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Reseña bibliografía de San Beda Él Venerable
Historiador y Doctor de la Iglesia, nacido en 672 ó 673 y muerto en 735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo.
Escribió así:
Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan [san Juan de Beverley], y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos, ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado e interpretación.
Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las siguientes palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días, alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas. "Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba escribiendo, le dijo: "Hay todavía una oración, querido maestro, que no está escrita." Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado puedo llamar a mi Padre." Y así, sobre el suelo de su celda, cantando "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su último aliento.
El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae… ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin, Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de 1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I, p. xxiii), es su sentido de propiedad literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a la interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así: "Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.
Oración a San Beda.
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Venerable San Beda, te pedimos que intercedas por nosotros para que con la gracia de Dios Todopoderoso seamos capaces de alcanzar la paz verdadera de nuestra alma, aquí en la tierra, despojándonos de los deseos materiales, de querer ser algo que no somos, queremos ser humildes y dóciles de corazón, que no nos importe el juicio de aquellos que no siguen a Cristo y que no tengamos miedo a las persecuciones del mundo.
Ayúdanos, reza por nosotros en el cielo, tú que lleno de virtud eres escuchado por Dios, alcánzanos la fortaleza de la fe, de la perseverancia y de la firme voluntad de hacer lo que el Señor nos pide, así estaremos en paz, y podremos ver claramente el camino que debemos seguir en cada momento.
Y así gozaremos de la alegría de reconocer el rostro de Cristo, nuestro creador, cuando obtengamos la gracia de su amor inmenso en la eternidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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Reseña bibliografía de Santa Magdalena Sofía Barat
Fundadora de las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús.
Santa Magdalena nació el 12 de diciembre de 1779, en Joigny de Borgoña y fue fundadora de la Congregación del Sagrado Corazón. Desde niña tuvo pasión por aprender, por ello, se entregó al estudio del latín, el griego, la historia, la física y las matemáticas. También se formó intensamente en el dominio de sus emociones y la voluntad.
La Santa fue llamada por el Padre Varín, de la Compañía de Jesús, para que le ayude con su plan de reestablecer la educación en las escuelas católicas, las cuales habían sido suprimidas a causa de la Revolución Francesa. El Padre Varín, le expuso también a la Santa, el proyecto de fundar una congregación de educadoras, inspirada por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Santa Magdalena aceptó humildemente ayudar en tal misión, llena de desconfianza en sus fuerzas; "Lo acepté todo, sin comprender ni prever nada", dijo.
El 21 de noviembre de 1800, la Santa partió a Amiens para enseñar en una escuela que fue el primer convento de la congregación. A los 23 años, siendo la más joven de su comunidad, fue nombrada para gobernar la congregación. Fundó 105 casas; muchas de ellas en Francia, Roma, Inglaterra, Austria y Suiza.
Llena de amor por la juventud, la Santa trataba de fundar en cada sitio posible, una escuela para niñas pobres y un pensionado de paga.Como no podía visitar tantas fundaciones, se mantenía en contacto a través de la innumerable cantidad de cartas que escribía. Se encargaba también de la administración de la casa madre y de atender las visitas que llegaban para pedirle consejo. En una de sus cartas escribió: " El trabajo excesivo es un peligro para las almas imperfectas; pero las perfectas obtienen, por ese medio, una rica cosecha".
En diciembre de 1826, el Papa León XII aprobó oficialmente la Sociedad del Sagrado Corazón. En 1864, a los 85 años de edad, la Santa pide al congreso general que se le permitiera renunciar a su cargo, pero la asamblea no permitió más que se nombrase una vicaria que le ayudase en el trabajo. El 21 de mayo de 1865, la Santa sufre de un ataque que la deja paralítica y cuatro días más tarde, en la fiesta de Asunción, muere. Fue canonizada en 1925.
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Santa María Auxiliadora, Fiesta
En la fecha de hoy, la Iglesia conmemora una vez más, a la Santísima Virgen, bajo su advocación de María, Auxilio de los Cristianos. La historia del establecimiento de la fiesta de María Auxiliadora se remonta a la Revolución Francesa, la cual había asestado un duro golpe a la Iglesia y desquiciado completamente a la religión cristiana. Cuando Napoleón Bonaparte asume el poder, restableció el catolicismo en Francia: anula las leyes revolucionarias de proscripción, permite a los sacerdotes regresar a sus iglesias y devuelve catedrales, parroquias y seminarios a obispos. Sin embargo, embriagado por sus triunfos y ambición desordenada, comenzó a exigir al Papa Pío VII algunas cosas que el Pontífice no podía conceder, dando lugar a nuevos conflictos con la Iglesia.
El Papa fue hecho prisionero en el castillo de Fontainebleau por el emperador francés y durante los cinco años que estuvo preso, dedicaba especialmente una parte del tiempo de sus oraciones a María Santísima, Auxilio de los Cristianos para que protegiese a la Iglesia perseguida, desgobernada y desamparada. Los ruegos del Papa fueron escuchados y en 1814 Napoleón firma su abdicación. En 1815, cuando la Iglesia había recuperado su posición y poder espiritual, el Papa para manifestar el agradecimiento de todo el orbe católico a la Virgen María, bajo su advocación de Auxilio de los Cristianos y como un expreso reconocimiento de la infalible protección de la Madre de Dios, instituyó la fiesta de María Auxiliadora en el día 24 de mayo para perpetuar el recuerdo de su entrada triunfal a Roma al volver de su cautiverio en Francia.
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Biografía de San Juan Bautista Rossi, conmemorando un año más de su fallecimiento
Gran apóstol del confesionario.
Nació en 1698, en un pueblecito cerca de Génova (Italia). Cuando tenía diez años, fueron a su pueblo dos esposos muy piadosos a veranear y al ver lo piadoso y bueno que era el muchachito, pidieron permiso a sus padres para llevarlos a su casa de Génova y educarlo allá. Y sucedió que a la casa de estos esposos iban frecuentemente de visita unos padres capuchinos a pedir ayuda para los pobres y estos religiosos le dieron recomendaciones tan laudatorias del buen joven al Padre Provincial que éste lo recomendó a un Canónigo de Roma el cual lo llevó a estudiar a la ciudad eterna.
En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23 años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy fuertes, y se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el dormir, tan exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa que lo dejó varios meses sin poder hacer nada. Logró rehacer sus fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo siempre que luchar contra su mala salud. Y aprendió que la mejor mortificación es aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, y hacer bien en cada momento lo que tenemos que hacer y tener paciencia con las personas y las molestias de la vida, en vez de andar dañándose la salud con mortificaciones exageradas.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y allá fue por muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y necesitados y a enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos. Se llevaba varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una gran influencia. También le agradaba irse por las madrugadas a la Plaza de mercado a donde llegaban los campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer la confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo Obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y allí descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio frecuentado por centenares y centenares de penitentes que venían a ser absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se confesaran con él y las conversiones que se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los presos en las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí consiguió muchas conversiones.
De todas partes lo invitaban para que fuera a confesar enfermos, presos y gentes que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a predicar misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los hospitales era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos de siempre fueron los pobres, los desamparados, los enfermos, los niños de la calle y los pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó totalmente su vida. Él se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años. Su pobreza era tal que el entierro tuvo que costeárselo de limosna.
La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.
Todo el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo habéis hecho. (Jesucristo).
Oración a San Juan Bautista Rossi
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Gloriosísimo San Juan Bautista,
por el amor ardiente
que tuviste al Niño Jesús
y por la santísima dulzura
que infundió en tu corazón
con sus halagos;
por aquellos privilegios
que te concedió para hacer
tantos milagros a favor de tus devotos,
te suplico te dignes favorecerme
en todas mis necesidades con tu eficaz patrocinio
y en particular te ruego me alcances
la gracia que te pido en este día.
¡Oh, glorioso San Juan Bautista,
muévete a piedad de esta alma acongojada,
que en ti puso sus esperanzas;
líbrala, te ruego, de sus miserias.
¡Oh, santo de los milagros!,
alivia la congoja de mi corazón,
y haz que yo viva aquí
como verdadero amante de mi Jesús
para poder gozar de Él en el Cielo.
Amén.
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Reseña bibliografía de Santa Quiteria
La fiesta de Santa Quiteria se celebra el 22 de mayo, día en que sufrió el Martirio en torno al año 130.
Algunas hermanas de Santa Quiteria también son muy veneradas, como Santa Marciana, el 12 de julio; Santa Marina, el 18 de julio; Santa Librada, el 20 de julio; y Santa Victoria (también llamada Rita) el 17 de noviembre, en compañía de San Acisclo.
La antigua Balcagia, hoy Bayona, bello rincón de la costa gallega, era sede de Lucio Catelio Severo, régulo de Galicia y Portugal. Su esposa se llamaba Calsia y ambos eran paganos y enemigos de los cristianos.
Las leyendas cuentan que Calsia tuvo en un solo parto nueve hijas, y pensando en este hecho extraordinario que por así serlo podía despertar sospechas de su esposo, sospechas de infidelidad naturalmente, mandó con el mayor secreto, ya que él estaba ausente, que las nueve niñas fuesen arrojadas al río de la Ramallosa, distante dos kilómetros de Bayona. La partera, llamada Sila, cogió a las neófitas y marchó dispuesta a cumplir la orden; pero a mitad del camino, movida a compasión por aquellas infelices criaturas, pensó salvarlas y, cambiando de rumbo, se dirigió a un pueblecito próximo. Allí dejó las niñas al cuidado de ciertas mujeres cristianas que se encargaron de criarlas. Se las bautizó de inmediato imponiéndoles los nombres de Quiteria, Liberata (Librada), Victoria, Marina, Germana, Eumelia (Eufemia), Marciana, Genibera y Basilia. Fueron educadas en la fe cristiana y en el temor de Dios y las nueve hermanas ofrecieron su virginidad al Señor.
En el siglo II una funesta persecución amenazaba a los cristianos extendiéndose hasta Balcagia. Los paganos denunciaron a las santas vírgenes que fueron detenidas y llevadas a la presencia de Lucio Catelio. Éste las amenazó con el suplicio si continuaban en el cristianismo; pero ellas no vacilaron ante las amenazas del régulo y contestaron con firmeza que preferían mil veces la muerte antes que abandonar la fe de Cristo. Catelio, impresionado ante la fortaleza de las niñas y encontrándoles un extraño parecido con su esposa, indagó su origen, y llamando a Calsia, las reconoció como sus hijas. Se entabló entonces una lucha en su corazón entre el amor de padre y la autoridad de juez: tenía ahora mayor empeño en convencerlas y les suplicó con todo cariño que sacrificasen a los dioses; su madre intentó también con lágrimas persuadirlas, pero nada consiguieron. El padre, enfurecido, renovó las amenazas concediéndoles un día de plazo para decidirse a adorar a los ídolos o morir. Las nueve hermanas convinieron en evitar el crimen de que fuese su propio padre quien las matara y escaparon de la ciudad cada una por diferente camino. Posteriormente, cada una de ellas fue apresada y fueron martirizadas en diferentes sitios.
Quiteria se retiró a la soledad de un monte, donde vivió algún tiempo en oración. Pero recibió un anuncio de un ángel del Señor que le ordenó volver a la casa de sus padres. Volvió a Balcagia y al entrar en el Palacio de su padre, éste la recibió con gran admiración y gozo; procuró persuadirla de que se casase diciendo que tenía ya persona digna, el rico y noble Germano. Quiteria contestó: “padre mío, no tengo que entregarme a esposo en la tierra, porque el mío es el Rey del Cielo, Cristo Jesús, al que amo con todo mi corazón y Él me ama tanto que dio su vida por mí”. Enojado el padre, avisó a Germano de esta resolución diciéndole que para vengar tal agravio, le cortasen la cabeza. Pero Quiteria consiguió escaparse, saliendo de noche.
Un ángel del Señor indicó a Quiteria el camino a seguir, y la Santa llegó hasta los Montes de Toledo, donde el ángel también le había dicho que recibiría la Palma del Martirio. Pero hasta aquéllas lejanas tierras consiguió llegar Germano. Sabiéndose Quiteria perseguida, mientras caminaba por un valle cercano a Marjaliza (Toledo), se escondió en el hueco de un árbol y dijo a un pastor que había por allí que si preguntaban por ella, no la descubriese. Se refugió la santa doncella y al poco llegó el cruel Germano, y preguntó al pastor y éste dijo que no había visto a nadie, pero con el dedo señalaba el refugio. Entonces, Germano descubrió a Quiteria y cogiéndola de sus preciosos cabellos, mandó que le cortasen la cabeza. Quiteria oró al Señor diciendo: “Recibid Señor mi alma, librad de las enfermedades a los que se valiesen de mi patrocinio”. Y una voz del Cielo le respondió: “Así te lo ha concedido en la gloria Dios, como tú lo has pedido en tu martirio”. La Santa hinca las rodillas en el suelo, fija el corazón en el Cielo y entrega el cuello al cuchillo.
Hizo bastantes milagros, comenzando por el pastor, ya que al ser descubierta Quiteria, sus perros rabiaron y le hicieron varias heridas. El pastor se arrodilló delante de ella y ésta le perdonó y le mandó que se lavase las heridas con el agua de la fuente que hizo brotar la Santa. Es invocada como abogada contra la rabia (la hidrofobia).
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Reseña bibliografía de Santa María Magdalena de Pazzi, conmemorando un año más de su aniversario.
Nació en Florencia, Italia, en el año 1556. Perteneció a la familia de los Pazzi, familia que dio a la nación famosos políticos y militares y a la Iglesia Católica una de sus más grandes santas.
Mostró desde muy niña inclinación por la vida religiosa por lo que ingresó al convento de las Carmelitas. Hizo sus tres votos o juramentos de pobreza, castidad y obediencia antes que las demás novicias, porque le llegó una grave enfermedad que la llevó casi a la muerte.
Cuando la transportaban a la enfermería después de hacer sus tres votos, Magdalena tuvo su primer éxtasis que le duró más de una hora. Su rostro apareció ardiente, y deshecha en lágrimas sollozaba y repetía: "Oh amor de Dios que no eres conocido ni amado: ¡cuán ofendido estás!". En los siguientes cuarenta días tuvo inmensas consolaciones espirituales y recibió gracias extraordinarias.
Desde entonces fue creciendo sin cesar su deseo de sufrir por Cristo y por la conversión de los pecadores. A una religiosa que le preguntaba cómo podía soportar sus dolores sin proferir ni una sola palabra de impaciencia, le respondió: "Pensando y meditando en los sufrimientos que Jesucristo padeció en su santísima Pasión y muerte. Quien mira las heridas de Jesús crucificado y medita en sus dolores, adquiere un gran valor para sufrir sin impacientarse y todo por amor a Dios".
En medio de su éxtasis, abrazando su crucifijo, con rostro brillante exclamaba: "Oh Jesús mío, concédeme palabras eficaces para convencer al mundo de que tu amor es grande y verdadero y que nuestro egoísmo es engañoso y tramposo".
Le aparecieron en las manos y en los pies, los estigmas o heridas de Cristo Crucificado. Le producían dolores muy intensos, pero ella se entusiasmaba al poder sufrir más y más por hacer que Cristo fuera más amado y más obedecido y por obtener que más almas se salvarán.
Tres religiosas, encargadas por el director espiritual, escribían lo que la santa iba diciendo, especialmente durante sus éxtasis. Estas revelaciones se publicaron en un libro titulado "Contemplaciones", el cual llegó a ser un verdadero tratado de teología mística.
Además de los dolores físicos le llegó lo que los santos llaman "La noche oscura del alma". Una cantidad impresionante de tentaciones impuras, sentimientos de tristeza y desgano espiritual, falta de confianza y de alegría. Sufría de violentos dolores de cabeza y se paralizaba frecuentemente. La piel se le volvía tan sensible que el más leve contacto le producía una verdadera tortura.
El 25 de mayo del año 1607, al morir quedó bella y sonrosada. Tenía apenas 41 años. Su cuerpo se conserva todavía incorrupto en el convento carmelita de Florencia donde vivió.
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Biografía de San Cristóbal de Magallanes, conmemorando un año más de su canonización.
Frase célebre "Solo un momento y después el Cielo"
Nació en Totalice el 30 de julio de 1869. Se crió en el seno de una familia muy humilde y hasta los 19 años trabajó en el campo. En 1888 ingresó al seminario de Guadalajara donde se distinguió por su piedad, honradez y aplicación.
Fue ordenado sacerdote en setiembre de 1899 en la iglesia de Santa Teresa en Guadalajara. Desempeñó el cargo de capellán y subdirector de la escuela de artes y oficios en Guadalajara. Fue párroco de Totalice por 17 años hasta que fue fusilado.
Organizó centros de catecismo y escuelas en las rancherías, construyó una presa para favorecer el riego, fundó un asilo para huérfanos, y pequeños fraccionamientos de tierra para ayudar a los pobres.
El 21 de mayo de 1927 el padre iba a celebrar una fiesta religiosa en un rancho cuando se inició una balacera entre los cristeros y las fuerzas federales comandadas por el general Goñi. Fue arrestado y conducido a Totalice donde lo encarcelaron junto a su vicario el P. Caloca.
Luego los trasladaron al palacio municipal de Colotitlán, donde los fusilaron el 25 de mayo de 1927. El P. Cristóbal antes de ser fusilado dijo: "soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos".
Fue beatificado en 22 de noviembre de 1992 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
Oración a San Cristóbal de Magallanes
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Oh Dios,
que concediste al Santo Mártir
Cristóbal Magallanes una vida apostólica
y una gloriosa muerte
y permitiste que ofreciera
el sacrificio de su vida
por la unión de los mexicanos,
concédenos Señor ese espíritu
de unión y paz que él tanto anhelaba
y la gracia que te estamos pidiendo
por su intercesión.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
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Biografía de San Bernardino de Siena, conmemorando un año más de su fallecimiento
San Bernardino fue el más famoso predicador del 1400 y sus sermones sirvieron de modelos de predicación para muchos oradores en los siglos siguientes.
Nació cerca de Siena en Italia en el año 1380. Su padre era gobernador. El niño quedó huérfano de padre y madre a los siete años. Dos tías se encargaron de su educación y lograron formarlo lo mejor posible en ciencias religiosas y darle una educación muy completa. Sus estudios de bachillerato los hizo con tal dedicación que obtuvo las mejores notas.
Era muy simpático en el trato y las gentes gozaban en su compañía. Pero cuando oía a alguien que empleaba un vocabulario grosero y atrevido le corregía con toda valentía, para que abandonara esa mala costumbre.
Era muy bien parecido y un día un compañero lo incitó a cometer una acción impura. Bernardino le respondió dándole una sonora bofetada. Otro día un estudiante invitó a los compañeros del curso a cometer impurezas y Bernardino los animó a todos contra el impuro y le lanzaron barro y basura por la cara hasta hacerlo salir huyendo. Pero en el resto de su vida Bernardino fue siempre un modelo de amabilidad y bondad.
De joven se afilió a una asociación piadosa llamada "Devotos de Nuestra Señora" que se dedicaba a hacer obras de caridad con los más necesitados. Y sucedió que en el año 1400 estalló en Siena la epidemia de tifo negro. Cada día morían centenares de personas y ya nadie se atrevía a atender los enfermos ni a sepultar a los muertos, por temor a contagiarse. Entonces Bernardino y sus compañeros de la asociación se dedicaron a atender a los apestados. Trabajaban de día y de noche. Bernardino preparaba muy bien a los que ya se iban a morir, para que murieran en paz con Dios y bien arrepentidos de sus pecados. Y como por milagro, este grupo de jóvenes se libró del contagio de la peste del tifo. Pero cuando pasó la enfermedad, Bernardino estaba tan débil y sin alientos, que estuvo por varios meses postrado en cama, con alta fiebre. Esto le disminuyó mucho las fuerzas de su cuerpo, pero le sirvió enormemente para aumentar la santidad de su alma.
Cuando ya recobró otra vez su salud, de vez en cuando se alejaba de casa y a quienes le preguntaba a dónde se dirigía les respondía: "Voy a visitar a una personita de la cual estoy enamorado". La gente creía que era que se iba a casar, pero un día sus tías le siguieron los pasos y se dieron cuenta de que se iba a una ermita donde había una estatua de la Virgen Santísima y allí le rezaba con gran fervor.
En el año 1402 entró de religioso franciscano. Lo recibieron en un convento cercano a su familia, pero como allí iban muchos amigos a visitarlo pidió que lo enviaran a otro más alejado y donde la disciplina era muy rígida, y así en el silencio, la oración y la mortificación se fue santificado.
Nuestro santo nació el día de la fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen, el 8 de septiembre. Y en esa misma fecha recibió el bautismo. Y también un 8 de septiembre recibió el hábito de franciscano y en ese gran día de la Natividad de Nuestra Señora recibió la ordenación sacerdotal (en 1404). Fue pues siempre para él muy grata y muy significativa esta santa fecha.
Los primeros 12 años de sacerdocio los pasó Bernardino casi sin ser conocido de nadie. Vivía retirado, dedicado al estudio y la oración. Dios lo estaba preparando para su futura misión.
Ni la voz ni las cualidades oratorias le ayudaban a Bernardino para tener éxito en la predicación. Entonces se dedicó a pedir a Nuestro Señor y a la Stma. Virgen que lo capacitaran para dedicarse a evangelizar con éxito y de pronto Dios le envió a predicar. Y esto sucedió de un modo bien singular. Durante tres días seguidos, estando rezando todos los religiosos por la mañana, de pronto un joven novicio, sin poder contenerse, interrumpió la oración y le dijo: "Hermano Bernardino: no ocultes más las cualidades que Dios te ha dado. Vete a Milán a predicar". Iguales palabras le fueron dichas cada uno de los tres días. Todos consideraron que esto era una manifestación de la voluntad de Dios y le aconsejaron que se fuera a la gran ciudad a predicar la Cuaresma. Y los éxitos fueron impresionantes. Las multitudes empezaron a asistir en inmensas cantidades a sus sermones. Al principio le costaba mucho hacerse oír a lo lejos pero le pidió con toda fe a la Virgen Santísima y Ella le concedió una voz potente y muy sonora (en vez de la voz débil y desagradable que antes tenía).
Y desde 1418 hasta su muerte, por 26 años Bernardino recorre pueblos, ciudades y campos predicando de una manera que antes la gente no había escuchado. Se levantaba a las 4 de la mañana y durante horas y horas preparaba sus sermones. Y el efecto de cada predicación era un entusiasmarse todos por Jesucristo y una gran conversión de pecadores. Muchísimos terminaban llorando de arrepentimiento al escuchar sus palabras. Cuando su voz potentísima gritaba en medio de la silenciosa multitud: "Temblad tierra entera, al ver que la criatura se ha atrevido a ofender a su Creador", a las gentes les parecía que el piso se movía debajo de sus pies y empezaban a llorar con gran arrepentimiento. Casi siempre tenía que predicar en las plazas y campos porque en los templos no cabía la gente que deseaba escucharle.
Recorrió todo su país (Italia) a pie, predicando. Cada día predicaba bastantes horas y varios sermones. A todos y siempre les recomendaba que se arrepintieran de sus pecados y que hicieran penitencia por su vida mala pasada. Atacaba sin compasión los vicios y las malas costumbres e invitaba con gran vehemencia a tener un intenso amor a Jesucristo y la Virgen María.
Por todas partes llevaba y repartía un estandarte con estas tres letras: JHS (Jesús, Hombre, Salvador) e invitaba a sus oyentes a sentir un gran cariño por el nombre de Jesús. Donde quiera que San Bernardino predicaba, quedaban muchos estandartes en palacios y casas con sus tres letras: JHS.
En Polonia predicó contra los juegos de azar y las gentes quemaron todos los juegos de azar que tenían. Un fabricante de naipes se quejó con el santo diciéndole que lo había dejado en la ruina, y él aconsejó: "Ahora dedíquese a imprimir estampas de Jesús". Así lo hizo y consiguió más dinero que el que había logrado conseguir imprimiendo cartas de naipe.
Los envidiosos lo acusaron ante el Papa diciendo que Bernardino recomendaba supersticiones. El Papa le prohibió predicar, pero luego lo invitó a Roma y lo examinó delante de los cardenales y quedó tan conmovido el Sumo Pontífice al oírle sus predicaciones, que le dio orden para que pudiera predicar por todas partes.
Durante 80 días predicó en Roma e hizo allí 114 sermones con enorme éxito.
El Papa quiso nombrarlo arzobispo, pero el santo no se atrevió a aceptar. Entonces lo nombraron superior de los franciscanos, porque era el que más vocaciones había conseguido para esa comunidad.
Cuando Bernardino entró en la comunidad de franciscanos observantes, solamente había en Italia 300 de estos religiosos. Cuando él murió ya había más de 4,000.
Los grandes sacrificios que tenía que hacer para predicar tantas veces y en tan distintos sitios, y los muchos ayunos y penitencias que hacía, lo fueron debilitando notoriamente. En su rostro se notaba que era un verdadero penitente, pero esta misma apariencia de austero y mortificado, le atraía más la admiración de las gentes. El único lujo que aceptó en sus últimos años, fue el de un borriquillo, para no tener que hacer a pie todos sus largos viajes.
Era tal su deseo de progresar en el arte de la elocuencia y del buen predicar, que donde quiera que sabía que había un buen predicador, se iba a escucharlo y aún ya lleno de años, se sentaba como simple discípulo para escuchar las clases de los maestros afamados que enseñaban cómo hablar bien en público.
Y acompañaba sus predicaciones con admirables milagros y prodigios.
En su ciudad natal, Siena, había muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó 45 sermones que devolvieron la paz a toda esa región. Uno de los oyentes logró copiar esos sermones y se conservan como una verdadera joya de la elocuencia sagrada, donde se combinan la teología con los consejos prácticos y la agradabilidad con la profundidad. Verdaderamente Bernardino era un gran maestro de oratoria.
En 1444, mientras viajaba por los pueblos predicando, con muy poca salud pero con un inmenso entusiasmo, se sintió muy débil y al llegar al convento de los franciscanos en Aquila, murió santamente el 20 de mayo.
En su sepulcro se obraron numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición de todo el pueblo, lo declaró santo en 1450 a los 6 años de haber muerto.
Oración a San Bernardino de Siena
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Señor Dios,
que infundiste en el corazón
de San Bernardino de Siena
un amor admirable
al nombre de Jesús,
concédenos,
por su intercesión y sus méritos,
vivir siempre impulsados
por el espíritu de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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Biografía de Santa María Bernarda Bütler, conmemorando un año más de su fallecimiento.
Nació en Auw, en el Cantón de Argovia, Suiza, el 28 de mayo de 1848 y fue bautizada el mismo día de su nacimiento. Era la cuarta hija de Enrico y de Caterina Bütler, modestos campesinos y cristianos ejemplares, que educaron los ocho hijos nacidos de su matrimonio en el amor a Dios y al prójimo.
Dotada de una excelente salud, Verena creció alegre, inteligente, generosa y amante de la naturaleza. A los siete años comenzó a frecuentar la escuela. El fervor y el empeño con el que, el 16 de abril de 1860, se acercó a la Primera Comunión permanecieron constantes en ella a lo largo de toda su vida. La devoción a la Eucaristía formará, efectivamente, el fundamento de su espiritualidad.
A la edad de 14 años, terminados los estudios elementales, Verena se dedicó al trabajo agrícola, experimentando también el afecto por un digno joven del cual se enamoró. Sintiendo la llamada de Dios supo desprenderse de este compromiso para entregarse completamente a su Señor. En este período de su vida se le concedió la gracia de gozar sensiblemente de la presencia de Dios, sintiéndolo muy cercano. Ella misma afirma: «Explicar este estado del alma a quien no ha experimentado jamás algo semejante, es extremadamente difícil, si no es que imposible». Y además: «El Espíritu Santo me enseñó a adorar, alabar, bendecir y dar gracias a Jesús en el tabernáculo, en todo momento, en medio de las labores y en la realidad cotidiana de la vida».
Atraída del amor de Dios, a los 18 años entró como postulante en un convento de la región. Comprobado que no era aquél el lugar donde el Señor la llamaba, Verena regresó pronto al seno familiar. El trabajo, la oración, el apostolado en la parroquia, mantuvieron vivo en ella el deseo de la vida consagrada. El 12 de noviembre de 1867, por sugerencia de su párroco, Verena entró en el Monasterio franciscano de María Auxiliadora en Altstätten. El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre de Sor María Bernarda del Sagrado Corazón de María, y, el 4 de octubre de 1869 emitió la Profesión religiosa, con el firme propósito de servir al Señor hasta la muerte, en la vida contemplativa.
Pronto fue electa Maestra de novicias y por tres veces Superiora de la Comunidad, desempeñando este servicio fraterno por nueve años consecutivos. Su celo y su amor por el Reino de Dios la habían preparado para iniciar una nueva experiencia misionera. Por tanto, acogió de buen grado la invitación de Mons. Pietro Schumacher, obispo de Puertoviejo, en Ecuador, quien le pidió venir a su diócesis, planteándole la precaria situación de su gente. María Bernarda reconoció en esa invitación la clara voluntad de Dios que la llamaba a ser anunciadora del Evangelio en aquella tierra lejana.
Superadas las iniciales resistencias del obispo de San Gallo y después de haber obtenido un regular indulto pontificio, el 19 de junio de 1888 Sor María Bernarda y seis Compañeras dejaron el monasterio de Altstätten y partieron para el Ecuador. Solamente la luz de la fe y el celo por el anuncio del Evangelio sostuvieron a la Beata y a sus Compañeras en la difícil separación del amado monasterio y de las Hermanas. En su interior María Bernarda pensaba en el tener que dar vida a una fundación misionera dependiente del monasterio suizo. A su vez, el Señor la hacía fundadora de una nueva Congregación religiosa, la de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
Recibidas paternalmente por el Obispo, éste encomendó a María Bernarda la Comunidad de Chone que presentaba un espectáculo desolador, por la falta casi absoluta de sacerdotes, la escasa práctica religiosa y por la difundida inmoralidad. María Bernarda se hizo «toda para todos», poniendo como fundamento de su acción misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio constante de las obras de misericordia. Junto con sus hijas, comenzó un intenso apostolado entre las familias, profundizando en el conocimiento de la lengua y de la cultura del pueblo. No tardaron en madurar los primeros frutos. La vida cristiana de aquella población volvió a florecer como por encanto. También la nueva Congregación franciscana creció en número y se fundaron las dos Casa filiales de Santa Ana y de Canoa. Pero, también, pronto la obra misionera de la Madre Bernarda fue marcada por el misterio de la Cruz. Fueron muchos los sufrimientos a los que ella y sus hijas se vieron sometidas: la pobreza absoluta, el clima tórrido, incertidumbres y dificultades de todo tipo, riesgos para la salud y la misma seguridad de vida, incomprensiones de parte de la autoridad eclesiástica y, la separación de algunas Hermanas de la Comunidad, constituidas después en una Congregación autónoma (las Franciscanas de la Inmaculada: Beata Caridad Brader). María Bernarda soportó todo con heroica entereza, en silencio, sin defenderse y sin alimentar resentimientos en la confrontación con alguno, perdonando de corazón y orando por aquellos que la hacían sufrir.
Como si no fueran suficientes todas estas pruebas, en 1895, una violenta persecución por parte de fuerzas hostiles a la Iglesia obligó a Sor María Bernarda y sus Hermanas a escapar del Ecuador. Sin saber a dónde ir, con 14 Hermanas se dirigió a Bahía, de donde prosiguió para Colombia. El grupo estaba aún buscando, cuando recibió la invitación de Mons. Eugenio Biffi para trabajar en su diócesis de Cartagena. Y, así, el 2 de agosto de 1895, fiesta de la Porciúncula de Asís, la Fundadora y sus Hermanas exiliadas del Ecuador, arribaron a Cartagena, recibidas paternalmente por el Obispo. Encontraron alojamiento en un ala del hospital femenino, llamado comúnmente «Obra Pía». El Señor las había conducido a aquel asilo, donde la Madre Bernarda permanecerá hasta el término de su vida. Después de la casa de Cartagena, se llevaron a cabo otras fundaciones no sólo en Colombia sino en Austria y en Brasil.
Con un amor compasivo, de auténtica franciscana, estaba encargada de socorrer las necesidades espirituales de los pobres que ella consideró siempre sus predilectos. Decía a las Hermanas: «Abran sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad».
La Madre guió su Congregación por espacio de treinta años. También después de haber renunciado al oficio de Superiora General, continuó animando, con sentimientos de verdadera humildad, a sus queridas Hermanas, sobre todo con el ejemplo de su vida, sus palabras y sus escritos.
Presa de punzantes dolores hipogástricos, el 19 de mayo de 1924, en la «Obra Pía» de Cartagena, llorada por sus Hijas, amada y venerada de todos como auténtica santa, María Bernarda se durmió serenamente en el Señor. Contaba con 76 años de edad, 56 de vida consagrada y 38 de misionera. La noticia de su muerte se difundió rápidamente. El párroco de la catedral de Cartagena anunció el tránsito diciendo a sus fieles: « ¡Esta mañana, en esta ciudad, ha muerto una Santa: la reverenda Madre Bernarda!» Su tumba fue pronto meta de peregrinaciones y lugar de oración.
El celo apostólico y el ardor de la caridad de la Madre María Bernarda reviven hoy en la Iglesia, particularmente a través de la Congregación fundada por ella y actualmente presente en varios.
Países de tres Continentes. La Beata puede ser señalada como auténtico modelo de «inculturación» de la que la Iglesia ha subrayado la urgencia para un eficaz anuncio del Evangelio (cfr. Redemptoris missio, n. 52). Ella encarnó perfectamente en su vida el lema programático: «Mi guía, mi estrella, es el Evangelio».
Durante su vida, encontró apoyo y consuelo solamente en Dios. Cuando abandonó su patria, a donde no habría de regresar jamás, y cuando dejó su querido monasterio de Altstätten y durante su incansable actividad apostólica, ella siempre estuvo sostenida por una sólida espiritualidad, de la oración incesante, la caridad heroica hacia Dios y hacia el prójimo, de una fe fuerte como la roca, una confianza ilimitada en la Providencia de Dios, una fuerza y humildad evangélica y de una fidelidad radical a los compromisos de su vida consagrada. De la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad, de la Eucaristía y de la Pasión del Señor, obtuvo el don de aquella misericordia que practicó con todos y que dejó como particular carisma a su Congregación. Devotísima de la Virgen Madre del Señor, quiso que su Congregación tuviese a la Auxiliadora como Madre, Protectora y Modelo de vida en el seguimiento de Cristo y en su actividad misionera. Como franciscana, cultivó la misma veneración que San Francisco de Asís alimentó por la «Santa Madre Iglesia» por sus pastores y sacerdotes, que ella llamaba « los ungidos del Señor».
La Beata permanece como un admirable ejemplo de mujer bíblica: fuerte, prudente, mística, maestra espiritual, insignia misionera. Ella ha dejado a la Iglesia un testimonio maravilloso de entrega a la causa del Evangelio, enseñando a todos, sobre todo hoy, que es posible unir la contemplación a la acción, vida con Dios y servicio a los hermanos, llevando a Dios a los hombres y a los hombres a Dios.
El 29 de octubre de 1995, el Siervo de Dios Papa Juan Pablo II le confirió el título y los honores de los Beatos. El 12 de octubre de 2008, el Santo Padre Benedicto XVI la inscribe en el Catálogo de los Santos.
Oración a Santa María Bernarda Bütler
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Te bendecimos, Señor,
porque has elegido a
Santa María Bernarda,
para hacer presente tu amor
misericordioso y cooperar
en la extensión de tu reino.
Concédenos las gracias que por
su interseción te pedimos,
haz que su ejemplo de vida
nos ayude a crecer en la bondad
y el amor al servicio
de los hermanos.
Afirma, Señor, en nosotros
la fe, la esperanza
y la caridad.
Amén
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Reseña bibliografía de San Ivón Hélory,conmemorando un año más de su fallecimiento.
Patrono de los Juristas.
Nació en Kenmartin, cerca de Tréguier de Bretaña, donde su padre era señor feudal. A los 24 años había obtenido ya títulos en filosofía, teología y derecho canónico en las mejores escuelas. Se trasladó a Orléans a estudiar derecho civil bajo la dirección del célebre jurista Pedro de la Chapelle. San Ivón empezó a practicar la mortificación y sus austeridades aumentaron. Al terminar sus estudios el archidiácono de Renes le nombró Juez del Tribunal Eclesiástico. En el ejercicio de su cargo, el santo protegió a los huérfanos, defendió a los pobres y administró justicia con tanta imparcialidad y bondad, que aún aquellos a quienes castigaba le tenían afecto. Regresó a su tierra natal y en 1284 fue ordenado sacerdote y se le concedió el beneficio de Trédrez.
Los últimos quince años de su vida los dedicó al trabajo parroquial, primero en Trédrez y luego en Lovannec, donde construyó un hospital asistiendo personalmente a los enfermos.
San Ivón recibió los últimos sacramentos en víspera de la Ascensión y falleció el 19 de mayo de 1303, a los 50 años de edad. Fue canonizado en 1347.
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Reseña bibliografía de Santa Rafaela María del Sagrado Corazón, conmemorando un año más de su aniversario.
Fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Nació en Pedro Abad, Córdoba, en 1850. A la edad de 15 años habia hecho voto de castidad perpetua, e intensificó su piedad y obras de caridad.
Con la ayuda de Mons. Ceferino González, la santa y su hermana Dolores fundan el Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, pero al poco tiempo se traslada junto con otras 16 religiosas a Madrid, donde se les concede la aprobación diocesana en 1877, y 10 años más tarde, el Papa León XIII apruebla la Congregación con el nombre de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Pronto se multiplicaron las fundaciones de nuevas casas: obras de apostolado y adoración reparadora. En la base de todo estaba la altísima y continua oración, que la M. Rafaela vivía e infundia en sus hijas, y sus heroicas virtudes, sobre todo la profundísima humildad, tanto que alguien llamó a la Madre "la humildad hecha carne".
Sin embargo, surgen pronto las desconfianzas, las incomprensiones, el arrinconamiento, el largo y absoluto olvido; graves dificultades que surgieron en el gobierno, la movieron a renunciar a favor de su hermana Dolores. Durante 30 años permaneció en el aislamiento, realizando duros trabajos y sufriendo pacientemente terribles humillaciones.
El Año Santo 1925 falleció, en 1952 fue beatificada y el 23 de enero de 1977 la canonizaron.
Oración a Santa Rafaela María del Sagrado Corazón
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Oh Dios, que por tu Hijo Jesucristo
enviaste a tus apóstoles a todas las gentes,
concédenos tu Santo Espíritu para que
nos reúna a todos en tu Iglesia, a fin de que,
imitando el celo apostólico de Santa Rafaela María
trabajemos en la extensión de tu Reino.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén
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Reseña bibliografía de San Juan I, Papa y Mártir, fue una gran persona que se dedicó a Dios.
Nació en Toscana, y en el año 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Asimismo, el emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana ocuparan empleos públicos. El rey Teodorico obligó entonces al Papa a que fuera a Constantinopla a convencer al emperador de derogar las últimas leyes, pero el Papa Juan I se negó rotundamente. El Sumo Pontífice realizó una visita pastoral a Constantinolpla donde fue recibido por más de 15,000 fieles con velas encendidas en las manos, y estandartes. El Papa presidió solemnemente las fiestas de Navidad, y luego exhortó a los feligreses a mantenerse firmes en la fe, evitando caer en las herejías. Paralelamente, el emperador Justino se mantuvo firme en su decisión, lo cual enfureció al rey italiano quien mandó a llamar al Papa Juan y lo encerró en un oscuro calabozo. Los constantes maltratos y suplicios sufridos por el santo Papa en la cárcel, junto con otros mártires más, provocó su muerte a los pocos meses de haber sido tomado prisionero.
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Reseña bibliografía de San Félix de Cantalicio, conmemorando un año más de su aniversario.
“Buen ánimo, hermano: los ojos en la tierra, el espíritu en el cielo y en la mano el santísimo rosario”, solía decir San Félix de Cantalicio, capuchino y místico
Nació en Italia por el 1515. Sus padres, campesinos y muy piadosos, lo educaron de tal forma que cuando sus amigos de juegos lo veían venir, decían: “¡Ahí viene San Félix!”
A los doce años se puso a trabajar en la casa de un rico propietario que lo puso de pastor y luego como cultivador. Poco a poco fue aprendiendo a meditar y a alcanzar un alto grado de contemplación.
"Todas las criaturas pueden llevarnos a Dios, con tal de que sepamos mirarlas con ojos sencillos”, dijo una vez el Santo a un religioso que le preguntó cómo hacía para vivir en presencia de Dios en medio del trabajo y otras distracciones.
Siempre andaba muy alegre y ante la injuria respondía diciendo: “voy a pedir a Dios que te haga un santo”. Cierto día que estaba arando, su jefe se acercó a él, los animales asustados derribaron a Félix y el arado le pasó por encima, pero el Santo se levantó ileso. Es así que se decidió y pidió ser admitido como hermano lego en el convento capuchino de Citta Ducale.
Siempre pedía que le redoblaran las penitencias, mortificaciones y que se le tratase con mayor severidad. Estaba persuadido que todos eran mejor que él, pero sus hermanos lo llamaban “el Santo”.
Hizo los votos solemnes hacia los treinta años. Cuatro años más tarde lo enviaron a Roma, donde por cuarenta años salió a pedir limosna todos los días para el sostenimiento de su comunidad. Asimismo, con permiso de sus superiores, ayudaba a los pobres, visitaba a los enfermos y consolaba a los moribundos.
Algunas veces San Félix, mientras ayudaba en Misa, quedaba en éxtasis a la vista de todos. Al final de su vida, el Cardenal protector de la orden aconsejó a los superiores que relevasen de su cargo a San Félix por su avanzada edad, pero el Santo les rogó que lo dejasen seguir pidiendo limosna diciendo que el alma se marchita cuando el cuerpo no trabaja.
Gozó de la estima de San Felipe Neri y San Carlos Borromeo. Partió a la Casa del Padre el 18 de mayo de 1587, después de haber tenido una visión de la Santísima Virgen que venía rodeada de ángeles.
Oración a San Félix de Cantalicio.
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Oh Dulce Amor, Jesús, sobre todo amor,
escríbeme en el corazón cuánto me amaste.
Jesús, Tú me creaste para que yo te amase…
Jesús, Jesús, Jesús, toma mi corazón y no me lo devuelvas.
Amén
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Reseña bibliografía de San Pascual Bailón, conmemorando un año más de su aniversario.
La santa Sede lo proclamó Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Cofradías del Santísimo Sacramento.
Fue declarado santo en 1690.
San Pascual nació en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el día de Pentecostés de 1540, fin de la Pascua. Sus padres fueron campesinos.
El Martirologio Romano nos dice que San Pascual Bailón fue un hombre de vida austera y de maravillosa inocencia.
Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después, alrededor de los 28 será hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes".
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Oración a San Pascual Bailón.
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Querido San Pascual:
consíguenos del buen Dios
un inmenso amor
por la Sagrada Eucaristía,
un fervor muy grande en nuestras
frecuentes visitas al Santísimo
y una grande estimación
por la Santa Misa.
Amén
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Reseña bibliografía de San Juan Nepomuceno, conmemorando un año más de su aniversario.
Patrono de los confesores y de la buena fama.
Nació en Bohemia (Checoslovaquia) entre los años 1340 - 1350, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno.
Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.
El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo. Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.
El rey se llenó de cólera, el Santo fue torturado y su cuerpo arrojado al río Mondalva. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.
En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontarron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.
San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.
Oración a San Juan Nepomuceno
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Oh Dios, que por el invencible silencio
sacramental del bienaventurado
Juan Nepomuceno adornaste tu
iglesia con una nueva corona del martirio;
concédenos, por su intercesión y ejemplo,
que moderemos nuestra lengua
y suframos todos los males de este mundo,
antes que el detrimento de nuestras almas.
Por Jesús Cristo Nuestro Señor.
Amén.
Oración a San Juan Nepomuceno contra calumnias, difamaciones y chismes.
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Protector y abogado San Juan Nepomuceno,
que a pesar del tiempo trascurrido desde tu gloriosa muerte,
no se ha conocido hasta ahora
que quien, con verdadera confianza y esperanza,
se acoge a tu santo y poderoso patrocinio
haya quedado sin respuesta favorable en sus peticiones.
Son sin número, san Juan Nepomuceno,
protector mío piadosísimo,
las maravillas que ha hecho Dios, y sigue haciendo,
por tu mediación en todo el mundo
para el socorro de toda clase de necesidades.
Confío que he de ser uno de los que con agradecimiento
testimonien tus grandes misericordias
con el favorable despacho de mis presentes ruegos;
si por mi miseria no te pido debidamente
las súplicas para que agraden a Dios,
enderézalas tú, te lo ruego,
intercediendo con nuestra poderosísima Madre,
la Virgen María Santísima,
que es el medio por donde todo nos viene de Dios,
y la que por gracia tiene en su mano
la Divina Omnipotencia,
para que así sea otorgada mi demanda:
(pedir lo que se quiere conseguir).
San Juan Nepomuceno,
abogado del buen nombre y el honor,
dígnate apartar de mí toda infamia y mentira,
toda habladuría, mala lengua, difamación,
falso testimonio, calumnia y humillación,
toda intriga, deshonra, mala fama y confusión pública
que por cualquiera parte me amenace,
y concédeme que disfrutando yo
de los honores y bienes de la tierra, no pierda los eternos
que para sus escogidos tiene el Señor
preparados en el Cielo.
Amén.
Rezar la Salve, Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
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Reseña bibliografía de San Isidro Labrador, conmemorando un año más de su aniversario.
Es el patrono de los agricultores del mundo.
Le pusieron ese nombre en honor de San Isidoro, un santo muy apreciado en España.
Sus padres eran unos campesinos sumamente pobres que ni siquiera pudieron enviar a su hijo a la escuela. Pero en casa le enseñaron a tener temor a ofender a Dios y gran amor de caridad hacia el prójimo y un enorme aprecio por la oración y por la Santa Misa y la Comunión.
Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia labrando las tierras, cultivando y cosechando.
Se casó con una sencilla campesina que también llegó a ser santa y ahora se llama Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover).
Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por "ausentismo" y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le guaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo.
Los mahometanos se apoderaron de Madrid y de sus alrededores y los buenos católicos tuvieron que salir huyendo. Isidro fue uno de los inmigrantes y sufrió por un buen tiempo lo que es irse a vivir donde nadie lo conoce a uno y donde es muy difícil conseguir empleo y confianza de las gentes. Pero sabía aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: "Yo nunca te abandonaré", y confió en Dios y fue ayudado por Dios.
Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día lo invitaron a un gran almuerzo. Él se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El invitador le dijo disgustado que solamente le podía dar almuerzo a él y no para los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y sobró.
Los domingos los distribuía así: un buen rato en el templo rezando, asistiendo a misa y escuchando la Palabra de Dios. Otro buen rato visitando pobres y enfermos y por la tarde saliendo a pasear por los campos con su esposa y su hijito. Pero un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.
Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y su generosidad.
En el año 1130 sintiendo que se iba a morir hizo humilde confesión de sus pecados y recomendando a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo, murió santamente. A los 43 años de haber sido sepultado en 1163 sacaron del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto. Las gentes consideraron esto como un milagro. Poco después el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos dijeron que se moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San Isidro del templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del cementerio. Y tan pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue la fiebre y al llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la enfermedad. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa lo canonizó en el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier y San Felipe Neri.
Oración a San Isidro Labrador
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Bienaventurado Isidro,
que habitas hoy la celestial morada
en justo premio de tu singular piedad,
caritativo celo y santidad de vida,
sin que para practicar dichas virtudes
fueran obstáculo las ocupaciones
a que tenías que dedicarte
para ganar el necesario sustento,
tanto para ti, como para tu venerada esposa,
María de la Cabeza:
te suplicamos que seas nuestro intercesor
para con el Altísimo,
a fin de que este divino Señor
se apiade de nuestras miserias,
y, por un acto de su infinita bondad,
nos conceda vivir en paz en esta vida,
y que gocemos en la otra
las eternas delicias de la gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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Reseña bibliografía de San Torcuato y los 7 Varones Apostólicos (Año 47)
Patrono principal de Guadix y de la Diócesis.
Según la tradición hispánica, que recogen los calendarios mozárabes, siete discípulos del Apóstol Santiago: Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio, fueron enviados por san Pedro y san Pablo a evangelizar España.
Las muchas tradiciones en torno a la cristianización de nuestro país atribuyen a éstos, conocidos como los siete varones apostólicos, hechos históricos que otros atribuyen a Santiago; la imprecisión se debe a la falta de fuentes documentales. No está claro si eran romanos, griegos o indígenas; tampoco la ubicación de las siete iglesias que fundaron, y de las que fueron obispos (la única que parece segura es Iliberis, Elvira, sede del famoso Concilio, cuyo primer obispo, según el Códice Emiliano, fue Cecilio). No obstante, parece probada la existencia de un texto original del siglo V, que sirvió de base al Martiriologio de Lyon (año 806), al relato de Rodrigo Cerrato (siglo XIII) y a la liturgia mozárabe, donde se recogían los primeros recuerdos de la Iglesia en España.
Según la más depurada tradición hispánica, corroborada por varios documentos, los restos de san Torcuato y san Eufrasio descansan en Galicia; el primero estuvo mucho tiempo en la iglesia visigótica de Santa Comba de Baños, de Bande, y actualmente están en la iglesia de Celanova (Orense); los de san Eufrasio descansan en Santa María de Mao, en la diócesis de Lugo.
El Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España del año 1982 pronunció las siguientes palabras refiriéndose a nuestra nación: “...fue conquistada para la fe por el afán misionero de los Siete Varones Apostólicos”.
Breve historia del Santuario de San Torcuato en Gaudix (Granada - España)
La Ermita-Sepulcro de San Torcuato de Face Retama, fue erigida en Santuario Diocesano en honor del Patrón San Torcuato, fundador de esta Iglesia local, por Decreto del Sr. Obispo de la Diócesis, Don Juan García-Santacruz Ortiz, es el lugar sagrado donde, según la tradición, fue martirizado el primer obispo de Europa (s. I d.c.) y patrón de la ciudad de Guadix y estuvieron enterrados sus restos. Estos restos, fueron trasladados en el siglo X a Celanova, Galicia, difundiéndose su veneración por el Norte Peninsular.
La catedral de Guadix conserva un total de tres reliquias de San Torcuato: El santo brazo que bendice a los accitanos cada 15 de mayo, la mandíbula que se trajo para la iglesia de San Torcuato (Hospital) y una tercera -y poco conocida por no encontrarse expuesta a la veneración de los fieles- llamada del calcáneo. La Puerta de Baçamarín pasó a llamarse de San Torcuato a partir del año 1593 con motivo de la entrada solemne de las reliquias del Santo traídas del Monasterio de San Rosendo de Celanova (Orense) y en su interior alberga un pequeño oratorio.
La fachada está dedicada a San Torcuato y fue trazada por el arquitecto Gaspar Cayón.
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