Tumgik
bruixagalactica · 7 years
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COUSIN WARS II - ONE PIECE
E
LUCÍA ES LA LÍDER DE LA MISIÓN
EMBLEMA DE ONE PIECE
—En serio, ¿por qué no podemos caer de pie nunca? —protestó Lucía, levantándose del suelo de madera.
—Estaría bien acabar en algún lugar con luz por una vez —añadió Adrián.
—Parece que estamos en algún tipo de habitación —dijo Nando, echando un vistazo alrededor.
Pese a que las contraventanas mantenían gran parte de la luz en el exterior, lo poco que se filtraba a través de ellas era suficiente para vislumbrar el escaso mobiliario de la estancia. Una cama, una mesa con un candil con su vela consumida y pluma, un desvencijado armario y un par de tristes sillas de madera y mimbre, era cuanto había en la habitación.
Además del pequeño espejo por el que habían llegado a esta realidad.
—Lo importante es saber dónde y cuándo estamos —dijo Noelia, desbloqueando el postigo.
El escozor del salitre en sus fosas nasales les hizo arrugar la nariz. Cuando se acostumbraron a la deslumbrante luz del Sol, pudieron apreciar que se encontraban en alguna especie de pueblo isleño de edificios bajos de arquitectura colonial, apilados en las parcelas de tierra, unidas por puentes, que eran separadas por incontables canales. La ciudad, llena de vida, parecía concentrar toda su actividad en el puerto, donde grandes navíos anclados se mecían perezosamente al arrullo de agua y brisa del mar.
—Lo importante es saber a qué ha venido lo de antes —la corrigió Nando, adoptando un gesto inusitadamente serio.
Noelia se volvió, sentándose en el marco de la ventana con un suspiro.
—Viene a que he hecho mi trabajo —gruñó sobándose el puente de la nariz entre sus dedos—. Al contrario que vosotros, que no habéis hecho otra cosa que perder el tiempo jugando a la familia feliz.
Nando negó lentamente con la cabeza, ofendido, pero fue Lucía la que se hizo escuchar.
—¡Eh! ¡Que todos hemos hecho exactamente lo mismo! ¿O acaso atravesaste tú sola el portal?
—... No —concedió la Caballero entre dientes, modulando el tono. No quería alterarse con quienes no se lo merecían.
Adrián rompió su silencio cuando la tensión en la habitación se hizo demasiado incómoda.
—Entonces... ¿Qué ocurrió en el bosque?
Noelia halló un poco de calma al mirar a su hermano pequeño, suspirando por la nariz.
—Aprovechando que os estabais peleando, me separé del grupo para llamar a Coruscant e informar de lo que habíamos averiguado, tal y como prometimos a Pau.
—¿Y qué te dijo? —preguntó Nando, sentándose en la cama.
La Caballero los miró un segundo, pensando bien lo que iba a decir. Se cruzó de brazos y, bajando la vista hacia sus pies, habló:
—Hemos analizado toda la sucesión de acontecimientos, y creemos haber descubierto la verdad tras sus actos —los miró de nuevo, intentando hacerles llegar la gravedad del asunto—: Jose y Maika nos están utilizando para que les encontremos los cristales Kyber, y con ellos construirse armas más poderosas en el Lado Oscuro jamás vistas en la historia.
Los tres Jedi bebieron cada una de sus palabras, sopesando la información. Por el rabillo del ojo, Noelia vio a Lucía negar tristemente con la cabeza.
—Eso tiene mucho más sentido que el que no puedan encontrar a la Dama Oscura —añadió la Caballero, dirigiéndose especialmente a Lucía.
—Eso explicaría que percibamos tantas presencias malvadas a través de todas las puertas, cuando solo deberíamos sentirlo en una... —discurrió Nando, mesándose el mentón, pensativo.
—¿Entonces dónde está Taiga, eh? —dijo Lucía, empezando a impacientarse.
Noelia parpadeó, extrañada por la reacción.
—Lucía, ¿por qué te enfadas? —le preguntó, confundida.
La pequeña se mordisqueó el labio, esquivando su mirada.
—Porque los miembros de la Mafia Porcina no se mienten los unos a los otros —contestó enfurruñada—. Somos nakama.
Noelia se sostuvo la cara con una mano, contando hasta diez para no perder la paciencia.
—Lucía... —interrumpió Adrián—, ¿se te ha olvidado que intentaron matar a Andy?
Ella realizó un ademán exasperado.
—¡Pero ellos buscan a Taiga!
—Pero no solo buscan a la Dama Oscura —acotó Noelia.
Nando se dejó caer hacia atrás, tumbándose en la cama con un quejido.
—No sé si son los malos, los buenos, o qué somos nosotros —dijo—; lo único que tengo claro que es que no nos cuentan la verdad.
—... Eso es motivo suficiente para, por lo menos, sospechar de ellos —apuntó Adrián. La cara de Lucía se frunció con el esfuerzo de buscar un argumento para respaldar su discurso. Propinó una palmada al aire cuando lo encontró, como cazándolo entre sus manos.
—¿Y entonces por qué Maika te fue a devolver el sable? —recalcó, mirando a Noelia, tratando de convencerla por todos los medios— Podría haberse quedado en el campamento a esperar a que volvieses, o mandar a uno de nosotros a devolvértelo.
La Caballero sonrió, compadeciéndose de la ingenuidad bienintencionada de su prima.
—Maika lleva intentando urgar en mi mente desde que llegamos a Endor —les reveló con un deje rencoroso—. Me siguió para espiarme y sacar información sobre nuestra misión.
Lucía pareció ir a replicar un par de veces; sin embargo, con un resoplido de fastidio, se lanzó a la cama junto a su hermano.
—¿Y qué hacemos entonces con los cristales? —preguntó Nando, apoyándose sobre sus codos— Porque antes o después se darán cuenta de que los tenemos.
—Antes de que Maika me rompiese el comunicador —respondió Noelia, lanzando una mirada intencionada a Lucía, quien le contestó dándose la vuelta en la cama para no verla—, el Consejero Pau me dijo que enviaría un droide sonda a Endor para que se llevase los cristales que consigamos al Templo para que sean purificados o destruidos.
—Pero nuestra misión era encontrar a la Dama Oscura, no encontrar los cristales —objetó Adrián, descansando los brazos en el alféizar de la ventana.
—Si fingimos seguir sus planes, tarde o temprano asomará los bigotes en algún lado —dijo Noelia—. Entonces los apresaremos a los tres y volveremos a nuestras vidas.
La Caballero aguardó unos momentos, brindando la oportunidad de objetar o aportar algo al plan. Ninguno parecía tener intención de hacer ninguna de las dos cosas. Inspirando lentamente por la nariz, se puso en pie.
—Chicos, a ninguno nos gusta traicionar a nuestra fa...
¡Bam!
La puerta de la habitación casi se salió de sus goznes tras la patada que recibió del otro lado. Al girarse, los cuatro Jedi se encontraron frente a frente con la boca de un trabuco apuntando directamente hacia ellos. Instintivamente echaron mano a sus sables, sin recordar que no los tenían.
—Parece que me ha salido una plaga de polizones.
Entonces oyeron el amartillamiento del arma.
Los cuatro siguieron escaleras abajo al musculoso hombre que minutos antes les había encañonado con el arma y que ahora no hacía más que desternillarse de la risa mientras los guiaba.
El jolgorio de la taberna era ensordecedor. Decenas de personas cantaban, bebían y apostaban a partes iguales. La clientela los observaba con ojos curiosos, como tratando de discernir si bajo los anchos ropajes Jedi llevaban algo de valor. Agradecieron no tener los sables encima.
—Este mundo no parece tan distinto al nuestro... —susurró Adrián.
—Al menos a los suburbios de Coruscant —puntualizó Nando.
El hombre que los guiaba se metió tras la barra de la taberna y les indicó que se sentasen en los altos taburetes, sacudiendo su voluminosa musculatura en carcajadas.
—¡Así que habéis venido de otro mundo a través del espejo! —se burló, apoyando el trabuco tras la barra— Creía haber escuchado todas las historias posibles en los años que llevo sirviendo copas a estos borrachuzos, pero la vuestra se lleva el oro.
El hombre sacó cuatro vasos y colocó uno delante de cada Jedi.
—No, no —se apresuró a interferir Noelia, agitando las manos—, nosotros no bebemos.
El tabernero los miró por encima de sus gafas de sol, apoyándose con un codo sobre la barra.
—En mi taberna, o se bebe, o se sale por la ventana.
Nando sacó sus gafas de sol, imitando su postura.
—Tiene usted razón, ¡que rule ese orujo!
Lucía ahogó una exclamación de incredulidad.
—¡Nando! —se quejó, dando una sonora palmada en la barra— ¡A mamá que vas!
Nando se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz, sonriéndose socarronamente.
—Qué poco entiendes de las cosas —alzó el mentón, dándose importancia—. Lo que algo quieres, algo te cuesta; y yo ya pagué con mi peregrinaje en el Camino, al que fui con el gran Maestro Pepe, el cual me recompensó dejándome probar las mieles del éxito en una botella de orujo. Un éxito labrado por mí, a pie, junto al gran Maestro Pepe, hombro a hombro sin nada más que el horizonte estrellado y la quietud de un mundo sin pantallas, apreciando hasta el último detalle de este, nuestro universo. Un universo que descuidamos, enfrascados en la Holonet, alejándonos del camino que la Fuerza ha impuesto para nosotros. Porque, como dijo el Gran Maestro Pepe: caminante, no hay camino, se hace camino al andar, y...
—Échelo por la ventana —suplicó Lucía, mirando al tabernero.
Éste se rió de buena gana, y sacó un bote de leche.
—Creo que este grumetillo ha asaltado la bodega del capitán, ¿eh?
—¿Capitán? —Adrián volvió sus ojos azules hacia su hermana— ¿Pero no eras Caballero?
El hombre se detuvo a mitad de rellenar un vaso de leche, mirando boquiabierto a Noelia.
—¿Tú... eres la que manda? —preguntó.
Noelia se encogió ligeramente sobre sí misma para ocultarse tras su pelo.
—Técnicamente, en este mundo soy yo —les recordó Lucía—, Maika lo decidió así. Y no se le puede llevar la contra, porque da mucho miedo.
—Pero Maika no está aquí ahora —dijo Noelia, irritada. Ignorando los mofletes hinchados de su prima, se dirigió al tabernero—. No le haga caso, señor. Yo soy la... capitana.
El hombre les sonrió, alzando ambas cejas mientras las miraba, divertido.
—Cuidado, capitana, que parece que tu tripulación está organizando un motín —bromeó el hombre, terminando de rellenar los demás vasos—. Y dime, capitana —prosiguió sin ser capaz de aguantar una risa al dirigir el título a una adolescente—, ¿qué tesoros marcan tu mapa?
Noelia miró enrrededor, asegurándose de que nadie en la taberna les estaba prestando atención, y sacó el cristal Kyber de su cinto.
—Estamos tras algo como esto —dijo antes de volver a esconderlo rápidamente—. Toda información que pueda darnos será bienvenida.
Tuvieron apenas un segundo de percatarse de la expresión consternada del tabernero, antes de que éste, asiendo el trabuco, empezase a hacer un colador del techo a disparos.
—¡Fuera de aquí, gentuza! —bramó por encima de las balas, dirigiéndose al resto de clientes— ¡Hemos cerrado por hoy!
La gente fue saliendo con sorprendente naturalidad del local, entre quejas y algún que otro ebrio parroquiano siendo arrastrado por sus compañeros de parranda.
Los cuatro Jedi asomaron las cabezas de su escondite bajo la barra una vez se quedaron a solas con el tabernero.
—A ver, niña —dijo éste, recolocándose el gorro de lana morado que poco le faltaba para precipitarse al suelo tras el alboroto—, deja que Raoul examine bien esa joya.
Noelia vaciló un instante, finalmente posando el Kyber en la mano extendida del hombre. Mientras Raoul lo examinaba detenidamente, realizó un gesto con la cabeza al resto del grupo; quería todos los ojos puestos en él, por si trataba de robárselo.
—Tranquila, capitana —dijo el hombre, taciturno, volviendo a dárselo—. No querría quedármelo ni aunque fuese la única forma de salvarme de un Rey Marino.
—¿Rey Marino? —preguntó Lucía, mientras Noelia guardaba la piedra en su bolsillo.
Raoul entornó los ojos con suspicacia durante el segundo que tardó en acordarse.
—Ah, cierto —dijo, e hizo un gesto de comillas con los dedos en el aire—, "venís de otro mundo más allá de las estrellas". Enfrentarse a un Rey del Mar es un suicidio. Son serpientes marinas que se reúnen, sobre todo, en el Calm Belt y en el Grand Line —aclaró.
—¿Y por qué no lo quiere? —preguntó Nando, y añadió entre dientes—: con lo que nos está costando encontrarlos a nosotros...
—Solo he visto una joya como esa en una única ocasión en mi vida —Raoul había perdido el tono afable—. Y ojalá nunca lo hubiese hecho.
—¿Por qué? —preguntó Lucía.
El tabernero la miró fijamente.
—Dime, grumete espacial —apoyando su dedazo sobre la barra en un seco golpe, le preguntó—: ¿Sabes cómo se llama esta taberna?
Lucía negó con la cabeza.
Raoul sonrió ampliamente antes de hablar.
—Gold Roger.
Se hizo el silencio.
Raoul se mantuvo inmóvil, sin dejar de sonreír, esperando una reacción que nunca llegó.
—... ¿Gold Roger? ¿Gold D. Roger? —dijo remarcando cada palabra con un gesto de sus manos, incrédulo ante la falta de respuesta de los niños— ¿El Rey de los Piratas?
Eso captó la atención de Nando y Lucía, quienes se enderezaron en su asiento, expectantes.
—¿Rey?
—¿Piratas?
Las voces de ambos se solaparon respectivamente. Raoul los contempló con los ojos como platos.
—¿El Rey de los Piratas tiene un cristal Kyber? —preguntó Adrián, induciendo al tabernero en un silencio pensativo.
—¿Kyber? —Raoul paladeó la palabra tras unos segundos, mirando hacia arriba, como buscando en su mente— ¿Dónde he escuchado antes esa palabra...?
Algo pareció encajar en su cabeza. Ante la atenta mirada de los Jedi, desapareció tras la barra al agacharse.
—Sois los segundos que vienen preguntando por un cristal Kyber —les llegó la voz amortiguada del tabernero—, solo que entonces no sabía a qué se referían por el nombre...
—¿Los segundos? —preguntó Noelia con asombro— ¿Quién vino antes que nosotros?
Dos carteles depositados sobre la barra del bar fueron la respuesta. Inclinándose para verlos mejor, lo que se encontraron los dejó boquiabiertos:
SE BUSCA VIVO O MUERTO ???? $200.000
Allí, en esos pergaminos, amarillentos y carcomidos por la humedad y el paso del tiempo, estaban retratados Jose y Maika.
—¿Todo bien, grumetes? —preguntó Raoul, sacándolos de su perplejo ensimismamiento.
—¿Está... seguro de que fueron ellos los que buscaban un Kyber? —preguntó Lucía.
El tabernero asintió. Lucía bajó los ojos vidriosos al suelo.
—Nos había dicho que solamente había visto un cristal Kyber anteriormente —dijo Nando—. ¿Quién lo tenía?
Raoul volvió a propinar un par de golpecitos con el dedo en la barra.
—¿La barra tenía el cristal? —inquirió Adrián, mordiéndose la mejilla por dentro para mantenerse serio.
—No, no —dijo Raoul, riéndose de lo que él interpretó como una tonta confusión, no acostumbrado al humor absurdo de la familia. Hinchó el pecho con orgullo, pareciendo más corpulento de lo que ya era, sonriendo con satisfacción—. Tuve el honor de conocer al Rey de los Piratas antes de que ostentase tal título, justo antes de que emprendiese su travesía por el Grand Line.
—¿Y cómo es? —preguntó Adrián.
Raoul enarcó una ceja.
—¿Gold Roger o el Grand Line? —preguntó con una pícara sonrisa en los labios.
Adrián no se lo pensó en responder:
—Ambos.
—Solo el Rey de los Piratas y su tripulación han cruzado el Grand Line—dijo el tabernero—. Así que eso debería resolver tu duda de cómo son ambos: peligrosos, intrépidos y misteriosos. Roger era un buen hombre antes de partir; siempre sonriente, incluso en los malos momentos.
Los ojos de Nando y Lucía resplandecían, extasiados.
—Estuvo sentado en ese mismo taburete —continuó el tabernero, señalando a donde Nando se encontraba—. Justo donde estás tú, muchacho.
Nando se agarró al taburete, temiendo desfallecer de la emoción. Lucía resopló y se cruzó de brazos.
—Y después en ese, tras volver del servicio —añadió señalando ahora el de Lucía.
Lucía se agarró al asiento igual que su hermano, temblando de emoción.
—"Raoul", me dijo, con esa voz cascada de lobo de mar, "cruzaré el Grand Line y me convertiré en el Rey de los Piratas, y cuando lo sea, me tendrás que invitar a todas las bebidas, rufián" —el tabernero golpeó con un puño sobre la barra—. ¡Y vaya si lo consiguió!
—¿Que le invitases a todo? —preguntó Adrián, haciendo muy difícil para el grupo mantener las apariencias delante del pobre tabernero.
—... Sí, bueno, eso también —concedió Raoul. De pronto, su expresión se entristeció ligeramente—. Solo que únicamente pude invitarle a una ronda. Los Jedi compartieron una mirada incómoda. Solo Noelia se atrevió a preguntar lo que todo estaban pensando.
—¿Está...?
—¡No, no, muchacha! ¡Solo Gold D. Roger puede matar a Gold D. Roger! —aclaró el tabernero, recobrando por un momento la alegría, antes de que su expresión volviese a ensombrecerse— Cuando volvió... ya no era el mismo. Como si el Grand Line se hubiese comido todo lo bueno que tenía su espíritu.
El grupo intercambió rápidas miradas de alerta.
—Volvió con esa... joya —prosiguió haciendo una mueca de desagrado al nombrarla—. La gente dijo que fue la travesía, que la dureza lo había enfermado... Pero yo estoy seguro. Es cosa de esa piedra.
—¿Y... sabe dónde se encuentra ahora Gold Roger? —preguntó Noelia, intentando ignorar el peso del Kyber en su cinto.
—Gold Roger ya no existe —respondió Raoul, dejando caer su peso sobre la barra, sin ánimo alguno—, pero si queréis saber dónde está el Rey de los Piratas, lo mejor es ir a hablar con el Vicealmirante Garp, de la Marina; no hay mayor fan que tu peor enemigo... —ante la falta de respuesta, solo le hizo falta un vistazo para entender a qué se debía el silencio del grupo— Tampoco sabéis lo que es la Marina, ¿verdad?
Los niños, como era de esperar, negaron al unísono.
—Basta decir que son la policía del mar —dijo Raoul—. Una panda de estirados totalitaristas que me quieren arruinar el negocio, cazando a mi clientela en alta mar.
—Pues muchas gracias por todo, Raoul —dijo Noelia poniéndose en pie, siendo seguida por sus Padawan—. Por lo visto, tenemos mucho que hacer.
Raoul le miró al cinto. Noelia, nerviosa, se llevó una mano disimuladamente al bolsillo donde la gema estaba escondida.
—El Vicealmirante no tomará en serio a unos niños desarmados —sentenció sacando esta vez un maletín de debajo de la barra. Lo abrió y miró su contenido con cierta nostalgia—. Estas armas me ayudaron en mis tiempos de aventuras; espero que os sirvan a vosotros.
Los Jedi se asomaron a su interior y escogieron:
Nando cogió una katana. Un arma fina y elegante de cuerpo a cuerpo, con la que en cuanto se acostumbrase al peso, mantendría sus habilidades de esgrima aprendidas en el Templo.
Lucía cogió un par de cestus, guantes con recubrimiento metálico, perfectos para golpes rápidos y cercanos, tal y como le gustaba a ella combatir gracias a su entrenamiento marcial.
Adrián tomó una dura vara de metal, muy parecida en tamaño y forma a las que utilizaban en el templo como entrenamiento. Sin duda se adaptaría fácilmente a ella.
Y Noelia... no sé. Un tirachinas. No nos lo hemos pensado bien.
Los Jedi le agradecieron los regalos, y salieron uno a uno de la taberna. Lucía, justo antes de cruzar la puerta, se paró bajo su umbral. Posando sus ojos marrón caramelo en él, le regaló una cálida sonrisa.
—Señor Raoul —le dijo—, si hay alguna forma de hacer que su amigo vuelva a la normalidad, lo conseguiremos.
Y, sin esperar respuesta, siguió los pasos de su familia, dejando a Raoul solo con sus pensamientos.
El repiqueteo del acero chocando contra el suelo de piedra acompañaba a las quejas de Nando mientras se abrían paso entre la gente por los callejones de la ciudad. Los Jedi, acostumbrados a sus livianos sables que tan cómodos eran de manejar y portar, se sentían torpes y escandalosos con estas toscas antiguallas.
Lucía los dirigía con paso firme y decidido mientras se ajustaba los cestus; las armas eran un poco grandes para el tamaño de su mano, así que tuvo que ceñirse fuertemente las correas. El arrojo del que le había llenado el espíritu haber tomado la determinación de rescatar a Gold Roger de sí mismo la hacía atravesar la ciudad de los canales sin un ápice de duda, en busca del cuartel de la Marina.
Entonces la pequeña se paró en seco.
—¿Qué pasa, Lucía? —preguntó Adrián, tratando de vislumbrar qué había hecho detenerse a su prima.
Lucía giró lentamente la cabeza, con una pequeña gota de sudor surcándole la sien.
—Hace dos horas que no sé dónde estamos.
Noelia se golpeó la frente con la palma de su mano, mientras Nando y Adrián se echaban al suelo bocabajo. Un par de transeúntes se apartaron de su camino, aferrando las bolsas que llevaban contra sí.
—¿Me devuelves el puesto de líder ya? —dijo Noelia, rozando la súplica.
Lucía ignoró a la Caballero, abriendo el mapa que sujetaba en una mano.
—No lo entiendo... —murmuró negando con la cabeza, dándole vueltas al pergamino en todas las direcciones posibles— Yo misma hice este mapa, deberíamos de haber llegado ya.
—¡Pero si nunca hemos estado aquí! —exclamó Nando desde el suelo, cubriéndose la cara con las manos.
—¡Chitón! —le reprendió, señalándolo con el mapa tras enrollarlo— Una cerdi solo necesita de su mapa para encontrar su objetivo.
—Por última vez —gruñó Adrián, levantándose—, por mucho que seas la líder, nuestra tripulación no se va a llamar "la Mafia Porcina".
Lucía enderezó la espalda, poniendo los brazos en jarra.
—Pues te chinchas —sentenció—, aquí solo pueden opinar las chicas.
—Opino que me dejes retomar el puesto para poder llegar a nuestro destino —dijo Noelia.
La pequeña repicó el dedo índice contra su barbilla, sopesando las palabras de su prima.
—Tu sugerencia ha sido escuchada... Tu sugerencia está siendo atendida... —y apuntando con ese mismo dedo hacia el cielo, decretó con solemnidad—: Tu sugerencia ha sido desestimada.
Una risa con retales de desquicie se arrancó de la garganta de Noelia, cortando bruscamente el aire cuando sus manos se separaron de su cara. Varios marineros miraron en su dirección, sobresaltados.
—¿Sabes qué, Lucía? —la risa le tiritaba la voz mientras mostraba las palmas como banderas blancas de derrota— Tú ganas. Todo esto empieza a sobrepasarme, y no me vendrían mal unas vacaciones.
Lucía le dio un par de suaves palmaditas en el brazo.
—¿Ves como cuando trabajamos en equipo todo va como la seda? —dijo sin ser consciente de la ironía de sus propias palabras, sonriendo con la actitud vivaracha que la caracterizaba.
—Por supuesto —su sarcasmo también pareció pasar de largo el implacable positivismo de la más joven, haciendo danzar su inútil arma en el aire—, mi tirachinas y yo estamos a su servicio, capitana.
Lucía suspiró de contento.
—Es un gozo hacer tratos con usted, segunda de abordo —por el rabillo del ojo, les dedicó una mirada desdeñosa a los dos chicos que empezaban a reincorporarse—; podríais aprender algo de ella.
—¿Puede la capitana, por favor, llevarnos a la base de la Marina? —pidió Nando, alzando la vista al cielo.
Uno de aquellos marineros que los había estado observando se les acercó, no sin cierta vacilación.
—Si buscan el edificio de la Marina, es ese azul grande de ahí —dijo señalando por encima de sus cabezas.
Al darse la vuelta, los niños se encontraron con un gran edificio celeste con dos anexos más bajitos a los lados. El perímetro del cuartel se encontraba aislado gracias a una verja de metal negro que delimitaba todo el recinto.
—¿Cómo tienes tanta potra...? —dijo Adrián en voz baja.
—No ha sido la suerte —le corrigió, echando a andar en dirección a la base, cabeza alta y decisión en la mirada—, ha sido el mapa.
Los otros tres, sabiendo que no merecía la pena el esfuerzo de contradecirla, la siguieron en silencio.
Un par de reclutas de la Marina, con sus uniformes de un blanco impoluto y adornados únicamente por un pañuelo azul y una gorra con la palabra "Marina" bordada en ella, les dio el alto al acercarse.
—Nombre y asunto —fue el seco y autoritario "saludo".
—Capitana Lucía, de la Mafia Porcina —anunció ésta orgullosamente—. Deseo hablar con el vicealmirante Garp.
Los guardias parpadearon, mirándola en silencio con una expresión indescifrable.
—Ay, perdón, ¿dónde están mis modales? —dijo dándose un golpecito teatral en la frente— Estos son Nando, mi hermano, Adrián y Noelia, mis primos. Aunque bueno, técnicamente Nando y Adrián no son parte de la Mafia Porcina...
La recluta miró a su compañero mientras la pequeña continuaba su verborrea incontenible. Parecían debatir telepáticamente si se trataba de algún tipo de broma o si realmente iba en serio.
—... ¡Nunca había visto una araña tan grande! Pero bueno, que me enrollo, el caso es que nuestros primos Jose y Maika...
Adrián había empezado a cabecear, cogido de la mano de su hermana. Noelia, por su parte, estaba muy lejos de allí, cabalgando de nuevo en su palacio mental a lomos de su unicornio.
—... Entonces cruzamos el portal, y aquí estamos, buscando a Gold Roger.
Los guardias se espabilaron al escuchar el nombre del Rey de los Piratas.
—¿Gold Roger? —reclamó el guardia con incredulidad, mientras su compañera alertaba al resto de su pelotón con un grito— ¿Tienen información sobre Gold D. Roger?
Lucía chasqueó la lengua, exasperada.
—No, nosotros venimos a...
—¡¡Sí!! —la cortó Nando, haciéndola a un lado, al tiempo que se abalanzaba sobre el guardia y le agarraba de las solapas, acercando su cara hasta casi tocar nariz con nariz— ¡¡Tenemos toda clase de información!! ¡¡Es imperativo que hablemos con el vicealmirante!!
El recluta se liberó del agarre del Jedi y se ajustó la gorra mientras tosía.
—Por favor, acompáñenme —dijo adentrándose en el edificio.
Nando se giró jadeando hacia la Caballero.
—¿Cómo lo haces, Noelia?
Ésta simplemente se limitó a encogerse de hombros y continuar sonriendo, muy lejos de allí.
Los Jedi siguieron al recluta hasta el último piso, ascendiendo por la escalera de caracol que unificaba toda la estructura. Alcanzaron a verle detenerse frente a unas dobles puertas de roble y llamar un par de veces con los nudillos.
Un puño grande y duro como un jamón atravesó la puerta desde el interior, impactando de pleno en la cara del guarda. La fuerza del puñetazo hizo que saliese despedido contra la pared opuesta, quedando inconsciente en el suelo.
—¡ASÍ ES COMO SE TIENE QUE GOLPEAR UNA PUERTA —vociferó el propietario de los jamones por puños, haciendo temblar las paredes del pasillo—, SI LLEGO A ESTAR DORMIDO, NO ME HABRÍA ENTERADO!
Ante la estupefacta mirada de los Jedi, el puño se retrayó hacia el interior de la habitación. Tan solo las risotadas de regocijo por su propia broma fueron el preludio a la aparición del vicealmirante.
El oficial, de una constitución formidable pese a las canas que empezaban a salpimentarle el pelo, surgió de la puerta malograda con una sonrisa bobalicona que dejaba ver todos los dientes. Señaló al grupo de primos con su enorme dedazo.
—¡Entrad! —les ordenó, girándose, haciendo ondear el abrigo blanco que descansaba sobre sus hombros tras de sí.
Los niños entraron a tiempo de verle tomar asiento detrás de su escritorio, repleto de lo que parecían ser migajas y azúcar glas. El hombre se acomodó y les indicó con un gesto impaciente de la mano que empezasen a hablar.
Lucía se aclaró la garganta y se adelantó un paso.
—Buenos días, vicealmirante, ¡soy Lucía, líder y capitana indiscutible de la Mafia Porcina! —se anunció, agarrándose el cinturón como si de un pirata de verdad se tratase.
Adrián y Nando refunfuñaron por lo bajo, claramente aún inconformes con el nombre de su tripulación. Noelia hacía mucho tiempo que su mente había abandonado este mundo.
—¿Y a mí qué? —dijo el vicealmirante Garp, sacando un... donut del cajón.
Lucía titubeó durante un segundo.
—Pues que... necesitamos información —su vocecita se fue debilitando a cada segundo que pasaba en el que el vicealmirante tragaba dulce tras dulce mientras ella intentaba explicarse.
—Repito: ¿Y a mí qué? —volvió a decir antes de engullir entera una rosquilla y sacar otra.
—P-pues que... la información es para buscar al Rey de los Piratas, derrotarlo y traerlo aquí, y...
—¡¡¡¡SÍ!!!!
El tremendo grito de celebración les hizo dar un vuelco al corazón. Con un violento golpe, mandó volando al pesado escritorio de madera hacia la otra punta de la habitación.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó Adrián, confundido.
—¡¡¡POR FIN TANTOS DÍAS DE TRABAJO HAN MERECIDO LA PENA!!!
—¿Entonces... eso significa que nos va a ayudar? —preguntó Nando, vacilante.
El vicealmirante Garp se les quedó mirando.
—¿Qué? Ah, no —contestó recuperando la sonrisa, poniendo de vuelta la mesa en su sitio—. O sí, no sé.
Los Jedi se miraron entre sí para ver si alguno había entendido algo de lo que acababa de pasar.
El vicealmirante se volvió a sentar, entrelazando sus manos cómodamente sobre el estómago.
—Habéis sido testigos de un momento único que difícilmente se volverá a repetir —dijo—, acabo de superar mi propio récord en comer donuts: 327 en tan solo tres días sin dormir, una prueba de resis...
Ante la atónita mirada de los primos, la barbilla del vicealmirante se hundió en su pecho con un ronquido instantáneo.
—Increíble —gruñó Noelia.
—Y que lo digas —coincidió Lucía, aunque ésta totalmente maravillada.
—Podríamos aprovechar ahora que está dormido para encontrar toda la información que necesitamos —dijo Adrián, moviéndose hacia los cajones del escritorio.
Todos se pusieron a buscar y registrar cada rincón del despacho mientras su propietario seguía durmiendo.
—¡Aquí! —dijo Nando, señalando con su dedo una frase del informe que había extraído del cajón donde el vicealmirante Garp guardaba los donuts— Aquí pone que Gold D. Roger se esconde en la isla de Raftel.
—Bien hecho, grumete —Lucía se acercó hasta él con la mano extendida—; como ya he dicho, un cerdi solo necesita de su mapa para encontrar su objetivo...
Adrián los alcanzó, poniéndose de puntillas para ver el mapa.
—Vale, pero... ¿Cómo llegamos hasta allí? —preguntó distraídamente, más preocupado por la cantidad de peligros que parecía indicar el mapa— No tenemos ni barco ni tripulación cualificada para manejarlo...
—Eso, capitana —dijo Nando mordazmente—, ¿cuál es el plan?
Lucía enderezó la espalda, echando los hombros hacia atrás.
—Me alegra que me preguntes, grumente —replicó inyectando en su voz la misma ironía que su hermano había empleado. Volviéndose hacia su prima, continuó—: Segunda de abordo, diles el complicadísimo plan que hemos pensando.
—No hay ningún plan —contestó secamente la Caballero.
La risa aguda de Lucía retumbó por toda la habitación.
—¡Tu sentido del humor te consiguió el ascenso, segunda de abordo! —dijo Lucía, sin poder disimular la fina capa de sudor que comenzaba a brillarle en la frente— Me refiero a ese plan, ese que hemos pensado viniendo para acá...
Noelia la miró sin expresión alguna en el rostro.
—... ¿Porfi? —suplicó su prima con ojos de cachorrito abandonado.
Noelia resopló, resignada, y le susurró algo al oído.
—¡Nuestro plan consiste en convencer al vicealmirante de que nos dejen un barco de la Marina para capturar a Gold Roger! —anunció Lucía— Un plan tan obvio que me sorprende que no lo adivinases por ti mismo, Nando.
El aludido, antes de que tuviera oportunidad de replicar, fue interrumpido por el repentino bramido del vicealmirante Garp, despertando abruptamente de su siesta impromptu.
—¿¡CAPTURAR A GOLD ROGER!? ¿¡POR QUÉ NO LO HABÍAIS DICHO ANTES!?
Los Jedi, con la boca abierta, lo vieron sacar unos papeles de su escritorio y empezar a rellenarlos.
—Yo, vicealmirante Garp, autorizo a...
—La Mafia Porcina.
—... la Mafia Porcina para que tomen un barco de los muelles de la Marina...
—Que tenga un cerdo como mascarón de proa.
—... que tenga un cerdo como mascarón de proa...
—Con gafas de sol.
—... con gafas de sol...
—Que escupa fuego.
—... que escupa fuego...
—... Con cuerno de unicornio.
—... y con cuerno de unicornio, para embarcarse junto con un pelotón de marineros en busca de Gold D. Roger, Rey de los Piratas, y traerlo para que pueda ser juzgado por sus crímenes.
—Esto es absurdo, no puede haber sido tan fácil... —murmuró Noelia.
El vicealmirante firmó los documentos y se los entregó. Lucía los cogió y, mientras los demás salían, le miró por un momento a los ojos con admiración.
—Siga entrenando su vagopoder.
Tras eso, se apresuró a seguirles.
—Tengo hambre... —se quejó Adrián, cogiéndose el estómago con las manos.
—Normal —dijo Nando mientras manejaba el timón del navío bautizado como "El Supermolón Cerdicornio Escupefuego" , sin apartar los ojos del ancho mar que se abría en el horizonte—, no comiste en el Gran Comedor por estar con la holoDS...
—Pues yo comí y también tengo hambre —replicó Lucía a lo lejos, sentada sobre el mascarón del Cerdicornio. Extendiendo el mapa sobre éste, buscó algo con la mirada mientras repicaba un dedo contra sus labios—. ¿Dónde habrá un McDonald's...?
—Estamos en medio del océano, crack —dijo Nando, poniendo los ojos en blanco—. Y en otro mundo, además.
La voz de Noelia les llegó desde la torre del vigía:
—Lucía, ¿puedes acompañar a Adrián a por algo de comer? —le pidió, bajando el catalejo— Seguro que en la despensa hay algo de fruta.
—¿¿Fruta?? —se quejaron los dos al mismo tiempo.
—Rápido, fácil y sano —apuntó Noelia, volviendo a otear al horizonte—. Os mantendrá hasta la hora de cenar.
Ambos jóvenes, compartiendo un suspiro resignado, arrastraron los pies hasta la bodega del barco.
Entre quejas irritadas, abrieron un barril repleto de frutas variadas. Lucía, con franco descontento, agarró una y se la quedó mirando.
—Si pienso muy fuerte, igual sabe a hamburguesa...
Adrián se metió de cabeza en el barril a rebuscar.
—Olvídalo, Adrián, solo hay fruta... —suspiró Lucía, contemplando aún la ofensiva pieza de fruta— Si mi Maestro estuviese aquí...
—Me pienso comer la que esté más podrida para ponerme enfermo y que Noelia se sienta culpable —le contestó la voz apagada de Adrián desde el interior del barril—, así se lo pensará dos veces antes de decirnos que comamos fruta.
Lucía, levemente perturbada por el resquemor en las palabras de su primo, intentó hacerle entrar en razón.
—Pero a ver, Adrián, yo también quiero darles un escarmiendo por no querer parar en el McDonald's —dijo la muchaha—, pero si nos ponemos enfermos, no podremos continuar con la misión... Y dependen de su capitana para...
Adrián volvió a emerger del barril, sujetando las dos frutas más extrañas que jamás hubiese visto. Lo decidido de sus ojos la hizo enmudecer.
—¿Qué es más importante —preguntó ofreciéndole una—: la misión o la venganza?
Se sostuvieron la mirada durante un tenso lapso de silencio.
Y ambos devoraron la fruta sin más miramientos.
Noelia no podría haber tenido más suerte. Allí arriba, lejos de las estrambóticas ocurrencias del grupo, encontró la paz en el vaivén del gran azul que llegaba allí hasta donde le alcanzaba la vista. Suspiró, agradecida de poder tener un poco de tiempo a solas con sus pensamientos.
...
Pero esto no sería la historia que es si dejáramos serla feliz.
De las entrañas del mar, con un rugido ensordecedor, un monstruo de titánicas proporciones rompió la superficie, provocando gigantescas olas que amenazaban con volcar la embarcación y hacerle caer a ella desde lo alto de la torre. Por si fuera poco, el cielo se congestionó de densos nubarrones que descargaron con furia una violenta tormenta, acompañada de fríos vientos huracanados.
—¿¡Por qué a mí y por qué ahora!? —imploró Noelia a duras penas por encima del temporal, sin acordarse, al parecer, de sus contínuas críticas a la inexistente dificultad.
—¡Un Rey del Mar! —gritaron los marineros, señalando a la serpiente marina gigante.
Los marineros corrieron por toda la cubierta del barco, cogiendo mosquetes, preparándose para combatir con la bestia. Ésta rugió y comenzó a cargar en dirección al Supermolón Cerdicornio Escupefuego. Nando le pidió a un marinero que le sustituyese, pasándole el control del timón. Bajó del castillo, descolgándose por el borde hasta quedar en cubierta y unirse a los valientes que prensaban la pólvora de las armas.
—¡Esperad a mi señal! —les ordenó Nando, desenvainando la katana y apuntando con ella al cielo.
Los marineros se cargaron el rifle al hombro, apuntando al Rey Marino. El monstruo avanzaba a velocidad creciente, imparable y letal, partiendo las aguas casi como si el mismo mar huyese de él.
—¡Fuego! —gritó Nando, apuntando con su hoja a la cabeza de la criatura.
La pólvora atronó alrededor del joven cuando los mosquetes efectuaron la salva. La serpiente marina se paró en seco al recibir los impactos en la cabeza, rajándose en la frente el grueso caparazón que protegía el blando cuerpo de la criatura.
—¡Señor, las armas de fuego son incapaces de atravesar del todo la piel del Rey del Mar! —dijo uno de los marineros, gritando para hacerse oír por encima de los chillidos enfurecidos de la bestia y las inclemencias del tiempo.
Nando asintió y se puso las gafas de sol con una sonrisa.
—Dejádmelo a mí —y saltó hacia el monstruo entre los gritos ahogados de asombro de los marineros.
Gracias a la Fuerza, el joven Jedi cruzó la distancia que separaba al barco de la bestia, y clavó su katana en el cuerpo de la criatura. El Rey del Mar se revolvió, emitiendo un bramido de dolor, y pegó tal brusco coletazo que la katana de Nando se desenganchó, enviándole a éste hacia las frías y negras aguas del mar embravecido.
Justo antes de ser engullido por el oleaje, algo tiró de él.
Algo que le hizo gritar de espanto.
Un larguísimo brazo elástico, enrollado alrededor de su torso, lo llevaba de vuelta al barco a una velocidad vertiginosa, hasta caer sentado a los pies de...
Lucía.
—¿¡Pero... pero qué...!? —jadeó Nando, arrastrándose hacia atrás en el suelo del barco para apartarse de ella, viendo cómo su brazo volvía a la normalidad.
—Me ha sentado muy mal la fruta... —gimoteó Lucía, sobándose la tripa.
En lo alto de la torre, Noelia, que había presenciado todo, contemplaba la escena luchando contra las náuseas, pálida como el marfil.
por eso necesitan las armas de ese mundo (Adrián la fruta del Diablo Gutsu Gutsu http://es.onepiece.wikia.com/wiki/Fruta_Gutsu_Gutsu , Nando las tres espadas, Noelia el tirachinas y Lucía el combate cuerpo a cuerpo). Sienten la presencia maligna de lo que ellos creen que es Taiga (es el Rey de los Piratas, Gol D. Roger http://es.onepiece.wikia.com/wiki/Gol_D._Roger), crean su propia tripulación pirata (la mafia porcina con su propio barco, el cerdicornio). P llegan hasta el barco del Rey de los Piratas, se dan de hostias, Adrián se come el tesoro para dispararle oro fundido, lo capturan y lo llevan a la Marina (http://es.onepiece.wikia.com/wiki/Marine) para que lo ajusticien, y en su camino de vuelta escucharán la archiconocida frase de Gol D. Roger.
Gold D. Roger:  Capitán del Oro Jackson QUE EN ALGÚN MOMENTO SE MENCIONE QUE SU HIJO AÚN NO HA NACIDO
LA ENFERMEDAD DE GOLD ROGER: la gema
TRIPULACIÓN: -Silvers Rayleigh:  noelia del grupo con espada -Shanks: espadachín de la hostia. Nando le hará los tres tajos que tiene en el cara en el ojo izquierdo. -Buggy:  inmune a los cortes porque separa su cuerpo, además de granadas y cañón. Susceptible a cosas con su nariz, hasta el punto de malinterpretar las palabras de los demás pensando que se meten con él.  Adrián usará su poder de Nico Robin para tocarle literalmente la nariz con todos los brazos.
ENEMIGOS: -Vicealmirante Garp -Barbablanca
Los niños aparecen en la taberna Gold Roger, en el pueblo de Loguetown. Los atiende Raoul. Hablan de mierdas. Antes o después acabarán preguntando/presintiendo quién es la persona más maligna del mundo o si han pasado cosas malas. Antes o después, se enterará de que existe Gold D Roger (el tabernero Raoul rememora los viejos tiempos cuando Gold Roger era más amable, y no el bastardo sanguinario en el que se había convertido tras caer enfermo), al cual hace referencia el nombre de la taberna, y que si quieren encontrarlo lo mejor es hablar con el Vicealmirante Garp porque no hay mayor fan que tu propio enemigo. En la taberna se tienen que enterar de qué son los piratas y blablabla.
“Esa estúpita joya...” “¿Joya? ¿Cómo era?” “La encontró enterrada en la isla raftel. Era única y brillaba con todos los colores imaginables.” CHANCHNACAHANANNNN “un kyber!!” “hubo otros que lo llamaron así...vinieron  preguntando por un cristal kyber, y en su  momento no supe a qué  se referían, pero ahora que lo habéis nombrado........... creo recordar que aún tengosuscarte les de se busca”
Van a la  Marina (leer cosas de la Marina), y empiezan a compararla con la Orden Jedi, o sea que deben ser los buenos seguro. SON UNOS CAPULLOS OC, el de marina no les da un puto barco a unos niñitos solos y desamparados.
BLALLAALLALA Barco
“No les voy a dar a unos niños por mucho que me juren que me van a traer al Rey de los Piratas” “Podemos cambiarlo por no sé qué” “No” “Tenemos información sobre estos dos criminales” “No” “................ nos vas a dar un barco” “os voy a dar un barco” “Y EL MASCARÓN DE PROA SERÁ UN CERDITO” “idem” “.... con cuerno de unicornio” “con cuerno de uinicornio”
Ir por la ciudad a mirar tiendas para pillar armas.
Cuando consigan el barco, Adrián se queja de que tiene hambre PORQUE AÚN NO HA COMIDO DESDE ANTES DE LLEGAR A HOGWARTS, Lucía preguntará que si hay algún McDonald's de camino, “Lucía... estamos en medio del océano... Anda a comer fruta”, se van pabajo a la despensa y ven todas las frutas y empezarán a rebuscar “Anda que hacernos comer fruta... Si mi Maestro estuviera aquí...” “Me voy a comer la que esté más podrida, para ponerme enfermo y que Noelia se sienta culpable” “Jo pero y si luego estamos malitos para pelear??” “qué es más importante, la misión o tener razón” (comen como cerdos)
Armas: PODERES ULTRA GUAPOS CON SONIDOS DIVER WUWUWUWWUWOWWOOWO!!!!! noelia un tirachinas porque. No sé. No lo hemos pensado
Tripulacion VENTECONMIGOVÁMONOSYAESTOVAACOMENZAR
semanas de viaje a la isla
llegan a  Raftel, se dan de hostias
lucía convence a gold roger con el  poder del amor apelando a su humanidad porque son niños y ellos también están marcados por los errores que ha cometido su familia, al igual que su hijo no se merece ser perseguido por los pecados del padre. Entonces tira la gema y dice “Tened rufianes...... -la tira- si la encuentras”
Tras encontrarla, Lucía dejará una foto de Andy porque “le daba pena que la isla se quedase sin tesoro” Mientras la encuentran, Gold Roger vuelve a Loguetown y se entrega a la Marina. Es ejecutado. Cuando los niños vuelven con la gema y se van a la taberna para cruzar el portal, se encuentran al tabernero que les dice en plan “eh cuánto tiempo!! os habéis perdido la vuelta de gold roger, una lástima que lo ejecutaran...... aunque murió como un héroe, tal y como lo recordaba, con esa sonrisa suya... Sus últimas palabras fueron “¿Mi tesoro? Lo dejé todo allí. Buscadlo si queréis, ojalá se le atragante al rufián que lo encuentre.” Alguna gilipollez emotiva y cruzan de vuelta a Endor.
SÉ QUE ALGÚN DÍA YO LO ENCONTRARÉEEEEEEEEE
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bruixagalactica · 7 years
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COUSIN WARS II {ACTO III}
CORREGIR LOS ACENTOS SÍMBOLOS TO RAROS
EMBLEMA DE ENDOR
Todos los colores y ninguno envolvían la nave en su rápido avance a través de la velocidad luz. El Sinsonte Centenario surcaba el espacio a tal velocidad que parecía crear a su alrededor un torbellino de estrellas; el cual, a sus ojos, imitaba a un pasillo del diámetro justo para que la nave lo atravesase.
Noelia sabía que todo esto era solo un efecto óptico, y que en realidad esas estrellas, esos colores, se encontraban a millones de kilómetros de ella. Pero el conocimiento no evitaba la claustrofobia. Solo le daba una explicación lógica.
Con un suspiro de resignación, volvió a ocultar el comunicador Fosh en su cinturón. Se había excusado a la primera oportunidad que encontró para intentar contactar con el Consejero Pau e informarle de a dónde se dirigían, pero en el hiperespacio le resultó imposible engancharse a un repetidor que enviase la señal hasta Coruscant.
Salió del camarote que compartía con su hermano y sus primos más pequeños, volviendo a la sala comunal de la nave.
―¿Y cómo se llama? ―las puertas automáticas le abrieron el acceso para encontrarse con Lucía y Maika, sentadas la una junto a la otra, con el misterioso perro durmiendo en el regazo de la desertora.
Maika se llevó un dedo a los labios, pidiendo en silencio que bajase la voz para no despertar al animal. Por un segundo, temió por el cuello de Lucía al asentir ésta tantas veces a tal velocidad.
Noelia, que hasta ese momento había estado disimulando no sentir interés por la escena, frenó sus pasos al oír la suave y escueta respuesta de su antigua Maestra.
―Akira.
La Caballero, fingiendo estar comprobando las coordenadas de trayectoria de los diferentes saltos, agudizó el oído para no perder detalle de la conversación.
―Oooh ―se maravilló Lucía sin ningún motivo. Tras un segundo, preguntó―: ¿Eso qué significa?
Maika, avasallada por la energía sociable de la pequeña, bajó la cabeza para ocultarse tras su pelirroja melena.
―... Brillante ―susurró.
―¿Y por qué? ―indagó Lucía mientras se inclinaba hacia el perro con lo que ella creía gran sutileza.
Maika se encogió de hombros, abrazando más al perro contra sí misma.
La conversación pareció acabar ahí, sumiendo la sala en un silencio únicamente interrumpido por el sordo zumbido de los motores de la nave. Noelia, asumiendo con sorna que su antigua Maestra había cumplido con sus dos palabras diarias, se dio la vuelta para dirigirse a la cabina.
―Cuando pensamos que habíamos perdido a Taiga para siempre ―la voz ronca de Maika, vacilante, le comenzó a contestar contra todo pronóstico. Noelia, alzando las cejas con sorpresa, giró el cuello para mirarlas―, adoptamos a esta perra como nueva líder de la Zarpa. Pero resultó que no tenía ni un ápice de maldad del morro a la cola.
Akira decidió despertarse en ese preciso instante.
―¡Ay! ¡Ya puedo hablar normal! ―suspiró Lucía con alivio. Dio un par de saltitos en su asiento, cruzando las manos con cara de súplica―. ¿Puedo cogerla, por favor?
Maika, rindiéndose ante la insistencia de su prima, esbozó lo que parecía una pequeña sonrisa, mirando al perro con complicidad.
―No sé, si se deja... ―contestó divertida.
Lucía ahogó un gritito de emoción, extendiendo los brazos hacia ella con tal desbordante necesidad, que hacía cuestionarse la integridad de su compromiso con la estricta y reprimida Orden Jedi.
―¡Ven a mis braz... ¿os?!
Akira, asustada por el inminente estallido de efusividad que se le venía encima, había saltado de las piernas de su dueña, rauda como si de una estrella fugaz se tratase en su huida hacia la sala de motores. Lucía salió corriendo en pos del animal, tratando de alcanzarla entre intentos de súplica para que parase.
Maika las siguió considerablemente más relajada, acostumbrada ya a las repentinas carreras de Akira.
Noelia vio ahí una oportunidad de abordar a su vieja Maestra, aunque el orgullo le estuviera intentando frenar a tirones. Tomando una bocanada de aire, dio un paso titubeante hacia ella.
―Y... eh... Akira, ¿no? ¿Akira también es sintiente, como la Dama Oscura? ―a duras penas consiguió terminar la frase con los nervios apretándole la garganta.
La renegada se paró en seco. Noelia le vio tensar los hombros y bajar la vista.
Esperó un par de segundos incómodos aguardando una respuesta, la que fuese, mientras toda la rabia acumulada iba reptándole hasta cerrarse alrededor de sus puños.
Al detectar las intenciones de su antigua Maestra de continuar sin más su marcha, se interpuso entre la puerta y ella con fuego en la lengua.
―¿Puedes hablar con Lucía sobre Akira, pero ni te dignas a dedicarme una mísera mirada? ―le recriminó buscando la mirada de la que fue su mentora.
Los ojos pardos de la renegada se clavaron en los suyos como puñaladas de témpanos de hielo.
Noelia sintió amedrentar su determinación como si se resquebrajara en añicos. Ligeramente intimidada, se apartó inconscientemente de ella.
Sin romper el contacto visual, Maika se colocó la máscara y continuó su camino.
Las puertas cerrándose le devolvieron parte del aplomo que su antigua Maestra le había arrancado en una fracción de segundo. Sola, se permitió soltar el aire estancado en su pecho. Con las manos levemente temblorosas, sin tener claro si por miedo o rabia, se alisó la túnica. El relieve del símbolo de la Orden bordado en la tela le devolvió la confianza restante que necesitaba.
Ella era una Caballero. No una Padawan.
La próxima vez que se enfrentasen se lo demostraría.
                                                        ―¿Esto es todo lo que has aprendido?
―Aún no te he enseñado todo lo que sé.
―Pues a ver si te pones en serio... Me estás decepcionando.
―¡Te vas a enterar! ¡Acabo de reunir toda mi energía!
―... ¿Eso era todo? Pff, por favor... Me insult... ¡Eh! ¡Eso no se vale!
―Lo aprendí del mejor.
―¡NANDO! ―se quejó Jose, girándose en la silla―. ¿Te parece bonito enseñarle a quitar el mando cuando pierde?
Nando, sentado a los mandos del Sinsonte Centenario, alzó el pulgar de una mano sin despegar la vista de la luna frontal de la cabina.
―Lo bonito es que te haya ganado un niño a un juego que decías que eras invencible.
Jose dejó caer los hombros, deprimido.
―¿Así me agradeces que te haya dejado estar a los mandos? ―refunfuñó el... ¿adulto...?
Adrián le dio unas palmaditas de consuelo.
―Tranqui, tronco ―dijo el pequeño, a duras penas conteniendo la risa―. A todos nos ha ganado alguien mucho peor que nosotros de forma tan humillante alguna vez en la vida.
―A mí no ―disentió Nando haciendo el amago de ir a dabear, apresurándose a retomar de nuevo el control de la nave, al haber provocado que se saliese por un segundo de su curso de un bandazo―. ¡Imaginad que he dabeado!
―Pues la verdad es que a mí tampoco me ha pasado nunca ―coincidió Adrián, con una amplia sonrisa hincándose en el ego del renegado.
Jose hizo un mohín.
―¿Por qué sois tan malos...?  ―rezongó haciendo chocar las puntas de sus índices entre sí.
Adrián ladeó la cabeza.
―Nosotros somos los buenos ―dijo mientras señalaba el emblema de la Zarpa en su pecho―. Tú eres el terrorista que ha causado un montón de daños y ha amenazado la vida del Canciller.
―A ver, si lo dices así... ―Jose se cruzó de brazos―. Me haces parecer un villano ―se llevó una mano al pecho, airado―, cuando en realidad soy un supervillano.
―... ¿Eso no es peor? ―preguntó Nando desde su asiento.
Jose dejó escapar una risa condescendiente, negando con la cabeza desdeñosamente.
―No sabes nada, Nando Nieve...
Se puso en pie, con el revuelo carmesí de su túnica acompañando al gesto teatral de sus palmas expuestas hacia ellos, imitando la actitud de un maestro impartiendo clase.
―Un villano es meramente alguien que hace el mal...
―... ¿Y esa rosa de dónde sal...?
―... mientras que un supervillano es alguien que piensa, planifica, lo tiene todo calculado al milímetro; una estrategia cuidada, sin fisuras... Y lo más importante... ―la luz de la habitación bañó los pétalos de la rosa con la delicada floritura que ejecutó con estudiada maestría―: Tiene una buena presentación.
Con un elegante giro de muñeca, la rosa voló de sus dedos y se clavó en el suelo a unos cuantos pasos distancia.
―¿Pero de qué está hecha esa rosa...? ―murmuró Nando con desconcierto, habiéndose girado en su asiento―. Se ha clavado en el suelo de duracero...
Adrián, que durante el discurso de su primo había estado tomando notas, levantó el brazo como un alumno pidiendo la palabra.
―¿Sí, Adrián? ―preguntó Jose, hinchando el pecho con satisfacción.
―Pues si tanto lo teníais pensando, ¿a qué se debe que os pegásemos una paliza?
Jose se desinfló como si le hubieran asestado un puñetazo directo al orgullo, mientras que Nando coreaba el nuevo punto para Adrián entre risas.
―La pregunta que deberías haberle hecho, Adrián ―dijo Noelia, entrando en la cabina con la barbilla altiva y los ojos fijos en Jose― es por qué quieren acabar con el Canciller.
Jose soltó una risita nerviosa, sin saber muy bien dónde meterse.
―Pues... Ahora que lo dices, la verdad es que... No tengo ni idea ―empezó a contestar mientras se frotaba la nuca―. Yo solo sabía lo que Taiga y Maika me contaban...
Noelia entrecerró los ojos.
“Otra vez evaden mis preguntas...”
―Va, Noe ―dijo Jose desenfadadamente, queriendo quitarle hierro al asunto, propinándole un par de palmadas amistosas en la espalda―. Cambia la cara, que cada día que pasa te pareces más a tu prima...
Noelia, mientras recobraba el equilibrio y se recolocaba la túnica en su sitio, refunfuñó por lo bajo algo que sonaba a “por lo menos yo estoy dispuesta al diálogo...”
―¿Cómo le va a mi aprendiz? Hace un año que no he mantenido una conversación con ella ―la nostalgia era evidente en la voz del mayor.
Nando bufó.
―Una pesada.
Noelia le reprendió con la mirada.
―Ha avanzado muchísimo, la verdad ―dijo Noelia―. Ha hecho un montón de tareas...
Algo en los ojos de Jose se apagó.
―Si por tareas te refieres a verse una temporada entera de una serie mientras el menda hace todo el trabajo, entonces sí, es una eminencia... ―rumió Nando en voz baja.
El brillo de la vida volvió a los ojos del antiguo Maestro.
―Siempre supe que tenía potencial en la Vagología... ―dijo secándose una lagrimita de emoción.
Jose siempre había parecido más accesible en comparación a su hermana. Noelia suspiró por la nariz, decidiendo destensarse un poco.
―¿Cómo es que contigo se puede hablar, y Maika es tan... así? ―preguntó más para sí misma que buscando recibir respuesta.
Jose se encogió de hombros.
―Supongo que porque desde pequeño siempre fui más sociable que ella ―caviló―. Nunca congenió demasiado con los otros niños, y solo aprendió a desarrollar lazos  con los animales... Y cuando las personas maduran, arrastran los hábitos que adoptaron de pequeños ―hizo un alto en su discurso, con la mirada perdida en algún lugar de su pasado―. Supongo que las mentes de los más jóvenes son más moldeables.
Noelia se puso rígida al instante. Justo cuando su yo interior más familiar había comenzado tímidamente a manifestarse, el recuerdo de lo fácil que les resultó engañarlos siendo jóvenes devolvió las riendas a su yo Caballero.
―Así que no te preocupes ―Jose recobró su tono afable, sonriendo abiertamente―, al final acabará cediendo y hablaréis.
La Caballero asintió con la boca fruncida.
―Creo que es hora de que los más pequeños descansen ―dijo mientras abría la mano hacia Adrián. Inmediatamente, añadió―: Eso te incluye a ti, Nando.
―Solo me sacas dos años, flipada ―protestó Nando, poniéndose en pie de todas formas.
―No seas niño y ve a buscar a Lucía, crack ―replicó la mayor, imitando socarronamente las típicas pistolitas con las manos que solía hacer él.
Noelia alcanzó a escucharle recriminar su “cuestionable autoridad de Caballero con esa actitud de cría”, riendo entre dientes a pesar de sí misma, olvidándose por unos instantes de lo que la había perturbado.
La voz de Jose se lo recordó.
―Dile que no se moleste, que se vaya con vosotros al camarote, yo puedo encargarme de encontrar a Lucía ―se ofreció.
Noelia estiró delicadamente de Adrián, instándole a seguirle.
―Gracias, pero no es necesario ―dijo parándose en el umbral de las puertas automáticas―. Además, alguien tiene que controlar la nave.
La puerta se cerró antes de que Jose pudiera contestar o reparar en el cariz triste que había tras su mirada.
No quería caer en el mismo error dos veces.
                                                      Hojas y ramas secas crujían bajo sus pies de forma constante, como si fuesen el metrónomo que dirigía el coro del bosque, compuesto por pájaros, insectos y el Do de pecho del quejista solista Jose por los escasos minutos que llevaban andando.
El grupo de Jedi seguía a los dos renegados entre la tupida foresta a cierta distancia. Era duro abrirse paso debido a los salvajes arbustos que plagaban aquel océano de arboleda, como corales esmeralda decorando el lecho marino, y por ello se iban rezagando.
Los escasos rayos de Sol que se filtraban a través de las nubes iluminaban dubitativos lo que podían percibir a su alrededor, obligándose a refraccionar su luz entre el piélago de ramas. Los serpenteantes riachuelos que ocasionalmente cruzaban ponían el broche a un paisaje feérico, como trasplantado directamente de las páginas de un cuento.
… Paisaje que ninguno de los primos estaba admirando.
―¡Jopé! ¡Ya es la cuarta vez que se me cuelga! ―gritó Lucía mientras zarandeaba furiosa la holopantalla portátil en la que estaba intentando ver un capítulo de la nueva serie a la que se había enganchado, provocando que una bandada de pájaros huyera despavorida del lugar entre graznidos alarmados.
En su fijación por encontrar cobertura, no reparó en una gruesa rama que sobresalía de la tierra, haciéndola caer de bruces al suelo.
―Tienes que mirar por dónde vas, Lucía ―comentó distraídamente Adrián, pasando por encima de su prima caída sin despegar los ojos de su holoDS.
―Pero tendrás morro... ―masculló la joven, levantándose y sacudiéndose el polvo.
―La culpa es tuya por no aprovechar la oportunidad que tienes de estar con la familia ―Nando, a la cabeza de los Jedi, avanzaba como si el mismísimo bosque le perteneciese, apoyándose en un cayado improvisado hecho con una rama caída y una concha que danzaba sobre su pecho al compás de sus pasos―. De hecho, los dos deberíais sacarle todo el partido posible a esta ocasión única y seguir el ejemplo que os estoy dando. Estar aquí, rodeado de vegetación hasta donde alcanza la vista, me trae recuerdos de aquella vez que tuve el honor de compartir el peregrinaje del venerable Maestro Pepe a un antiguo templo de los primeros Jedi... ¡Oh, qué maravilla! ¡Lo tendríais que haber visto! Pero en persona, y no a través de una pantalla. Porque como el gran Maestro Pepe me dijo una vez: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, y eso es lo que hacemos, andar por el camino de la vida; y todo se trata de eso, ¡de que estamos vivos! ¡Todos, con el universo! Durante la peregrinación, en el Camino, al que fui con el gran Maestro Pepe, me encontré con cientos de seres de todos los rincones de la Galaxia, mirando al frente sin una pantalla que les bloquease la visión, abriendo en ocasiones sus múltiples ojos a la verdad que encontramos en el Cami...
―¡Nando, acaban de anunciar un evento especial del Starsmon Go! ―le cortó Lucía con urgencia― ¡Si no entras en cinco minutos te quedas sin poder registrarte!
―MALDITA SEA, ¿¡POR QUÉ NO PILLO COBERTURA!?
Lucía esperó pacientemente con una pícara sonrisa de autosatisfacción desplegándose sobre su rostro a que se cansase de agitar el teléfono en un reflejo de lo que él le había recriminado momentos antes. Cuando él se rindió y se guardó su propia holopantalla en el bolsillo, Lucía fingió una risita burlona para ponerle la guinda a la broma.
―... Deberías tomarme en serio cuando digo estas cosas ―rezongó Nando retomando el camino, con tan solo sus orejas enrojecidas delatando la vergüenza que sentía―. Menos mal que Noelia sí aprecia mis consejos. Es la única que no tiene las narices hundidas en una pantallita...
Noelia alzó la cabeza al escuchar su nombre, ahuyentando los últimos vestigios del ensimismamiento en el que se había sumido con un par de rápidos parpadeos.
―¿Eh...? ―respondió con un balbuceo desorientado.
Nando apretó el paso, renegando por lo bajo hasta llegar a los que lideraban la fila.
La joven Caballero lo vio unírseles y comenzar una conversación, gesticulando ocasionalmente hacia ellos por encima de su hombro.
¿En serio era la única que tenía dudas...? ¿Todo esto formaba parte de un plan diseñado por alguien sin escrúpulos que los manipulaba para que no distinguiesen el bien del mal? ¿Realmente eran capaces de llegar tan lejos?
De pronto, sintió una presencia en la frontera de su mente. Parecía buscar deliberadamente un punto débil en su defensa para colarse y sondear sus pensamientos.
Enfocando la mirada en su antigua Maestra, la halló observándola fijamente en la distancia. Tras un breve duelo de miradas, la renegada rompió el contacto visual, y la presencia que intentaba entrar en su mente desapareció por completo.
Sí que lo eran.
―Noelia, creo que hemos llegado ―le informó Adrián, mirando acongojado a su alrededor.
Talladas en los nudosos troncos de los áboles, habían cientos de puertas con símbolos que jamás habían visto en ellas. Un árbol de Navidad allí, un huevo de Pascua allá, una calabaza de Halloween... Un triángulo invertido con siete ojos divididos en ambos laterales, una esfera naranja con cuatro estrellas rojas, un micrófono en forma de concha marina...
El lugar rezumaba maldad, adhiriéndoseles a los sentidos como alquitrán espeso.
―¿Qué lugar es este...? ―preguntó Noelia, sobrecogida.
―Admirad todos... El gran reino y dominio del crossover: ¡Primoverso! ―pregonó dramáticamente Jose, alzando los brazos como un heraldo.
―... O el Vórtice de Multiversos, como se llama en realidad ―aclaró Maika.
Jose bajó los brazos y se la quedó mirando con evidente disgusto.
―En serio, Maika, el día en que me dejes hacer las cosas bien...
―... Será el día en que los cerdos vuelen ―le cortó su hermana, zanjando la pataleta de raíz, pasando por su lado y adentrándose sin más en la espesura del bosque con Akira en brazos.
Jose se sentó cabizbajo en una piedra.
―Como os explicamos en la cantina ―empezó, considerablemente más desanimado―, en este lugar convergen todas las realidades paralelas de las que tenemos constancia.
Los Jedi miraron enrrededor.
―Detrás de cada puerta tallada en los árboles, se encuentra la entrada a una de estas realidades.
―Pero... Si hay más de... Muchas ―señaló Adrián, abrumado.
―Parece un plagio de Tim Burton ―apuntilló Nando estudiando las puertas.
―¡Calla! ―protestó Lucía, dándole un manotazo en el brazo―. ¡Que ese solo hacía cosas de miedo!
―¿La bebé tiene miedo? ―se burló Nando.
―... ¡No! ―se defendió Lucía, cruzándose de brazos.
Nando miró a ambos lados de reojo, acercándose a su hermana disimuladamente.
―¿Ah, no? Pues yo sí ―le susurró al oído, y Lucía se percató por primera vez de lo blanco que estaba―. ¿Te imaginas que ahora nos encontramos un fantasma?
Un crujido de madera a sus espaldas hizo que a ambos se les helara la sangre, dejándolos paralizados del miedo. Se miraron a los ojos con pánico, preguntándose sin palabras si el otro lo había oído también.
Muy lentamente, comenzaron a girarse hacia la procedencia del ruido.
Un ser blanco, todo lengua y dientes, se abría paso flotando directamente hacia ellos, retorciendo su cuerpo pálido y brillante en erráticos bandazos en su implacable planeo para alcanzarlos.
Con un chillido de puro terror, corrieron hasta refugiarse detrás de Noelia.
―¿Pero qué...?
―¡Un fantasma! ―corearon al mismo tiempo, apuntando en la dirección de la que huían.
―¿Y yo qué voy a hacer contra un...?
Un ridículo ladrido interrumpió la pregunta.
―... ¿Perro fantasma? ―terminó Noelia, viendo a Akira flotar, más confundida que si hubiera aparecido un fantasma de verdad.
―Mira que eres bruta... ―sus dudas se vieron resueltas al ver emerger a Maika de entre los arbustos, con una leve mueca de asco y una mano alzada hacia ella valiéndose de la Fuerza para mantenerla en el aire―. No sé en qué charco te has metido, pero no te pienso bajar de ahí hasta que te seques...
El grupo suspiró con gran alivio.
―¿Cómo elegimos por cuál entrar? ―preguntó Adrián, aún mirando la infinidad de portales.
―Taiga es la usuaria del Lado Oscuro más poderosa que jamás haya existido ―dijo Jose, acabando de encender una hoguera―. Nosotros, al estar en sintonía con el Lado Oscuro, crearíamos interferencias; mientras que vosotros haríais sondeos más puros. Si aunáis vuestras habilidades, deberíais ser capaces de dar con el foco.
Los cuatro asintieron y tomaron asiento alrededor del fuego, cerrando los ojos para bloquear cualquier distracción de su entorno.
Tras varios minutos, entraron en un profundo trance y, con gestos lentos e intuitivos, señalaron en la dirección de la que provenía la malignidad.
―... Bien ―dijo Maika sarcásticamente desde el tronco contra el que se estaba apoyando―, ahora, si os ponéis de acuerdo, mejor.
Los Jedi abrieron los ojos y se encontraron con que cada uno había señalado a una dirección distinta al resto. Adrián se apresuró a cambiar su elección por la que señalaba Nando.
Éste, como era de esperar, no perdió la oportunidad.
―Está claro que hay que elegir la mía ―declaró encongiéndose de hombros con una sonrisa de superioridad―. La mía tiene dos votos, mientras que las vuestras uno.
―¡Protesto! ―replicó Lucía, señalándole acusadoramente tras propinarle un golpe al suelo― ¡Que dos personas equivocadas compartan opinión no significa que tengan razón!
―Punto para Lucía ―dijeron simultáneamente Noelia y Jose.
―Hala, qué descarado... Mira cómo os aliáis los tres ―Nando le dio un suave codazo a Adrián como para que se uniera a la acusación―, os comportáis como una mafia... Ya lo dije en Coruscant, solo os faltan los uniformes rositas a juego...
Lucía infló los mofletes.
―¡Pues a partir de ahora, se monta oficialmente la mafia de chicas! Prohibida la entrada a chicos ―declaró Lucía, poniéndose en pie empezando a señalar con una ramita―. Estaremos Noelia, Mai...
―No.
―... ka, yo... Y Jose.
―¿Pero no habías dicho que los chicos no podían entrar? ―indicó Adrián con rintintín.
Lucía agitó furiosamente la ramita.
―¡Pues lo nombro chica honoraria!
Ambos chicos soltaron una risotada.
―¡Venga, sí! ¡Seguro que está deseando entrar en vuest...!
De repente, se percataron de que Jose estaba al borde del llanto.
―Por fin... ―susurró con voz trémula, cerrando el puño en señal de victoria―. Por fin formo parte de un grupo... ―giró sus ojos repletos de lágrimas, emocionado, en dirección a su antigua Padawan―. Lucía...
―Maestro... ―suspiró ella, luchando por contener los sollozos.
Jedi y renegado dieron un par de pasos dubitativos en la dirección del otro, pero se frenaron en seco. Recorriendo la distancia que los separaba con la mirada, volvieron a mirar al otro.
―... No vamos a correr toda este trecho como en las películas, ¿verdad?
―Nop.
Se mandaron un saludo de mutuo respeto a lo lejos, y volvieron a sentarse en su sitio.
―Pero si estabais a dos pasos... ―murmuró Nando con incredulidad.
Noelia, pensando en las múltiples ella que estarían pasando por un calvario similar, decidió ponerle fin en su nombre, tomando la iniciativa.
―Ya que no nos ponemos de acuerdo, vamos por la mía, que para algo soy la más experimentada ―dijo zanjando el tema, en vistas de que no parecía que fuesen a avanzar.
―¡Porque tú lo digas! ―reclamó indignando Nando, poniéndose, sin embargo, junto a la puerta que había elegido Noelia.
Los cuatro formaron frente al árbol. Ahora, a instantes de cruzar el portal, se dieron cuenta de la realidad de lo que estaba a punto de acaecer.
Se cogieron de las manos los unos a los otros, dándose fuerza.
―¿En serio no vais a venir? ―Lucía puso voz a las dudas del grupo.
―No somos los protagonistas de esta historia ―fue la respuesta seca de Maika.
―Tranquila, no os va a doler ―trató de tranquilizarles Jose, asiendo el pomo de la puerta―. Y además, os sentiremos en todo momento. Acudiremos en vuestra ayuda en caso de que estéis en verdadero peligro de muerte.
―Eso no es muy tranquilizador... ―dijo Adrián por lo bajo.
«Además... ¿No nos habían traicionado con anterioridad...?», les cruzó a todos por la mente.
Recordaron las palabras de Maika...
«Es... negro. Mi sable es negro, ¿de verdad te sorprende?»
Y las de Jose...
«... en mi sempiterna clemencia, te concedí una última oportunidad de redención, y tú... Has caminado hasta mí, pudiendo haberte quedado sin hacer nada.»
...
Un momento.
―¡EH! ―saltó Noelia hecha una furia, clavando una mirada acusadora en Jose― ¿Eso de que vuestro poder del Lado Oscuro sería una interferencia para detectar a Taiga era para escaquearse de hacer ejerci...?
―¡¡Mucha suerte, chicos!! ―la cortó el renegado, con la frente perlada de un sudor nervioso, apresurándose a abrir el portal.
―Tengo tanto que aprender... ―se lamentó Lucía.
Llegados a este punto, arrepentirse no era una opción. Una vorágine de energía pura estiró de ellos hacia el interior negro y vacuo del tronco del árbol con la intensidad de una turbina.
―Y recordad, primos ―escucharon a través de la negrura que los empezaba a engullir―. La felicidad se puede hallar hasta en los más oscuros momentos.
Jamás habían experimentado una sensación similar; era como disolverse, como si la tangibilidad de la materia de su todo se deshiciese en una etérea nebulosa de átomos, que se proyectaba como el polvo de estrellas nacido de una supernova hasta el otro rincón de la Galaxia, para volver a unirse en un mismo ser.
De la boca de un agujero negro, a través del espacio infinito, les rozó un viento estelar que arrastraba lo que creyeron reconocer como la satírica voz de Maika.
―... Si sois capaces de utilizar bien la luz.
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bruixagalactica · 7 years
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COUSIN WARS II {ACTO II}
EMBLEMA JEDI
  El hangar del Templo estaba inusitadamente transitado esa mañana. La mezcolanza de los dispares idiomas, innumerables como estrellas en la Galaxia, era amortiguada únicamente por el agudo silbido de los motores de las naves al aterrizar o despegar. El batiburrillo de ruidos les castigada los oídos, envolviéndolos en una anárquica cacofonía.
—¿Ese es Nando?
La pregunta apenas fue audible por encima del zumbido de una lanzadera tomando tierra.
—No, Adrián —le contestó Noelia, bajándole la mano que señalaba con la suya propia.
Su hermano se zafó de ella, volviendo a señalar.
—¿Y este, Noelia?
—No —gruñó tajante.
Ya hastiada de repetir esa misma escena durante las horas que llevaban esperando, le sujetó firmemente la muñeca entre sus dedos.
Resopló para intentar calmarse, manteniendo la mano de Adrián pegada a su pierna. En el fondo comprendía por qué su hermano estaba tan revoltoso. El lánguido pasar del tiempo, el incesante y ruidoso flujo de personas y naves, la inquietud por cómo les habrá ido en la misión a sus primos... El pobre intentaba paliar la situación como podía, quizás tenía que dejar de ser tan dura con...
—¿Y este, Noelia?
—Por enésima vez... No, Adrián, eso es mi nariz.
La mayor le dedicó una mirada de soslayo a su hermano que, desde el suelo, se retorcía de la risa. Con un suspiro, volvió la vista al frente y corrigió su postura para adoptar un aire de solemnidad.
Se sintió orgullosa de sí misma. Un año atrás habría caído en las tretas del pequeño para sacarla de quicio, pero ella había cambiado. Desde que la habían nombrado Caballero tras salvar al Canciller Supremo Andy, había madurado a pasos agigantados. La responsabilidad de tener bajo su dirección y cuidados a no solo uno, sino tres Padawan, la había obligado a convertirse en una persona más paciente.
¿Todos los Maestros pasarían por esa sensación? Ese miedo a no estar haciendo lo correcto, esa angustia de fallarle a los que confían y dependen de ti...
¿La Maestra Maika dudó antes de hacerlo?
¿Se lo pensaron ambos hermanos antes de traicionar a la Orden?
¿Realmente les habrían matado?
El ruido de un motor pasando peligrosamente cerca de su cabeza la avisó con apenas tiempo para apartarse del errático vuelo del claramente inexperto piloto.
—¿Es ese Nando? —preguntó Adrián, señalando a la nave que casi la decapita.
Recomponiéndose del susto, se alisó la túnica con las palmas de sus manos, sintiendo el relieve del emblema del Sable Alado bajo las yemas de sus dedos. Eso le hizo recordar que era una Caballero y que debería haber mantenido mejor la compostura.
—Si lo es, se va a enterar...
La nave tomó tierra bruscamente, sin utilizar el sistema gravitacional de aterrizaje, con su vientre metálico arañando el suelo. El chirrido que emitió hasta que perdió toda la inercia hizo que las caras de todos los allí presentes se contrajeran en una mueca de dolor.
—¿Pero qué...?
—¡Steven!
La voz de la Maestra Perla les llegó un segundo antes de que pasase como una exhalación por su lado con el rostro compungido de preocupación, seguida muy de cerca por una Maestra Amatista riendo a cada paso que daba y de una Maestra Granate tan impasible como siempre.
—Mission complete. Perfect! —dijo el Padawan con aire misterioso abriendo la cabina de cristal con actitud autosuficiente, sin percatarse de que su aspecto transmitía todo lo contrario.
Su pelo ensortijado se hallaba hecho un arremolinado nido de pájaros, su cara redonda manchada de suciedad y ceniza, sus vestiduras destrozadas, su cuerpo adornado de cientos de pequeñas magulladuras...
—¡Chicas! —exclamó con los ojos brillantes como estrellas, poniéndose en pie sobre el asiento con los brazos extendidos hacia sus Maestras.
—¡Os dije que era muy pequeño para hacer una misión solo! ¡Mirad en qué estado ha vuelto! —les llegó la nerviosa verborrea de Perla, que no se decidía entre mirar el estropicio del aterrizaje, al propio Steven, o tirarse del pelo—. Y la nave... ¡Está destrozada! Toda esta gente aquí... ¿¡Os dais cuenta de lo que podría haber pasado!?
—Sí, podría no haber hecho... ¡Un aterrizaje tan molón! —contestó Amatista recorriendo los últimos metros hasta la nave.
—Tranquilas, lo tenía todo bajo control —dijo Steven a la vez que ponía los brazos en jarra, asintiendo lentamente con seguridad.
La casualidad quiso que en ese preciso instante el motor de la aeronave cayese al suelo estrepitosamente, formando un charco de aceite y una estampida de gente alarmada alejándose de la zona.
Perla parecía a punto de desmayarse.
—Granate, tú me entiendes, dile algo... —le suplicó por encima de las risotadas de Amatista.
Granate le mantuvo la mirada en silencio al Padawan. Steven tragó saliva.
—¿Te divertiste? —preguntó la Maestra sin cambiar su expresión.
Steven asintió.
Granate alzó el pulgar.
Noelia observaba estupefacta el desarrollo de la escena. Sin más preámbulos, la Maestra Granate cogió al pequeño Padawan en sus brazos, y el grupo emprendió el camino de vuelta, pasando cerca de donde estaban ellos dos.
—¿Cómo ha ido la primera misión del gran Steven Universe? —escucharon que le preguntaba a Steven con evidente cariño.
—Pues llegué al sitio y exploré la zona, y entonces escuché un ruido sobre mi cabeza e intenté espantar a la enorme bestia que resultó ser un mapache... ¡Pero muy grande! Y luego me metí a la cueva, y vi una roca muy guay...
La voz emocionada del muchacho se acabó perdiendo en la lejanía. Noelia los vio partir con una sonrisa agridulce. Parecían estar muy unidos, tanto como deberían estarlo Maestro y aprendiz.
Bajó la vista al sentir un pequeño tirón de la manga.
—¿Te imaginas tener familia?
Si le hubieran arrancado el corazón le habría dolido menos.
—¿Ese es Nando? —volvió a preguntar Adrián sin variar el tono, haciendo caso omiso de las ruinas del alma de su Maestra.
Aún aturdida, Noelia miró en la dirección que apuntaba.
—Sí. Sí son ellos.
Una nueva nave había aterrizado en el hangar durante su trance. Solamente le hizo falta ver los destellos de luz naranja y violeta chocando entre sí dentro de la cabina para saber que eran ellos.
—No, definitivamente no somos esa clase de familia... —murmuró Noelia mientras observaba a Nando caer rodando a trompicones por la pasarela.
—... ¡Y además Pugcarlino era mi nick! —gritó Lucía, apareciendo desde el interior de la nave hecha una furia mientras agitaba el sable en dirección a su hermano— Eres un copiota, ¡me estás robando la personalidad!
Nando, aprovechando los giros que daba al descender por la rampa, calculó la forma de quedar arrodillado en el momento de frenarse.
—Para eso tendrías que tener una —declaró con chulería, apuntillando su bravata con un dabeo perfectamente ejecutado.
Desde la multitud se escucharon un par de tímidos aplausos dubitativos que rápidamente murieron al no ser respaldados por nadie más.
—¡Es Nando! —exclamó Adrián, arrancando a correr hacia su primo.
Noelia abrió la boca para intentar frenarlo, pero la riña murió en sus labios en forma de suspiro de resignación. Tampoco tenía tanta importancia, ella también se alegraba de verlos.
—¿Cómo os ha ido la misión, Nando? —preguntó Adrián cuando los alcanzó, con la ilusión propia de un niño de su edad.
—Como solo podría ir conmigo al mando, crack —respondió él, revolviéndole el pelo con la mano.
—Menos mal que habéis vuelto —continuó el pequeño—. El Templo era un aburrimieeeento de muerte sin vosotros.
... Noelia se alegraba de verlos, se alegraba de verlos, se alegraba de verlos, se alegraba de ver...
Arrastró los pies hasta llegar a Lucía, que en ese momento acababa de bajar de una innecesaria voltereta lateral.
—Hola, Lucía... —la saludó, ya agotada.
Lucía volvió a colgarse el sable en el cinturón, cambiando el mohín por una deslumbrante sonrisa.
—¡Hola! —la saludó ella de vuelta, abrazándola efusivamente por la cintura—. Por fin una chica...
Noelia se rió por lo bajo, acarciándole el pelo.
—¿Cómo ha ido todo? —le preguntó la joven Caballero.
Lucía se separó de ella y alzó la barbilla para mirarla a los ojos con orgullo.
—Ha sido estupendo —empezó la menor, agitando las manos frenéticamente al ritmo que la emoción ascendía en el tono de su voz—. He mejorado muchísimo, ahora estoy mucho más atenta, sin que se me rompa la concentración. ¡Lo hice todito del tirón! A veces incluso me adelanté a los acontecimientos, adivinando que iba a pasar. He batido mi propio récord —se cruzó de brazos, asintiendo para sí—. Estoy segura de que ya puedo enfrentar las pruebas de Caballero.
Noelia enarcó las cejas, impresionada.
—Vaya, Lucía, quizás para la próxima vez te ponga al mando.
Lucía aplaudió emocionada, dando un par de saltitos de alegría.
—¡Genial! —exclamó la pequeña, frenándose en seco. Se llevó un dedo a la boca, pensativa— Pero me tenéis que decir de qué tipo os gustan...
Noelia enarcó las cejas de nuevo, solo que esta vez sabía que algo no iba bien. Contra su propio juicio, hizo acopio de toda su paciencia para preguntarle.
—¿De qué tipo nos gustan el qué?
Lucía la miró confundida.
—Para elegir las series que ver, obviamente. Si no, os aburriréis antes de llegar a los doscientos capítulos seguidos.
...los se alegraba de verlos se alegraba de verlos se alegraba de verlos se alegraba de verlos se alegraba de verlos se alegraba de verlos se alegr...
—Calla, Lucía, no le hagas perder el tiempo —interrumpió Nando el mantra al que se aferraba para conservar la cordura—. Deja que hablemos entre Caballeros titulados por el Consejo.
Noelia le clavó una mirada escéptica.
—La única que tiene el emblema de la Orden soy yo —dijo señalándose el bordado del símbolo del Jedi.
Los hombros de Nando se sacudieron en una risa silenciosa, negando con un dedo frente a su sonrisa presuntuosa.
—Eras la única que lo tenía... ¡Hasta ahora!
Todos en el hangar se protegieron los ojos del fulgor del emblema que refulgía en su pecho a la luz del potente Sol de mediodía.
Cuando la multitud recobró la visión, descubrieron a Noelia arrancando impasible el emblema de la túnica de su primo.
—Nando, es un pin de la Legión de Reconocimiento de Shingeki no Kyojin... —dijo mientras lo observaba dándole vueltas entre los dedos. Suspiró y se lo guardó en el bolsillo, aseverando la entonación al hablar—. Si hubieses prestado atención a las clases, sabrías que el sable alado es un bordado, no un pin... Además, el de Shingeki ni siquiera tiene una espada...
—Ya, pero era lo más parecido que encontré en la tienda de Watto... —masculló Nando por lo bajo, agachando la cabeza a cada palabra.
Noelia boqueó como un pez.
—¿Wa... Watto? ¿La tienda de Watto? —preguntó alarmada—. ¿Pero a qué clase de trato has llegado con él para que te de esto?
La expresión de Nando se ensombreció bruscamente, haciéndole envejecer treinta años en una fracción de segundo.
—Tuve que hacer cosas.
Ninguno quiso preguntar.
—No sé cuántas veces tengo que repetir que lo mejor es no hacer nada, como decía mi Maestro...
—Lucía.
La chiquilla enmudeció en el acto ante la amenaza no pronunciada de Noelia, germinando de ésta un silencio opresivo e incómodo. Lucía, con gesto arrepentido, trató de romperlo con un hilito de voz vacilante:
—Yo solo...
—Os tengo dicho que no habléis de ellos —la interrumpió, endureciendo la voz—. Ya hace un año que se demostró la dudosa fiabilidad de sus palabras como para que sus enseñanzas se tengan en consideración o estima.
Los ojos de Lucía se anegaron de lágrimas, pero no desvió la mirada. Adrián se escondió detrás de Nando.
Noelia sintió el remordimiento carcomerle por dentro. Tal vez había sido demasiado dura. No era justo proyectar su propia frustración en quienes tenía a su cargo, y esta no era la bienvenida que se merecían.
La atrajo hacia sí y la abrazó con fuerza.
—Echas de menos a alguien que nunca existió —dijo suavizando el tono, mirando a los demás intencionadamente, enfatizando que también eran objetivo de esas palabras. Le dio un último apretón y la separó para poder mirarla a los ojos—. No necesitas la influencia de nadie para demostrar lo que vales.
Lucía asintió con una risita temblorosa.
Noelia se enderezó, exhalando el aliento que sin darse cuenta había estado conteniendo.
—Volvamos al Templo —susurró dibujando una tímida sonrisa.
Algo punzante le atravesó el subconsciente. Una vaga sensación se le escapaba en la frontera entre el recuerdo y el olvido. ¿Dónde había dicho algo parecido...?
—¡De acuerdo, Caballero Noe! —la voz de Lucía le llegó lejana, como a través de un velo.
Noelia, algo desorientada por el dolor, intentó sobreponerse.
—Lucía, aclárate... —su propia voz le sonó enrarecida, distorsionada. Todo a su alrededor comenzaba a perder nitidez, como si estuviese bajo el agua—. Usa el... El honorífico o el mote... pero no los dos... a la vez...
«Vale, Senpai-sensei. Pues como le iba diciendo...»
Y entonces, la oscuridad la envolvió entre sus zarpas.
                                                      «Por fin, ¿eh? Te ha costado. Llevo horas intentando contactar contigo.»
Noelia reconoció enseguida la voz que resonaba en su cabeza.
«Y pensaba que yo era la reprimida... Esta actitud no te pega para nada.»
La joven Caballero empezó a pelear contra su invasión mental.
«Vale, vale... Cómo se nota que te han promocionado. Intentaba hacerlo menos violento.»
Noelia redobló los esfuerzos por expulsarla.
Súbitamente, una fuerza muy superior a la suya la arrinconó en un recoveco de su mente.
«Bien. Se acabó el buen rollo. Me has puesto de mal humor. Estate quieta y escucha.»
Noelia se sentía totalmente anulada, incapaz de defenderse.
«Tenemos que hablar todos. Nosotros estaremos en una cantina del Sector 1313. Venid solos y no le digáis nada de esto a nadie.»
Y así, la presencia de su Maestra desapareció tan inesperadamente como había llegado, llevándose la oscuridad con ella.
                                                        Noelia despertó con Adrián a horcajadas sobre su pecho, llorando desconsoladamente mientras la abofeteaba sin descanso.
—¡Está muerta! —vociferaba el pequeño, desgañitándose tanto como su garganta le permitía.
Lucía buscó con los ojos llorosos la mirada de su hermano, con los labios tiritándole en un puchero a punto de estallar.
—¿Nando...?
Éste estaba pálido, con un pánico que apenas podía controlar agarrotándole el cuerpo.
—Q-que no, hombre... Cómo... Cómo se va a morir sin... —Nando hizo una pausa en la que su mente buscaba frenéticamente cómo continuar la frase—... ¡Sin decir sus últimas palabras! Todo el mundo sabe que hasta que no las dices, no te puedes mo...
Los brazos de Noelia se alzaron en alto, intentando aplacar los golpes de Adrián a duras penas.
—Chicos, chicos, que est...
—¡ESTÁ VIVA! —gritó Adrián por encima de ella, incrementando la velocidad de sus golpes de la emoción.
Tras un minuto de forcejeo en el que Adrián le propinó la azotaina de su vida, pudieron despegarle de su hermana el tiempo suficiente para que se levantase. En cuanto se liberó, corrió hacia ella para aferrársele como un koala.
—Estar viva duele... —musitó Noelia con una vocecita quejumbrosa, tambaleándose mientras volvía del todo a la realidad—. Ahora entiendo a Maika...
Los primos la miraron, atónitos.
—¿No se suponía que no tenemos que hablar de ellos...? —preguntó Adrián confuso, sorbiendo por la nariz en las últimas sacudidas de su llanto.
Noelia bajó la mirada para evitar el contacto visual, suspirando.
—Tengo que deciros algo —empezó a desgana, casi a regañadientes—. Mientras estaba en trance, tuve un recuerdo que creó un vínculo y...
Todos aguardaron en silencio a que terminase de narrarles lo sucedido.
—... Así que así están las cosas —finalizó, dejando que el silencio se extendiera entre el grupo. Cuando por fin tuvo el valor, los miró antes de romperlo—. ¿Qué hacemos?
—Está claro que tenemos que avisar al Canciller Supremo Andy —dijo Lucía inmediatamente.
Noelia se sintió ruborizar levemente. ¿Por qué había dudado tan siquiera? Ella misma les acababa de decir que sus primos mayores eran criminales buscados por la justicia y traidores a la Orden, no podía haber pensando en serio en darles una oportunidad...
—Tú lo que quieres es jugar con el Canciller —vino la vocecita de Adrián, apagada contra la túnica de su hermana.
Lucía soltó una risita, claramente descubierta.
—Si es que... —bufó Nando poniendo los ojos en blanco—. Lo que deberíamos de hacer es avisar al Consejero Pau para que...
Esto captó la atención de Noelia, quien ladeó la cabeza con interés.
Nando cerró la boca, inseguro ahora que tenía la atención.
—No, no, continúa —le instó la joven Caballero a seguir, haciendo un gesto con la mano—. Por fin dices algo con cabeza.
Nando, sin percatarse del insulto velado, rebuscó rápidamente en su túnica Jedi, mascullando por lo bajo algo sobre que "estas cosas se avisan con tiempo", hasta que, tras un grito triunfal, sacó sus gafas de sol y se las puso.
—Los grandes Caballeros piensan igual —dijo haciendo pistolitas con las manos en dirección a Noelia.
Ella suspiró por la nariz, armándose de paciencia.
—El Consejero Pau es la cabeza del dispositivo antiterrorista —finalizó Nando la frase que había dejado a medias.
—Y con Pau estará el Canciller Supremo... —añadió Lucía sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.
—Eso, y con un poco de suerte los impresionaré tanto que me ascenderán a Caballero...
—Y yo podré hacerle fotos al Canciller...
Ambos hermanos chocaron las manos, satisfechos consigo mismos.
Noelia pensó que era la primera vez que los veía totalmente de acuerdo en algo. Decidiendo hacer caso omiso a la extraña escena, habló:
—Aun si vuestros motivos no son los más... honorables, es lo que hay que hacer —y no estaba segura de si se lo decía a ellos o así misma.
Sacudió la cabeza para despejarla de sentimientos innecesarios, y con ella liderando, se encaminaron al Senado.
EMBLEMA SENADO
El aerotaxi les dejó al otro lado de la plaza, exactamente igual que la primera vez que fueron convocados ante la presencia del Canciller. Atravesándola, los cuatro jóvenes Jedi apreciaron que no quedaban pruebas visibles de que hacía un año se había producido la lucha final contra la Dama Oscura y su organización separatista ahí mismo.
La gente caminaba y charlaba alegremente, pareciendo haber olvidado todos aquellos sucesos, ajenos a que estaban caminando sobre lo que fue un campo de batalla. Los primos sorteaban los fantasmas de los recuerdos, intentando evitar pensar demasiado en cuán distinto podría haber sido si no hubiesen derrotado a la Zarpa aquel día.
Seguramente los fantasmas no serían un recuerdo, sino reales.
Avivando el paso, acabaron de cruzar la plaza y comenzaron a ascender las escaleras. Cuando llegaron a su cima, la imponente presencia de la Torre del Canciller volvió a hacerles sentirse muy pequeños. Por más veces que la vieran, no se acostumbraban al aura de poder y autoridad que emanaba de ésta.
Tan sumidos en sus pensamientos se encontraban que no repararon en que un hombre se les había acercado.
—¿Qué desean, honorables Jedi? —les preguntó a modo de saludo con gesto cortés, devolviéndolos al presente.
Noelia se adelantó un paso antes de que cualquiera de los tres abriese la boca y pudiera meter la pata.
—Buenos días, señor...
El hombre realizó un saludo militar.
—Sargento Haflomal, a vuestro servicio.
Noelia inclinó la cabeza en respuesta.
—No tenemos cita con el Consejero Pau, pero han ocurrido cosas importantes que apremian su atención sobre ellas —le explicó deliberadamente escueta, sin querer revelar más de lo necesario—. ¿Podría preguntar si accedería a recibirnos?
El sargento asintió y se alejó unos metros, llevándose a la boca un comunicador que sacó de su uniforme.
Adrián le dio unos suaves tironcitos de la túnica, como ya era costumbre cuando quería llamar la atención de su hermana. Ella se encorvó ligeramente cuando vio el gesto que les animaba a los tres a acercarse.
—¿Os habéis fijado en lo bien que haflaba Haflomal?
Noelia se llevó una mano a la boca, poniéndose roja al instante por el esfuerzo de contener una carcajada que amenazaba con hacerse oír hasta en el Borde Exterior, mientras que los otros dos se retorcían en silencio chistándose el uno al otro para mantener las formas.
—El Consejero Pau me ha ordenado que suban de inmediato —les comunicó el sargento, ignorante de ser el objeto de burla—. Les recibirá en el despacho del Canciller Supremo.
—Eeeh... Sí, sí —dijo Noelia sin atreverse a mirarle por miedo a romper a reír, poniéndose en marcha—. Conocemos el camino, no se preocupe.
Los cuatro anduvieron todo el camino hasta el ascensor en un tenso silencio. No fue hasta que las puertas de éste se cerraron que se permitieron reír a gusto todo el recorrido hasta la última planta.
                                                      Los dos primos mayores hicieron uso de la Fuerza para abrir las dobles puertas del despacho a distancia, antes de que el Huracán Lucía arrasase con todo a su paso en su carrera desbocada por ser la primera en irrumpir en la estancia.
—¡AAAAANDYYYYYYYYY! —gritó a pleno pulmón mientras recorría el espacio entre la entrada y el cojín del Canciller Supremo de un salto.
El Canciller seguía exactamente igual.
Cuando los otros tres llegaron a paso normal, vieron los últimos vestigios de rosa moteando las plumas de Pau, y a éste resoplando repetidamente para recuperar el aliento.
—Discúlpela, Consejero Pau —dijo Noelia—. Ya sabe lo efusiva que es... con el Canciller —terminó señalando con la cabeza a Lucía alternándose entre jugar a que el Canciller volaba y restregar la cara por todo su pelaje.
Pau chasqueó el pico, más calmado, arrullando con conformidad.
—¿Han tenido algún tipo de premonición...? —preguntó.
El grupo se miró entre sí. Noelia tomó la palabra.
—La verdad es que...
—... Porque sin duda tienen que ser excelentes Caballeros para haber predicho que les iba a convocar hoy mismo.
—... SÍ, la verdad es que sí —interrumpió Nando, adelantándose a Noelia—, yo mismo tuve el presentimiento esta misma mañana, sí, sí, sabía que nos quería aquí, pero no sabía el por qué.
Adrián lo miró maravillado, mientras que Noelia observaba la escena boquiabierta, sin poder dar crédito a lo caradura que era.
Pau gorjeó, gratamente impresionado.
—Sus avances son impresionantes, joven Nando. Seguro que la Orden aguarda impaciente su cumpleaños para nombrarle Caballero.
Nando le guiñó un ojo, alzando el pulgar.
—Chachi, crack.
Unas cuantas de las plumas de la corona del Fosh se comenzaron a erizar.
—Lo que quiere decir —se apresuró a remarcar Noelia, fulminando a su primo con la mirada—, es que está honrado de que se le tenga en consideración para tal prestigiosa posición.
Pau asintió. Algo cambió en su expresión. Parecía preocupado.
—Quería hacerles llamar para encomendarles una misión de gran urgencia y delicada ejecución  —les informó, mirándoles uno a uno—. Otra vez —añadió en un susurro suave, casi arrepentido.
El cambio en el ambiente hizo que Lucía se acercara a ellos con el Canciller Supremo descansando sobre su cabeza, impasible.
—¿Qué ha pasado? —preguntó al alcanzarlos.
—Esta mañana... —algo en él parecía hacerle incapaz de sostenerles la mirada. Hizo una pausa, vacilante, antes de volver a retomar la frase— Esta mañana fue saboteado el aerodeslizador policial blindado que transportaba... a la Dama Oscura, provocando que durante el accidente... escapase.
La noticia los aplastó como una losa, dejándolos helados de estupor.
—Pero... —Noelia compartió una fugaz y alarmada mirada con su grupo. A juzgar por sus caras drenadas de color, no quería ni imaginar cómo estaría ella.
—Sí, lo sé, lo sé... —la interrumpió Pau, alzando una garra para pedir silencio. Su mirada aún seguía esquivando las suyas, con las antenas totalmente caídas en señal de vergüenza—. Nuestra gente sigue investigando cómo pudo ocurrir. Temo que esto signifique que la vida del Canciller vuelve a estar el peligro...
Lucía ahogó una exclamación de conmoción.
—Por eso se pusieron en contacto con nosotros —Adrián viró sus ojos azules hacia Noelia.
—¿Ponerse en contacto? —preguntó Pau sin darle la oportunidad a nadie más de intervenir—. ¿Quién? ¿Cuándo?
Los tres miraron a Noelia, expectantes de ver qué haría.
—Justo antes de venir aquí, yo... Mai... —Pau la observaba en silencio, con sus grandes ojos penetrantes fijos en ella. Tosió para aclararse la voz de los nervios que la atenazaban— Mi antigua Maestra contactó conmigo para citarnos a los cuatro en algún lugar de los sectores pobres de la ciudad.
Pau afiló la mirada.
—¿Qué más?
—También... Nos pidieron que fuésemos sin avisar a nadie —por el rabillo del ojo, Noelia podía notar la incomodidad del resto.
El Consejero se reclinó en su asiento, reposando el pico contra sus garras de punzantes uñas entrelazadas, dándose un alto en la conversación para cavilar sobre los motivos que podrían tener los miembros de la Zarpa para esa reunión.
La voz inusualmente seria de Nando se abrió paso en la sala.
—La prioridad debería ser encontrar a la Dama Oscura. No podemos dejar que un usuario del Lado Oscuro tan poderoso ande suelto por ahí.
Como si esa frase hubiese sido un detonante, Pau se levantó cual resorte, con las plumas encrespadas y violentamente teñidas de carmesí, propinando un golpe a la mesa que les hizo dar un respingo y provocó que el Canciller se precipitase al suelo desde la cabeza de Lucía.
—¡Eso es! ¡Eso es lo que quieren! —exclamó con vehemencia— Son una organización moribunda. Sin duda lo que buscan es llevaros al Lado Oscuro para revivirla, y al mismo tiempo quitarse el obstáculo más grande que tienen para eliminar al Canciller Supremo.
El Consejero empezó a pasearse por la sala, nervioso.
—Pero no contaban con nuestra astucia... Utilizaremos sus planes contra ellos mismos. Iréis a esa reunión, y cuando estén los tres juntos sin forma de escapar... ¡Los mataréis! ¡Les haréis pasar tal dolor que...!
Pau frenó su arrebato al ver las caras horrorizadas de los Jedi.
—Oh, perdonad, quería decir apresadlos —se apresuró a aclarar, usando sus garras para alisarse las plumas, que poco a poco volvían a recobrar su típico azul—. Tal vez me haya excedido en la crudeza de mis palabras. No he tenido en cuenta el rango de edad de la audiencia a la que me estoy dirigiendo. Aceptad nuevamente mis disculpas.
Pau volvió a sentarse en su sitio detrás del escritorio, no sin antes recoger al Canciller del suelo y dejarlo sobre su cojín. Abrió un cajón y colocó un pequeño comunicador sobre la mesa.
—Este comunicador es un nuevo modelo ultra seguro, de tecnología Fosh. Cuando tengáis confirmación visual de que los tres están en el mismo lugar, que uno de vosotros me avise discretamente a través de él.
Noelia lo cogió de encima del escritorio y se lo guardó en un bolsillo escondido del cinturón.
—El destino de la Galaxia vuelve a estar en sus manos —dijo Pau con una mezcla entre vergüenza y orgullo—. Que la Fuerza les acompañe.
El grupo, que seguía en silencio, hizo una reverencia y se dieron la vuelta para salir por las dobles puertas.
—Seguramente intentarán engañarles —la voz de Pau sonó a sus espaldas—. No confíen en nadie.
El sonido de las puertas al cerrarse le puso el punto y final a la frase.
EMBLEMA JEDI
Con un desenfadado giro de muñeca, Lucía cerró la puerta y se despidió del taxista mecánico con una entusiasta sonrisa.
Nunca antes habían agradecido tanto los gruesos ropajes de la Orden Jedi. Este sector, muy por debajo de los niveles superiores, se hallaba huérfano de Sol. El bajo mundo de Coruscant se encontraba a cientos de pisos por debajo de los pináculos de los rascacielos de la zona alta de la ciudad galáctica, creando un ecosistema de luces artificiales como si de un arrecife bioluminiscente se tratase.
—No os separéis de mí —les ordenó la Caballero en un susurro discreto, empezando a caminar—. Y no llaméis la atención. La gente de aquí no devuelve sonrisas.
El grupo de Jedi avanzó en conjunto, dejando que las sombras de sus capuchas les ocultasen la cara.
El inframundo, como también se les conocía a los barrios bajos de la ciudad, daban refugio a millones de seres que carecían de la protección de las fuerzas de seguridad planetarias de los niveles superiores. Esto hacía que, entre los desvencijados edificios del suburbio, desvalijadores y maleantes campasen a sus anchas como amos y señores de la zona, utilizando como matones a las pandillas del área.
Mientras caminaban por las angostas callejuelas llenas de basura compactada de las altas esferas, podían sentir las intensas vibraciones de la maquinaria que servía a la élite social de los niveles que estaban por encima de ellos, retumbando de manera ensordecedora.
—¿Por qué la gente querría vivir aquí abajo? —preguntó Adrián, esquivando un charco de procedencia inidentificable con una mueca de asco.
—No es que quieran —contestó su hermana, manteniendo la alerta a su alrededor—, es que no tienen otra opción.
—Lo peor son los que la tienen y eligen esto —dijo Nando, mirando de reojo cómo un par de pandilleros acorralaban a su víctima en un callejón, perdiéndose de vista tras el humo espeso de la infraestructura ingeniera. Apretó los puños para refrenar el impulso de ir tras ellos a imponer justicia—. Si no tuviéramos que pasar desapercibidos...
—Pero debemos —le cortó de manera tajante Noelia, echándole un rápido vistazo por encima del hombro—. No quiero heroicidades. Aquí hay gente muy peligrosa.
—Pues mamá cuando se enfada da mucho más miedo que todo el inframundo junto... —comentó distraída Lucía a media voz, mirando con descaro a todas partes, ajena al temor del resto del grupo.
Los otros tres no pudieron evitar reír por la nariz, y toda la tensión que habían acumulado pareció disiparse.
—¿Y tú me reprochas que no me tomo las cosas en serio? —le recriminó Nando desenfadadamente, con un suave codazo amistoso.
—Si en serio es, dime que es mentira —le contestó su hermana con una risita, devolviéndole el codazo.
Nando trastabilló en su andar por el impacto.
—¡Me has empujado! —se quejó irritado al tiempo que la empujaba él, haciéndola retroceder un par de pasos.
Lucía infló los mofletes, dando una patada al suelo de rabia.
—¡Yo no te he empujado! —replicó a la vez que le propinaba un empujón con ambas manos—. ¡Tú me has empujado
Nando se desplazó unos cuantos metros hacia atrás por la fuerza del golpe, derribando un cubo de basura con gran estrépito.
—¡Deja de llamar la atención! —le gritó desenvainando el sable, bañando la calle con su luz naranja.
—¡¡PUES DEJA DE GRITAR!! —estalló Lucía, cargando hacia él sable en mano como un iracundo relámpago violeta.
Ambos hermanos se enzarzaron en un duelo, causando el caos a su paso, llegando a cortar alguna farola con los tajos que no encontraban el bloqueo del otro.
—Y ahí se va nuestra confidencialidad —dijo Noelia con la serenidad del que ha aceptado el abrazo de la muerte, sonriendo al vacío—. Otra vez.
Se imaginó en un lugar feliz, tal vez su habitación, su casa... O tal vez a lomos de un unicornio en una pradera verde, cabalgando hacia el blanco Sol del amanecer...
—¡Noelia! —interfirió la voz de Adrián a lo lejos.
Confusa, la Caballero buscó con la mirada a su hermano. Estaba ahí hacía un segundo, ¿dónde...?
Lo encontró al otro lado de un triple macrocruce de carreteras altamente transitadas, frente a la entrada de una cantina de dudoso aspecto.
—¡Es aquí, ¿no?! —preguntó, señalando el cartel de neón que parpadeaba sobre su cabeza.
El corazón de Noelia se le subió a la garganta.
—¡NO TE MUEVAS DE AHÍ! —chilló al borde de un ataque de pánico.
El entrechocar de sables se detuvo tan rápido como había comenzado.
—Baja la voz, nos vas a delatar —le recriminó Lucía, con un chasquido de la lengua lleno de reproche.
—Nos pones en vergüenza a los Caballeros exponiéndote de esa forma —dijo Nando con altivez, negando con la cabeza condescendientemente.
Noelia arrancó a correr sin perder más tiempo.
—¡Ya habrá tiempo para vuestras tonterías! ¡Ahora seguidme!
Los tres potenciaron su velocidad poniéndose en sintonía con la Fuerza, adquiriendo con ella la agilidad para esquivar el congestionado tráfico del triple cruce, y llegar hasta Adrián justo a tiempo para separarlo de la puerta que ya estaba asiendo con una mano para adentrarse él solo.
Sin detenerse, siguieron calle abajo hasta llegar la esquina y perderse de la vista de los transeúntes.
—¿Cómo... haces... esto...? —consiguió preguntar Noelia entre jadeos, intentando recuperar el aliento tras la carrera.
—Esperé a que se pusiera en rojo antes de cruzar —respondió Adrián con una lógica aplastante.
Nando y Lucía ahogaron una risa, ocultándose de las miradas.
—Me refiero a que en qué estabas pensando para ir tú solo —dijo Noelia a punto de caer en la desesperación.
La barbilla de Adrián se alzó ligeramente, y clavó en ella una mirada desbordante de serenidad que la descolocó.
—En qué haría un auténtico Caballero...
Noelia sintió una calidez propagarse por su pecho, colocándose el pelo detrás de la oreja con timidez, esbozando una sonrisa tonta llena de orgullo.
—... Como Nando.
Ambos chicos chocaron los cinco sin mirarse, instintivamente.
—Yo dimito... —dijo la verdadera Caballero en un susurro trémulo, al borde de las lágrimas.
Lucía puso los ojos en blanco y, tirando de la mano de Noelia, los puso en marcha de nuevo hacia la cantina.
—No les hagas caso, los chicos son unos bobos —masculló Lucía a paso airado, prácticamente arrastrando a la mayor—. Deberíamos hacernos un grupo solo de chicas... Como una mafia...
—¿Y qué vais a hacer? —se burló Nando a sus espaldas, siguiéndolas de cerca junto con Adrián, que reía travieso—. ¿Vestiros de rosa como cerditos?
Lucía les sacó la lengua por encima del hombro.
—Chicos, ya basta. Recordad que estamos en una misión —les pidió Noelia, soltando la mano de Lucía con delicadeza. Cuando el grupo estuvo reunido, prosiguió—: Vamos a entrar en un nido de vándalos para hablar con dos de los criminales más buscados en la Galaxia.
Los otros tres asintieron, y fingiendo una seguridad que no sentían realmente, cruzaron juntos la entrada del tugurio.
                                                      La visibilidad en la cantina era extremadamente reducida debido a las inmensas nubes de Ryll que la inundaban. El olor de la especia alucinógena les hizo toser incontrolablemente al pasar cerca de los fumaderos. La clientela habitual del antro les echó una vaga mirada de curiosidad cuando cruzaron el umbral de la sala principal del local, volviendo rápidamente a sus asuntos, apartando la vista del grupo.
—No busquéis problemas —murmuró Noelia a los otros tres.
Las mesas de juego se encontraban repletas de ludópatas de cada rincón de la Galaxia, llenando el local de risas, festejos y amenazas por igual. Un conocido grupo bith del Borde Exterior ponía la banda sonora en directo a los actos sin ley que allí acontecían con una alegre sintonía, que poco tenía que ver con el ambiente sombrío del establecimiento. La amplia diversidad de vestimentas y razas aglomeradas en ese pequeño infracosmos local era el escondite perfecto para aquel que no deseara ser encontrado.
—Abrid bien los ojos —añadió mientras se hacían paso entre la gente—. No sabemos qué aspecto pueden tener ahora, ni cuál es su verdadero plan. Seguramente intentarán pasar lo más inadvertidos posi...
Ahí mismo, en pleno centro de la pista de baile, bajo un potente foco fijo sobre su cabeza, una parca de vivo color escarlata sobresalía entre el anodino mar policromático. Sobre su pecho, el emblema blanco de la Zarpa destacaba, irónicamente, como la sangre sobre la nieve. Su postura era extremadamente relajada, con los brazos laxos colgando a cada lado de su cuerpo. Pese a que la ancha capucha y el visor que llevaba cubrían sus facciones al estar levemente inclinado hacia delante, no había espacio para la duda.
Era Jose.
«La discreción no es el fuerte de nuestra familia, está claro...», pensó Noelia.
La Caballero les bloqueó el paso con un brazo, obligándolos a parar.
—Id con cuidado —les advirtió, señalándoles con los ojos los sables que llevaban al cinto—. Es un antiguo Maestro, no os dejéis engañar por su postura relajada. Sin duda, ya sabe que estamos aquí —volvió a clavar la vista en él, mientras bajaba la mano hacia la empuñadura de su arma, preparada para sacarla al menor indicio de peligro.
Nando dejó escapar un largo suspiro.
—Es verdad, que tú no te has enfrentado a él... —dijo mientras dejaba caer los hombros. Negó con la cabeza, con los ojos fijos en la nada—. No creo que ni sea consciente de dónde está ahora mismo...
Noelia frunció el ceño, sin comprender. Nando le dedicó una amarga sonrisa de labios apretados y una mirada carente de esperanza.
—Enseguida lo entende...
—¡Maestro Jose! —les interrumpió la voz de Lucía elevándose por encima de la música—. ¡Aquí, estamos aquí!
La figura se estremeció como recorrida por un espasmo. Miró confundido a derecha e izquierda hasta que reparó en la presencia del grupo de Jedi. Entonces se cuadró con ademán suntuoso y regia postura, entretejiendo los dedos de sus manos entre sí a la altura de su abdomen.
—¿Estaba...? —comenzó a preguntarle a su primo.
Nando asintió con la cabeza.
—Estaba dormido.
—¿Estamos a tiempo de abandonar la misión? —inquirió la mayor rozando la súplica.
—Eso no es lo que haría Nando —dijo Adrián como si la sola idea le pareciese ofensiva.
—No te creas... —contestó éste por lo bajo.
Lucía, obviando la negatividad del grupo, tomó la iniciativa y se acercó a su antiguo Maestro, obligando a los demás a seguirla para no quedarse atrás.
Cuando le alcanzaron, se abrieron en semicírculo frente a él.
—Os estaba esperando —les saludó la voz distorsionada que, pese a ello, era incapaz de enmascarar totalmente la pomposidad que impregnaba su tono—. Parece que habéis aprendido algo en este último año si habéis podido...
—¡Hola, Maestro Jose!
—¡Hola, peque! —la saludó cariñosamente, despeinándola con una mano—. Dame un momento, que tengo el discurso preparado... —le pidió en confianza antes de volver a dirigirse con su tono anterior al grupo—... Detectar mi presencia mimetizada con el entorno a la perfección.
Se miraron entre sí por enésima vez en lo que llevamos escrito.
Una risita de sorna le retumbó en el pecho al Jedi renegado.
—Veo que mi sola presencia os deja sin palabras —dijo malinterpretando el silencio estupefacto que parecía haberse asentado entre ellos—. Tranquilos, lo comprendo. Suelo causar esa reacción.
—Te entiendo, te entiendo —concordó Nando—. Es la dura carga de los triunfadores.
Todos salvo Noelia chocaron los puños a modo de brindis, compartiendo el mismo sentimiento que Nando había expuesto en palabras.
Noelia no concebía cómo sus tres compañeros se habían olvidado tan rápido de sus advertencias. Se había asegurado de recalcarles que eran criminales, además de usuarios del Lado Oscuro, y traidores a la Orden. Necesitaban acabar rápido esta misión, o su influencia los corrompería a ellos también.
—Fue Maika la que me pidió que viniésemos. ¿Está aquí? —dijo intentando encauzar de nuevo la situación hacia sus objetivos.
Jose la miró a través del níveo visor.
—Por supuesto, se encuentra en un reservado en la parte de atrás de la cantina. Acompañadme, sed discretos.
Con una elaborada filigrana, asió el extremo de su capa para que, al girar, el arco de la prenda carmesí hiciese un vuelo más elegante.
El dramático giro a ciegas del antiguo Maestro acabó con el choque y derribo de una camarera que transportaba copas y botellas, que estallaron en miles de fragmentos al impactar contra el suelo, haciendo girar todas las cabezas del tugurio en su dirección. Tal fue el escándalo, que hasta los músicos bith dejaron de tocar.
—¡Tranquilos, tranquilos! ¡La chica está bien! —dijo Jose apresurándose a levantar a la afectada del suelo—. ¡Sigan bebiendo tranquilamente, no se preocupen, aquí no ha pasado nada! —chasqueando los dedos, apuntó en dirección a la banda—. ¡Sois los mejores, chicos! ¡No sabéis lo que se agradece la buena música en una vida de prófugo de la justicia! Venga, primitos, seguidme. ¡Chao, gente!
Absolutamente todos y cada uno de los clientes les siguieron con la mirada hasta perderlos de vista entre las sombras de la zona privada.
                                                      —¿Estáis seguros de que nadie nos ha seguido? —les interrogó el adulto frente a la puerta que daba acceso a uno de los reservados.
Más roja que la túnica del renegado, Noelia asintió, muerta de vergüenza.
El grupo, echando un último vistazo nervioso alrededor, aguardó a que Jose abriese la entrada. Una vez confirmado, el antiguo Maestro se quitó la máscara y asió el picaporte.
—Ya esta... —Jose se quedó petrificado durante un par de segundos con la puerta a medio abrir, y comenzó a cerrarla lentamente de nuevo. Muy lentamente.
Cuando se escuchó el suave click de la lengüeta encajando en la cerradura, empezó a dar pasitos cortos hacia atrás sin dejar de mirar a la puerta, con una sonrisa congelada en los labios. Lucía pálido, como si el miedo más primitivo le hubiese desgarrado el temple a zarpazos.
—¿Dónde están mis modales? —se reprendió a sí mismo con el disonante frenetismo propio del miedo en la voz—. ¡Pasad, pasad vosotros primero!
Sin necesitar mayor invitación, Adrián abrió la puerta.
Algo pareció distorsionarse en el espacio-tiempo. En lugar de que la luz del pasillo penetrase en la habitación, la oscuridad de ella pareció salir para inundarlo. Un par de ojos brillantes flotaban en la penumbra, inmóviles. Una brisa helada les erizó la piel incluso a través de los gruesos ropajes que tanto habían agradecido antes.
—¿A quién vamos a matar por ser un inútil...? —un exageradamente edulcorado canturreo infantil se abrió paso entre las tinieblas, junto lo que parecían ser un par de sonoros besos al aire.
Un escalofrío les recorrió de pies a cabeza. Si la antigua Maestra ya era de temer de por sí, ahora que parecía haber perdido la cordura... era terrorífica.
—Sííí, le vamos a hacer muuucho daaaño... Ha llamado la atencióóón de tooodo el bar...
Los Jedi, lo suficientemente sintonizados en la Fuerza para no depender de las palabras, comenzaron a acercar disimuladamente las manos a los sables al unísono.
—¿A que nos ha puesto en peligro? ¿A que sí?
De repente, un agudo ladrido hizo las veces de respuesta.
Lucía, tragando una bocanada de aire con sorpresa, apartó a sus compañeros de su paso a empujones hasta llegar a la habitación. Cuando traspasó el marco de la puerta, tanteó a golpes por la pared hasta dar con el interruptor.
El fluorescente llenó la sala de luz, revelando a una Maika confundida, parpadeando por el súbito cambio de iluminación, y a un pequeño perrito en su regazo que le mordisqueaba los dedos. La antigua Maestra se encontraba a la cabecera de una larga mesa rodeada de sillas.
—¡UN PERRO! —chilló la pequeña, emocionada, echando a correr hacia ellos.
A los pocos pasos, frenó en seco su carrera. La renegada, dignándose a reconocer por primera vez su presencia, le había anclado en el sitio con una mirada autoritaria, aseverando el gesto.
—Yo no lo haría —le advirtió con frialdad.
Lucía asintió y se sentó lo más cerca posible, sin dejar de mirar al perro. Maika atrajo al animal hacia sí.
Los cuatro restantes entraron y tomaron asiento alrededor de la mesa.
—¿Por qué tenéis un perro? —preguntó Lucía.
—Yo pensaba que la zarpa era de un gato —observó Adrián—. Los perros no tienen zarpas.
—Los perros pueden tener lo que quieran —replicó Lucía tajantemente. Maika concordó con un discreto asentimiento de la cabeza.
—Lucía, Adrián tiene razón —intervino Nando—. Es físicamente imposible que un perro tenga zarpas.
—Lo que es imposible es capturar un legendario en el Starsmon Go —dijo Lucía.
—No tenéis ni idea —objetó Adrián—. Lo que es imposible es vencer a Kali Mera...
—¿Calimera? —preguntó Jose confundido, metiéndose en la conversación—. ¿La serie del pájaro negro con una cáscara de huevo en la cabeza? Te estás equivocando, se llamaba Calimero y era un chico.
—No, Ka-li Me-ra, del Yo-Kai Watch —aclaró Adrián.
—Ah, pues esos no los conozco...
—¿Podemos centrarnos en lo que hemos venido a hacer? —preguntó Noelia, irritada por la tensión que acumulaba en sus adentros.
El torbellino de emociones que sentía en ese instante no le permitían pensar con claridad. Una y otra vez, le venían a la mente recuerdos del Templo con su Maestra, la cual no le había dirigido ni una mirada.
Se volvió a hacer el silencio, y todas las caras se giraron hacia la que presidía la mesa. Maika, que durante todo el transcurso de esa banal conversación de besugos había estado jugando distraídamente con el perro en su regazo, alzó la vista al percibir que se habían callado.
—... Eh... Bu... Ah... —trató de empezar varias veces, balbuceando inútilmente, evitando hacer contacto visual con todos los ojos puestos en ella.
—Fuiste tú la que nos ha convocado —replicó Noelia con más vehemencia de la necesaria, incapaz de contener la frustración por la situación.
La desertora mantuvo el silencio, ignorando el comentario de su antigua Padawan.
Noelia inspiró profundamente por la nariz, dejando escapar el aire con un bufido que amenazaba con el inminente desbordamiento de su paciencia. Nando, presintiéndolo, se decidió a mediar para calmar los ánimos.
—Vamo a calmarno —dijo mostrando las palmas de sus manos—.  Así como el gran Maestro Willyrex me dijo una vez, no hay mayo...
—Yo solo quiero decir —le interrumpió Noelia, alzando la voz por encima de la de su primo—, que si estamos aquí cuando podríamos haberlos entregado directamente, lo mínimo que merecemos es que se nos expli...
La frase murió en sus labios al ver cómo la que fue su Maestra, haciendo oídos sordos a sus palabras, se cubría lentamente la cara con la máscara que hasta entonces había estado descansando sobre la mesa.
La joven Caballero dejó escapar una risa airosa cargada de sarcasmo.
—Ah, vale, pues fantástico —escupió atónita ante lo absurdo de la situación mientras se cruzaba de brazos, hundiéndose en el respaldo de su asiento.
Y con eso, el silencio imperó de nuevo.
Los tres Padawan saltaron con la vista de una a otra, debatiéndose entre a cuál de las dos hablarle para continuar con la conversación, hasta que repararon en un extraño y monótono ruido que sonaba sospechosamente parecido al ronroneo de un gato.
—¿La Dama Oscura está aquí? —preguntó temeroso Adrián, acercando su silla a la de Noelia.
Maika debió escucharle, ya que la máscara se levantó e hizo un barrido por toda la habitación.
Entonces, el ronroneo se convirtió en un estruendoso ronquido. El Maestro Jose se había quedado dormido de nuevo apoyado sobre la mesa, utilizando una de sus manos como almohada.
—Maestro Jose... —susurró Lucía, maravillada ante la demostración de Vagología— Qué técnica, qué habilidad...
Valiéndose de la Fuerza, la enmascarada desestabilizó el brazo que lo sostenía con un fugaz ademán de su mano. Su hermano, todavía dormido, se estampó dolorosamente sobre la mesa, haciéndola vibrar.
—... Qué porrazo —terminó la Padawan en un hilito de voz.
Jose se incorporó rápidamente, obviando la brecha que empezaba a sangrar en su frente.
—Bueno, entonces todo claro, ¿no? Vamos a buscar a Taiga —dijo poniéndose en pie como si nada hubiese pasado.
Noelia se enderezó de nuevo, arrugando el entrecejo.
—¿Cómo que buscar a la Dama Oscura...?
—¿No está con vosotros? —inquirió Nando—. ¿Entonces cómo ha escapado del furgón...?
Jose se giró a su hermana, torciendo el rostro con confusión.
—¿Todavía no les has dicho nada? —le preguntó, desconcertado.
Maika se encogió de hombros y continuó jugando con el perro.
—¿Por qué me toca hacerlo todo a mí...? —se quejó para sí mismo mientras se volvía a sentar a la mesa.
Todos sus primos volvieron la atención hacia él, esperando algún tipo de explicación.
—Nosotros no tuvimos nada que ver con la huida de Taiga. Habíamos ideado un intrincadísimo plan lleno de disfraces, muertes y un apoteósico final en el que todo culminaba con un número musical... Inmediatamente descartado por Maika, y sustituido por un simple asalto frontal a base de sables láser una vez bajada del furgón. Lo cual, a mi parecer, fue una auténtica lástima...
Maika carraspeó para cortar las divagaciones de su hermano.
—Bueno, pues... El caso es que sabemos a dónde fue Taiga, pero no dónde está —dijo Jose, retomando el hilo de la conversación.
—¿Cómo se puede saber y no saber algo? —cuestionó Adrián.
—Es... complicado de explicar. Digamos que en ese lugar convergen muchas realidades alternativas.
—O sea —empezó Nando a cavilar en voz alta, mientras que el resto del grupo trataba de asimilar lo que acababa de decir Jose—, me estás diciendo que en algún lugar de este universo existe, no solo otro Nando, sino muchos.
—No exactamente eso, pero... Sí, se podría decir que sí.
Nando y Lucía abrieron la boca para hablar al unísono:
—Qué guay.
—Qué horror.
Noelia no podía dejar de pensar en las múltiples yo que estaban sufriendo el calvario de aguantar a los múltiples grupos.
—Espero que al menos algún Adrián siga teniendo Club Penguin... —murmuró éste cabizbajo con aire melancólico.
—Pues eso no lo sé, pero lo que sí que sé es que en uno de los...
Maika tamborileó los dedos sobre la mesa, y Jose sintió como si con cada golpe de sus yemas contra la madera le fuese constriñendo el gaznate.
—... T-total, que por eso os necesitamos. Solo la luz es lo suficientemente poderosa como para cazar a las tinieblas. Así que necesitamos que vosotros entréis en las diferentes realidades y encontréis a nuestra líder, porque no sabemos dónde está.
Noelia entrelazó los dedos por delante de su boca.
—Vamos, que lo que nos estáis diciendo es que “nos subamos al robot”.
—... Básicamente —dijo Jose frotándose la nuca con nerviosismo.
—Somos conscientes de qué os estamos pidiendo —la voz queda de Maika que, a pesar del modulador, no se levantaba de un susurro, pareció embrujar el ambiente como un maleficio. Regalándose un segundo al acariciar al perrito que descansaba en sus faldas para poner en orden sus palabras, prosiguió—: Y tenéis la opción de negaros.
Antes de que Noelia pudiese lanzar el predecible e incuestionablemente impertinente dardo verbal envenenado, la renegada, alzando la cabeza, se dirigió a ellos de frente por vez primera.
—Solo quiero a mi gata de vuelta.
Los Padawan miraron a su Caballero, aguardando expectantes su decisión.
Noelia, en el fondo, sabía que no la tenía. Estaba segura de que no les habían contado toda la verdad, y que sin duda habría algún plan detrás de todo esto. Pero sus órdenes eran claras.
Reunirlos a los tres líderes de la Zarpa y capturarlos al mismo tiempo.
Simplemente tendría que estar atenta a la inminente traición cuando cumpliese sus objetivos, y evitar que escapasen.
—... De acuerdo —accedió la Caballero—. ¿Dónde le perdisteis el rastro?
—Endor.
—... ¿Y dónde está Dor? —preguntó Nando—. Jamás había oído hablar de ese sitio.
—No, no. En la luna de Endor. Allí, en lo más profundo del bosque, fue donde aterrizó la lanzadera en la que escapó la Dama Oscura.
—Pues no perdamos más tiempo y pongámonos en marcha —dijo Noelia, poniéndose en pie—. Acabemos con esto cuanto antes.
—En ese caso, seguidme. Tengo una nave preparada —anunció Jose, imitándola—. Vuestra búsqueda empieza con este primer paso —añadió ominosamente.
Recibió cinco miradas inexpresivas, a las que contestó con un bufido de frustración.
—Jo, no tenéis ni idea del sentido del dramatismo —salió mascullando por la puerta.
El resto lo siguió poco después.
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bruixagalactica · 7 years
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Cousin Wars II {INTERLUDIO TAIGA - ACTO I}
Cuaderno de bitácora, día 364 desde mi captura.
Hoy es la víspera de mi juicio.
Las injustas penurias por las que me han hecho pasar en este último año empiezan a hacer mella en mí. Los días se me mezclan casi como uno solo. El hambre hace que me rujan las tripas y que prácticamente no me queden fuerzas para mover mi famélico cuerpo. Ya apenas recuerdo lo que era la sensación del aire libre meciendo mis bigotes.
Yo, que tanto he sido, me hallo a merced de la voluntad de otros. Deciden cuándo como, deciden cuándo duermo... deciden cuándo vuelvo a comer...
No me dejan salir. Temen mi poder.
Cada cierto tiempo me torturan con extraños artilugios alargados y esponjosos, que poseen algún tipo de magia o poder hipnotizante para inutilizarme. De ellos cuelgan las carcasas vacías de roedores plastificados que seguramente hayan sufrido el mismo confinamiento que yo, como para burlarse de mí y de cómo terminaré como ellos, obligándome a perseguirlos hasta caer rendida en el frío suelo de mi celda.
Qué cruel ironía del destino que una larga lista de sus congéneres me tengan a mí como lo último que vieron en vida, y que ahora ellos serán lo último que yo veré en la mía.
Lo único que me ayuda a conservar la cordura es recordarme una y otra vez mi objetivo. Un objetivo que estuve a punto lograr.
Y que se me escapó de entre las zarpas.
Cuaderno de bitácora, día 365 desde mi captura.
Estoy agotada. Apenas he podido conciliar el sueño. La angustia y el temor han corroído todo mi ser, manteniéndome despierta toda la noche. Habré dormido tan solo unas dieciocho horas...
Escucho pasos venir hacia mi celda. Sin duda, me traen mi último desayuno. Frugal, como el de todos los días.
—¡Buenos días! —dice el Torturador con alegre entonación, empujando un carrito prácticamente vacío—. ¿Qué quiere desayunar nuestra princesita hoy? Tenemos atún de Kamino, rosbif de Bantha de las dunas de Tatooine, huevas de salmón de los ríos de Naboo, cecina de Tauntaun de Hoth...
Qué crueldad. Prácticamente no existe elección. Con todo el sufrimiento de mi corazón, desvío la mirada.
—Vaya... ¿No tienes hambre? Venga, bonita, hazlo por mí, que es tu último día en la celda de detención...
La fingida preocupación del Torturador me repugna. Cuanto antes elija, antes se irá.
Con un esfuerzo titánico, hago de tripas corazón, me acerco a cada plato que el Torturador ha colocado en el suelo... y me los como todos. Difícilmente sacian mi apetito.
—¡Muy bien! —exclama el Torturador, pasándome la mano por el lomo. Solo le dejo porque no me quedan fuerzas para defenderme.
Cuando acabo, el Torturador recoge los platos y se los lleva en la camarera.
Sin duda, quieren matarme de hambre.
Las horas pasan lentas e inexorables.
Nuevos pasos se acercan a mi puerta. El olor a perro inunda mi fosas nasales, y frunzo la nariz. Qué desagradable hedor.
La entrada de mi habitáculo se abre de par en par, dejando a ver a contraluz la silueta inconfundible de un Greater Dog de la Guardia Republicana. En su mano, porta una caja enrejada de minúsculas proporciones en las que dudo que mis milenarias habilidades poco puedan servir para estar cómoda en esa prisión portátil, incluso haciéndome bolita.
Opongo toda la resistencia que puedo, pero es insuficiente, y consigue meterme en la mullida y minúscula caja de la que apenas me sobran unos centímetros tras estirarme cuan larga soy. Es claustrofóbico.
Sin ningún miramiento, me depositan en la cabina trasera de un aerodeslizador policial blindado. Los motores rugen de forma extraña al encenderse. El vehículo empieza a moverse con un vuelo lento y perezoso.
No sé cuánto tiempo ha pasado, quizás me haya dormido.
Solo sé que algo anda muy mal. El motor funciona intermitentemente aunque estemos parados. Todo a mi alrededor parece ser un amasijo de metales doblados y el humo me quema en el hocico. Parece ser que mi comprimida jaula se ha abierto, al igual que las puertas traseras del aerodeslizador, el cual parece estar inclinado, como si la cabina del piloto se hubiese incrustado contra el asfalto.
Arrastro mi esbelto cuerpo a través del agujero hecho por el impacto y miro a mi alrededor. Los estúpidos humanos corren de un lado para otro, presas del pánico. Por lo que puedo dilucidar, el aerodeslizador ha sufrido algún tipo de avería en pleno vuelo. Los pilotos parecen inconscientes sobre los mandos de la nave.
Es mi oportunidad.
Asomo la cabeza, absolutamente proporcionada a mi cuerpo. Creo reconocer este sector, y me apostaría la cola a que no demasiado lejos de aquí, había un antiguo hangar clandestino de la Zarpa.
Así que, sin más preámbulos, corro hacia la libertad.
Me cuelo furtivamente en el hangar. Efectivamente, hay una lanzadera. Entro en ella e inspecciono el panel de control. El depósito de combustible parece estar lleno. Me cuesta decidirme a dónde quiero ir, pero pensándolo bien, solamente hay un lugar posible desde el que recobrarme y urdir un nuevo plan.
Introduzco las coordenadas. Acerco mi pata al botón de inicio, pero vacilo antes de pulsar. Me acuerdo de mi discípula y de su esbirro. ¿Debería de llevarlos conmigo, pese a su ineptitud? Al fin y al cabo, fueron derrotados...
Sacudo la cabeza para alejar las dudas. Mi humana, la lista, sabrá cómo encontrarme. Y si no, no me hacen falta.
Activo la nave y el droide piloto automatizado coge el control de la misma y empieza a hacer los chequeos previos al despegue, mientras yo voy a recostarme cómodamente a la parte trasera.
Trato de dormir al arrullo del motor de la aeronave mientras ésta se eleva para desaparecer en el abismo del universo, pero mi mente no se acalla.
Mi objetivo. Solo puedo pensar en mi objetivo.
Doy un latigazo con la cola, irritada.
Estúpida criatura.
Pronto se te acabará la suerte.
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bruixagalactica · 7 years
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Cousin Wars II {INTRO}
*ADVERTENCIA*
Las últimas páginas de este relato contienen, literalmente, todos y cada uno de los spoilers posibles de esta historia. Se recomienda empezar por el principio. Si no, le quitáis toda la gracia.
*ADVERTENCIA (versión para padres)*
Las últimas páginas tienen información sobre todas las referencias ajenas a Star Wars que hemos usado. Os recomendamos ir a buscar ahí cuando haya algo que no se entienda por contexto.
                                                       --
Tened siempre presente que todo el relato está escrito en tono de humor.
Las personalidades y acciones de todos los personajes están llevadas al extremo más absurdo posible para hacer reír.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...
                                                       --
                                                  Intro.
El narrador se encuentra recostado lánguidamente en un lujoso diván. En su regazo descansa un voluminoso libro de aspecto antiguo, del cual se halla hojeando las últimas páginas con suma delicadeza. A su diestra, sobre una ornamentada mesita a la altura de su cabeza, le aguarda una copa de vino de cristal tallado y un cuenco con dulces frutas variadas. Una eufónica y tenue obertura de violines inunda la estancia. Con un suspiro de éxtasis resbalándole de los labios, cierra el libro y con él los ojos, intentando así preservar para siempre en el tiempo ese momento de dicha.
Como por arte de magia, una rosa aparece en su mano, y con gesto fino y elegante se la acerca para inspirar profundamente su aroma.  
Nota vuestra presencia y se sobresalta ligeramente, mas al reconoceros su expresión cambia a una cálida sonrisa de bienvenida.
—Oh, no os esperaba tan pronto —su sobreactuado tono pomposo os hace sospechar  que, efectivamente, estaba esperándoos—. El tiempo vuela cuando lees poemas en sumerio antiguo...
Intercambiáis entre vosotros una escueta mirada.
—Por favor, acercaos, no os quedéis ahí... —dice alargando la mano para coger la copa de vino—. Hace un año que nos despedimos, y tantas vivencias deben de haberos dejado exhaustos. Tan largo camino debe ser recompensado con una historia a la par.
Os volvéis a mirar, indecisos entre continuar o huir en este mismo instante.
Súbitamente, a vuestra espalda, el latigazo de un relámpago desgarra el cielo, y la noche se parte con un aullido estremecedor que os hiela la sangre. Los sutiles violines son engullidos por una estridente pieza de órgano que bien podría ser la banda sonora de vuestras pesadillas.
Con el corazón en la garganta, os giráis para ver una figura hecha de sombras tenebrosas que...
... rápidamente se esconde tras la puerta gritando asustada, fuera de vuestra vista.
Pasan unos segundos en los que os preguntáis si vuestros corazones podrán soportar un susto más, hasta que la figura vuelve a asomar la cabeza poco a poco.
—Ah, sois vosotros —dice Maika con evidente alivio, adentrándose en la habitación—. No os quedéis ahí parados, entrad. Ya está todo preparado para...
Maika se queda mirando la innecesaria puesta en escena de su hermano. Jose desvía la mirada hacia el libro de nuevo, fingiendo un exagerado interés por una esquina en concreto.
—... En fin, sentaos, anda. Que vamos a empezar.
                                          COUSIN WARS II
                  Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...
Ha pasado un año desde que la Zarpa fue desarticulada. Gracias a las excepcionales habilidades de diplomacia del Consejero Pau, el Canciller Supremo Andy ha recobrado el apoyo de todas las facciones separatistas que querían la abolición de la República.
Pero si bien ahora ninguna de ellas maquina en su contra, es sabido por todo habitante de la Galaxia que al menor indicio de problemas, volverán a alzarse voces en contra de la unidad.
El juicio en contra de la Dama Oscura está a instantes de celebrarse, y la Guardia Republicana tiene preparado el furgón para transportar a la acusada desde la zona de detención al Palacio de Justicia Intergaláctico...
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bruixagalactica · 7 years
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im shy binch
I have the feeling that I’m tip-toeing into the best years of my life.
The universe is ever expanding, and with it, its dimensions. In our reality, we know height, width, and lenght: all of them together form what we know as three dimensional space, which alongside time, gives us a total of four observable dimensions. We can't travel time, since in our planet it's lineal and goes forward- to this day, that's all we've ever known.
Once upon a time (a few decades ago, to be exact) there was a man named Allan R. Sandage, who, by taking notes with his telescope, proved that the universe's expansion is slower than 1000 millions of years ago. This brings up the theory that says that the expansion isn't infinite. Imagine pulling on a rubber band and when you're at its give limit, you let go. It shrinks, compresses, goes back to its original form. This is the theory of the Big Crunch, which according to it, there will come the day when the expansion of the universe will revert, when all the elements and all the matter that make up the universe will squeez together and compress into a space-time singularity.
What I meant with this, mi amor, is that time itself as we know it, will happen again backwards. And we will live each other again, from beginning to end, from the last goodbye caress to the first shy one, from the light at the end of the tunnel to the dark of our shared room, our personal cosmos. From so many things that we have yet to live and experience together, to what I now call the best time of my life.
Some people even offer the Oscillating Universe theory, that maintains that after the Big Crunch, a new Big Bang will occur.
And I don't know how many possibilities of all of this happening all over again and at the same time quantum physics presents us with, but I really hope that all the butterflies bat their wings all the times that are needed to bring us together, here and now.
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bruixagalactica · 7 years
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V
—Nando, acabamos de aterrizar frente a la torre —les llegó a Nando y Lucía mediante el comunicador del aerodeslizador.
Nando apretó el botón para contestar:
—Qué cracks que somos.
Su hermana bufó a su lado.
—Pero si nosotros vamos a otro sitio...
—Dabeo y corto —cerró comunicaciones el rubio, solapando el comentario de Lucía.
Ella hinchó los mofletes, indignada.
—Siempre te estás apropiando de todo lo que hacen los demás, Nando —se quejó.
—No, porque si no sería tan pesado como tú —le replicó él con tono burlón, exagerando en sobremanera.
—El pesado eres tú, que no paras de chinchar, como aquella vez que me pusiste la zancadilla camino al entrenamiento.
—Te estaba enseñando reflejos y a prevenir ataques.
—¿Ves? Es que siempre tienes alguna excusa para fastidiar.
—Yo no necesito excusas, crack. Nací con el permiso para hacerlo.
—¡QUE MAMÁ NO TE DIO PERMISO PARA COMERTE EL QUESO!
—¿¡PERO ESO QUÉ TIENE QUE VER!?
Los aerodeslizadores empezaron a apartarse a su paso como podían, tratando de esquivar los bandazos descontrolados del conducido con una mano por un Jedi que se defendía a duras penas de los sablazos de su copiloto con la otra.
Fuera gracias a la Fuerza, o a la estampa bizarra (en el sentido anglosajón de la palabra) que se daba en el interior del vehículo, salieron ilesos de la aerovía.
Tras varios giros en los que Nando se puso su propia banda sonora y efectos especiales con la boca y se alababa a sí mismo por su excelente habilidad como piloto, llegaron al Centro de Control de Tráfico del sector.
La torre se encontraba escondida entre varias estructuras más altas, lo que hacía que tuviese el aspecto de un puesto avanzado engarzado en la pared de un cañón artificial de paredes de edificios. En el exterior, había una plataforma de aterrizaje con cuatro estaciones de atraque. La plataforma estaba unida al Centro de Control de Tráfico por medio de una estrecha pasarela de dos metros de anchura.
Mientras maniobraban para atracar, se fijaron en que la plataforma de aterrizaje estaba completamente vacía. La pareja de hermanos salió del aerodeslizador y estiraron los músculos después de horas de conducción.
—Jopé, qué rollo, qué lejos estaba... —se quejó Lucía mientras desentumecía los hombros girándolos en el sentido de las agujas del reloj.
—Pues imagínate si no hubiese estado yo de piloto, hubiéramos llegado diez horas más tarde —replicó Nando, arqueando la espalda.
Le crujieron todos los huesos haciendo crack. Una bombilla pareció encederse en su mente.
—Soy un...
Crujido de hueso.
—Soy un...
Crujido de hueso.
—Soy un...
Colleja de Lucía.
—Bien, ¿qué hacemos? —preguntó la pequeña por encima de las protestas de su hermano.
Sobándose la nuca, Nando miró a su alrededor, pensativo.
—Pues viendo que no hay nadie y que nada indica que hayan llegado antes, o que vayan a hacerlo en breve... Esta es una buena zona.
Lucía ladeó la cabeza y lo miró sin entender, a la espera de una explicación.
—¡Aquí salen Acklays fijo! —exclamó con emoción, iniciando el Starsmon Go.
—¡Nando! —le reprochó su hermana con frustración, propinándole un impaciente pisotón al suelo—. ¿Te quieres tomar en serio esto? Que es importante...
El Jedi le dedicó una mirada de desgana.
—Tenemos que esperar a que lleguen. ¿Qué hacemos? ¿Nos miramos las caras? ¿Nos quedamos hablando como hermanos?
Los dos se mantuvieron la mirada en silencio, como imaginando la hipotética situación.
Ambos sintieron un escalofrío simultáneamente, reflejando en su rostro la expresión de disgusto del otro.
Se dieron la espalda y se fueron cada uno a puntas opuestas de la plataforma.
Las horas fueron pasando y la noche cayó.
—Maldito juego —masculló Nando irritado, pateando el aire—. Un porrón de horas aquí para atrapar un Acklay, y sólo he encontrado doscientas treinta y siete ratas womp...
De repente, llegó a sus oídos un chillido de Lucía.
Alarmado, guardó el dispositivo aún sin apagar. Empuñó el mango de su espada láser, y se agazapó entre las sombras, intentando ubicar la procedencia del grito.
Vislumbró a un reducido grupo de rodianos. Se trataban de dos especímenes adultos y uno más joven, probablemente de su misma edad. El más grande miraba a su alrededor con nerviosismo, mientras que los otros dos le observaban a él, como a la espera. Cuando pareció haberse cerciorado de que no había nadie en las inmediaciones, sacó un comunicador y empezó a hablar por él.
Era demasiado sospechoso...
Permaneció antento a sus movimientos, examinándolos a fondo. Se percató de que el de tamaño intermedio portaba un fardo de las dimensiones de una persona pequeña en sus brazos, totalmente cubierto por una tela.
Maldijo para sí. Los terroristas habían atrapado a su hermana.
Con un siseo que rasgó el monótono ruido de fondo de aerodeslizadores pasar a través de las calles de Coruscant, apareció la anaranjada hoja de la esperanza del sable de Nando.
El resplandor de su espada justiciera iluminó los atemorizados rostros de los villanos. Así como los vampiros huían de la luz del Sol, la valentía de los rodianos se evaporó al ser bañados por el fulgor de su estrella de la virtud.
—¡Deponed las armas, villanos! —les ordenó tras varias piruetas y florituras que acabaron con él amenazando con la punta de su sable a pocos centímetros del cuello del más grande.
Hubo un momento de silencio en el que nadie supo exactamente qué decir.
—... Sin Adrián no queda tan guay.
Ante la falta de la típica respuesta chulesca propia de un villano, los miró más detenidamente.
Vistos así, iluminados y lejos de la oscuridad reinante, los temblorosos rodianos no parecían tan amenazadores como los había imaginado.
—D-disculpe, se-señor Caballero... ¿P-podemos hacer a-algo por usted...? —preguntó entre nerviosos balbuceos el rodiano de tamaño intermedio, mientras apretaba contra sí el bulto que cargaba en sus brazos.
—¡Liberad a mi hermana, criminales, y sólo os llevaré a las autoridades en lugar de mataros! —le exigió sin dejarse engañar por su aspecto indefenso.
Los rodianos se miraron entre ellos. El más grande negó con la cabeza, y se giró hacia él de nuevo.
—Ha tenido que ha-haber algún error, señor... —intentó explicar.
Nando dio un paso al frente, haciéndole callar con una mirada autoritaria.
—No me dejaré engañar, ¡sé que la tenéis debajo de esas telas!  —insistió señalando el bulto.
Los rodianos compartieron una mirada entre ellos, cada vez más confundidos.
—Señor, si no es por engañarle... Pero este es nuestro pequeño Ne'chak.
El que lo cargaba destapó una puntita de la tela que envolvía el fardo, mostrándole el interior a Nando. Unos enormes ojos de bebé rodiano le devolvieron la mirada a través del pequeño agujero que habían abierto.
—¿Y el comunicador...? ¿No estabas informando a tus superiores? —preguntó cada vez más vacilante, perdiendo fuerza en la voz a cada palabra que pronunciaba.
—Estábamos... llamando a un aeorotaxi para volver a después de pasarnos el día de compras —contestó el más grande, mostrándole el mismo con el registro de llamadas en la pantalla.
—Pero... ¿Entonces no sois miembros de la Zarpa?
Los rodianos negaron con la cabeza.
—¿Y entonces... dónde está mi hermana?
Antes de que nadie pudiese reaccionar, un nuevo chillido se abrió paso hasta ellos.
Un trote apresurado se les aproximaba. Con presteza, Nando se colocó en guardia entre los rodianos y el ruido para proteger a la familia.
Vislumbró la pequeña forma de su hermana avanzar hacia ellos con toda la velocidad que le permitían sus cortas piernas. Cuando llegó hasta ellos, agotada, descansó las manos sobre sus rodillas y, doblándose sobre sí misma, trató de recuperar el aliento tras la carrera.
Nando aguardó, esperando a que apareciese aquello de lo que huía su hermana.
—Lucía, ¿qué ha...?
—¡MIRA!
Un repentino fogonazo de luz le deslumbró los ojos. Cuando por fin pudo enfocar la mirada, se dio cuenta de que se trataba de una holopantalla que su hermana le sostenía a la altura de la cara.
—¡He encontrado la cuenta de Cibergram del Canciller Supremo!
La niña empezó a mostrarles las fotos del Canciller Supremo, emocionada. Una tras otra, las veía, se reía y las enseñaba.
—¡Mira esta con Pau! ¡Se le ve tan feliz!
El Canciller seguía exactamente igual.
Al no recibir respuesta alguna, Lucía alzó la cabeza para encontrarse de lleno con cinco pares de ojo que la miraban callados, atónitos.
El aerotaxi que habían solicitado los rodianos tuvo el buen atino de llegar en ese preciso instante.
—Bueno, nosotros casi que... Nos vamos yendo, ¿eh? —se despidió el rodiano más grande, mientras que el resto de su familia y él retrocedían disimuladamente hacia el vehículo.
Sin darles tiempo a réplica, los rodianos se metieron a toda prisa en el aerotaxi. Lo último que supieron de ellos fue el apresurado "acelere, por favor" que llegó a sus oídos desde el interior del transporte.
Ambos los observaron perderse en la distancia.
Un relámpago rompió el pesado silencio que se había impuesto. Se giraron en dirección al sonido, y vieron cómo se comenzaba a formar el nacimiento de una tormenta eléctrica, que descargaba con una violencia cada vez más intensa toda la furia de su energía galvánica contra la torre del Canciller.
—Adrián y Noelia han tenido que fallar... —conjeturó Nando, contemplando impotente impactar un relámpago en la lejana torre.
—Tienen que estar en problemas —opinió Lucía, dedicándole a su hermano una mirada de preocupación—. Tenemos que ir a ayudarles.
Tiró de la manga de Nando para instarle a moverse. Él, que aún seguía observando la tormenta, se puso rígido de pronto.
—¡No hay tiempo! ¡Escondámonos ahí, vamos! —le apremió repentinamente. Lucía, aun sin entender por qué, lo siguió y se ocultaron de la vista en el lugar que su hermano había señalado.
—¿Por qué? ¿Qué has visto? —preguntó ella en un susurro alarmado.
Nando le pidió silencio mediante un gesto, señalando después un punto en el cielo. Lucía miró donde le había indicado, reparando por primera vez en la súbita aparición de una lanzadera aérea clase Sheathipede surcando el cañón de rascacielos, dirigiéndose rápidamente hacia la Torre de Control de Tráfico Aéreo. El atronador zumbido de los motores les retumbó en los huesos cuando la nave pasó a escasos metros de ellos, maniobrando para aterrizar en el muelle sudeste.
Una vez estacionada, los dos hermanos vieron abrirse la compuerta trasera de la lanzadera. Cuando se desplegó la rampa metálica que conectaba el suelo con la nave, de su interior surgieron dos mujeres twi'lek prácticamente clónicas en apariencia. Sus lekku verdes, los tentáculos que nacían de su cabeza, se balancearon a derecha e izquierda mientras analizaban la zona en busca de testigos. Una de ellas sacó un comunicador y se lo llevó a la boca.
—Vamos a por ellas, ¿no? —preguntó Lucía, asiendo el mango de su sable.
—Espera —la frenó Nando.
La mano de su hermano le impidió avanzar. Ella se giró hacia él, interrogante.
—A lo mejor están pidiendo un aerotaxi...
Lucía, que no había estado presente durante el estrambótico encuentro con la familia rodiana psicologícamente damnificada de por vida, boqueó confundida, perturbada por la inesperada explicación.
Cuando fue a pedir una aclaración, una maligna voz distorsionada emanó del comunicador de la alienígena.
—Mirad si hay alguien por los alrededores —dijo la metálica voz desprovista de emoción—. Si alguien se interpone en vuestro camino, matadlo.
Las twi'leks contestaron con un seco "Recibido". Echaron mano al interior de sus gabardinas de contrabandista corelliana y extrajeron cada una una pistola Bláster DL-22 de un compartimento oculto. Atentas a cualquier posible amenaza, avanzaron hacia la torre de control. 
Observándolas desde su escondite, la pequeña Jedi se volvió hacia su hermano.
—¿Ya? —preguntó Lucía en voz baja—. No tienen mucha pinta de estar esperando un aerotaxi...
El semblante serio de Nando la tomó por sorpresa.
—No. Espera un momento.
Lucía observó atentamente cómo el mayor buscaba algo bajo su manto. ¿Acaso estaría buscando un comunicador para pedir refuerzos? ¿Un granada fotónica para aturdirlas y atacarlas por sorpresa?
En un velocísimo movimiento, Nando se colocó las gafas de sol.
—Ahora estamos listos.
Los hermanos salieron de su escondite, acompañados del característico siseo de las espadas láser al activarse.
—¡Deteneos, villa...!
La frase murió en sus labios cuando un disparo bláster le pasó a pocos centímetros de la mejilla.
—¡Es una trampa! —gritaron hacia el interior de la nave las twi'lek.
Las alienígenas rodaron en direcciones opuestas para separarse en un acto reflejo claramente entrenado, al tiempo que descargaban disparos contra los Jedi. Nando y Lucía, por su parte, formaron una barrera bicolor con sus sables de luz. Cuando Lucía, menos diestra que su hermano mayor, dejaba una abertura en su defensa, éste interponía su sable para evitar que sufriese ningún impacto.
Mientras los Jedi se defendían, volvieron a abrirse las compuertas de la nave. Apareció una figura envuelta en anchos ropajes rojos de pies a cabeza. Las únicas pincelada de color ajena al carmesí en la indumentaria del que parecía ser la mente maestra tras el plan de las twi'lek, eran el visor del casco y la huella de gran felino sobre su pecho, ambos blancos como la lana virgen. Descendía por la rampa con andares deliberadamente pausados, dejando ondear tras de sí los amplios ropajes sanguinos.
Los padawan sintieron la devastadora perturbación en la Fuerza que fructuó tras su aparición. A cada paso que daba se hacía más patente la maestría en el uso del Lado Oscuro de la Fuerza. Su mera presencia influía en el estado anímico de las twi'lek, las cuales se enardecieron, hechizadas de ira y arrogancia.
En contra de todos lo que la Orden les había inculcado, y contagiándose por las pasiones proyectadas de su enemigo, se dejaron llevar a la deriva por las oscuras emociones que nacían en pleno fervor del combate, recorriéndoles las venas como lenguas de fuego.
Pareciendo satisfecho de momento con esto, el corrupto usuario de la Fuerza cesó su avance a mitad de rampa, y ladeó la cabeza en lo que parecía ser un gesto expectante.
Los hermanos se sintieron impotentes, fácilmente manipulados por el vasto poder de su rival. Les sobrepasaba ampliamente en poder.
Las twi'lek, aprovechando el empuje moral que su líder había ejercido sobre ellas, redoblaron esfuerzos y avanzaron hacia los Jedi sin dejar de disparar. Sabían que, antes o después, éstos cometerían un fallo en su férrea defensa, gracias al influjo del Lado Oscuro.
Nando y Lucía, sabedores de que su única oportunidad de éxito era evitar que el nuevo figurante se uniese a sus camaradas alienígenas, tenían que darse prisa en acabar con estas dos para poder aunar esfuerzos contra el rival carmesí.
Perlado de sudor por el esfuerzo, Nando sólamente vio una forma de conseguirlo ahora que estaba invadido por el lado oscuro.
—¡Lucía, cúbreme! —le ordenó, guardando su sable de luz.
Su hermana obedeció, y se colocó frente a él de una voltereta lateral, moviendo su sable como un abanico para desviar los disparos bláster de las twi'lek.
A través de sus gafas de sol, Nando concentró su mirada en una de sus enemigas. Estiró una mano abierta en su dirección mientras recurría a la Fuerza, llamándola desde donde moraba en su interior, para pedirle que derribase a la atacante.
Ella respondió con un latigazo de odio que le hizo cerrar la mano involuntariamente, provocando que lo que estaba planeado como un simple empujón se tornase en un feroz estrangulamiento.
Sorprendido, trató de romper el lazo con la Fuerza y soltar a la alienígena. Sin embargo, la Fuerza tenía otros planes. Nando fue incapaz de obviar los engatusadores susurros de gloria y poder que le prometía si daba un paso más.
Incapaz de resistirse a la tentación, levantó el otro brazo. E hizo lo mismo con la otra twi'lek.
Ambas alienígenas empezaron a elevarse en el aire, intentando zafarse a arañazos de unas manos invisibles que no les dejaban respirar.
—¡Nando, ¿qué haces?! —le gritó Lucía.
Su voz le llegó apagada, como a través de una barrera hecha de agua.
La figura escarlata pareció despertar de su ensueño contemplativo.
—Acaba con ellas —le dijo su voz robótica, distorsionada por el vocalizador del casco—. Déjate llevar por el Lado Oscuro y conviértete en mi aprendiz. Nando se sintió tentado a hacerlo. Tanto poder... Sentía tanto poder emanar de él...
—¡Nando, por favor! —le imploró su hermana—. ¡No te dejes corromper!
Las lágrimas brotaron de los ojos de la niña. La visión de su hermana llorando de impotencia, preocupada por él, tan distinta a la dinámica entre ellos a la que estaba acostumbrado, fue como un balde de agua fría que ahogó por completo el fuego de la ira incentivada por la presencia del encapuchado rojo como la sangre. Era como si hubiera creado un glitch en el intrincado sistema de control que había ejercido sobre él.
Se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Haciendo un último acopio de fuerza de voluntad, hizo chocar las cabezas de ambas alienígenas, dejándolas caer sin sentido al cortar su conexión con la Fuerza. Agotado por el esfuerzo, alzó un pulgar en señal de victoria hacia su hermana.
—He aprovechado el bug —susurró triunfal entre jadeos, reajustándose las gafas de sol.
Lucía le vio alzar el pulgar, le vio tratar de sonreír...
Le vio caer al suelo, inerte, derribado por el impacto de un rayo de Fuerza.
Se giró a tiempo de poder ver, también, al enigmático ser carmesí bajar el brazo.
—No interfiráis, dejadme esto a mí —le escuchó decir mientras terminaba de descender la rampa.
Ella interpuso la violácea hoja de su sable entre ambos, protegiendo el cuerpo inerte de su hermano, esperando el ataque de su enemigo.
Una vez ante ella, la voz metálica del misterioso contrincante se dirigió directamente a la Jedi:
—Qué decepción...
—¡De decepción nada! —le espetó, furibunda, luchando por controlar el temblor de su voz—. Ha luchado contra tu maligna influencia y la ha vencido.
—No, Lucía. Estoy decepcionado contigo.
La pequeña se sintió aturdida. ¿Cómo podía conocer su nombre?
—¿Cómo que estás decepcionado conmigo? ¿Qué sabes tú de mí? —le inquirió.
—Sé que si hubieras sido una buena alumna, no habrías llegado hasta aquí —le contestó.
Ella lo miró, atónita.
—¿Quién eres? —insistió continuando con el interrogatorio, molesta.
Los hombros de la figura se sacudieron levemente en una risa silenciosa.
—Tienes dos opciones, Lucía. Puedes quedarte ahí quieta, y dejarme llevar a cabo mi plan... O puedes venir hasta aquí y descubrirlo por ti misma.
Tras un breve minuto de tenso silencio en el que Lucía contempló con desconfianza la inexpresiva máscara de su enemigo, avanzó hasta él y saltó para poder alcanzarle en altura. A su caída, se llevó el casco con ella.
El rostro triste, decepcionado, de su Maestro, le miró desde arriba con auténtico dolor.
—Y una vez más me has vuelto a fallar...
Lucía retrocedió varios pasos hacia atrás, impresionada.
—Pero... ¿Cómo...? ¿Por qué...?
Jose negó dramáticamente con la cabeza.
—Has roto el Código, has ignorado mis enseñanzas, has... —la cara de su Maestro se contorsionó en un gesto de profundo asco—... hecho ejercicio.
Lucía cayó de rodillas al suelo, totalmente derrotada por el propio peso de sus pecados.
—No me había dado cuenta...
Su Maestro sacudió la cabeza con dolor, apretando su puño sobre el corazón, contrayendo las facciones con aflicción.
—Confiaba en que, aunque el Consejo te hubiera apartado de mí, no traicionarías mis enseñanzas... —confesó en un amargo susurro apenas audible. Apartó los ojos de ella, como para protegerse de aquella atroz imagen—. No puedo ni mirarte a la cara...
—Pero Maestro, yo... —trató de explicarse la pequeña, volviendo a incorporarse.
—Y aun a pesar de todo —la cortó alzando el tono, continuando su dramático soliloquio—, en mi sempiterna clemencia, te concedí una última oportunidad de redención, y tú... Has caminado hasta mí, pudiendo haberte quedado sin hacer nada.
Lucía se miró las manos, con los ojos desorbitados de pánico, intentando asimilar las verdades irrefutables de su Maestro.
—Soy un monstruo... —alcanzó a susurrar.
—En efecto —coincidió Jose, asintiendo con los ojos cerrados solemnemente, entrelazando con fuerza las manos a la altura de su estómago.
Súbitamente, Lucía levantó la cabeza.
—Pero... De lo que no se ha dado cuenta, Maestro... Es que haciendo yo algo, con mis acciones estaba evitando que usted hiciese algo.
Jose retrocedió varios pasos, agarrándose el pecho, como atravesado por la lanza de las declaraciones de su padawan.
—Pero... ¿¡Pero cómo osas darme lecciones a mí, que te he enseñado todo sobre la Vagología!? —bramó iracundo, escupiendo coléricamente cada palabra—. ¿¡Acaso te crees Dios!?
Cegado por la indignación, asió su sable de luz y lo activó. La dorada hoja emergió con un siseo amenazador. La morada de Lucía se hizo eco de la de su Maestro.
—Llegados a este punto, no me dejas elección... —fue lo último que le dijo antes de lanzarse al ataque.
Rápidamente, la estela de luz dorada desgarró el espacio entre ellos en apenas un segundo, chocando violentamente contra el de ella. Invirtieron las hojas, y volvieron a bloquearse mútuamente en un golpe bajo. Lucía hizo girar su sable para golpear con un barrido lateral que su Maestro apenas pudo detener colocando verticalmente su espada.
Se dieron un momento de respiro.
—Has aprendido mucho en todo este tiempo... —observó Jose.
—Aprendí del mejor —le contestó con una melancólica sonrisa.
Sin más, sus sables volvieron a encontrarse en una letal sintonía de entrechocar de energía.
_______________________________________________________________
El mundo era oscuridad.
Se hallaba arropado en una cuna de calma y quietud, muy lejos de lo real. Se encontraba a gusto tan lejos.
Una rítmica y constante perturbación se hizo camino a través de la oscuridad. Era un sonido que reconocía, pero de un tiempo lejano, como si de un recuerdo de otra vida se tratase...
Trató de ubicarlo en un contexto ya olvidado hacía mucho. Con gran esfuerzo, lo catalogó como el colisionar de dos espadas de luz enzarzadas en combate. ¿Dónde lo había escuchado por última vez? Trató de recordar con un empeño titánico.
Vio una niña. Parecía enfadada con él. Exageradamente enfadada. Vio el sable de luz morado que blandía una y otra vez sobre su cabeza, siendo bloqueado a duras penas por el suyo propio, mientras conducía con la otra mano...
Vio, también, una figura roja, imponente y amenazadora, que le lanzaba una descarga de energía con sus manos, haciéndole caer, dejando a la misma niña sola e indefensa frente a él.
Entonces la reconoció.
—¡Lucía! —exclamó recobrando la conciencia.
Desorientado, comenzó a incorporarse.
Y fue en ese preciso instante, localizando la fuente del ruido de combate, vio algo que jamás imaginó ver en toda su vida.
Contempló, boquiabierto, al Maestro Jose y a su propia hermana recostados cómodamente en el suelo mientras sus sables de luz combatían entre ellos en el aire, siendo controlados mediante la Fuerza.
—¿Pero qué...?
—¡Nando! —gritó de alegría Lucía.
—Sigue con vida... —susurró sorprendido el Maestro de su hermana.
Jose sacó un comunicador de un bolsillo en su cinturón.
—Tendremos que acabar con Andy en persona... —activó el comunicador pulsando un botón—. Llevad a cabo el plan B y cuidad de la Dama Oscura.
La lanzadera clase Sheathipede cerró las compuertas e inició el despegue.
—¡Nando, ve tras ellos! —escuchó a su hermana gritarle por encima del ruido de los motores.
—¡No podrás sola con él! —trató de convencerla.
Lucía le hizo un ademán para quitarle importancia.
—Estaré bien. Tú no puedes ayudarme con esto, no tienes suficientes vagoclorianos. Atrapa a la Dama Oscura y todo terminará.
Nando se puso en pie y, echando una última vista atrás, aceptó las palabras de su hermana y corrió hacia el aerodeslizador.
_______________________________________________________________
Tanto Lucía como Jose se encontraban terriblemente agotados por el esfuerzo de tratar de no hacer nada, buscando la máxima comodidad en la menor cantidad de movimientos posibles.
—Tenemos un poder muy similar... —resaltó complacido el Maestro—. He de felicitarte, Lucía. Me has arrastrado hasta el punto de tener que utilizar mi última técnica.
Lucía, a medio camino de cambiarse de postura a una más cómoda, tragó aire con sorpresa.
—No quería llegar a esto, ya que es un arma de doble filo y probablemente ambos acabemos muertos... Pero no tengo alternativa.
La padawan, desesperada, negó fervientemente con la cabeza.
—¡Maestro, no...! —le imploró.
—Esto lo decidirá todo. Fue un placer tenerte como alumna —se despidió él, melancólico.
Jose le dedicó una última sonrisa agridulce, esa que se dedica cuando tienes la certeza de que vas a morir por una causa noble, defendiendo tus ideales.
—Técnica secreta... —empezó a decir con un temblor apoderándose de su voz.
Con un perezoso movimiento de pies, se descalzó.
—... ¡DESCALCE INFERNAL! —gritó aumentando su comodidad a niveles no registrados en ninguna persona a lo largo de la historia de la Galaxia.
Una onda expansiva de vagopoder arrolló a Lucía, haciéndola desaparecer tras una cortina de humo y gravilla.
—Vagueaste con valor... —dijo Jose, resollando por el esfuerzo, intentando recuperar el aliento.
_______________________________________________________________
Todo había quedado en silencio.
Se regaló unos segundos para lamentar la pérdida de su discípula...
... Segundos que fueron rotos por una risilla.
—Lo lamento, Maestro —le llegó a través del humo y el polvo que aún danzaba alrededor del lugar.
Jose se atragantó, sintiendo el miedo corroerle por primera vez desde que se inició el combate.
—Hay algo que aún no le había contado...
El humo se disipó, mostrando a Lucía ilesa, aún en la misma postura en la que había recibido el impacto del Descalce Infernal.
—No es posible... —musitó Jose, negándose a aceptar lo que acababa de acontecer ante sus ojos.
La mirada de su pupila se endureció, y una amplia sonrisa de autoconfianza le surcó la cara de oreja a oreja.
—Estaba vagueando por debajo de mis posibilidades.
El pánico le oprimió el pecho, obligándole a arrastrar su cuerpo de espaldas en el suelo.
—Técnica secreta... —empezó Lucía, despertando todo el vagopoder que dormitaba oculto en su interior.
Jose se puso en pie, tratando de escapar del letal área de efecto.
—... ¡¡MANTITA!!
Lucía se cubrió completamente con su mantita gris.
El comfort generado por el ataque le impactó de lleno a su Maestro, haciéndole caer en un profundo sueño instantáneamente.
Agotada, Lucía se sumió también en el soporífero abrazo de la victoria.
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bruixagalactica · 7 years
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IV
La luz mortecina del Sol menguaba a su espalda mientras sorteaban los vehículos de la ruta de vuelo más directa que los acercaba a la Torre de Control de Clima. En una ocasión, Noelia tuvo que dar un volantazo para evitar colisionar con un dug que se había saltado un semáforo en un cruce.
El alien, no contento con casi haber provocado un terrible accidente, la insultó echándole las culpas, mientras hacía gestos obscenos con la mano en su dirección.
—¿Has visto eso, Adrián? —le preguntó, tras reincorporarse en su carril—. Por poco hace que nos matemos, y encima me echa las culpas. Esta ciudad está como loca...
Noelia miró por el retrovisor al no obtener respuesta. Se lo encontró pegado al cristal de la ventanilla trasera, devolviéndole los gestos al alienígena con aspavientos exagerados, aunque ya hacía tiempo que se había perdido en la distancia.
—¡Adrián...! No imites el comportamiento de ese dug, no es propio de un Jedi —le riñó.
El niño paró y la miró por encima del hombro con las facciones torcidas en una mueca de confusión.
—Noelia, no estaba imitando al dug. Esto lo aprendí de la Maestra Maika.
Se mantuvieron la mirada a través del reflejo del retrovisor. Noelia fue la primera en romper el contacto visual, incapaz de argumentar nada en contra.
Al poco, salieron de la avenida principal en la que se encontraban, y se internaron por una calle a su izquierda que daba a parar a la abovedada torre. Se encontraba emplazada sobre una plataforma que se encontraba anexa a un inmenso rascacielos. Por la zona, tan sólo podía aterrizarse el aerodeslizador en el helipuerto de la azotea del colosal edificio.
—Bien, descenderemos ahí —comentó distraída.
—¿Y si damos una vuelta por la torre con el aerodeslizador? Así vemos si hay algo raro antes de acercarnos —sugirió Adrián, deslizándose de nuevo al asiento del copiloto.
—Pues también es buena idea, así podríamos ver distintas posibles rutas de asalto de los terroristas —coincidió su hermana, poniendo rumbo a la torre.
Tras completar la primera vuelta a la torre, se fijaron en que habían dos puntos vulnerables de entrada a la estructura blanca como el marfil.
La primera y más obvia, era la puerta principal a la que se accedía mediante un turboascensor en la base. Un pequeño contingente podía acercarse rápida y discretamente disfrazados como operarios, al igual que ocurrió en la plaza del Senado, y sin levantar la más mínima sospecha, colarse en la torre y hackear el sistema de Control de Clima.
La otra, era el techo de la cúpula de transpariacero. Según especularon, un grupo más numeroso podía descolgarse mediante cables de una lanzadera o carguero ligero al techo, y desde él, entrar por la esclusa al interior de la torre de control y hacer lo propio.
Noelia decidió dar una segunda pasada algo más cerca de la estructura, por si algo se les había escapado.
En esta ocasión, al pasar cerca de los ventanales, vieron a dos operarios trabajando que, a su paso, levantaron la vista y les saludaron amigablemente con la mano. Cuando Adrián les devolvió el saludo, volvieron a su trabajo sin prestarles mayor atención.
Satisfechos con su segunda barrida, aterrizaron en la azotea del rascacielos y descapotaron el vehículo para sentir el "fresco" aire reciclado, creado por los generadores atmosféricos artificiales del planeta.
—Nando, acabamos de aterrizar frente a la torre —informó la padawan mediante el comunicador del aerodeslizador.
—Qué cracks que somos —fue su respuesta.
—Pero si nosotros vamos a otro sitio... —les llegó por parte de Lucía.
—Dabeo y corto —se despidió cerrando comunicaciones el Jedi rubio.
Tanto Noelia como Adrián rieron tras comprobar que los otros dos no podían oírles.
Los hermanos bajaron y se acercaron al borde, para tener a la vista su objetivo y planificar.
—A mi parecer, sólo hay dos posibles puntos de acceso —discurrió Noelia, apoyándose en la barandilla—. El turboscensor, o la esclusa superior. —Yo también he pensado lo mismo —coincidió Adrián.
—Lo más probable es que utilicen el turboascensor, teniendo en cuenta todos los patrones y tácticas a los que parecen habituados, es el plan que menor riesgo conlleva —caviló la mayor—. Es rápido, es discreto y no supone un alto peligro para los terroristas —enumeró con los dedos de una mano—; simplemente tendrían que utilizar el mismo truco que ya usó el trandoshano en la plaza del Senado, y tendrían todo hecho —volvió a apoyar los brazos en la barandilla—. Si nos apostamos los dos escondidos en la zona baja de la torre cerca del turboascensor, podremos impedirles que lleguen hasta el centro de control... —masculló empezando a tamborilear con las uñas sobre la baranda de duracero.
—Noelia, yo creo que...
—Pero claro, eso dejaría la zona alta desprotegida —continuó alzando un dedo, pidiéndole silencio sin hacerle caso—. Desde allí, podrían utilizar a muchísimos más hombres, porque podrían llegar con una lanzadera, o incluso más, y descender con cuerdas hasta el techo de la cúpula de control, forzar la esclusa y entrar directamente —desarrolló trazando con el mismo dedo el recorrido imaginario que, desde su perspectiva, harían los terroristas—. Si estuviésemos allí arriba, podríamos interceptarlos y evitar con nuestra destreza y habilidad que se acercasen lo bastante como para descolgarse, o incluso rechazar a los enemigos que lo consiguiesen —acabó mesándose la barbilla, pensativa.
—Pero Noelia, podríamos...
—Aunque claro, si nos decidiéramos por cualquiera de los dos y hacen el otro, ¡habríamos fracasado completamente! —exclamó mientras repiqueteaba distraídamente sobre el pómulo con su dedo predilecto, al parecer—.  En ese caso, tendríamos que dividirnos y que cada uno protegiese una de las entradas...
—Noelia, se ha...
—Pero si hacemos eso y algo te pasa, mamá y papá me matan a mí... —susurró ella para sí misma, cubriéndose la boca con la mano.
—¡Noelia! —le gritó finalmente Adrián.
—¿Qué?
—Que ya es de noche. ¿Y si los esperamos dentro de la sala de control, que es donde al fin y al cabo van a acabar llegando?
Noelia arrugó la frente y, confundida, parpadeó un par de veces.
Por primera vez en lo que parecían horas de ensoñación, se fijó en su entorno. La noche había caído ya en este sector del planeta ciudad. Los aerodeslizadores, sólo apreciables por el brillo que emitían sus faros, eran apenas borrones en un océano caleidoscópico de luces de neón provinientes de las aerovallas publicitarias.
Noelia asintió mecánicamente, abrumada todavía por la bofetada que la realidad le había dado; se dejó llevar por los impacientes tirones de su hermano que la conducían hasta el turboascensor del edificio de oficinas en el que se encontraban.
—No sé para qué me esfuerzo... —se lamentó cabizbaja, arrastrando los pies con desazón.
Una vez fuera del rascacielos, en la plataforma principal, les azotó en la cara el empalagoso aire mal reciclado, sutilmente enviciado de vapores expelidos por los motores de inyección de los millones de vehículos que surcaban los cielos de Coruscant.
Arrugando la nariz, cruzaron el puente de unión entre ambas plataformas gravitatorias, y llegaron hasta la base de la Torre de Control Climático. Allí, sobre el turboascensor, los recibió un panel de control con una pantalla holográfica en la que rezaba un conciso "Contraseña" parpadeante sobre un teclado.
—Déjame, Noelia —dijo el chiquillo, adelantándose un par de pasos a la vez que se crujía los dedos, colocándose frente al holopanel intermitente—. Esto lo hackeo antes de decir supercalifragilisticoespialidosoesternocleidomastoidítico.
Adrián sacó la holoDS y le conectó un cable, buscando dónde enchufar el otro extremo en el panel.
Noelia, poniendo los ojos en blanco, se preguntó cuántos usos más tenía ese dichoso aparato.
—Adrián, el Canciller Supremo nos dio los códigos de acceso  —le dijo.
El aludido se detuvo al instante, y permaneció congelado en esa pose durante un par de segundos.
De espaldas a ella, se guardó la holoDS de nuevo lentamente, se dio la vuelta y dijo con tono digno:
—Ya lo sabía, era para darle emoción, ¿vale?
Noelia esperó a que se volviese a girar para sonreír, divertida, observándole introducir el código facilitado por el fosh.
Tras un pitido que confirmaba la correcta introducción del código, se desbloquearon las puertas del turboascensor, y pudieron entrar en él. Cuando se cerraron a sus espaldas, comenzó a elevarse sin emitir un solo ruido.
De pronto, notaron un temblor que sacudió el interior de toda la estructura.
Sin pensar en lo que hacía, Noelia se lanzó sobre su hermano para cubrirlo con su cuerpo, temerosa de que algo pudiese caerle encima.
Cuando hubo cesado el zarandeo, Adrián la separó delicadamente para recuperar su dignidad de Caballero Jedi.
—¿Qué ha podido ser eso? —preguntó Adrián, mientras dejaba que Noelia le ayudase a incorporarse.
—No lo sé, Adrián, pero ha tenido que ser algo grave —le contestó ella tras soltarle la mano—. Si hubiese sido un movimiento propio de la plataforma gravitatoria, los compensadores del turboascensor no nos hubieran permitido percatarnos de él.
—Entonces seguro que está pasando algo arriba —puntualizó el chiquillo. Poco tiempo de ascensión después, las puertas del turboascensor se abrieron.
Dieron a parar a un pequeño vestíbulo acristalado. A través de las ventanas, podía verse todo el sector de la ciudad como un paisaje. La belleza de la nívea jungla de macroedificios kilométricos y fluorescentes luces artificiales, engullida por un mar de espesas tinieblas, quedaba estropeada por los negros nubarrones que comenzaban a formarse, cerniéndose amenazadoramente alrededor de la torre del Canciller. Podían apreciarse las primeras ondas luminosas dejadas por los débiles destellos de una neonata tormenta eléctrica.
Noelia maldijo por lo bajo. Si no hubiese tardado tanto en elucubrar un plan...
—La Zarpa tiene que haber manipulado ya el control climático —señaló Adrián, observando cómo los rayos eran cada vez más frecuentes y potentes.
Noelia no contestó.
Sintiendo la frustración apoderarse de su mente, descargó un puñetazo contra la plancha de transpariacero.
—Noelia...
Aún con el puño contra el cristal, la joven Jedi se aisló de cuanto la rodeaba.
Se dejó poco a poco hundir en la autocompasión, sintiéndose inútil.
¿Cuántas veces le había dicho su Maestra que el camino del Jedi se lo tenía que dictar la Fuerza, dejarse llevar por sus instintos en lugar de pensar y controlar?
Adrián intentó decirle algo, pero no le prestó atención.
«Sé que es difícil, porque tanto tú como yo somos más de pensar que de actuar, pero debes dejar que la Fuerza te dirija cuando no sepas cómo continuar. Ella te guiará».
Cerró los ojos para luchar contra un par de lágrimas traicioneras que amenazaban con salir. Se concentró en el frío vidrio pegado a su piel y poco a poco consiguió volver a su estado neutro.
No era momento de lamentarse. Era momento de actuar.
—Vamos, Adrián, tenemos que darnos prisa...
Al girarse, el niño ya no estaba.
_______________________________________________________________
Adrián se había adelantado a su hermana por el vestíbulo, hasta toparse con una puerta de duracero. La abrió, y dio a un pasillo que se extendía tanto a derecha como a izquierda. Frente a él, encontró un cartel que señalizaba dónde daban a parar. El de la izquierda parecía ser que daba acceso a la azotea, mientras que el de la derecha estaba señalizado como sala de control. Avanzó sigilosamente por su diestra.
Conforme se acercaba, empezó a escuchar las voces y ajetreo de la gente en su interior. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, echó un vistazo. En el interior habían cinco personas que habían reducido y amordazado a los dos técnicos. Uno de los terroristas se encontraba tecleando en el panel principal, ajeno a los otros cuatro, que parecían divertirse metiéndose con los rehenes.
—No os esperabais eso, ¿verdad? —se mofaba uno.
—Apuesto a que cuando os despertasteis esta mañana, ninguno os esperabais ver a un aerocamión chocarse contra vuestra oficina —se rió un segundo.
En ese momento, Adrián se fijó en que al fondo de la sala, empotrado a través de la cristalera, había un aerocamión. Los terroristas habían alunizado directamente en la sala de control, en vez de usar un método más sutil.
—¿Qué te queda, Yuzhang? —voceó un tercero.
—Casi nada —contestó el hombre que tecleaba—. Unos ajustes y podremos irnos.
—Pues venga, date prisa. La jefa estará impacientándose en el camión.
Al niño le dio un vuelco el estómago desde su escondite. ¿La jefa? Bien podía ser la famosa Dama Oscura, líder de la organización Zarpa. Tenía que detenerlos si había una oportunidad de atraparla.
Armándose de valor, aferró la corta empuñadura de su espada de luz, y la activó con un sonoro siseo, haciendo que el pasillo en el que estaba escondido gracias a la oscuridad se tornase rojo como el color de su hoja.
—¡Nos han descubierto! —gritó el cuarto mientras disparaba hacia el pasillo y buscaba cobertura—. ¡Acaba de una vez, Yuzhang!
Los enemigos tomaron posiciones al tiempo que disparaban sin descanso sobre el pequeño Jedi. Adrián tuvo que recurrir a la Fuerza para aumentar sus reflejos y velocidad, logrando desviar a duras penas los proyectiles de las carabinas Bláster. Se lanzó sobre el primer enemigo que tuvo al alcance, y lo derribó de un feroz golpe que le impactó en las piernas.
Los miembros de la Zarpa siguieron descargando disparos contra él, pero los evitó parapetándose tras un ordenador. Tenía que llegar hasta el hombre que tecleaba antes de que terminase su trabajo.
Haciéndose uso de la Fuerza nuevamente, empujó al enemigo que había derribado contra otro de sus colegas, haciendo que se golpeasen la cabeza y quedasen inconscientes.
—¡Jerek, flanquéalo! ¡Esa rata tramposa no podrá defenderse de dos puntos opuestos!
El aludido avanzó para tomarle desprevenido. Adrián aprovechó el momento en que se alejó de la cobertura para rodar por el suelo hasta él, y propinarle una estocada que le dio de lleno.
El último combatiente que quedaba, enfadado, vació el fuego automático de la carabina contra él. Adrián utilizó a su compañero a modo de pantalla protectora, hasta que no le quedó munición a su enemigo. Lo atrajo hacia sí, y lo dejó fuera de combate de un tremendo golpe en el aire.
Habiéndose quitado de en medio a los cuatro terroristas armados, se giró hacia el informático. De pronto, sintió un impacto que le hizo estremecerse, al tiempo que una corriente eléctrica le tensaba todos los músculos de su cuerpo y le hacía caer al suelo, incapaz de defenderse.
—Deberías de cerciorarte de que el enemigo que dejas a tu espalda está realmente indefenso antes de hacerlo —dijo el informático, mientras se acercaba y enfundaba de nuevo la pistola táser—. No deberías haber venido aquí solo, niño. Es una lástima que tengas que morir.
Carente de emoción, el terrorista desenvainó un vibrocuchillo de monofilamento y se lo quedó mirando. Invirtió el filo, alzando la mano en el aire, y le mantuvo el contacto visual a modo de disculpa.
Sin que nadie lo esperase, un haz de pura luz blanca rompió la oscuridad de la sala de mando, golpeándole por la espalda y derribándolo en el acto.
—Y tú deberías comprobar que realmente está solo —dijo Noelia, pasándole por encima, replegando la hoja de su sable de luz antes de tenderle la mano a su hermano.
El chiquillo la aceptó y se ayudó de ella para incorporarse. Noelia le abrazó, como si quisiera pedirle perdón por dejarle solo.
Un potentísimo relámpago rompió el mágico momento. La tormenta era cada vez más fuerte conforme iba pasando el tiempo.
—No tenemos tiempo para esto, Noelia —le dijo el chiquillo, con el rostro hundido en el pelo de su hermana—. Hay que parar la tormenta.
Entonces, una figura femenina salió del aerocamión. Vestía ropajes negros como la noche que ondeaban al son de sus pasos, lentos e inexorables como el devenir de la muerte. Su rostro permanecía oculto gracias a la capucha y la máscara que portaba.
Los chiquillos se quedaron aterrorizados. Emanaba un poder inconmesurable.
—La Dama Oscura... —se le escapó en un susurro trémulo a Adrián. Noelia saltó con la mirada de su hermano a su enemiga.
La figura se rió sin contestar.
Un tenso silencio se adueñó de la sala.
—Adrián, libera a los técnicos y desactiva la tormenta. Yo te conseguiré tiempo —lo rompió Noelia, avanzando hacia la encapuchada.
—Pero Noelia, no podrás tú so...
—¡No me discutas por una vez y haz lo que te digo! —le cortó.
Su hermano pequeño se quedó congelado durante un momento por el tono imperativo que ella había utilizado, pero acto seguido fue a cumplir con lo que le habían dicho.
_______________________________________________________________
La enmascarada la observó acercarse con paso tambaleante.
—¿Por qué hacéis esto? —le preguntó la Jedi.
La encapuchada se encogió de hombros.
—¿Por qué vuela el pájaro? ¿Por qué nada el pez? ¿Por qué el Spamano es la peor ship que ha existido jamás? —divagó la voz distorsionada de la figura—. Así como todo lo anterior es irrefutable e intrínseco en sí mismo, nuestras acciones son parte de nuestra naturaleza.
Algo dentro de la mente de Noelia hizo conexión. Esas profundas palabras filosóficas fusionadas con esos símiles inentendibles, esa habilidad de echar por tierra todo lo que le gustaba...
Se le ocurrió algo para comprobarlo.
—¿Quién eres? Enséñame tu rostro, ¡te lo ordeno! —profirió a pleno pulmón, haciendo que su ojo izquierdo brillase con fulgor púrpura.
Tras un momento de consternación que pareció eterno, la encapuchada se quitó la máscara vocalizadora y la tiró al suelo.
—... ¿Qué haces? —le preguntó el confundido rostro de su Maestra.
—¡Si hubieras visto Force Geass lo pillarías! —le recriminó la aprendiz. Maika soltó un bufido.
—¡Tenía una escena súper dramática para mostrar mi identidad! ¿Por qué nunca me dejas ser guay?
Noelia tragó saliva para apartar el dolor que atenazaba su corazón.
—Maestra, ¿eres tú la Dama Oscura?
Maika río por la nariz, negando con la cabeza.
—¿La Dama Oscura? Por supuesto que no...
Noelia dejó escapar en ese momento todo el aire que, inconscientemente, había retenido en su pecho de puro nerviosismo, relajando su postura.
Conteniendo las ganas de reír de alivio, se sintió ridícula por haber pensado algo tan inverosímil como que su Maestra podría haberlos traicionado. Siempre le habían dicho que tenía una imaginación muy vivaz.
La luz de un distante relámpago le desveló la sonrisa de media luna y los ojos fijos, depredadores, de su Maestra bajo las sombras de su capucha.
—... Yo no tengo ni una ínfima parte de su poder.
A la padawan se le heló el corazón en el pecho.
No.
—Bueno, pues entonces... Ayudemos a Adrián —su voz era como un arbolillo de madera aún tierna que lucha desesperadamente por no dejarse arrancar de sus raíces por un huracán, temblorosa y firme a la vez.
Se negaba a aceptar la realidad.
La expresión muerta de su Maestra fue la ráfaga de viento final que consiguió partir su tronco.
Tragó saliva para darse fuerzas a continuar.
—Por favor, ¿podemos volver juntas al Templo? —a estas alturas, era más ruego que una petición.
Maika negó con la cabeza.
Todo pareció tornarse blanco y negro.
Tumblr media
*Sin entender por qué todo a tu alrededor se ha vuelto repentinamente monocromático, ases con fuerza la empuñadura de tu sable de luz hasta que los nudillos se te vuelven blancos.
*Sientes sangrar la palma de tus manos cuando las teclas decorativas del mango en forma de clarinete se te hunden en la carne al ejercer tanta presión.
—Maestra Maika... Tú me enseñaste a ser la Jedi que soy en día, me enseñaste todos los caminos, todos los secretos... Undertooine, Kurotwi'lek, Madoka Mandaloriana...
*Tu Maestra parecer sopesarlo, apartando la mirada.
*Ves un rayo de esperanza.
—Alguien que me ha enseñado tanto no puede ser maligna. Estoy segura de que esto es como cuando Boba Es'neip aceptó eliminar a Dumble Solo por órdenes de Nagini la Hutt. Al final se descubrió que era un agente doble y...
*Tu Maestra vuelve a clavar sus ojos en ti.
—Y... Y resulta que es bueno, y...
*Maika empuña el mango de su sable y lo apunta directo hacia a ti.
*El emblema de la Zarpa destaca en la oscuridad en su túnica.
*Ahogas un grito y activas tu sable blanco.
*Tu Maestra te habla pausadamente.
—Hace un terrible día ahí fuera. La tormenta relampaguea, la Dama Oscura está a un paso de la gloria...
Tumblr media
*Tu senpai Maestra activa su sable negro como la noche.
*Maika carga en silencio contra ti a una velocidad vertiginosa. Utilizas tu nívea hoja para desviar el choque brutal de su sable de sombras, y das un paso atrás.
*Tu antagonista te sigue, descargando un sinfín de golpes certeros y habilidosos, obligándote a retroceder.
*A duras penas puedes defenderte. Ella mantiene la calma. Es fríamente analítica en sus movimientos.
*Parece estar midiendo tu habilidad, a la espera de ver flaquear tu determinación.
—¿Por qué haces esto, Maestra? —le preguntas, eludiendo un nuevo golpe— ¿Por qué este cambio de actitud repentino?
*Hay un súbito alto en la danza mortal que efectuáis. Tu Maestra te mira, desconcertada.
—Noelia... —Maika mueve su sable frente a tu rostro con incredulidad— Es... negro. Mi sable es negro, ¿de verdad te sorprende?
*Durante unos segundos todo se queda en silencio.
*Tiene sentido.
*Tomas aliento y recapacitas sobre la situación. Sabes que no podrás vencerla mientras se mantenga en ese estado de calma. No tienes suficiente habilidad.
*De pronto, una idea te surge.
—¡Romano es el mejor personaje de Startalia!
*La cara de tu Maestra se descompone de furia, y se abalanza contra ti, profiriendo un grito impregnado de la fuerza del Lado Oscuro nacida de lo más profundo de su odio.
*Su asalto salvaje ya no busca esperar tu fallo. Lo quiere forzar.
*Clamas por ayuda...
*... Pero nadie vino.
*Apenas incapaz de defenderte, te obliga retroceder hasta unos holovisualizadores. El impacto de un ataque especialmente fuerte te hace trastabillar, perdiendo el equilibrio. Desde el suelo, ves que el impulso de tu Maestra la obliga a continuar el golpe, hundiendo profundamente su arma en el panel de control.
*Antes de que pueda sacarlo, te levantas con un sablazo ascendente dirigido a sus manos. La obligas a soltar el arma para evitar perderlas. En su lugar, impactas en el mango de su espada, y la partes de un tajo.
*Está indefensa.
—Se acabó, Cerdo-senpai-sensei —dices desactivando tu propio sable, jadeando por el esfuerzo del combate.
*El rostro de tu Maestra se halla cubierto por el sudario de sombras proyectado por su capucha.
—Te he derrotado —continúas, esperanzada, dando un paso titubueante hacia ella—. Volvamos al Templo.
*Hay un latido de silencio.
—¿Volver...?
*Su voz te suena pequeña, perdida en la oscuridad. Asientes, dando otro paso.
*Extiendes una mano hacia ella.
—Sí, juntas. Deja que yo me encargue de todo.
*Avanzas con creciente determinación.
—Qué curioso.
*Las palabras de tu Maestra te hacen pararte en seco.
*Sus hombros se sacuden levemente en silencio.
—Creo que ha habido un malentendido...
*La miras sin entender a qué se refiere.
*Ahora es el turno de tu Maestra a dar un paso al frente. Lo que ves cuando las sombras se desprenden de su rostro te hiela la sangre.
*Sus facciones están desfiguradas, difícilmente reconocibles como humanas en una máscara perpetua de pura maldad. Está totalmente corrompida por el Lado Oscuro.
—... ¿Desde cuándo eres tú la que tiene el control?
*Sin darte tiempo a reaccionar, desenvaina un vibrocuchillo oculto en su cinto, y su risa cruel le acompaña durante su carga contra ti, sesgando el aire.
*Recurres a la Fuerza, empujándola en la dirección contraria, haciéndola caer sobre el frío duraacero.
—Vas a tener que esforzarte un poco más que eso, senpai.
*Ella clava su arma en el suelo, valiéndose de ella para frenar tu empuje, dejando un surco a su paso. Cuando se detiene, alza la cara aún arrodillada en el suelo, y te dedica una maquiavélica sonrisa antes de volver a lanzarse contra ti.
*Sin dejarte otra opción, haces acopio de todo tu poder.
*La detienes en seco con la Fuerza.
*La elevas en el aire.
*La haces chocar y rebotar decenas de veces mediante tus poderes contra todas las superficies a tu alcance, hasta que la dejas aturdida y laxa como una muñeca de trapo, obligándola a soltar el arma, olvidada en algún punto del vapuleo.
*Sin apenas ser consciente de dónde está, tu Maestra intenta incorporarse, tan sólo consiguiendo quedar arrodillada frente a ti.
*Te sientes indecisa.
Tumblr media
*...
*...
*...
*Tomas una decisión.
*Con determinación, te acercas a tu enemiga.
*Te arrodillas frente a ella con tu sable en la mano.
—Hazlo —te dice esperando el golpe de gracia.
*Para su sorpresa, arrojas lejos tu arma y la abrazas.
*Notas cómo se tensa en tus brazos.
—Volvamos al Templo... —susurras dibujando una tímida sonrisa.
*Tu Maestra se rinde y asiente en silencio, ocultando su cara en tu hombro.
— Te perdono... si vemos Force Geass.
*...
*Tu Maestra te empuja y huye en su aerocamión.
_______________________________________________________________
—¡Por fin! —se escuchó el grito triunfal de Adrián.
Noelia, boquiabierta, contemplando atónita cómo se perdía en la distancia el vehículo de su Maestra, no escuchó la celebración de su hermano.
El chiquillo se acercó y le tocó el hombro, sacándola de su ensimismamiento.
—Noelia, he conseguido eliminar la alteración en el sistema de control climático —explicó—. La tormenta debería desaparecer en breve.
La mayor asintió, aún sin poder articular palabra.
Como había vaticinado el pequeño, los oscuros nubarrones poco a poco se fueron disipando, dejando entrever los primeros rayos de sol de la mañana. A plena luz, los estragos causados por la tormenta se volvieron evidentes. Los relámpagos habían llegado a abrir boquetes en la torre del Canciller, e incluso habían inutilizado una de las tribunas elevadas por propulsores de la plaza.
—Misión cumplida, entonces —sentenció la Jedi al tiempo que se incorporaba—. Volvamos a la Torre del Senado. Nando y Lucía tienen que estar ya allí. Tenemos que proteger al Canciller Supremo Andy durante su discurso.
Se fijó en que su hermano se quedaba oteando algo en el horizonte.
Le siguió la mirada, y entonces se dio cuenta.
—¡Deprisa, Adrián! —le apremió mientras le cogía de la mano.
Los dos comenzaron a correr.
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bruixagalactica · 7 years
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III
Los jóvenes siguieron a Pau el fosh, atravesando salas de estar y pasillos, uno tras otro sin que pareciese que tuviese un fin. Cientos de representantes diplomáticos de todas las culturas y razas de la Galaxia se los quedaban mirando, provocando a su paso un murmullo de voces e idiomas dispares y revueltos.
Noelia se encogió sobre sí misma,  ajustando la capucha para esconderse de las miradas curiosas que los embajadores dedicaban al grupo. Echando un rápido vistazo sobre sus compañeros, se fijó en que el andar bravucón de su primo Nando era ligeramente vacilante, intentando autoconvencerse de una seguridad que no sentía.
Sonriendo para sí misma, se dio cuenta de que no eran tan distintos; sólo idénticamente opuestos.
Por su parte, Adrián miraba hacia todas partes con tímida curiosidad sin separarse de ella. Era la primera vez que se veía rodeado de gentes tan diferentes a él. En radical contraste, Lucía sonreía y saludaba a todos los que se cruzaba en su camino y les preguntaba con descaro cosas que le llamaban la atención de su peculiar apariencia.
Entraron en un turboascensor y comenzaron a ascender dentro de la vaina de duracero y transpariacero. A través de las pulidas planchas del metal transparente, tenían una vista privilegiada de todo el sector nobiliario de Coruscant bañado por la luz anaranjada del atardecer programado por el Centro de Control Climático.
Cuando pararon en lo más alto de la torre, salieron del elevador y dieron a un largo pasillo acristalado sin más puertas que unas dobles al final del mismo, custodiadas por dos inmensas armaduras, complementadas con capas y penachos azules, a ambos lados que cruzaban sus picas de fuerza. Al reconocer al consejero Pau, se apresuraron a separar las lanzas para permitirles el paso.
Sin detenerse, el fosh cruzó la línea imaginaria de seguridad que delimitaban los dos guardias, y avanzó con determinación hacia el despacho del Canciller Supremo.
Cuando fue el turno de los padawan para cruzar junto a la guardia senatorial, Lucía se detuvo en seco, ahogó un grito de asombro y señaló directamente al interior de los cascos.
—¡Son perros!
Su hermano y primos se fijaron entonces en ellos.
Efectivamente, las armaduras estaban vestidas por dos perros que los observaban con expresión bobalicona mientras jadeaban con la lengua fuera.
—Se equivoca, señorita  —la corrigió educadamente el fosh de plumas turquesa, deteniéndose en su marcha hacia la puerta tras oírla—. Se tratan de la Guardia de Honor Republicana, los Greater Dog. Son escogidos de entre los más inteligentes y fieros, soldados del planeta natal del Canciller Supremo Andy, para ingresar en una de las academias más presti...
—Consejero Pau, no se moleste —le cortó Nando con deje cansado—. Hace rato que no le está escuchando.
Ambos Greater Dogs habían saltado del interior de su armadura, la cual se había quedado vacía y estática en pose de guardia, y estaban totalmente embobados, cubriéndole de babas la cara a Lucía, quien se disolvía en risas de gozo y ternura.
Noelia no daba crédito a lo que veían sus ojos. Las situaciones eran cada vez más absurdas, y sentía que su cordura la abandonaba.
Al rato, volvieron a saltar dentro de sus uniformes, mientras la chiquilla se limpiaba la carita con la manga de la túnica, dejando escapar unas últimas risillas rezagadas que le burbujeaban de la garganta sin control.
De pronto, se quedó paralizada. Pensativa.
Salió corriendo como una exhalación directa hacia las dobles puertas, sin darle tiempo a reaccionar a nadie. Para cuando la siguieron, la joven ya había irrumpido dentro del despacho.
—¡¡¡ES UN PERRO!!! —exclamó a pleno pulmón, haciendo vibrar hasta el suelo bajo sus pies.
Mientras todos avanzaban para alcanzar a Lucía, las piernas de Noelia parecían haber perdido toda motivación... al igual que la razón y la cordura habían abandonado a esta historia. ¿De verdad? ¿De todas las absurdas teorías que habían elucubrado, esta era la real? Empezaba a sentirse como un personaje encerrado en un cutre relato de ciencia ficción escrito por dos mentes ridículamente atrofiadas y enajenadas.
La escena que les recibió al entrar en la sala fue la de Lucía acariciándole la cabeza al, efectivamente, diminuto Canciller perruno. Andy se encontraba temblando sobre su inmensa almohada, al mismo tiempo que miraba a todas partes y a la vez a ninguna. Tenía unos enormes ojos saltones marrones que pasaban de uno a otro, llenos de una mezcla de esperanza y puro terror a partes iguales, que parecían gritarles por auxilio todo el tiempo.
Noelia gimoteó, lamentándose con autocompasión. Su mente, al borde del colapso, agitó frenéticamente una bandera blanca a su propio ser, clamando piedad. Tratando de reconectar con la poca cordura que le quedaba, apartó la mirada y se fijó en la distribución de la sala en la que se encontraban. El despacho de reuniones del Canciller Supremo era un lugar informal y cómodamente amueblado. Podría haber sido un salón de recepción si no hubiese sido por la impresionante unidad holovisualizadora que había en el centro de la habitación.
—¡Uoooh! —se asombró Nando, acercándose hacia ella—. ¡Una HoloStation 720 con quinientos millones de holopíxeles y una velocidad de subida y bajada de doscientos cincuenta mil teras!
Antes de que nadie pudiese evitarlo, la activó.
La holoimagen sintonizó por defecto un canal de noticias locales. Mostraba al sargento Munten hablarle directamente a la cámara, mientras un reportero droide de serie 3PO le sostenía un micrófono frente a la boca. Parecía estar entrevistándole sobre el ataque terrorista acontecido apenas unos minutos atrás en la plaza del Senado. Éste le contestaba con evasivas, ocultando en todo momento la implicación de los Jedi en todo el asunto. La Guardia Senatorial parecía estar adjudicándose el mérito.
—¡Hala, qué morro! —se quejó incrédulo, mientras observaba boquiabierto las declaraciones—. Nosotros hacemos todo el trabajo, ¡y ellos se llevan la gloria!
—Los Jedi se tienen que contentar con hacer el bien —dijo Adrián parodiando el tono de su hermana, como si estuviera recitando algo que ya había escuchado muchas veces.
—Pero yo quiero ser famoso... —gimoteó Nando.
El Consejero fosh se acercó hasta allí y la desactivó.
—El sargento Munten ha hecho esas declaraciones bajo mis órdenes —explicó—. Deben entender que, para el éxito de esta misión, es de vital importancia que sus identidades y vinculaciones con el Canciller Supremo sean secretas. Por desgracia, el suceso de la plaza de hoy es típico de los últimos días.
Sacó de entre sus ropajes un módulo de datos, y lo conectó a la holovisualizadora antes de reactivarla. Aparecieron en la holopantalla varias secuencias de imágenes que mostraban escenas de violencia similar.
—En todos los casos, el grupo terrorista Zarpa, unos radicales políticos cuya líder se trata de un ser de pura maldad apodado la Dama Oscura, pretenden disolver el Senado. Esta organización ha reivindicado la responsabilidad del atroz acto —prosiguió tras negar tristemente con la cabeza—. Últimamente han centrado sus esfuerzos en el Canciller y sus más cercanos consejeros. Su ilustrísima ha recibido amenazas de muerte, y yo mismo he sido atacado.
—¿Qué han hecho? —preguntó Lucía acongojada, apretando al Canciller contra ella en un férreo abrazo.
El dirigente galáctico siguió temblando sin oponer resistencia.
—Han cometido actos de una terrible vileza —comenzó a relatar dramáticamente el Consejero—. Cambiaron de sitio... las bolsas de recoger las heces del Canciller, y no pudo salir de paseo en varios días. También... cambiaron de marca mi alpiste por una que no me gustaba... E incluso se atrevieron a pintar "La Zarpa mola" en las escaleras de acceso al Senado. El fosh guardó silencio, esperando a que los padawan pudiesen digerir la gravedad de los descorazonados atentados, ejecutados por lo que sólo podía ser calificado por una panda de desalmados carentes de un ápice de piedad
. Los jóvenes Jedi compartieron miradas de incredulidad entre ellos. Tenía que ser una broma.
El sonido de la holoDS de Adrián, aburrido de tanta charla de mayores, se abrió paso entre el vacío generado tras las palabras del diplomático quen'iano.
—¡Adrián! —le riñó Noelia, quitándole la consola portátil con un tirón de la Fuerza.
El niño la observó con desamparo guardarla dentro de su túnica.
El fosh gorjeó para reclamar la atención del grupo nuevamente.
—Estos ataques son la respuesta a la afirmación que hizo el Canciller de que se aseguraría personalmente de que los miembros de la Zarpa fueran llevados ante los tribunales antes de que el Senado Galáctico se volviera a reunir.
—¿De verdad están haciéndonos perder el tiempo con esto? —le interrumpió Nando con exasperación, dirigiéndose a sus compañeros—. ¡Que estoy fallándole a mis subs por venir a esto! ¿Pensáis que esto puede ser material de vlog?
Al Consejero Pau se le erizaron las plumas de indignación, cambiando de color a un carmesí brillante, advirtiendo a todo buen conocedor de xenocultura fosh como Noelia del inminente estallido de rabia que amenazaba con fustigarles. 
—Lo que mi compañero Nando quiere decir, señor —desarrolló Noelia, desviando la atención hacia ella, no sin antes fulminar a su primo con la mirada—, es que el Consejo Jedi sólo nos habría encomendado esta misión si realmente viese una crisis diplomática inminente. ¿Cuál es el verdadero motivo por el que estamos aquí?
El plumaje del quen'iano retomó su tricoloridad original, alisándose nuevamente, mientras se desinflaba con un largo suspiro nasal para serenarse y recuperar la compostura.
—Como han podido observar hoy mismo en la plaza —retomó recobrando la elegancia en su porte, imponiendo el protocolo a sus emociones—, estos terroristas han ido incrementando su osadía, y el plan frustrado por ustedes no hace si no confirmarnos que van tras la vida del Canciller.
—¡Pobrecito! —exclamó la voz rota de angustia de Lucía, apretando todavía más a Andy contra ella en su abrazo—. ¡Mirad lo asustado que está!
El Canciller seguía exactamente igual.
—Creemos que la Zarpa atentará contra su ilustrísima antes o después de su discurso de mañana —prosiguió el fosh, caminando hacia el panel de control del holovisualizador—. Les hemos reunido porque necesitamos a alguien que lo evite. El Consejo los escogió a ustedes específicamente porque queríamos a alguien que los miembros de la Zarpa no reconozcan de vista, ya que suelen huir en cuanto ven el más leve inicio de una trampa.
Ante la repentina seriedad del asunto, los primos comenzaron a impacientarse de ansiedad.
—Nuestros servicios de inteligencia han calculado que la Zarpa dispone de dos posibles lugares de ataque con posibilidades de éxito —extendió el embajador alienígena, tecleando algo en el panel con sus blancas manos como garras de cuatro dedos—. El Canciller Supremo desea que los detengan antes de que puedan llevar a cabo sus ataques. Si fallan allí, su última oportunidad será atacar al Canciller abiertamente mañana, mientras pronuncia su discurso.
—No te asustes, cosita gordita —le arrulló Lucía al Canciller, chocando su nariz contra la cabeza del perro—. Les detendremos antes de que te hagan daño, tú no sufras.
El Canciller seguía exactamente igual.
El holovisualizador mostró un azulado diagrama holográfico en relieve del área circundante a la plaza de entrada al Senado. Dos ubicaciones del plano estaban resaltadas en rojo.
—Este es el Centro de Control Climático de este sector —expuso señalando uno de los edificios, una torre torre a unos cuantos kilómetros de las oficinas en las que estaban—. Por lo general, evita que se generen tormentas peligrosas, regulando la ionización de la atmósfera. Por contra, si el sistema se manipulara...
El fosh pulsó un botón en el panel, y en la imagen se formaron negros nubarrones preñados de lluvia sobre la plaza. Poco después, estalló un diluvio apocalíptico que, como colofón final, descargó una tormenta eléctrica incontrolable que golpeó la plaza incansablemente con fuerza cada vez más poderosa hasta destrozarla junto con todos los que allí pudiesen estar.
El Consejero apagó la visualización de la tormenta, devolviendo su estado prístino a la imagen. Al fin, el silencio se había apoderado de la sala.
—El otro posible objetivo está aquí, el Control de Tráfico Aéreo —explicó ahora señalando un bloque de oficinas un poco más lejos—. Sus ordenadores establecen los carriles de tráfico para este sector. Se conseguiría poco saboteándolo, pero desde este lugar, un vehículo lleno de explosivos podría ser teledirigido hasta la plaza y...
Activó otra secuencia gráfica que mostraba una lanzadera aérea dejando de repente los carriles de tráfico, y estrellándose contra la plaza en medio de una terrible explosión de igualmente fatal deselance.
Tras esto, desactivó el holovisualizador y se quedó observándolos sin pronunciar palabra, dejando que asimilasen las funestas consecuencias que, llegado el caso, podrían ocurrir si fracasaban.
—¿Tienen alguna pregunta? —preguntó rompiendo finalmente la espesa atmósfera.
—Yo sí tengo una —dijo Adrián tras otro momento de silencio.
El fosh, gratamente sorprendido de que el más pequeño fuese el más decidido a tomar la iniciativa, le animó a proseguir con un gesto.
Adrián asintió y seguidamente se giró hacia su hermana.
—¿Me devuelves la holoDS? —le preguntó extendiendo las manitas.
—Ahora no, Adrián —le contestó ella—. Tenemos que buscar una solución a todo esto.
El pequeño se cruzó de brazos, haciendo un mohín que le frunció el rostro.
—Pero si es súper fácil —replicó Adrián—. Si cancelan el discurso, la Dama Oscura no podrá hacerle nada.
—¡Adrián tiene razón! —saltó Lucía de golpe—. Además, el Canciller está de acuerdo, ¡mira qué carita de felicidad!
El Canciller seguía exactamente igual.
—Me temo que eso es imposible —negó el fosh—. Como saben, los disidentes separatistas dentro del Senado se están haciendo con mucha fuerza y simpatizantes; si el Canciller alterase sus apariciones  públicas programadas, le haría parecer más débil ante sus enemigos y perdería aún más apoyos.
—Hmmm... Eso tiene que ser algo parecido a cuando pierdes subs por no subir vídeos a tiempo —sopesó Nando.
—Eh... Sí, algo así —concedió el embajador, dubitativo—, sólo que... muchísimo más grave, amenazando con disolver la República para siempre.
—Tranqui, a mí también me chaparon mi primer canal, con el segundo lo harás mejor —le consoló Nando, propinándole unas palmaditas en la espalda.
—¿Qué propone que hagamos? —se apresuró a preguntar Noelia, notando teñirse de rojo las primeras plumas del fosh.
—Tendrán que dividirse en dos grupos y vigilar que la Zarpa no lleve a cabo sus maléficos planes —contestó apartándose de Nando—. Una vez frustrados, como he dicho anteriormente, los terroristas no tendrán más remedio que atacar al Canciller directamente durante el discurso de mañana.Entonces ustedes detendrán a su líder frente a las cámaras, haciéndole recuperar a su ilustrísima la popularidad de nuevo. Gracias a ello, nos quitaremos de encima a un malvado grupo terrorista y haremos ver al Canciller Supremo como un salvador de un solo movimiento.
Los Jedi asintieron, conformes. Parecía un plan sólido.
—Tengan estos códigos de acceso y un segundo vehículo. Lamento que no podamos ofrecerles más ayuda. Tengan cuidado, y que la Fuerza les acompañe —se despidió el fosh.
Llenos de determinación, los enviados del Consejo Jedi iniciaron su sincronizada salida del despacho.
Inesperadamente, se escuchó un ladrido apenas audible.
El grupo se paró en seco, girándose al unísono con Pau.
El Canciller Supremo no estaba.
—Pero... ¿Cómo...? —atinó a boquear el fosh en un torpe chasquido de su pico.
—¡La Zarpa ha tenido que raptarlo! —voceó Lucía, aferrándose a Nando con desesperación inconsolable—. ¡Seguro que cuando nos hemos dado la vuelta, han entrado silenciosamente por la ventana y se lo han llevado! ¡¡Se lo han llevado!!
Mientras que Nando intentaba inútilmente zafarse del zarandeo de su hermana, Adrián señaló al ventanal.
—Pero... Si está cerrado. Además, hemos escuchado el ladrido aquí.
Todas las miradas se centraron en Lucía.
De pronto, su capucha empezó a vibrar.
Noelia la miró inquisitivamente, entrecerrando los ojos.
—Lucía, tu ca...
—¡Todos al suelo! ¡Cubríos la cabeza! ¡¡LOS TERRORISTAS ESTÁN CAUSANDO UN TERREMOTO!! —se impuso ella por encima de las palabras de su prima, desgañitándose con un chillido ensordecedor.
Todos se quedaron mirándola con absoluta inexpresividad, impávidos.
—Lucía... —empezó Noelia pausadamente, mentalizándose a sí misma de lo que estaba a punto de decir a continuación—, ¿tienes escondida a la máxima autoridad republicana de toda la Galaxia... en la capucha?
Lucía negó frenéticamente con la cabeza.
—No —contestó con un hilito de voz.
El sospechoso y tembloroso bulto de la capucha ladró de nuevo.
—¡Pero Andy! —exclamó Lucía sobreactuadamente, sacando al perro del capuchón de su manto—. Qué travieso eres, ¡te he dicho que no puedes venirte conmigo!
Lucía lo depositó en el suelo ante las miradas impasibles del resto. Nerviosa, forzó una risa que no hacía más que delatar su culpabilidad.
—Váyanse ya, por favor... —les rogó Pau, exhausto.
Los cuatro Jedi asintieron, salieron del despacho, y se metieron en el turboascensor.
—¿Cómo nos dividimos? —preguntó Nando, ignorando los gimoteos de su hermana que seguía lamentando no haberse salido con la suya.
Adrián alargó la mano para coger la túnica de Nando.
—Oh, gracias, Adrián —dijo Noelia, interceptándola con la suya en su trayectoria por el aire—. Muy amable por tu parte ofrecerte a venir conmigo.
El niño abrió la boca para replicar, pero se calló al ver que ella sacaba la holoDS y se la daba.
—Él y yo iremos al Centro de Control Climático. Es demasiado pequeño y, de los dos objetivos, este parece el más fácil; imagino que allí habrá guardias que nos puedan ayudar.
—De acuerdo —Nando asintió, conforme—. Entonces Lucía y yo nos encargaremos de la Torre de Control de Tráfico Aéreo; una misión difícil es más adecuada a la altura de mis talentos —terminó con una sonrisa triunfal.
Noelia se preguntó de dónde le habían salido esas gafas de sol a su primo.
Cuando llegaron a la planta baja, los diplomáticos que habían visto a la entrada ya no se encontraban por ningún lado, lo que les permitió salir del Senado sin que nadie los viese.
—Bueno, chicos. Nos veremos aquí mañana a la hora del discurso —se despidió Nando de Noelia y Adrián.
Los cuatro dabearon, se miraron una última vez, y se dividieron en los dos grupos. Cogieron los aerodeslizadores, y pusieron rumbo a sus destinos.
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bruixagalactica · 7 years
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II
—Entonces... ¿Qué hacemos? —preguntó Noelia, dubitativa, tras llegar a la puerta principal del Templo.
—Pues la cosa está clara, ¿no? —replicó Nando mientras todos salían del complejo hacia la parada del aerotaxi—. Vamos, oímos lo que quieren que hagamos, lo solucionamos, volvemos, grabo un gameplay del Dagocraft, nos cubren de alabanzas, y se acabó.
Lucía puso los ojos en blanco.
—Yo tengo hambre —anunció ignorándole con tono airado—, y mi maestro siempre me ha dicho que no hay que hacer nada con el estómago vacío. Es más, cuanto más comas, más poder tienes.
—Tú siempre tienes hambre —renegó su hermano e, imitando el tono burlón que había empleado ella en la sala del Consejo, le escupió mordazmente—: Qué pesada eres.
—Pues... Pues... ¡Pues tú no tienes nunca hambre porque estás lleno de ego! —espetó ella con furia in crescendo, apretando los puños. 
Ignorándoles, Noelia se paró en seco al llegar a la parada del aerotaxi y miró a Adrián directamente a los ojos. Tenía que hacerle entender la importancia de lo que se traían entre manos.
—A ver, Adrián... Esto es muy serio. Estamos a punto de conocer a la persona más influyente de la Galaxia.
—De la Galaxia... —repitió Adrián para sí mismo en un susurro asombrado y reflexivo.
Noelia asintió, esbozando una agridulce sonrisa de complaciencia. A pesar de ser tan pequeño, lo entendía a la perfección. Podía verlo en la carita fruncida de concentración, que parecía querer materializar el concepto ante sus ojos.
Cuando pareció terminar de hilvanar sus pensamientos y estuvo satisfecho con el resultado, clavó en ella la mirada más adusta que pudo reunir en sus ojos de niño y abrió la boca para declarar sus conclusiones:
—Tenemos que hacerlo bien, ¡o nos podría matar a todos!
—Adrián, no... No lo estás...
—¡A TODOS! —gritó enfadado.
Noelia susurró por debajo algo que sonaba a "¿por qué parece que quieras que nos maten de verdad?" mientras le cubría la boca con la mano y le dirigía una avergonzada sonrisa de disculpa a las caras de expresión alarmada de los transeúntes que se habían fijado en ellos, alertados por los gritos del pequeño.
La más mayor de los aprendices buscó con la mirada a sus primos con la esperanza de hallar auxilio en ellos.
Sintió que se le cayó el alma a los pies cuando se dio cuenta de que, por su parte, Nando y Lucía habían conseguido reunir a su alrededor a una docena de personas que presenciaban atónitos cómo se lanzaban puyas y estocadas con sus sables de luz el uno al otro.
Noelia se dejó caer derrotada al suelo, sintiendo cómo las ganas de vivir y las fuerzas la abandonaban con el profundo suspiro que se escapó de lo más hondo de su ser.
Cuando sus dos primos dieron por finalizado su... diálogo repleto de diplomacia y respeto, se acercaron a donde se encontraban para esperar junto a ellos el aerotaxi.
Los cuatro se montaron en un Go-Corp Utilitech Metrocap estándar, y saludaron al droide que lo pilotaba mientras se acomodaban en la parte de atrás.
—Soy 4-3V3R-AL1, conductor de este aerodeslizador —saludó la metálica voz del piloto—. La compañía aerotaxi TRAM-laxia se complace de recibirles, honorables Jedi. ¿A dónde quieren que les lleve?
—A la entrada del Senado Galáctico, por favor —contestó Noelia agotada.
—Vamos a conocer al canciller supremo —saltó de pronto Nando con aires de grandeza—, al mismísimo canciller supremo en persona. Somos así de importantes.
El resto de primos se miraron alarmados mientras Nando acentuaba su presumida declaración, asintiendo repetidamente a la vez que enarbolaba una vanidosa sonrisa de oreja a oreja y alzaba los pulgares.
—¿Estás tonto, Nando? —estalló Lucía con indignación—. ¡El Gran Maestro del Consejo del Templo Jedi Steve nos pidió encarecidamente que no se relacionase a la Orden Jedi con la misión secreta!
—Y ahí se va nuestra confidencialidad... —gimoteó Noelia derrotada, sin intentar siquiera aplacar la risa estridente de Adrián, escondiendo la cara entre sus manos.
Pese a la inexpresividad del chasis robótico del piloto, parecía sumamente incómodo.
—Destino elegido, Senado Galáctico. Tiempo estimado: treinta minutos —anunció a la vez que pulsaba repetidamente el botón que alzaba el cristal tintado que separaba la cabina de los pasajeros.
—Noelia...
Ella sintió un pequeño tirón a su derecha. Bajó la mirada y se encontró con la expresión repentinamente seria y los ojos penetrantes de Adrián mirándole, haciendo un gesto con la mano para pedir que le acercase el oído.
—¿Te has fijado en que hasta el robot quería escapar de nosotros?
El pequeño rompió a reír en su oído, empeorando lo violento de la situación. Noelia deseó la muerte de pura frustración.
Adrián, haciendo caso omiso de la escena del crimen y de su hermana metafóricamente silueteada en tiza, pegó la carita al cristal y, mientras observaba la jungla de duracero y durahormigón emborronada por la velocidad del aerodeslizador, reflexionó en voz alta:
—¿Cómo será el Canciller Supremo? Siendo tan importante, me imagino que será un dragón gigantesco que escupe fuego...
—¡Seguro que es un perro! —gritó de pronto Lucía, ilusionada—. Andy es claramente nombre de perro.
—Je... El Can-ciller Supremo... —susurró para sí misma Noelia.
—¿Qué dices? —prorrumpió Nando con incredulidad—. ¿Estás loca? ¿Cómo va a ser un perro?
—Tiene razón, Lucía —coincidió la mayor—. Es altamente improbable que... —¡Obviamente es un hologamer! —cortó Nando con impaciencia—. Es la persona más influyente de la Galaxia, está claro que sólo un hologamer podría tener tantos subs.
Lucía abrió la boca para replicarle.
—¡Parad! —intervino Noelia antes de que consiguiera articular palabra—. ¿Es que nunca habéis leído nada?
Los tres la miraron, ligeramente avergonzados de su propia ignorancia respecto  la política galáctica.
—Está claro que un cargo tan importante tiene que ser concedido a una persona predestinada por una profecía que se remonta a tiempos antiguos —elucubró ella, dejando que el dramatismo le fuese impregnando paulatinamente la voz—. Una persona que probablemente fuese dejada trágicamente huérfana por un complot siniestro y maléfico, y criada en secreto, fue apartada de su verdadera identidad para ocultarla de sus enemigos... Con una cicatriz como único recuerdo de aquella fatídica noche en la que empezó a...
—¡Convertirse en un dragón escupefuego!
—¡Que no, que es un hologamer!
—¡ES UN PERRO!
Los cuatro jóvenes jedi se enzarzaron en un acalorado debate que, para desgracia del desafortunado piloto que únicamente quería hacer su trabajo, se extendió a lo largo de todo el trayecto.
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—Bueno, entonces todos de acuerdo —ratificó Noelia al tiempo que se alejaban del aerotaxi tras pagar el viaje—. El Canciller Supremo era un perro que fue maldito según una antigua procefía a tener alas de dragón y en sus ratos libres sube vídeos a la holonet, ¿no?
—¡Y escupe fuego! —agregó Adrián.
Los cuatro asintieron al unísono con conformidad mientras se adentraban en la abarrotada plaza del Senado, muy por encima de la superficie planetaria de la ciudad de Coruscant. Se trataba de una zona extensa y despejada, rodeada por una columnata. 
Aún faltaba un tiempo para la hora acordada, así que se sumaron a la larga y serpenteante fila de personas que hacían cola frente a un control de seguridad para entrar a la cámara del Senado. Desde esta posición podían ver cuadrillas de obreros instalando las aerotribunas, que se elevaban mediante repulsores, para el discurso que el Canciller debía dar al día siguiente.
Los aprendices de Jedi no llevaban más de un par de minutos esperando, cuando un quejido exasperado se escuchó en la multitud:
—¿Una cola de cuatro horas...? ¡Esto es ridículo!
Lucía resopló.
—¿Cuatro horas? —se hizo eco con una protesta— Mi maestro no me entrenó para eso, ¡no traicionaré sus enseñanzas!
—¿Y qué tiene que ver eso con esperar de pie? —cuestionó Nando, frunciendo el ceño con confusión.
El semblante de su hermana se endureció repentinamente y, con la máxima seriedad que pudo reunir, proclamó con orgullo ceremonioso:
—Me enseñó a hacer el vago.
Un silencio incómodo cayó sobre los padawan, mientras meditaban sobre la inutilidad de sus maestros.
Antes de que la inevitable pelea entre los dos hermanos estallase, Noelia cerró los ojos, recurrió a la Fuerza y se aisló de todo cuanto la rodeaba cuando ésta respondió a su llamada. Comenzó a sentirse una con el universo, como si su carne dejase de existir y pasase a ser energía, alimento de la Fuerza.
«Noelia...»
La muchacha se quedó estupefacta y con el corazón encogido. La Fuerza le estaba hablando.
«Noelia, no...»
La voz le resultaba curiosamente familiar.
«Noelia, no te...»
Súbitamente cayó en la cuenta: se trataba de la voz de su maestra Maika, que le mandaba un mensaje a través del espacio y del tiempo.
«Noelia, no te olvides...»
La padawan sintió una calidez propagarse por todo su pecho, conmovida. Su maestra le enviaba un último consejo. Así que se preparó mentalmente para recibirlo y rememorarlo hasta el día en que se apagase su último aliento.
«Noelia, no te olvides de actualizar el fic de Startalia...»
Y tras eso, silencio y nada más.
Noelia fue catapultada bruscamente de vuelta al plano físico al sentir cómo algo tironeba de la manga de su túnica. Bajó la mirada y, entre pestañeos para espantar sus lágrimas, vislumbró la silueta borrosa de su hermano que parecía señalar algún punto dentro de la multitud.
—¿Veis como tenía razón? ¡Era un dragón! —alcanzó a oírle decir entre el bullicio de la gente.
Noelia miró en la dirección que el pequeño le señalaba y vio en la aerotribuna del Canciller a un trandoshano de escamosa piel verdosa toqueteando el interior del panel del atril desde el que el dirigente de la Galaxia hablaría al pueblo la mañana siguiente. Observándole, se dio cuenta de que sacaba un objeto cilíndrico de su caja de herramientas y lo instalaba con sumo cuidado dentro del panel.
El obrero levantó la vista tras volver a colocar la tapa de la circuitería interior de la tribuna, y echó un ojeda a su alrededor.  Erguido de nuevo, barrió con sus ojos  reptilianos rojos cual rubí la multitud y, ya fuese por mera casualidad o por los designios de la Fuerza, las miradas de ambos se cruzaron. Se mantuvieron así durante unos momentos en los que el trandoshno parecía tensarse con cada segundo que pasaba. El técnico apartó la mirada y, tratando de disimular su creciente nerviosismo, bajó de la tribuna y, adentrándose entre la gente, se mimetizó en la masa homogénea de los civiles.
—Esto no me gusta nada... —se dijo en voz baja para alertar a los demás, suspicaz, sin perderlo de vista. Nando y Lucía se unieron al escucharla.
—¿Qué has visto? —preguntó Lucía de puntillas, a quien las cabezas del gentío tapaban la vista.
—¡Al Canciller dragón! —exclamó Adrián triunfalmente.
—Ese no era el Canciller, Adrián... —murmuró su hermana, distraída, mientras lo fijaba con la mirada para que no desapareciese entre los dispares rostros de la marabunta congregada en aquella plaza.
—¿Entonces qué has visto? —inquirió Nando, escaneando la muchedumbre en busca de lo que había perturbado a su prima.
—Ni yo misma lo tengo claro —confesó ella—. Es más bien un presentimiento. He visto un trandoshano de piel verde y ojos rojos instalando algo dentro de la tribuna del canciller supremo. Cuando se ha dado cuenta de que lo observaba, se ha puesto nervioso y ha tratado de disimularlo mezclándose entre la gente; ahora mismo se acerca a la salida norte, deberíamos interrogarlo.
Tras unos segundos de planificación, la Jedi de mayor edad se giró hacia los otros tres y les explicó el plan de acción:
—Lucía, tú eres la más ágil de los tres; aprovéchate de tu pequeño tamaño y deslízate entre la multitud para adelantarle y cortarle la salida de la plaza.
—¡Dalo por hecho! —prometió al tiempo que desaparecía mientras realizaba una voltereta lateral innecesaria.
Noelia se giró hacia los dos que quedaban.
—Nando, tú flanquéale desde la izquierda para evitar que corra hacia los aerotaxis.
—La misión óptima para un crack... —dijo mientras se ponía las gafas de sol con aire dramático.
Noelia resistió las ganas de poner los ojos en blanco.
—Adrián, tú...
—Yo con Nando —la cortó antes de que pudiera acabar la frase, ya agarrado a la túnica de su primo.
Noelia suspiró, resignada, viéndolos partir.
Sacudió la cabeza para despejar su mente de pensamientos negativos y se dirigió directa al trandoshano.
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Lo habían descubierto.
¿Cómo, de entre tanta gente, habían reparado en él?
Salassar sentía cómo su primitivo odio reptiliano luchaba por doblegar a su parte racional. Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, trató de desterrar el sentimiento de ira homicida de su mente. Acarició sus pistolas Bláster ocultas inconscientemente. No podía permitirse perder la compostura, necesitaba mantener la sangre fría para tener alguna oportunidad de sobrevivir enfrentándose a cuatro Jedi...
—¡Malditos sean todos los Jedi! ¡Boñigas de bantha andantes con montadientes fosforitos por arma! ¡Cerebrosláser de druk! —bramó antes de poder evitarlo.
No se dio cuenta de lo que había hecho hasta que advirtió que la gente empezaba a separarse de él a causa de sus gritos, dejándole expuesto. Miró rápidamente a su alrededor en busca de sus perseguidores. Sólo alcanzó a ver a la más mayor de ellos, que se dirigía directamente hacia él, así que aceleró el paso hacia la salida norte.
De pronto, una luz morada le cortó el paso.
Frente a él había una pequeña niña humana blandiendo un sable de luz de color violeta en postura de guardia, preparada para actuar.
—¡Quieta, lagartija! —exclamó la pequeña, tratando de sonar amenazadora.
—Apártate y no te haré daño, niñita —le contestó mostrando su afilada hilera de dientes en una sonrisa depredadora.
Sabía que el tiempo corría en su contra. Tenía que lograr intimidarla para poder escapar antes de que llegasen los otros.
—¡Ríndete! —le insistió ella, dando un paso al frente—. ¡No me obligues a hacer algo! ¡Mi maestro no lo aprobaría!
El trandoshano tragó saliva ligeramente amedrentado. Su mente se inundó de letales movimientos y técnicas secretas transmitidas de generación en generación dentro de la orden Jedi...
... sin ser consciente de que no quería hacer nada de forma literal.
El zumbido de otra espada láser le advirtió de la presencia de alguien a su espalda.
Salassar desenfundó una de sus pistolas Bláster al tiempo que se giraba como una peonza a una velocidad vertiginosa en dirección al ruido.
—Suelta las armas y... ríndete, por favor —murmuró la padawan que reconoció como la que le había detectado en la aerotribuna.
La chica estaba posicionada como lo que él reconocía como un tipo de variante del Makashi, uno de los siete estilos de combate Jedi. Sin embargo, le pareció extraño que la nívea hoja de su sable estuviese dificultándole la visión. Quizás era una experta en sentir con la Fuerza... Tenía que tener cuidado.
No reparó en su tono vacilante, ni en los intentos de ocultar su rostro avergonzado.
El trandoshano, viéndose acorralado, pensó que su única vía de escape sería robar un aerotaxi. Así que trató disimuladamente hallar una fisura en la trampa que habían urdido las dos Jedi.
Para su asombro, descubrió a otros dos acercarse velozmente espada en mano haciendo poses ridículas y coreografiadas cada pocos pasos, que no hacían si no ralentizarlos en su avance hacia él.
—¡Depón las armas, villano! —les escuchó gritar al unísono en la distancia—. ¡Los guardianes de la unidad y la paz en la Galaxia han llegado!
Atónito, sin saber cómo reaccionar, los observó boquiabierto cómo se permitían detenerse un momento para chocar los cinco y felicitarse el uno al otro por lo bien que había quedado, antes de seguir avanzando con innecesarias florituras de sus sables de luz en un maraña de estelas de color naranja y rojo.
El trandoshano, sumergido a lo largo de todo el proceso en un profundo desconcierto, no logró volver en sí hasta que los cuatro cerraron el cerco que imposibilitaba cualquier vía de escape. Acorralado, echó mano a su espalda y buscó a tientas algo oculto en el cinturón de herramientas de su disfraz de técnico.
La gente que aún permanecía en las cercanías, saciando su curiosidad de ver a los Jedi en acción, irrumpió en alaridos de terror.
Era un detonador termal.
—¡Dejadme escapar o pagaréis las consecuencias!
Los civiles huyeron despavoridos ante el inminente estallido nuclear que acabaría con todo cuanto tuviera vida en decenas de metros alrededor, dejando el destino en manos de la Fuerza y sus representantes.
Los hombros de Salassar se sacudieron en una risilla desdeñosa y ligeramente desquiciada ante la conmoción causada entre los aprendices Jedi.
Su risa evolucionó a una carcajada cruel y soberbia a mandíbula batiente al contemplar cómo la mayor bajaba el sable de forma lenta y pausada. Los Jedi se sabían derrotados.
Bañándose en la sensación de triunfo del momento, se sintió invencible.
—¡Accio detonador termal! —gritó de golpe la muchacha, alargando la mano izquierda abierta hacia él.
Sin entender qué estaba ocurriendo y antes de que pudiera racionalizarlo, sintió el tirón de una fuerza invisible que le arrancó el explosivo de las garras, y lo transportó en un velocísimo movimiento hasta la mano extendida de la padawan.
Los Jedi rápidamente retomaron su pose de combate.
Presa del miedo, desenfundó su otra pistola Bláster y, con ambas empuñadas, los comenzó a apuntar saltando de uno a otro en bruscos movimientos causados por la tensión de sus músculos agarrotados, sintiendo el pánico destriparle la templanza con sus garras.
—¡Larga vida a la Dama Oscura! —aclamó con toda la fuerza que sus pulmones eran capaces de reunir, desatando una terrorífica lluvia de disparos bláster hacia todos ellos con sus pistolas gemelas—. ¡La Zarpa desgarrará Coruscant!
Los primos comenzaron a desviar como locos los disparos, haciéndolos rebotar en los haces de luz de sus espadas. Era tal la cantidad de tiros que el trandoshano descargaba sobre ellos, que comenzaron a hacerlos rebotar entre ellos, como si de un mortífero juego de ping-pong se tratase.
La cosa pintaba mal para él.
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—¡Jopé...! ¡Con tanto ejercicio nunca llegaré a ser tan buen maestro como Jose! —se quejó Lucía, angustiada, desviando los disparos bláster hacia su hermano.
—¿¡Pero qué haces!? —le gritó indignado, desviándolos a su vez hacia Adrián.
Éste, ajeno al peligro y disfrutando del "juego", se los mandaba a su hermana entre risas.
—¡Toma, Noelia!
—¡Adrián! —le riñó exasperadamente, esquivando un disparo que estuvo a pocos milímetros de impactarle—. ¡Chicos, ¿os queréis centrar?! ¡Hay que darle a él! ¡¡A él!! —les indicó con desesperación.
Los aludidos asintieron y, en perfecta sincronía, el cuarteto desvió los disparos hacia el epicentro del cuadrilátero que ellos mismos habían formado alrededor del trandoshano, haciéndole recibir todos los impactos que sus pistolas Bláster habían vomitado.
El enemigo profirió un aullido de dolor y, herido, dejó caer sus armas. Salassar cayó hacia atrás, con los brazos extendidos y aquellos ojos rojos de delgadas pupilas velados, con prosaica irrevocabilidad. Emitió un ruido sordo al impactar contra el suelo.
—Por la Zarpa y valor... —alcanzó a decir con su último aliento de vida, antes de que su cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia quedase laxa, floja.
Los jóvenes Jedi desactivaron sus sables de luz y, sin darles tiempo más que a tener un rapidísimo intercambio de miradas, escucharon pasos correr hacia ellos. Al mirar en la dirección del ruido, observaron a los miembros de seguridad que habían visto en el control de entrada a la torre del Canciller correr hacia ellos a toda velocidad con pistolas Bláster en las manos, liderados por un fosh.
El extraño alienígena era una critura similar a un ave de aproximadamente metro y medio, de torso delgado y delicados brazos acabados en una garra de cuatro dedos. La cara, de piel negra, salvo por dos círculos blancos que perfilaban sus ojos igualmente negros, tenía forma convexa que terminaba en un pico a mitad de camino entre el rosa y el naranja. De sus sienes brotaban cuatro pares de antenas blancas que caían hacia atrás, curvadas por el ángulo y la gravedad.
Noelia no pudo evitar embelesarse con el vaivén de la corona de plumas turquesa que le nacían del cráneo y se iban degradando al blanco y al negro conforme se acercaba a las puntas.
—¡Un fosh...! —susurró venciendo a duras penas la batalla de la compostura contra la emoción—. ¡De la subespecie de los agapornis personatus, procedentes del planeta Quen'Ia IV, cuyo hábitat natural húmedo y caluroso los han hecho evolucionar para...!
—Saludos, distinguidos Jedi —la interrumpió con su llegada el líder de la cognitiva, intentando recuperar el aliento, mientras se arreglaba sus ricos ropajes—. Soy Pau, el consejero del Canciller Supremo Andy. ¿Son ustedes el grupo de apoyo que ha enviado el Consejo?
—Yessss! —contestó Nando, alzando el pulgar de su mano derecha mientras afirmaba con la cabeza.
Desconcertado por la extraña respuesta, el fosh sacudió la cabeza en un rápido ademán para ignorarlo y retomar el hilo.
—Me alegro de que hayan llegado en un momento tan oportuno; si no hubiese sido por ustedes, quién sabe qué pudiese haber pasado... Los chicos sonrieron con orgullo.
—Yo me di cuenta de que hacía algo en la tribuna —puntualizó Adrián.
El consejero Pau asintió, y se giró hacia uno de sus hombres.
—Sargento Munten, comprueben la tribuna del Canciller. Es posible que esos terroristas hayan colocado algo.
—¿Terroristas? —saltó como un resorte Lucía hacia su hermano.
—Quizás la Zarpa era el nombre de su célula... Y la Dama Oscura, su líder —caviló Nando.
Los cuatro concordaron. Parecía tener sentido.
—¿Ya conocían a la Zarpa? —preguntó el alienígena con extrañeza.
—No, pero se lo escuchamos decir al trandoshano —contestó Noelia. Pau asintió de nuevo, mientras gorjeaba con entendimiento.
—¿El Canciller Supremo escupe fuego? —inquirió de pronto Adrián.
—... ¿Disculpe?
—Que si escu...
—Que si... tiene hueco... para recibirnos —lo cortó Noelia, cubriéndole la boca con la mano.
De repente, el sonido de varios aerodeslizadores rompieron la relativa calma del momento. Al fijarse en ellos, vieron bajarse a varios grupos de periodistas diferentes cadenas con holocámaras y micrófonos, para tomar constancia de los hechos acontecidos.
—Acompáñenme, por favor —les pidió con gesto respetuoso aunque apresurado—. Hablaremos con el Canciller Supremo sobre todo este asunto en un lugar más discreto.
Sin más, se giró y encabezó la marcha. Los cuatro padawan lo siguieron de cerca.
—Al menos nos hemos ahorrado la cola —comentó Nando despreocupado.
Lucía resopló y, con tono abatido, se quejó:
—Pero tenemos que andar...
Y así, los cuatro primos entraron en la torre del Senado.
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bruixagalactica · 7 years
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I
Empezando por los habitantes de los sectores superiores, pasando por todos los comerciantes y ciudadanos del sector intermedio, y finalizando con los infames rateros y fuera de la ley del Sector 1313, vivían sus ajetreadas vidas sin parar un segundo a preocuparse por los demás. La tensión por la situación política en el Senado era palpable en todos los habitantes del planeta ciudad colmena, capital de toda la Galaxia. Coruscant, centro de la República, promovía un ritmo de vida frenético y, en ciertos aspectos, caótico y decadente.
Ajenos a todo esto, y en claro contrapunto a cualquier habitante de la capital, los Jedi vivían aislados en su Templo. Los guardianes de la paz de la República adoctrinaban a sus padawan en las nobles artes de la espada y los secretos de la Fuerza, apartados del mundo que les rodeaba.
El Templo albergaba entre sus muros una vasta cantidad de conocimientos indispensables para los futuros Jedi; salas de entrenamiento, de meditación y de estudio, donde se impartían las lecciones apropiadas para la formación del padawan.
Y es precisamente en una de estas últimas salas donde una joven padawan interrumpe constantemente las lecciones de su maestra.
—¡La velocidad era asombrosa, senpai! —decía emocionada la joven.
—... Noelia, si quieres llamarme por un honorífico nipón, al menos llámame sensei... —la corrigió Maika, su maestra.
—Vale, senpai-sensei. Pues como le iba diciendo, ¡los movimientos del padawan eran exquisitos y gráciles! ¡Se movía como si flotara! Las fintas, amagos... ¡Vi una pirueta triple hacia atrás seguida de una doble!
Maika abrió la boca para cortarla, pero no halló la ocasión entre la verborrea de su alumna. Aguardando la oportunidad, dejó su vista vagar por la estancia y reparó en que su otro padawan, Adrián, había empezado a jugar con la holoDS, aburrido por las constantes interrupciones.
—Y en el momento final, cuando ya casi no podía más, ¡Yuuri Wan realizó el salto cuádruple característico de Viktor Jinn...!
La maestra inhaló profundamente, ahogando el bufido de resignación que transformó en suspiro.
—¿Podemos volver a la lección? No es momento de hablar de Yuri!!! on Hoth.
La expresión de Noelia cobró un cariz pícaro, enarcando una ceja.
—Podríamos, pero... También podríamos continuar viendo Kurotwi'lek...
Maika se quedó mirando un punto fijo en la nada mientras dejaba que el silencio ahogase el eco de las palabras de Noelia.
Ante la ausencia de conversación, Adrián alzó la vista de la holoDS, expectante de que continuase la clase.
Cuando el silencio se hizo suficientemente incómodo para ambas, Maika se aclaró la garganta para continuar con la lección del día.
—Tienes que aprender a tomarte las cosas más en serio, Noelia —la reprendió—. Lo que te estoy enseñando podría salvarte la vida algún día, es altamente importante.
Noelia contempló en silencio la expresión solemne de su maestra, conteniendo el aliento.
—Pues como iba diciendo, entonces es cuando se descubre que Frisk Windu había caído al Lado Oscuro y se encontraba bajo el control de Darth Chara...
—¡Si vais a seguir hablando de Undertooine, yo quiero saber! —cortó Adrián, mientras apagaba la holoDS y se acercaba a ellas.
Maika aguardó pacientemente hasta que llegó, y retomó la historia por tercera vez.
—... Y entonces, con su vibrocuchillo, atacó directamente a Sanskywalker y...
El comunicador de Maika sonó repentinamente, volviendo a interrumptir por enésima vez la historia. Se planteó por un momento hacerlo explotar a través de la Fuerza, hasta que al cogerlo vio que se trataba de un mensaje del Consejo.
—Id a prepararos —les ordenó con hastío, sin levantar los ojos de la holopantalla—. El Consejo va a asignaros una misión.
Los hermanos se miraron entre sí, algo confundidos por el abrupto cambio del ambiente. Pasaron un par de minutos esperando a ver si les daba alguna otra instrucción, pero ella siguió cabizbaja, sin apartar los ojos del mensaje. Al no obtener respuesta, se marcharon a sus habitaciones a recoger el sable de luz y dirigirse a la sala del Consejo en los pisos superiores del Templo.
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El joven Nando se encontraba ansioso en la sala de esgrima. Hoy por fin recibiría su sable de luz. Trató de relajarse, ya que su maestro estaba por llegar.
—Tranquilo, crack. Lo tienes todo controlado... —se decía a sí mismo, tratando de controlar el temblor de su voz—. Esto no puede ser más difícil que aquella vez que conseguí un Rancor en el Starsmon Go...
De pronto, las puertas se abrieron y entró su maestro con una enorme sonrisa en la cara.
—¡Hey! ¡Muy buenas, mi padawan! ¡Aquí Willyrex entrando para entrenarte en el uso del sable!
Apenas capaz de controlar su entusiasmo, Nando dabeó mientras se arrodillaba a modo de saludo respetuoso.
—¡Maestro! —dijo con emoción contenida y el corazón en la garganta. Willyrex pasó de largo sin verlo porque tenía los ojitos muy cerrados.
—¿¡Dónde está mi guapísimo!?
—Ma... Maestro, es... estoy aquí... —susurró recogiendo los pedazos de su corazón destrozado.
Willyrex se giró en dirección a la voz.
—¡Ostras, Julián! —exclamó sorprendido de encontrarlo tan cerca—. Ha llegado por fin el día, Nando. Tú lo sabes, yo lo sé... ¡Estás preparado para coger tu sable y empezar a hacer pim, pam, pim, pam...!
Nando se enderezó como un restorte, apretando los puños con ilusión a la altura de su cara. De sus ojos verdes saltaban chispas y sus manos temblaban con el ardor de su enardecimiento.
Willyrex sacó de debajo del abrigo pardo la empuñadura de un sable de luz y se la tendió a su aprendiz.
—¿Confirmamos que es un sable de luz? Confirmamos.
Nando lo tomó entre sus manos con ceremonial reverencia, sobrecogido por la importancia que algo tan pequeño poseía.
El sable de luz, un arma fina y elegante, otorgada a los merecedores de portar tal herramienta destinada a salvaguardar la paz y la unidad de la República en tiempos oscuros y aciegos, a ser la única luz titilante de esperanza ahogada entre la vastedad de la desesperación y la agonía.
Nando se preguntaba qué podría decirle a su maestro que resumiese lo que sentía. Buscó dentro de su cabeza hasta que al final descubrió la palabra correcta que describía a la perfección lo que en los entresijos de su alma inmortal se hallaba grabado a fuego.
—Mola.
El comunicador de Willyrex los sacó a ambos de su ensimismamento. El Maestro intentó leerlo, mas no pudo descifrar lo que decía entre las rendijas de sus ojos. Se lo tendió a su padawan con gesto avergonzado y éste lo aceptó, deseoso de complacerle.
—Pone que me ordenes ir a la sala del Consejo a recibir una misión, Maestro —explicó Nando, devolviéndole el datapad.
Willyrex fingió leer mientras asentía con la cabeza, alzó la vista, y con solemnidad anunció:
—Me informan de que el Consejo solicita tu presencia para asignarte una misión, Nando. Será mejor que no les hagas esperar. Yo ya no tengo nada que enseñarte.
Nando respiró hondo, cerrando los ojos mientras agachaba la cabeza. Permaneció en esta postura durante unos segundos, permitiéndose a sí mismo rememorar su infancia y lo que dejaba atrás ahora que se encaminaba en la senda del Caballero.
Al abrir de nuevo los ojos, alzó la barbilla, cuadró los hombros y, sable en mano, asintió a su maestro con la determinación marcando sus facciones.
—Solamente hay una última cosa que puedo decirte para ayudarte en tu viaje, mi aprendiz.
Sus miradas se entrelazaron. Willyrex dejó descansar su mano sobre el hombro de su padawan, dándole un suave apretón.
—Aprovecha el bug.
Nando asintió, pestañeando para impedir que las lágrimas brotasen de sus ojos, y se marchó hacia la sala del Consejo.
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Lucía estaba extenuada por la concentración que requería el ejercicio planteado por su Maestro Jose.
—El equilibrio es la clave —le decía en un susurro para no truncarla—. Siente. Siéntelo como un todo.
Lucía únicamente atinó a asentir, expirando por la nariz.
—Debes visualizar los elementos por separado, y después unificarlos en perfecta simbiosis.
—Maestro, es extremadamente complicado...
Jose alzó una mano para cortar las quejas de su padawan.
—Lo sé. A mí me llevó años controlar esta técnica —la consoló—. Tampoco espero que lo ejecutes a la perfección, sólo que aprendas las bases.
Ella asintió y volvió a sumergirse en el trance.
—Toma el primer elemento y divídelo —la envolvió la voz de su maestro.
Ella lo hizo. Resultó sencillo.
—Muy bien. Ahora, utilízalo como base para verter el segundo elemento. Esto le fue más difícil. El sudor le perlaba la frente y un temblor comenzó a apoderarse de sus manos.
—Tranquila, vas bien. Ahora utiliza lo que te he enseñado para que el segundo elemento forme una capa homogénea y protectora sobre el primero...
El corazón le martilleaba en el pecho y sentía cómo el esfuerzo de la concentración le tensaba los músculos de todo el cuerpo.
—Vamos, lo estás haciendo genial. Ahora tienes que coger el tercer elemento y colocarlo solamente sobre una de las dos partes, pero igualmente extendido como el segundo. Recuerda utilizar sabiamente el giro de muñeca que te enseñé.
A duras penas lo consiguió. Sentía que podía desfallecer en cualquier momento.
—Y ahora, lo último... Junta las dos partes del primer elemento.
Ella recurrió a la Fuerza, llamándola para sentirse en sintonía con todo lo que la rodeaba...
... y juntó ambas partes del sándwich.
—Ha sido asombroso, Lucía —la alabó Jose, con un hilito de voz y una lágrima resbalándole por la comisura del ojo.
El rostro de la niña se partió en dos con una amplia sonrisa y se lanzó a los brazos de su maestro. Ambos se abrazaron desbordantes de emoción, llorando y riendo ante la hazaña de la padawan.
El mágico momento se rompió con el repentino sonido del comunicador del Maestro Jose. Éste se despegó de ella para poder leerlo y su actitud se ensombreció drásticamente.
—El Consejo te reclama para una misión, Lucía. Debes presentarte cuanto antes ante él.
Los ojos de la padawan lo miraron con extrañeza y congoja.
—¿Entonces no nos lo comemos...?
—No, Lucía —le respondió con el pesar tiñéndole la voz y una delicada negación con la cabeza—. Es momento de que des un paso hacia la madurez.
Lucía bajó la cabeza con un mohín torciéndole la boca. Su maestro se giró, dándole la espalda. Se le ocurrió que probablemente lo hacía para ocultar su dolor y, tal vez, para darle un poco de privacidad mientras digería la noticia. Cuando asimiló las palabras de su Maestro, alzó de nuevo la vista para despedirse de él con tristeza.
—Adiós, Maestro Jose...
—Adioff, mgi apndiff —se despidió de ella aún de espaldas.
La aprendiz se quedó conmovida por el farfullo apenas inteligible de su Maestro, tratando de contener el dolor. Nunca antes lo había admirado tanto como en este momento.
Con una última mirada atrás hacia el que le había enseñado todo cuanto sabía, se encaminó hacia la sala del Consejo...
... sin reparar en que el sándwich ya había desaparecido.
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Los primos se reunieron frente a las puertas de la sala del Consejo, intercambiando miradas nerviosas a la espera de que se les permitiese entrar. No habían pasado ni cinco minutos cuando la voz quejumbrosa de Adrián se hizo paso entre el silencio asfixiante que imperaba en la antesala.
—Me aburro.
Noelia le chistó con suavidad.
—Tienes que ser paciente, Adrián. Recuerda lo que Maika nos enseñó.
—¿Qué nos enseñó? —preguntó ladeando la cabeza, sin entender a qué se refería.
—A no hacer nada.
En ese momento, Lucía irrumpió en la conversación de ambos:
—¡Como Jose a mí!
Nando no pudo evitar emitir un risa condescendiente, al tiempo que se colocaba unas gafas de sol.
—Menudos pringados... Mi maestro sí que me ha enseñado cosas útiles.
Los tres pares de ojos se clavaron en él con curiosidad, expectantes.
—¿El qué?
—¿Nos lo enseñas?
—Yo me sigo aburriendo...
Como si una confundida hidra tricéfala se hubiese personado en la sala, las voces de sus primos crearon un remolino de preguntas atropelladas entre sí. Nando carraspeó y se hizo el silencio.
Levantó el dedo índice frente a su cara mientras se concentraba en las lecciones aprendidas. Abrió la boca, y dijo con total seguridad:
—... Ni idea.
El silencio se mantuvo durante unos momentos en los que todos se miraron, sintiendo el terror empezar a reptarles por el cuerpo.
—Pues lo llevamos claro... —se lamentó Noelia.
Acto seguido, se encendió la luz que les instaba a pasar a la sala del Consejo. Se colocaron en línea frente a la doble puerta, y la traspasaron en dirección a su destino.
La sala del Consejo Jedi era circular. En las paredes había grandes ventanales que daban una vista panorámica de todo el sector en el que se hallaban de la ciudad de Coruscant, desde su privilegiada posición en lo más alto del Templo. El suelo estaba decorado con un intrincado patrón en tres círculos concéntricos de distintas tonalidades. En el círculo exterior habían doce asientos de idéntico diseño, mas variaban en su tamaño y ergonomía para amoldarse a la raza del maestro que los ocupaban. Pero hoy sólo tres estaban ocupados.
Tres de los maestros más prestigiosos de entre los doce estaban aguardando su llegada.
A la izquierda del todo se encontraba la Maestra Lunnaris. Era un unicornio blanco de abundantes crines sedosas y grandes ojos negros que parecían un pedazo arrancado de bóveda celeste estrellada.
Junto a ella se encontraba el... anguloso... Maestro Steve. La pixelada expresión del maestro Steve era totalmente impenetrable. Tenía ante él un trozo de piedra cúbico flotando en sus manos que se apresuró a guardar en el momento en que vio entrar a los aprendices.
A su siniestra, se sentaba el imponente Maestro Salamence. Su intimidante mirada los observaba desde las sombras de su capucha mientras recorrían el camino hasta el centro de la sala. La túnica del Maestro tenía dos agujeros que le permitía sacar las alas carmesí.
Los padawan se colocaron en línea en el epicentro de la curva sala. El maestro Steve se enderezó.
—Jóvenes pada...
La voz del Maestro quedó enmudecida por el siseo de las puertas de la cámara al abrirse de nuevo.
—¡Perdón, perdón, perdón! ¡Llego tarde! —entró a toda prisa la maestra Amatista, mientras se excusaba y corría a ocupar su lugar junto al maestro Salamence—. La maestra Perla me estaba soltando un tostón sobre ser responsable, o puntual, o algo así...
El resto de Maestros la siguió con una mirada de desaprobación hasta que se dejó caer de cualquier manera en el sillón de meditación.
—... Jóvenes padawan —retomó el Maestro Steve, sin dejar de mirar de reojo a la maestra Amatista a la espera de que le interrumpiese de nuevo. No parecía ser que se fuera a dar el caso, ya que la Maestra violácea ya se encontraba absorta viendo el nuevo capítulo de Mayordomín en su holopad. El Maestro ahogó un suspiro y prosiguió—, hemos recibido una solicitud del Canciller Supremo Andy.
Los aprendices intercambiaron miradas.
—El Canciller desea que os presentéis ante él de inmediato para encomendaros una misión de investigación que no se ha atrevido a transmitir por la holonet, dado que tiene miedo de que sea interceptado. Entended que es una misión confidencial y no nos podemos permitir que se relacione al Templo Jedi con la misma.
—Pero Maestro... ¿Usted cree que tenemos la suficiente instrucción para una misión de esta importancia? —cuestionó Noelia, con un pánico creciente colándose en su voz a cada segundo que pasaba—. Ninguno de nuestros Maestros nos ha enseñado nada...
Los tres Maestros se miraron entre ellos en silencio sin saber qué contestar.
—Ya, bueno, pero el resto está de vacaciones —vino la respuesta de Amatista, sin despegar los ojos de la holopantalla—. Así que os toca pringar.
Tras unos minutos de desconcierto en el que todas las miradas se centraron en la excéntrica Maestra, Nando adelantó un par de pasos a sus primos y hermana y, dabeando a derecha e izquierda, dijo con solemnidad:
—Será como ordenáis, Maestros. Los lideraré a todos y los llevaré al éxito y la gloria en esta misión.
La risa burlona de Lucía rasgó el aire de la habitación, coreada por la risotada gemela de Amatista a la vez que exclamaba un: "¡Menudo pringado!"
—Qué flipado eres, Nando —se mofó su hermana, ganándose una mirada furibunda de él que no hizo si no aumentar el volumen de las risotadas.
Noelia apretó los labios para acallar la carcajada que amenazaba con explotar dentro de su boca. Adrián, desternillado de risa, imitó los gestos del padawan rubio.
—¡Calla, pesada, no me quites el swag delante de los maestros! —murmuró entre dientes, notando el rubor pellizcarle las mejillas.
Los píxeles del rostro de Steve formaron lo que parecía una sonrisa.
—Gracias por tu entusiasmo, joven Nando. Estamos seguros de que así será. Ahora, marchad y cumplid vuestra misión en el nombre de la Orden.
Los primos hicieron una reverencia a modo de despedida y se dieron la vuelta para salir.
—¡Salamencer! —les cortó el Maestro dragón con un estruendoso bramido a medio giro—. Salamencer, sala, salame, salamencer. ¿Sala, sa? Salamencer. Salamen, sala... Sa. Salamencer salame, sala sal. ¡Sal!
Los aprendices se quedaron congelados, sin entender qué había dicho, pero igualmente asustados.
«El maestro Salamencer tiene toda razón», les llegó una voz susurrada a través de la Fuerza directamente a sus mentes. El lánguido parpadeo de la maestra Lunnaris fue lo único que les hizo intuir que provenía de ella. «Seguid al pie de la letra sus sabios consejos, y no tendréis nada que temer».
Ellos se miraron aterrorizados por enésima vez en aquella mañana. No habían entendido ni una sola palabra.
Apesadumbrados, deprimidos y cada vez menos inclinados a confiar en el éxito de su misión, abandonaron la estancia, cabizbajos y arrastrando los pies.
—¡Que la Fuerza os acompañe, pringaos! —fue lo último que escucharon antes de que las puertas se cerrasen.
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bruixagalactica · 7 years
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                                      COUSIN WARS
                                                ...                                                 ...                                                 ...             -entra en plano con un café y bata, rascándose el culo-
                  ��                             ...
              ¿Eh...? ¿Ya? ¿Era hoy? ¿¡Por qué nadie me ha avisado!?                         ¡Esto no se hace! ¡No estaba preparado!                                      ¡REPETID LA INTRO!
                                         COUSIN WARS
              Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...          Nos encontramos en una época de conflictos en la Galaxia. Los         recientes acontecimientos políticos han creado grandes tensiones, e ideas separatistas han calado hasta lo más hondo de los altos cargos del Senado. Cientos de planetas empiezan a estar cada vez más en desacuerdo con la         centralización de la República Galáctica, y el Senado apenas puede                   permanecer en paz durante las jornadas de debate.                                          Una movida, vamos.
        El canciller supremo Andy (... ¿Va en serio...? No me pagan lo suficiente para esto...) apenas puede controlar la cámara del Senado                     (¿¡Cómo va a controlar el Senado un perro!?)  y sus preocupaciones van en aumento, dado que ha recibido cientos de                    amenzas de muerte de terroristas disidentes.     
     Temiendo por su vida, ha mandado una solicitud secreta al Templo Jedi.
                                                      ...
                          Esto en las películas parecía más largo...
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