “El Barco a Venus”. ¿Qué diferencia eh? Mirando de tú a tú al Bolero de Ravel. La canción tiene identidad propia. La puedes conjugar en subjuntivo si quieres. Esa movida tan cutre. Creer que con esa pequeña licencia a tu juicio poética le estás haciendo un favor al hit, cuando en realidad lo que estás haciendo es ponerlo en la boca del cantante de la Orquesta Panorama.