Tumgik
cementeriomental · 4 years
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El mar de los acontecimientos
[2[
Por fin después de tantas noches deambulando por las calles, camuflando su presencia con harapos rotos y los huesos congelados, abría los ojos y lo primero que veía era el cielo celeste y despejado. Las horas de aquella noche en particular no había sido tan fría como las anteriores, o al menos hasta el momento había podido soñar. Bostezó como si quisiese tragarse el mundo, y en el intento por estirar su espina dorsal como cualquier otro ser luego de caer profundamente en el descanso nocturno, un objeto le impidió aquel acto tan natural. En su cuello algo pesaba y caía hacia abajo. Su respiración se agitó, y con los recursos que su cuerpo le brindaba intentó librarse de aquel metal, que desde que notó que ahí estaba, le asfixiaba cada vez mas y mas. Sus quejidos ahora guturales se escuchaban por todo el barrio, desconocía su entorno cada segundo que pasaba, sus manos no respondían y sentía imposible llevarlas hacia aquella cadena. Ahora su realidad parecía la materialización de las peores pesadillas, su mente no dejaba de dar vueltas y sus impulsos por escapar parecían uno mas inútil que el otro.
La cadena que colgaba de su cuello medía no mas de metro y medio. Retrocedía todo lo que podía buscando aquel impulso desesperado por liberarse de la estaca unida a un cuadrado de cemento, pero los intentos enterraban sus esperanzas cuando la cadena se tensaba, su cuerpo caía al suelo una y otra vez de forma violenta, cortándole la respiración y atragantándose con su propia lengua. Ya no podía respirar, se preguntaba nuevamente que hacía ahí y por que razón. ¿Acaso estaba preso? ¿Acaso era momento de rendirse y asumir que estaba próximo a perder sus recuerdos en un matadero? Todas aquellas posibilidades eran por mas triste que le pareciera muy realistas. Cuando otras personas pasaban por su costado aguantaban la respiración y parecían disfrutar la melancolía de sus ojos al verlo con gestos de desprecio, y asco, algunos incluso con sus manos tapaban su nariz, otros caminaban por su lado con las cabezas volteadas hacia el otro lugar. Era un parasito callejero, que rompía bolsas y hurgaba en la basura para encontrar bandejas desechables con comida de rotisería casi podrida.
Una segunda vez abrió los ojos. Lo despabiló el terror de sentir unas manos heladas acariciándole su cabeza recostada sobre el pasto húmedo. Le ardía el cuello, y supuso que se había desmayado por la falta de oxigeno. Se incorporó en un santiamén, con escalofríos y todas sus extremidades adoloridas y acalambradas. La voz de aquel humano repetía una y otra vez lo hermoso que se veía en aquella condición vulnerable, atado y ensangrentado, con frio y en un lugar por completo desconocido. ¿Dónde estoy? Le preguntó repetidas veces, pero la voz humana sólo insistía en que se calmara, que nada iba a pasarle y que ahora iba a estar mejor que en el abandono de las solitarias calles de la ciudad. ¿Quién sos? ¿Quién sos? ¿Qué querés de mi? Preguntaba a gritos, esperando a que respondiese coherentemente algo de lo que exigía saber como mínimo. Aquel hombre le había arrebatado de las esquinas donde lo alimentaban con comida barata y agua de la canilla que usan para baldear las veredas, de sus seres queridos y de quienes al pasar quizás se compadecían un poco y le sonreían.
Que hermoso que sos, tranquilo, acá vas a estar bien. No paraba de repetir aquello, obsesivo por acariciar su cabeza y su cuello lastimado, de alguna forma empezaba a creer que por haber nacido entre cartones de un callejón merecía aquel trato. Suspiró y se rindió, bebió de aquel balde que le habían traído, y agradeció porque a pesar de todo quizás podía pasarla peor. ¿Voy a estar acá para siempre? Se esforzó por obtener nuevamente alguna vaga respuesta, pero nuevamente fue en vano. Su voz parecía no tener peso, o quizás no le entendían sus señales, su lenguaje o su miedo. No podía dejar de llorar y temblar, le pesaba un montón la verdad que le tocaba ahora mismo atravesar. Que lindo que sos Negrito.. ay si, que hermoso que sos.. Ahora en el pasto recostaba su espalda, y dos pares de manos le acariciaban la panza, él pretendió siempre ser un poco feliz, pero la verdad es que las risas eran nerviosas e impotentes. Se podía perder la cordura en muy poco tiempo. Lo rodeaban cercas de madera que le imposibilitaban ver mas allá del jardín de la casa de dos pisos. ¿Qué había dentro de aquellas paredes? Con lo extraño que se comportaban aquellas personas no tenía animo alguno de averiguarlo, supuso que tampoco estaban en su sano juicio, o lo que significase aquella hipócrita frase humana. Entonces imaginaba extraños objetos en el interior, de esos que al caminar por las calles céntricas exhibían con luz muy blanca. A veces cuando lloraba en la noche solitaria, el hombre que parecía llamarse Juan se asomaba por la ventana del segundo piso para disfrutar la escena.. una vez incluso se compadeció de aquel lamento y bajó para dejarle un abrigo arriba del lomo y cabeza. Lo cierto es que el frio era el último de sus problemas, pero quizás sus señales jamás eran del todo claras, estaba curtido de echarse a dormir debajo de autos, entradas de estacionamientos o escalones de edificios con techo. Después de haber sentido en el cerebro el ardor de una escarcha invernal y mosaicos pegados a su cuero, el pasto no era tan malo.
Perdió la cuenta de cuantas noches había estado secuestrado. Se preguntaba si su manada se cuestionaba que había sido de él, extrañaba frecuentar vagabundos de otras especies y que su cuerpo sirviese de almohada, aquellos calores eran muy diferentes al de sus compañer_s, por momentos lo disfrutaba, por momentos la conducta de aquellos seres se volvía asfixiante y cuando eso sucedía, simplemente se marchaba. Pero ahora estaba asfixiado de todas las formas posibles, y anhelaba poder huir como en aquellos tiempos. Ya no había restos de comida podrida, sólo granos duros y difícil de digerir.. Juan le contaba que invertía mucho en aquel alimento porque quería que fuese fuerte y buen guardián. Gracias Juan por darme de comer esta comida de mierda ¿me podes devolver mi libertad ya?
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cementeriomental · 4 years
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El mar de los acontecimientos
Abducción. [23:35]
A solas y casi siempre deshabitado, suspiras y es como si no existieses, el aire te vuelve un poco a la vida, pero hay lugar para la duda, por supuesto. Es de esos días en las que se ve la luna y el sol, alguien había estado recordando que particularmente hoy iba a ser el día mas frió del año. Decidió salir casi sin ropa, a pesar de estar en invierno y con aquella advertencia meteorológica. Casi se puede percibir esa atmósfera de relajación fingida, las respiraciones tensas. Hay gente que prefiere exponerse, de todas formas concluye en que los barbijos no sirven, salía y respiraba humedad, se mojaba la boca. Tanta información en un cuerpo puede ser perjudicial. Que más es perjudicial? El frió casi congelando cerebros de pronto dió un sacudon de adrenalina y las emociones se juntaron todas. Perseguido y un poco observado, en la nuca no tenemos ojos. Se esforzó solo en como se sentía, por alguna razón solo decía gracias. De nuevo hizo puaj, río y necesitó mas. Calzó sus zapatillas mojadas por la lluvia y ahí volvió dos días días después por la noche. Desde aquella vista el cartel del muelle alumbraba con sus grandes letras azules una parte de las nubes bajas, reflejándose en el mar la misma propaganda y el cielo. Festejaban con ironía el ridículo boicot aleatorio de que faltase la primera letra que tan característica hacía aquella bebida alcohólica, el otro de mas acá cumplía con esa coincidencia. Los dos carteles de la ciudad sin la primera letra. En dirección contraria, el camino lleva hacia aquel tipo de pequeña represa producto de la intervención humana, las rocas la formaba apilándose cual encastre. Si aquello se rompiera claramente la costa sería diferente. Metros adelante un ser con capucha y campera gris llegó minutos antes, en ventaja tenía unos largos pasos y caminó hacia allí mismo. Sólo se dispuso a ver el cielo, las estrellas estaban muy claras. Bastó un escaso minuto de atención a lo que ofrecía aquella vista y las palabras no fueron tan rápidas para escapar de su boca a tiempo. La luz como apareció, desapareció.. siendo entonces extrañamente familiar. Sintió todo y hablaron un poco mas, mentalmente sacaba las ultimas fotos. Vamos. Tres o cinco minutos de caminata bordeando las olitas que terminaban muriendo en la arena, se volteó para observar una ultima vez a aquella persona con quien compartieron un pedazo de cielo en aquella bahía solitaria y deshabitada. Ya no estaba ahí. Riendo afrontaron un poco mas fácil los nervios. Flasharon que era la oscuridad y por eso no se veía, volvieron a casa.
Último mensaje de voz. La pasarela de rocas, el buque y su fin. [23:43] Estoy en un muelle de cemento, hay gaviotas, dos o tres, cuatro o cinco buques. De los cuales no se su procedencia.. la gaviota parece entender mas de la vida que yo, porque solo existe quizás. Bajé para ver el mar a la altura de mis ojos, por poco lo pude lograr, pero lo cierto es que tendría que nadar kilómetros y kilómetros.. Aun así no tendría respuesta.. y tampoco podría hacerlo. El mar choca contra las vigas del muelle, del muelle que esta ahí sobre el mar como si le perteneciera una parte, un sector, no sé. "Club de pesca?".. hasta los peces. En este muelle del que hablo, o bueno, en la pasarela para poder entrar un poco hacia el mar, se supone debo poder dimensionar la cantidad de litros de agua que hay a mi alrededor, toneladas. Hay un cartel que dice no pasar, unos diez metros antes de llegar al fin ¿será que de ahi me puedo matar? bueno, no suena tan mal tampoco. Está empezando a llover y yo no me quiero ir nunca mas. A veces pienso en como sería volver al mar. Digo, ya fue me tiro.. pero y si no me puedo ahogar? Que trago litros de agua y los vuelvo a escupir, los vuelvo a escupir. Se me abren las branquias, se me abre el cuello, entra aire por las cicatrices abiertas, entra agua, agua con oxigeno.. Porque los peces sin oxigeno también se mueren. Bueno, yo con oxigeno me estoy muriendo también.. Quizas porque no soy pez de ninguna agua, ni menos de éstas tan profundas, imposibles, infinitas. Pasan por al lado mio las olas y yo no lo puedo creer, estoy solo por primera acá, no hay gente, tengo el pañuelo en el bolsillo, y me da un poco paranoia sacarmelo, porque la gente te mira mal, y siete veces me paró la yuta. ¿que como vas a andar sin tapaboca? Pero bueno, yo lo entiendo. Entiendo. No, no entiendo nada. La gaviota entiende mas que yo, sabe mas que yo. Hay tres, cuatro, cinco buques. No sé su procedencia. Ah no, seis buques. Seis buques y no entiendo su procedencia, no entiendo que hacen.. además con la niebla se ve poco y nada, no está la luna. Igual de lo que estoy seguro es que uno se mueve. Me drogaría solo acá y me llenaría el cuerpo de anfeta. Ahora me gustaría estar drogado, y no entender nada de nada cuando todo esté pasando. Ya está pasando y por que quiero entender menos? No sé si se puede. Solo, sin nadie a mi alredor mas que quienes deben estar. Por favor que no haya personas que caminen en dos patas, ni al lado mio, ni alrededor. Ni en un radio de ciento cincuenta metros, ciento cincuenta kilómetros. Ja, re egoísta, quería todo el mundo para él el humano. Todavía no entiendo como desde la playa puedo ver el nivel del mar hacia mis ojos. Todavía no lo entiendo y ya nunca lo voy a entender.. porque hay cosas que no están hechas para entenderlas. Hay cosas que no están hechas para entenderlas por humanos. Será por eso que dios existe.
[23:47]
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cementeriomental · 4 years
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Teen Idle
[2]
La odisea por llegar había quedado atrás, se avecinaban cien preguntas y todavía no me había visto en el espejo. Golpeé la puerta con una corta y particular melodía advirtiendo que era yo, un minuto mas tarde frente a mis ojos se presentó Patricia, madre de mi mejor amiga, quien no pudo disimular ni un poco el susto que le provocó verme con ese aspecto. Un aspecto que ahora hasta a mi me daba miedo averiguar. Sentado en el inodoro, ya me había lavado las manos y evité cualquier tipo de reflejo, la gaza empapada rozaba mi cara y el liquido se deslizaba casi corriendo por el cuello, el ardor fue insoportable cuando penetró las lastimaduras, en vano me quejé suave para no maximizar la situación, porque percatandose, Patricia bajó el cierre de mi campera y suspiró sin más. Hablamos un poco de lo que había sido la ultima noche, pero hasta el momento en que aparecí estaba muy tranquila por creer que dormíamos en mi casa ¿Donde está Nuria? Me invadió un escalofríos, ahora tenía que medir mis palabras. No quería mandar al frente a mi amiga y me urgía averiguar rápidamente donde podría estar. Me prestó su celular para ubicarla, no tuve que esforzarme demasiado, sólo una llamada bastó para saber donde encontrarla. Eliminé el numero de su historial y le pedí por favor que no le diga a mi mamá nada de lo que habíamos estado hablando. Cautelosamente me convertí en un felino para escabullirme por la ventana semi abierta de mi habitación, imitando la técnica que ahora mi ex novio había perfeccionado noche tras noche. Dejé un pequeño recoveco entre la persiana casi cerrada, quizás errando un poco en el espacio, el problema fue meter la cabeza. Obsesivo por los litros de agua diarios, dejaba botellas cargadas al lado de mi cama, sólo pude beber la mitad de una, el cansancio me ganó y me hundí en la almohada, despertando un par de largas horas después con los gritos de mi mamá entrando por la puerta a los zancos. Me estalló la cabeza aturdiendome y tapé mis oidos, me agarró de la cara para que la mirase fijamente a los ojos y me increpó acorralándome en la esquina de la cama, que donde mierda había estado y por qué Patricia no dejaba de llamarla. ¿Como voy a saberlo si no le contestas? Me encerré en el baño con llave, esperando no ser nuevamente interrumpido. Prendí la luz una vez estaba frente al espejo y lloré sin querer una vez mas, creyendo no me quedaban más lagrimas de la noche anterior. Tiré la remera hacia un lado, recorrí mis pómulos con suavidad, bajando con las yemas hasta el cuello y clavículas, bordeando los huesos que sobresalían y metiendolos en aquella cuevita. De lado me observé y el dolor de las uñas rotas no dejaba de latir, los dedos me palpitaban y los cueritos sueltos que el cemento sacó estaban en carne viva. Cayó el pantalón y en el reflejo contuve la respiración para hundir la panza, de arriba a abajo mis dedos podían contar una a una las costillas, paseaba con fuerza por encima sintiendo un acordeón de huesos. Ahora la belleza de aquellos moretones me hacían dudar, la demacración que cargaba era la suficiente para sentirse un muerto recién saliendo del ataúd. Viendo el reflejo de un cuerpo que desconocía cada minuto que pasaba, imaginaba diferentes formas de recrear fotos que había visto en instagram para sacar provecho aquellas marcas. Un chocker adornando la piel de color violeta ahora iba a acompañarme unos dias largos, iba a costar tapar el resultado de unas manos que dieron no sé cuantas piñas apretándome contra el asfalto, me estremecía del recordar las uñas cortando mi piel. El primer impulso de su puño contra mi cara impactó contra mi nariz y su mano se resbaló por la fuerza que ejerció, terminó cuando se rescató de que no podía respirar de la sangre que se escapaba de mi nariz y la estrangulación que me mantenía inmóvil en aquella posición sodomizada, el aire ya no me entraba de ninguna forma. La mierda, no sabía de que forma iba a poder disimular esas marcas en la escuela sin usar ropa que desate el acoso. Pedí perdón y fingí una sonrisa, porque era todo lo que tenía por dar en aquel momento. Fue una sonrisa en la que me declaré vencido y entendí que jamás había tenido aquel control ingenuo que Marina me decía poseer una y otra vez. En mi boca el sabor de mi propia sangre se mezclaba con el de mis lagrimas logrando un menjunje espeso, salado y agrio. Me agarró la cara con solo una mano y empezó a llorar conmigo. Perdón, perdón, me pedía perdón viéndome tirado en el piso frio y debajo suyo. Ahí me imaginaba clavandole un cuchillo en la panza, una y otra vez mientras me besaba. Del cabello goteaban gotas de agua por la ducha fugaz, en la calle casi oscureciendo trotaba en un camino que hacía por inercia, esperando encontrar en mi destino a Nuria. Dentro mío sentía culpa y la consciencia me pesaba, esperaba que esté bien para poder seguir viviendo en paz, admitía el egoísmo mismo de querer sentir libertad de aquello por encima de querer su bienestar, pero si todo lo que hacía no era por cariño, entonces realmente estaba perdiendo la cabeza. Aitor me atendió y pasé a su habitación casi corriendo, lugar que acostumbrábamos a acaparar durante días, él era el único que tenía play y además vivía solo. Aliviado suspiré cuando la vi en la cama sentada con un gran ventanal a su espalda, me tiré encima suyo olvidando que mi cuerpo estaba recién empezando a resentirse, me quejé pero no me despegué de ella. Me cagó a pedos porque inoportunamente la moví y por poco la hago tirar el saque que se había armado arriba del celular. Se la tomó y volvió a mi, correspondiendo mi abrazo y chapando un largo rato. Me acarició la cara y un poco se rompió mi corazón cuando sus ojos se pusieron brillosos, ella me había advertido que me quedara en la noche, pero sólo la ignoré y ahora mi alma gemela estaba cargada de furia. Nuria me sobreprotegía, y que sintiese furia implicaba un desahogo casi tan violento como el que me habían cargado a mi, aunque quisiera no podía ir en contra de lo que ella deseaba y ahora temía aun mas. Navegando en aquel pensamiento me percaté de que parecía ser el muñeco de todo el mundo. En el sillón frente a la cama, ahora el dueño de casa se acomodaba para jugar alguna partida frente al tele, Nuria acostó su cabeza en mi regazo y nos convertimos en espectadores de Aitor y Silent Hill. Ahora habiendo tomado el lugar debajo del ventanal, formé unos pares de lineas gordas en su celular y segundos mas tarde los tomé sediento por no sentir más dolor y apaciguar mi estomago vació de días.
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cementeriomental · 4 years
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Teen Idle.
[1] Me sé de memoria Teen Idle de Marina. En mi adolescencia solía escuchar Electra Heart una y otra vez en el equipo de mi habitación, mientras mi mejor amiga me pintaba las uñas de color negro, eligiendo siempre el mate y recordándome que tenía unas manos muy lindas. Triste cuando llegaba cada lunes, en el colectivo camino al colegio ella me sacaba el esmalte con acetato.. a veces lloraba pero en el aula me decían puto. No entendía mucho como era mas lindo tener las uñas pálidas de lo fuerte que resultaba ese producto y no negras, tan prolijas como solo ella sabía lograrlas. Me sentía merecedor de la desdicha de no poder ser amado, me alcoholizaba para sentir las penas mas violentas. Creía enamorarme de personas que rompían mi psiquis, me convencía de que ellos no me amaban pero que si me necesitaban. Sólo me introducía en cuentos que yo mismo creaba, ingenuamente convencido de que en aquella relación de poder tenía todo controlado, pero perdiendo siempre porque los únicos que me buscaban eran veinteañeros. Al fin podía identificarme con la letra al mirarme frente al espejo, ver moretones y cicatrices en mis brazos era tierno, era pale, al menos tenía novio y probablemente sólo por ser lindo. Él estudiaba filosofía, se escabullía por la ventana de mi habitación para hablarme horas y horas tirado en la cama de las estrellas, la muerte y un filosofo que lo obsesionaba, nunca me aprendí su nombre. Igual, no nos veíamos mucho porque sus amigos no sabían que era trolo. Me regalaba galletitas de miel que comía frente suyo para no ser un pendejo desagradecido, no duraban mas de veinte minutos en mi estomago. Un bocado solido, dos de agua, uno solido, dos de agua, y así el licuado subía fácil. Con la experiencia aprendí que no funciona con el chocolate, treinta minutos como T.a.t.U. A los quince me aprendí de memoria Valley of the Dolls. Las primeras juntadas en la plaza eran en la madrugada, fumábamos el prensado mas barato y mezclábamos vino con pastillas que mi amiga le robaba a su tía del modular, a veces ella prefería vomitar ahí no mas para no llegar con dolor de cabeza a su casa. A mi la marihuana me pegaba místicamente, los arboles de ramas caídas casi hasta el suelo adornaban la atmósfera y yo fantaseaba fácilmente con ser un nuevo Peter Pan. Otro viernes y mis uñas ya estaban pintadas, mi compañera con quien deciamos ser almas gemelas, me las pintó a la salida del colegio sentados en los escalones cuando ya no quedaban casi personas. Siete de la tarde y como cabala los mismos de siempre bajo el sauce, turnándonos para ir a comprar cigarrillos sueltos a los kioskos que quedaban alrededor de la plaza. Oscureció rapido, sólo quedaban los faroles alumbrando nuestra noche, el frio no se sentía por el alcohol de mi cuerpo. Sin esperarlo apareció repentinamente el que no se dejaba ver en publico conmigo y me insistió en privado ir a mi casa, acepté sin tener otra opción, mi alma gemela me pidió por favor que no me vaya, minutos mas tarde estaba caminando junto a él. Me agarró la mano y lo primero que vio fueron las uñas pintadas, me empujó contra el cordón de la vereda, caí cual objeto. Pensas que me gusta que me vean en la calle con vos? No salgo con mujeres yo. Te viste? Pareces mujer. Yo sólo respondía que no, que no, perdón. No sé cuanto tiempo pasó, estaba quieto, recibiendo el descargo de su furia hasta que quedé en la soledad oscura estando a unas cuantas cuadras de la plaza, sin tarjeta de colectivo y con la nariz sangrando. Miraba estáticamente aquellas manos que ahora desconocía, rasqué con las uñas el cemento frenéticamente hasta que brotó sangre. Chupé las heridas y con los dientes quité aquel color. Me dolía la cara, las uñas y los brazos. Caminé sin reconocer mis dedos hasta la plaza, pero para entonces solo me esperaban los cartones de vino.
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