Hoy recordamos a dos realizadores que fueron asesinados un 2 de noviembre: el célebre Pier Paolo Pasolini (1975 - 53 años); y Theo van Gogh (2004 - 47 años). Sobre el asesinato del italiano, aún se debate si se trató de un homicidio casual o un complot. ¿El homicidio del neerlandés? Un horroroso crimen de odio religioso.
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«Posteridad querida,
estos son los estatutos de nuestro Club del Suicidio.
Los miembros son Paul Krantz y Günther Scheller.
Primero: el nombre del Club del Suicidio será anónimo.
Segundo: el amor es la única razón por la cual estamos dispuestos a morir.
Tercero: el amor es la única razón por la cual estaríamos dispuestos a matar.
Por lo tanto, juramos terminar con nuestras vidas
cuando no exista ninguna sensación de amor…
y tomaremos todo del que nos lo robó».
En "Was nützt die liebe in gedanken" (De qué sirve el amor en pensamientos), de Achim von Borries (2004)
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«En lugar de trabajar con una escaleta convencional, Spielberg le pidió a un artista que hiciera un mapa de la historia con cada punto clave (“criadero de serpientes”, “el café”, “el cruce del tren”, etc.), el que colgó en las paredes de la habitación de su hotel para poder crear un plan de filmación que fue haciéndose casi en el camino».
En “El Duelo”, de Steven Spielberg (1971)
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«La serpiente, ya canosa,
acostada en la cama junto al niño,
con un par de gruesos anteojos
leía el inolvidable cuento de Adán y Eva».
En “Pequeño contratiempo justo a final de siglo”,
de Eduardo Parra (1996)
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«Pienso que si Herzog se declara defensor de algo en la Tierra, sería de la especie humana, algo que quienes nos preocupamos por la crisis climática y el medio ambiente no debemos nunca dejar de lado: "Se me pasó por la cabeza que en el rato que pasamos en el invernadero, probablemente habrían muerto tres o cuatro lenguas. En nuestro esfuerzo por preservar especies amenazadas, pasamos por alto algo igual de importante. Para mí, es síntoma de una civilización muy alterada en la que aceptamos fanáticos de los árboles y de las ballenas, pero nadie se preocupa del último hablante de un idioma"...»
En “Encuentro en el fin del mundo”,
de Werner Herzog (2007)
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«Que un connotado profesor haya llegado de improviso a su castillo y pueda hablar de él en su próxima investigación, es un regalo “del demonio”. Pero además, nos referimos a un señor, un caballero. Un vampiro dechado de elegancia jamás le muerde el cuello a otro caballero frente a la cámara. Los hombres siempre aparecen mordisqueados, pero nunca siendo mordidos. Para el espectador, el vampiro guarda sus mejores escenas de exhibicionismo ante las chicas. ¿Los señores? No, gracias. Ellos pueden quedarse a dormir en el castillo. Pero, ¿y si en el castillo habita un vampiro homosexual?».
En “La Danza de los Vampiros”,
de Roman Polanski (1967)
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« El arquero se pregunta a qué esquina tirará el rival. Si conoce los trucos, sabe cuál esquina será, pero puede que el jugador que remata piense lo mismo. Así que el arquero piensa que la pelota entrará por la otra esquina. Pero, ¿qué pasa si el que lanza el penal piensa como el guardapalos y manda la pelota a la esquina normal? Y etcétera, etcétera».
En “ El miedo del arquero ante el penal ”,
de Wim Wenders (1971)
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«Descubrí un principio fundamental sobre pigmentación y refracción, una fórmula, una expresión geométrica que incluía cuatro dimensiones. Los locos, los hombres vulgares, incluso algunos matemáticos vulgares, no saben nada de lo que algunas expresiones generales pueden llegar a significar para un estudiante de física molecular. En los libros, esos que el vagabundo ha escondido, hay escritas maravillas, milagros».
En “El Hombre Invisible”,
de H. G. Wells (1897) / James Whale (1933)
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(Stephane tiene un vendaje en su mano)
«ELLA: Déjame verte la mano…
ÉL: Ha empezado a oler a pie
ELLA: Es una buena señal».
En “La Ciencia del Sueño”,
de Michel Gondry (2006)
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«Ello da pie para que en el tercer acto el héroe retome su lucha interna, encuentre al sujeto extraño que le habló del chocolate caliente, ese que ahora no sabe a nada (como los tomates de supermercado) y descubra en su habitación subterránea (los rebeldes en este tipo de historias deben vivir siempre en el subsuelo) el símbolo más hermoso que haya encontrado hace mucho tiempo en una narración poéticamente insurrecta: una grieta en la pared. Una pequeña fisura por donde se filtra el sonido de una bella pieza musical y desde donde emerge el aroma de algo evocador, de algo familiar, de algo que lo hace darse cuenta que en aquella ciudad no habitan niños. Es algo tan elemental para la vida como ¡el aroma de un “queque” recién horneado, un blando y casero bizcocho!».
En “Den Brysomme Mannen” (El Inadaptado)”,
de Jens Lien (Noruega-2006)
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«Su realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan la locura de este lado… y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran —porque no quieren o porque no pueden— toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana… si pudiera, claro.»
En "Hombre mirando al sudeste"
de Eliseo Subiela (1986)
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“Lo que se escribe con el coño, nadie lo iguala”.
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Inconscientes, Joaquín Oristrell (2004)
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«Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas».
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Las Vírgenes Suicidas, Jeffrey Eugenides (1993)
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Robot Humanoide atendiendo público en la recepción del Henn na Hotel Asakusabashi, Tokio, Japón.
En Family Romance, LLC, Werner Herzog (2020)
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