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CONFLICTO MEXICO-GUATEMALA
Se conoce como el conflicto México-Guatemala a los hechos ocurridos el 31 de diciembre de 1958 en que barcos pesqueros mexicanos fueron atacados por la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG) en aguas territoriales de Guatemala. El saldo fue de tres pescadores muertos y catorce heridos por parte de México. Diez de los sobrevivientes fueron sometidos a interrogación militar por parte de Guatemala. La situación causó una terminación temporal de las relaciones diplomáticas y comerciales entre México y Guatemala, un puente fronterizo fue destruido y ambos países activaron una alerta militar.
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5 DE MAYO
El 5 de mayo, fecha de la conmemoración de la batalla de Puebla, y así se marca la victoria del ejército mexicano contra la invasión del segundo Imperio francés, misma que fuera la primera vez que este se enfrentara satisfactoriamente a una potencia extranjera desde su independencia.
Estados Unidos también celebra dicha conmemoración debido a que las fuerzas mexicanas no permitieron el paso de Francia hacia suelo estadounidense. En 1861, el país estaba en bancarrota debido a medio siglo de conflictos y guerras casi constantes. No podía hacer frente a las necesidades más urgentes, por lo que el 17 de julio de 1861, el presidente Benito Juárez decretó una prórroga de dos años para pagar la deuda externa a países europeos.
En octubre de 1861, Francia, Inglaterra y España se suscribieron a la Convención de Londres y se comprometieron a enviar militares a México para reclamar sus derechos como acreedores por una deuda que ascendía alrededor de 80 millones de pesos. Aproximadamente 69 millones eran para los ingleses, 9 millones para los españoles y 2 millones para Francia. Estos últimos se negaron a negociar, por la vía diplomática, los términos y condiciones en los que se pagaría la deuda posteriormente, como sí hicieron españoles y británicos en los Tratados preliminares de La Soledad. Así que Napoleón III, gobernante de Francia, decidió invadir México para establecer una monarquía favorable a Francia, surtirse de materias primas y en un futuro extender su imperialismo a Estados Unidos. Con ese fin, debía disolver el Gobierno mexicano establecido por el presidente Benito Juárez.
En abril de 1862 los franceses desembarcaron en el puerto de Veracruz, y emprendieron la campaña militar hacia el centro de la República. Después de varios ataques el 5 de mayo de 1862 se dio la batalla que tuvo lugar en el cerro de Loreto, en cuya cima se encontraba una capilla acondicionada como fuerte para defender la ciudad de Puebla. El héroe de la primera batalla de Puebla fue el general Ignacio Zaragoza al mando de casi 2000 soldados y 2700 campesinos usando machetes y lanzas llamadas «chinacas» de madera con punta de metal. Los franceses usaban pistolas, carabinas con punta de metal, bayonetas y cañones. El informe que el general Zaragoza rindió sobre la Batalla de Puebla al presidente Benito Juárez fue breve y significativo.
La primera victoria de México no duró mucho tiempo. Un año después, treinta y cinco mil tropas francesas lograron derrotar al ejército mexicano, y de esa forma Francia logró tomar control de la Ciudad de México e impusieron al austriaco Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota como emperador y emperatriz de México. El emperador no sostuvo por mucho su imperio: la victoria de Francia duró sólo 4 años. En 1867, y debido a la conflictiva situación en Europa y a la presión de Estados Unidos, el emperador Napoleón III ordenó retirar el apoyo militar y económico a Maximiliano. Al mismo tiempo los republicanos mexicanos comenzaron a recibir respaldo financiero y diplomático estadounidense al concluir en aquel país la Guerra de Secesión, y el novel imperio comenzó a perder su endeble base social. Así las cosas, durante 1866 los republicanos fueron ganando importantes posiciones hasta dejar reducida el área de influencia imperial a Puebla y Veracruz. El 2 de abril de 1867, tropas encabezadas por el juarista Porfirio Díaz tomaron la ciudad de Puebla con lo que militarmente el imperio fue aniquilado. El emperador Maximiliano, para entonces sitiado en Querétaro, fue hecho prisionero y fusilado en la ciudad de Querétaro en «El cerro de las campanas».
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GUERRA DE LA REFORMA
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La Guerra de Reforma, también conocida como la Guerra de los tres años, fue una guerra civil que aconteció en México desde 17 de diciembre de 1857 al 1 de enero de 1861.1​La nación estaba dividida en dos grandes grupos: Liberales y Conservadores; ambos luchaban por sus ideales. Se le atribuye la transformación mexicana por la transición de la estructura política en la cual se buscó establecer el sistema capitalista democrático y terminar con el que había desde la Colonia y el Imperio. En este nuevo sistema, se formó un Estado nacional basado en el orden constitucional, en la necesidad del pueblo mexicano por una reestructuración al intentar terminar con los privilegios de las clases dominantes (igualdad ante la ley), la reactivación de la economía y la restauración del trabajo.2​Por un tiempo, los liberales y conservadores tuvieron gobiernos paralelos, con la sede del gobierno conservador en Ciudad de México y los liberales en Veracruz.​
Con el transcurso de los años, la guerra se hizo más sangrienta y polarizó a la gente en la nación. La guerra terminó con la derrota definitiva de los conservadores en la Batalla de Calpulalpan, Estado de México​ en 1861, y con Benito Juárez instalando su administración en Ciudad de México. Una vez que el Congreso Constituyente había cumplido con su tarea de elaborar una nueva constitución, se hizo la convocatoria para realizar elecciones tanto de los poderes federales como los de los estados. Se reunió así el primer Congreso, que trabajaría ya bajo los principios de la Carta Magna de 1857. El país había sido endeudado por ambos bandos, esta situación llevó a la suspensión del pago de la deuda extranjera, lo que sumado a los intentos del partido derrotado de conseguir apoyo en Europa y los intereses de distintas potencias europeas llevó a la creación de la Convención de Londres, lo que a su vez desembocó en la Segunda intervención francesa.
Tanto los conservadores como los liberales estaban de acuerdo en que, para superar la crisis política, se debía promover el cambio. La Revolución de Ayutla, comandada por Juan Álvarez en el año de 1854 fue la revuelta a consecuencia del nacimiento de las nuevas formas de pensamiento con el objetivo de establecer un gobierno liberal y del hartazgo de la sociedad mexicana ante el régimen de Antonio López de Santa Anna.​
Una de las leyes que entraron en vigor en 1856, La Ley Lerdo es el sobrenombre con el que se le conoce a la Ley de Desamortización de las Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Religiosas de México. Fue expedida el 25 de junio de 1856 por el presidente sustituto Ignacio Comonfort. Esta ley causó un enorme descontento entre ciertos sectores de la población pues, desde su punto de vista, atacaba a la religión católica, que era la creencia de la mayoría del país. Con el Plan de Tacubaya, dirigido por Félix Zuloaga, se estipulaba que la Constitución vigente cesaba de regir y que Comonfort seguiría al frente del poder Ejecutivo, limitado por los conservadores, para que derogara las reformas liberales, a lo cual este se negó; el plan también convocaba a un congreso extraordinario que redactaría una nueva constitución "acorde con la voluntad nacional", cesando entretanto a todas aquellas autoridades que no secundasen este plan. Parte del equipo de colaboradores de Comonfort renunció a sus puestos, mientras que Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte, Isidro Olvera, presidente del Congreso, y algunos diputados fueron conducidos a prisión.​ Comonfort trató de buscar una reconciliación con el partido liberal; encarceló a Juárez y llevó a cabo enfrentamientos armados contra los conservadores, en los cuales saldría mal librado. Ante lo inútil de su resistencia decidió no continuar en la lucha y abandonó el país, dejándolo inmerso en una guerra civil. La Guerra de reforma fue una guerra entre liberales y conservadores y el ganador de esta lucha fueron liberales
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1ER IMPERIO MEXICANO
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El Imperio mexicano fue un Estado que nació como resultado del movimiento independentista de Nueva España. Su periodo histórico comprende desde la firma de los Tratados de Córdoba en 1821 hasta la proclamación del Plan de Casa Mata y la instauración de la República Federal en 1823. México fue la única nación que adoptó un régimen monárquico después de su independencia de España.
Su territorio correspondió al antiguo Virreinato de Nueva España, con excepción de las capitanías generales de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y Filipinas. Las provincias del antiguo Reino de Guatemala, militarmente reunidas bajo la Capitanía General de Guatemala, se anexaron después al Imperio mexicano. El primer y único monarca de este estado fue Agustín de Iturbide,​ quien gobernó con el nombre de Agustín I de México.​
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En 1863 se estableció un Segundo Imperio mexicano, el cual no tiene relación directa con el establecido en 1821.
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REPUBLICA DE LA BAJA CALIFORNIA
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República de Baja California, ​fue un fracasado intento del 3 de noviembre de 1853 al 8 de mayo de 1854 donde pretendía formar desmembrar a México creando una república, iniciando con una invasión filibustera en la Paz (Baja California Sur) por William Walker, para después anexarla a Estados Unidos. Eso fue poco después de que Estados Unidos se apropiara de grandes extensión territoriales mexicanas, en los tiempos de presidente mexicano Antonio López Santa Anna.
Posteriormente pretenderían invadir Sonora y anexarla y proclamar como república (que incluiría Baja California y Sonora) y, posteriormente, formarían parte de los Estados Unidos de América. Después de haber capturado en La Paz a Rafael Espinosa, jefe político de la península, William Walker proclamó la península de Baja California como una república independiente, que posteriormente formaría parte de la República de Sonora. El 10 de enero de 1854 pasó a ser parte de la República de Sonora, lo cual fracasó y se disolvió el 8 de mayo de 1854.
HISTORIA
William Walker, quien pretendía fundar una nueva república, juntando la extensión de Sonora con la península de la Antigua California, ya conocida como la Baja California. Por supuesto que su verdadera intención era la anexión a la vecina nación del norte que se hallaba en plena expansión. Para situar esta acción en el tiempo y la condición política que se vivía en esos momentos, cabe decir que coincidieron varios factores que facilitaban los planes de invasión de Walker. Así pues, aprovechando esta serie de circunstancias, Walker consideró que era el momento adecuado para la consecución de sus fines anexionistas.
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William Walker realizó su primera acción en la localidad de La Paz en Baja California, donde alzó una bandera que representaba el Territorio de Baja California. Allí proclamó, el 3 de noviembre de 1853, que la Baja California era libre, soberana e independiente. Después de una victoria sobre un pequeño contingente mexicano, la opinión a favor hacia la expedición creció en Estados Unidos, y nuevos refuerzos partieron en el bergantín Anita con 230 aventureros.
"La posición geográfica de la provincia le hace ser distinta y separada de sus intereses de las otras partes de la República Mexicana. Sin embargo, sus lazos morales y sociales con México han sido mucho más débiles que los lazos físicos. Por lo tanto, había que hacerla independiente para poder desarrollar sus recursos y efectuar su organización social. La riqueza mineral y pastoral de Baja California es muy grande; pero para desarrollarla se necesita buen gobierno y la protección del trabajo y la propiedad. México es incapaz de proporcionar esos requisitos para alcanzar el merecido crecimiento y desarrollo de esta península. El territorio, bajo el gobierno mexicano, siempre quedará salvaje y sin cultivos, lleno de gente indolente y medio civilizada, que no quiere la entrada de extranjeros a su región. Yo y mis compañeros de armas hemos actuado bajo esas consideraciones. Ponemos el triunfo de nuestra empresa en nuestra fe, que es la que rige el destino de las naciones y las guía por los caminos del progreso y el desarrollo”.
ANTONIO MELENDREZ
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Juan Antonio María Meléndrez Ceseña, nació un 24 de junio en el Valle de la Grulla (hoy Ejido Uruapan) del año 1830 en el municipio de Ensenada. Fue el cuarto hijo concebido en el matrimonio de don José Guadalupe Meléndrez Orantes y doña Susana Ceseña Arrayos, quienes se casaron en 1815. Creció en el rancho de su padre, el cual, había obtenido por servicios prestados en la época de la independencia. Allí trabajó en el campo junto a su familia, lo cual le permitió conocer su entorno y tener una estrecha relación con las comunidades indígenas cercanas. Antonio Meléndrez se hizo de cierta fama por las historias que se formaron alrededor de su persona. La historia más notable fue la que se desarrolló al enfrentar a William Walker y a otros filibusteros en territorio nacional.​
En el año 1853, (valiéndose del destino manifiesto, el visto bueno de las autoridades de San Francisco y de los conflictos que en el país se suscitaban), Walker intentó 'liberar' a los lugareños de los estados de Sonora y Baja California afianzándolos en una nueva nación que llamaría la 'República de Baja California', la cual después de conquistada, se integraría a los Estados Unidos de América.​
Habiendo sido rechazados dos veces por fuerzas locales sonorenses, Walker navegó hasta Cabo San Lucas donde capturaron al Coronel Rafael Espinosa, y al Coronel Juan Clímaco Rebolledo teniéndolos como prisioneros. Pocos días más tarde, fueron enfrentados por lugareños y se retiraron al saber que llegarían refuerzos mandados de la capital para combatirlos.
A finales de noviembre, llegaron a Ensenada donde hicieron un cuartel con el fin de reagruparse y volver una vez más a Sonora; los hombres bajo el cargo de Walker no tardaron en hacerse notar robando ganado y cometiendo atropellos contra los pobladores de la localidad. El teniente coronel Francisco Javier del Castillo Negrete, quien se desempeñaba como comandante militar, técnicamente se deslindó de su cargo por motivos personales. Aproximadamente el día 4 de diciembre se enfrentaron con residente ensenadenses los cuales les hicieron frente en las inmediaciones del rancho 'La Grulla’. Antonio Meléndrez fue quien organizó y dirigió a un pequeño grupo de oriundos no mayor a 10 personas.
Diezmado su grupo, el 12 de diciembre de 1853 Walker pidió refuerzos para no retroceder más. Para el 18 de enero de 1854 se llegó a contabilizar a 600 hombres y dos cañones mientras que las fuerzas de Meléndrez apenas superaban los 50. No obstante, esto no fue problema para Meléndrez ya que su notable pericia y liderazgo, fueron su principal arma.
El 12 de febrero, Walker avanzó al poblado de San Vicente exigiendo a los pobladores la lealtad y su reconocimiento como presidente, ante la negativa, no tuvo más que continuar su trayecto hacia Sonora dejando un puesto de avanzada, el cual, Meléndrez hábilmente neutralizó y se adueñó de las armas de los americanos. Tratando de neutralizar a Meléndrez, Walker envió a un pequeño grupo para capturarlo, pero al no encontrarlo, regresaron y en el trayecto fueron sorprendidos por el caudillo dando muerte a dos extranjeros y capturando a otros tantos. Esto se suscitó reiteradas veces siendo infructuoso para los americanos.
La soberbia y la obstinación de Walker lo motivaron para seguir con su plan de regresar a invadir Sonora. Avanzaron decididos a su destino mientras que el contingente de Meléndrez los seguía de cerca, pero las dificultades para los extranjeros no se hicieron esperar. El robo de ganado por parte de los aborígenes, las deserciones y el desabasto de provisiones fueron el principal motivo de su regreso al último puesto de avanzada.
Al saber del regreso de los filibusteros, Meléndrez advirtió y posteriormente se unió a Juan Bandini, dueño del rancho 'Guadalupe' que, sabiendo el destino que le podría deparar a su propiedad con la llegada de los americanos, convocó a por lo menos a 30 voluntarios al mando de Juan Mendoza que ayudarían a repeler a los extranjeros. En una hábil maniobra de Mendoza, despojó de la mayoría del ganado a los americanos y con ello, de su alimento. En la mañana del 20 de abril, ya reunidos los contingentes de Mendoza, Meléndrez y algunos indios de diferentes grupos, hicieron frente al maltrecho grupo de Walker. Los filibusteros fueron tomados por sorpresa; por el bullicio y el ruido de la emboscada provocó que algunos enemigos huyeran mientras que otros murieron en el enfrentamiento.
Esto desenlazó con la huida de Walker y 33 de sus subordinados. Meléndrez y un pequeño grupo fueron tras de él hasta que el 8 de mayo de 1854, Walker y compañía cruzaron la frontera y no volvieron. Por un tiempo, Antonio Meléndrez fue un personaje importante ya que, ante el vacío ocupacional dejado por el teniente coronel Castillo Negrete, Meléndrez quedó a cargo de la región. Desafortunadamente por descontentos y calumnias el caudillo fue visto con malos ojos.
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REPUBLICA DEL RIO GRANDE
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fue un intento de país independiente autoproclamado y nunca reconocido por México que apareció en 1840 con capital en Laredo y que comprendía los actuales estados mexicanos de Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, reclamando también parte del actual estado de Texas que entonces disputaba con Estados Unidos. Fue creado por convención constitucional en el Rancho Oreveña (cerca de la ciudad actual de Zapata, Texas) el 7 de enero de 1840. La República se entendía como un protoestado y como una aplicación de las ideologías nacionalistas de las villas del norte, que pretendió la identificación como nación y estado, en un sentido de oposición y descontento popular por las "Siete Leyes" de la entonces joven República Mexicana, vinculada al centralismo, gozando de un estatus único y privilegiado. Esto dio a la gente de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas la única salida de rebelión e independencia, para evitar el atropello a sus libertades. La participación popular fue caracterizada por el apoyo a la causa de Antonio Canales, uno de los principales líderes y artífices de la Rebelión del Río Grande. Desatando el conflicto bélico entre la República del Río Grande y la República Mexicana. Finalizó con la rendición de Canales, tras la rendición del apoyo por parte de Texas, el 6 de noviembre de 1840.
ANTECEDENTES​
Tras dos décadas de conflictos marcados por el enfrentamiento entre diversas corrientes políticas que disputaron, incluso por las armas, el dominio del país, México obtuvo su independencia de España en 1821. Luego de una monarquía derrocada, México adoptó la constitución federal de 1824, donde se establecía una república federal.
El 30 de marzo de 1833 Antonio López de Santa Anna fue elegido para su primer periodo como presidente; sin embargo, algunos miembros del partido conservador, junto con Santa Anna, empezaron a crear una red de corrupción y así Santa Anna consideró que un sistema centralizado sería más fácil de controlar. De esta forma, el presidente suspendió la constitución de 1824, disolviendo el congreso. Al año siguiente se dieron a conocer las Siete Leyes, que sentaron las bases de la organización del estado mexicano como un estado unitario convirtiendo a la ciudad de México en sede del poder central de la república, y la nación en una dictadura. En varias regiones esto fue pretexto de sublevaciones.
El establecimiento de la república centralista en México fue el pretexto que aprovecharon los colonos texanos de origen anglosajón y sus aliados mexicanos para proclamar su independencia respecto a México. En realidad, las razones del descontento texano eran otras: sus pretensiones de separar Texas de Coahuila, y su preocupación por la inminente desaparición de la esclavitud en la región ante la declaración de la constitución del estado de Coahuila y Texas de que nadie nacería en esclavitud en el territorio coahuilense.​ El 21 de abril de 1836, Santa Anna, preso de los rebeldes texanos, fue obligado a reconocer la independencia de la provincia texana por la firma del Tratado de Velasco. Otros movimientos detonados por la instauración de la república centralista fueron la separación de Yucatán y de Tabasco, así como las rebeliones de Zacatecas (1835) y Sinaloa (1837). Esta última fue una de las más duraderas y era encabezada por José Urrea. El movimiento de Urrea se extendió hacia Tampico en 1837, y de ahí se extendió por los tres estados del noreste mexicano: Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.
EL INICIO DE LA REBELION
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El 27 de marzo de 1839, Antonio Canales Rosillo, junto con el coronel José María González y Antonio Zapata iniciaron una sublevación en contra del gobierno mexicano aduciendo su causa al establecimiento de una federación y a la formación de la República de Río Grande. En Nuevo León el gobernador interino Manuel María de Llano se unió a la causa de Canales, y conjuntamente buscaron apoyo en Texas; el 10 de julio de 1839 el general Juan Pablo Anaya acudió a organismos privados y gubernamentales para conseguir hombres y armas ofreciendo a cambio reparto de tierras y participación en el gobierno;​ los texanos apoyaron el movimiento, pero se negaron a hacerlo de forma abierta,​ por lo que lucharon bajo la bandera federalista. De esta manera el movimiento contó con el apoyo de fuerzas estadounidenses al mando de Reuben Ross y fuerzas texanas al mando de Samuel W. Jordan, quienes partieron de Lipantitlan (San Patricio) cruzando la frontera el 30 de septiembre con seiscientos filibusteros.​ Entre septiembre y octubre del mismo año, Antonio Canales convocó a una convención de delegados en Texas.​ El 30 de octubre de 1839, las villas de Guerrero y Mier fueron tomadas con éxito por las fuerzas de Antonio Canales. Sin embargo, entre el 10 y el 11 de diciembre, fueron repelidos en su intento de tomar la plaza de Matamoros.​
El 1 de enero de 1840 Canales fue derrotado por el Ejército del Norte bajo el mando de Mariano Arista en Monterrey.11​ El 18 de enero de 1840, en las cercanías de San Fernando de Agua Verde, Coahuila, las fuerzas comandadas por Antonio Canales nuevamente fueron derrotadas por las tropas de Mariano Arista. Tras la batalla, fueron capturados y fusilados algunos estadounidenses.​
El 18 de marzo de 1840, Antonio Canales estableció su cuartel en San Patricio, Texas, izando la bandera de la República de Río Grande. Una fuerza de quinientos estadounidenses y texanos al mando de Jordan y W.S. Fisher ocupó Laredo, Ciudad Guerrero, Mier y Ciudad Camargo. El avance continuó hacia Tula de Tamaulipas, Linares y Ciudad Victoria. En octubre, cerca de Saltillo, enfrentaron a las tropas del general Rafael Vázquez y fueron obligados a replegarse hacia el territorio de Texas. Canales por su parte fue derrotado en Santa Rita (actual Morelos, Coahuila), los días 24 y 25 de marzo; mientras que Antonio Zapata fue capturado y decapitado por traición, Antonio Canales y Juan Nepomuceno Molano huyeron a territorio texano. De nueva cuenta, recibieron apoyo de los texanos, se reclutaron más hombres y se establecieron en Ciudad Victoria implantando un gobierno local. Al avanzar hacia Saltillo fueron doblegados por el Ejército del Norte.​ El 1 de noviembre Arista y Canales se entrevistaron en el campo de los Olmitos, para negociar un convenio de paz. Canales estaba decepcionado por el poco soporte de los texanos, decidió no apoyar los planes de expansionismo de los colonos anglosajones de la pretendida República en perjuicio de México y de esta forma salvar su nombre como traidor.​ Finalmente, el 6 de noviembre de 1840 en Camargo, Antonio Canales optó por la rendición.​
Mariano Arista nombró a Jesús Cárdenas prefecto del distrito norte de Tamaulipas y a Juan Nepomuceno Molano le dio libertad para actuar políticamente en Tamaulipas. El movimiento separatista llegó a su fin y se creó una alianza política que benefició más tarde a Mariano Arista durante su período presidencial de 1851 a 1853. Antonio Canales fue nombrado comandante militar de las villas del norte para luchar a lado de los mexicanos.​ Pero Canales se retiró a Texas, en donde volvió a organizar un grupo de fuerzas militares.​
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GUERRA DE INDEPENDENCIA DE TEXAS
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La guerra de la Independencia de Texas, o la Revolución de Texas, tuvo lugar entre el 2 de octubre de 1835 y el 21 de abril de 1836. Las partes en conflicto fueron México y la provincia de Texas, perteneciente jurídicamente por aquel entonces al estado de Coahuila y Texas, y algunas partes de los Estados Unidos de América.
Los problemas entre el gobierno mexicano y los colonos angloparlantes en Texas comenzaron con la migración intensiva de los estados vecinos esclavistas (México había abolido la esclavitud), principalmente de Misisipi, Alabama y Tennessee, que para 1830, ya había duplicado su población con mayoría estadounidenses. Con la promulgación de la constitución centralista de 1835, conocida como las Siete Leyes, el presidente mexicano Antonio López de Santa Anna dejaba sin efecto la antigua Constitución federal de 1824. Poco tiempo después, surgieron pronunciamientos en varias regiones del país. La guerra comenzó en territorio texano el 2 de octubre de 1835, con la batalla de Los González. Rápidamente, las fuerzas texanas tomaron La Bahía y San Antonio Béjar, aunque pocos meses después serían derrotadas.
Después de algunas victorias mexicanas, la guerra terminó inesperadamente con la batalla de San Jacinto, a más de 300 kilómetros de la actual ciudad de San Antonio. En ese lugar, el general Samuel Houston condujo a los rebeldes tejanos y a los voluntarios estadounidenses a una decisiva victoria contra tropas mexicanas, al mando de Antonio López de Santa Anna, saldándose con el general capturado tras la batalla. Tras la conclusión de la guerra, se formalizó la independencia de facto de la República de Texas. El congreso mexicano nunca aceptó el Tratado de Velasco argumentando que al estar firmado por un presidente preso, no tenía ninguna validez legal. Prueba de ello es que entre 1842 y 1844 se llevó a cabo una segunda campaña en Texas al mando del general Mariano Arista. Esta segunda expedición fue una reacción del ejército a las críticas recibidas. Texas se unió en 1845 a los Estados Unidos de América, y las reclamaciones de ambas partes no quedarian finiquitadas hasta la guerra entre los Estados Unidos y México, que se prolongaría entre 1846 y 1848
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GUERRA DE LOS PASTELES
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La primera intervención francesa en México, también conocida como la guerra de los Pasteles o primera guerra franco-mexicana, fue el primer conflicto bélico entre México y Francia. Tuvo lugar del 16 de abril de 1838 al 9 de marzo de 1839. ​En 1827 se había celebrado un convenio con Francia bajo el nombre de Declaraciones Provisionales, que sentaban las bases para el futuro arreglo de las relaciones entre ambos países. A través del barón Antoine-Louis Deffaudis , embajador francés, los comerciantes franceses avecindados en México enviaron una serie de reclamaciones, que fueron recibidas en París con alarma. Entre estas reclamaciones se encontraba la del señor Remontel,​ dueño de un restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna se habían comido en 1832 unos pasteles sin pagar la cuenta (posiblemente fue por daños al restaurante), por lo cual exigía ser indemnizado.1​ Ese fue el motivo por el cual el pueblo mexicano identifica esta guerra con Francia con el nombre de «guerra de los pasteles». Adicionalmente, ese mismo año, un ciudadano francés fue fusilado en Tampico, acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones entre ambos países.​ La guerra tuvo lugar entre el 16 de abril de 1838 y el 9 de marzo de 1839.
México había acabado en 1836 la guerra con Texas, y el 28 de diciembre España reconoció finalmente la independencia de México (lo que eliminaba el problema de atacar un territorio reclamado por un país amigo), y llegado el año de 1838, aún no se había podido concertar un tratado definitivo en virtud de que el representante francés, el barón Antoine-Louis Deffaudis, no estaba de acuerdo con dos artículos del convenio. En consecuencia, Deffaudis abandonó su misión diplomática en México y regresó a Francia, para volver al poco tiempo (marzo) acompañado de diez barcos de guerra que apoyaban las reclamaciones de su gobierno: las fragatas Nereida, Gloria y Efigenia; la corbeta Criolla; las bombarderas Vulcano y Cíclope y los bergantines Coracero, Alcibiades y Eclipse. Fondearon frente a la isla de Sacrificios, Veracruz, amenazando con invadir el territorio mexicano si México no cumplía las condiciones que Deffaudis plasmó en un ultimátum, que vencía el 15 de abril.
Desde uno de los barcos envió Deffaudis el ultimátum en el que presentaba las reclamaciones de los súbditos franceses en México, por los perjuicios sufridos en sus personas y propiedades durante los movimientos revolucionarios ocurridos en el país.
Como el gobierno de Anastasio Bustamante se negara a tratar con Deffaudis mientras hubiera fuerzas navales francesas frente a Veracruz, el comandante de estas, almirante Bazoche, declaró bloqueados todos los puertos del golfo, incautó las naves mercantes mexicanas, comenzando un bloqueo que duraría ocho meses, desde el 16 de abril de 1838, fecha en que se rompieron las relaciones entre ambas naciones.
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Al ver que México no cedía ante la presión de tener sus dos principales fuentes de ingresos fiscales bloqueadas, Francia envió en octubre veinte barcos más al mando del contraalmirante Charles Baudin, veterano de las guerras napoleónicas, con el carácter de ministro plenipotenciario del gobierno francés, y se reunió en Xalapa con el Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores de México, don Luis G. Cuevas, para efectuar negociaciones.
En el último proyecto de bases para el arreglo, el plenipotenciario reclamaba del gobierno mexicano la celebración de un tratado de amistad, comercio y navegación entre los dos países que concediera derechos preferentes a los franceses.
Además, México debería pagar a Francia, en el término de treinta días, la cantidad de 800 000 pesos que se aplicarían del modo siguiente: 600 000 para la liquidación general de los daños sufridos por los franceses y 200 000 como indemnización de los gastos de la flota francesa anclada en la costa mexicana.
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Maximiliano de Habsburgo, el último emperador de Mexico
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Entre 1863 y 1867, el príncipe austrohúngaro Maximiliano de Habsburgo se convirtió en emperador de México. El historiador Edward Shawcross repasa,
En su libro El último emperador de México, la historia de este hombre y qué le llevó a aceptar el trono de un país que no conocía al otro lado del mundo.
Su Casa y su niñes
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Maximiliano era el hermano menor de Francisco José, el heredero del trono de Austria. Pertenecía a la casa de Habsburgo, uno de los linajes reales más importantes de Europa.
Maximiliano nació el 6 de julio de 1832 en el Palacio de Schönbrunn, ubicado en las cercanías de Viena, capital de Austria.​ Fue el segundo hijo de los archiduques Francisco Carlos de Austria y Sofía de Baviera; además fue nieto (por línea paterna) del emperador reinante Francisco I de Austria y hermano menor del futuro emperador Francisco José I. Su nombre secular era Fernando Maximiliano José María: Fernando rendía homenaje al emperador Fernando I de Austria (padrino y tío paterno suyo), Maximiliano en honor al rey Maximiliano I de Baviera (abuelo materno) y José María como un nombre de tradición católica.​
Durante su infancia Maximiliano padecía constantemente de mala salud: tendía a resfriarse debido a la poca calefacción de las habitaciones del Palacio Imperial de Hofburg, la residencia del emperador austriaco.​
La afición de Maximiliano por las disciplinas naturalistas (como el dibujo botánico y el paisajismo) nació también durante este periodo, ya que apreciaba el jardín privado del emperador de dicho palacio, pues contaba con un espacio conformado por una arboleda de palmeras y plantas tropicales donde anidan loros; aquel gusto se extendió y se vio reflejado sempiternamente con los dibujos que él mismo elaboraba de los jardines de las residencias que llegó a habitar a lo largo de su vida y con distintas actividades recreativas como la caza de mariposas.
Sofía declaraba que entre todos sus hijos él era el más cariñoso. Mientras que describía a Francisco José como «precozmente ahorrativo», a Maximiliano lo calificó como de «naturaleza más soñadora y derrochadora». El tío de Maximiliano, Fernando II de Austria, había gobernado desde 1835. Maximiliano y Francisco José eran muy cercanos, al punto que ambos solían burlarse de su tío considerándolo intelectualmente deficiente.​ A cargo del mariscal Joseph Radetzky, Maximiliano —recién cumplidos los trece años— en 1845 recorrió junto a Francisco José los reinos de la península itálica.​
Todos los hijos de Francisco Carlos y Sofía fueron educados de la misma manera y tuvieron que inclinarse desde edad temprana a los rigores de la etiqueta de la corte en Viena.​ Maximiliano fue primero criado a cargo de una institutriz, la baronesa Louise Sturmfeder von Oppenweiler, y luego por preceptores, encabezados por el conde Heinrich de Bombelles, diplomático de origen francés al servicio de Austria.​ Tanto Francisco José como Maximiliano compartieron un horario escolar denso: cuando Maximiliano tenía diecisiete años, ambos tenían hasta 55 horas de estudio por semana.​ A lo largo de su educación fue instruido en piano, modelado, filosofía, historia, derecho canónico y equitación.​ También se hizo políglota pues además de su nativo alemán aprendió inglés, francés, italiano, húngaro, polaco, rumano y checo;​ a lo largo de su vida siguió aprendiendo más idiomas: portugués, español e inclusive, ya como emperador de México, náhuatl.
SU JUVENTUD
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En febrero de 1848, la revolución de los italianos ganó rápidamente todo el imperio. El despido de Klemens von Metternich marcó el final de una era. El emperador Fernando I fue reconocido como incapaz de gobernar. Su hermano y sucesor legítimo, el archiduque Francisco Carlos, alentado por su esposa Sofía, renunció a sus derechos al trono en favor de su hijo mayor Francisco José, quien comenzó su reinado el 2 de diciembre de 1848.​
Desde el principio, Francisco José se tomó el poder con seriedad y eficacia. Los húngaros resistieron hasta el verano de 1849, cuando Francisco José puso a Maximiliano al mando de operaciones militares. Mientras permanecía impasible, Maximiliano informó: «Las balas silban sobre sus cabezas y que los rebeldes les disparan desde casas en llamas».​ Tras la victoria sobre los húngaros, se ejerció una represión implacable contra los opositores, algunos de los cuales fueron ahorcados y fusilados en presencia de los archiduques. A diferencia de su hermano, Maximiliano quedó impresionado por la brutalidad de las ejecuciones. Maximiliano admiraba la naturalidad con la que su hermano recibió el homenaje de ministros y generales; ahora, también él tenía que pedir audiencia para ver a su hermano.
Los análisis de su personalidad son contrastados: O. Defrance presenta a Maximiliano como menos dotado de talento y de carácter más complejo que su hermano mayor,​ mientras que L. Sondhaus indica, por el contrario, que a menudo había eclipsado a su hermano desde la infancia y que este último parecía, en comparación, más aburrido y con menos talento.​ Maximiliano a los dieciocho fue descrito como atractivo, soñador, romántico y diletante.​
En 1850, Maximiliano se enamoró de la condesa Paula von Linden, hija del embajador de Württemberg en Viena. Sus sentimientos fueron recíprocos, pero debido al menor rango de la condesa, Francisco José puso fin a este idilio enviando a Maximiliano a Trieste para familiarizarlo con la marina austriaca, en la que más tarde haría carrera.​
Maximiliano se embarcó en la corbeta «Vulcain» para un breve crucero por Grecia. En octubre de 1850 fue nombrado teniente de marina. A principios de 1851 realizó otro viaje ahora a bordo del SMS Novara. Aquel viaje le encantó tanto que expresó en su diario: «Voy a cumplir mi sueño más querido: un viaje por mar. Con algunos conocimientos, dejo la querida tierra austriaca. Este momento es una fuente de gran emoción para mí».
Este viaje lo llevó en particular a Lisboa. Allí conoció a la princesa María Amelia de Braganza, de diecinueve años, única hija del difunto emperador Pedro I de Brasil y que era descrita como hermosa, piadosa e ingeniosa y de una educación refinada.​ Ambos se enamoraron. Francisco José y su madre autorizan un posible matrimonio. Sin embargo, en febrero de 1852, Maria Amelia contrajo escarlatina. Con el paso de los meses, su salud empeoró antes del brote de tuberculosis. Sus médicos le aconsejaron que se fuera de Lisboa a Madeira, a donde llegó en agosto de 1852. A finales de noviembre, se perdió toda esperanza de recuperar su salud.​ Maria Amelia murió el 4 de febrero de 1853, lo que provocó en Maximiliano un profundo dolor.​
Maximiliano perfeccionó sus conocimientos en el mando de tripulaciones y recibió una sólida formación técnica naval. El 10 de septiembre de 1854 fue nombrado Comandante en Jefe de la Armada de Austria y ascendió a contralmirante. De aquellas experiencias en la marina se desarrolló su gusto por los viajes y conocer nuevos destinos —especialmente exóticos—, incluso llegó a ir a Beirut, Palestina y Egipto.​
A finales de 1855, debido a las agitadas aguas del mar Adriático, encontró refugio en el golfo de Trieste. Inmediatamente pensó en construir allí una residencia, deseo que puso en práctica en marzo de 1856, cuando inició la construcción del que más tarde llamaría Castillo de Miramar, concretamente en la ciudad de Trieste.
El fin de la guerra de Crimea con la firma Tratado de París el 30 de marzo de 1856 trajo una pacificación en Europa, por lo que Maximiliano, aún a bordo del Novara fue a París para conocer al emperador de los franceses Napoleón III y su esposa la emperatriz Eugenia,​ dos personajes que influyeron en su vida decisivamente en los años posteriores. Maximiliano escribió respecto a aquel suceso en su diario: «Aunque el emperador no tiene el genio de su famoso tío, sin embargo tiene, afortunadamente para Francia, una personalidad grandísima. Domina su siglo y dejará su huella en él».​ Además declaró: «No es admiración lo que le tengo, sino adoración».​
LA RELACION CON SU HERMANO
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Algo importante para entenderlo es conocer su relación con su hermano: cuando eran niños se llevaban bastante bien, pero en cuanto Franscisco José se convierte en emperador en 1848, su relación cambia y Maximiliano empieza a sentir envidia porque cree que él sería un mejor gobernante que su hermano.
También son diferentes en términos de personalidad: Maximiliano es liberal, además de una persona extrovertida que disfruta en sociedad, mientras que Francisco José es mucho más frío y autocrático. Todo esto planta en él la semilla de la ambición porque piensa que, si él fuese emperador, sería un soberano mucho más querido, más ilustrado y mejor que su hermano.
Francisco José es consciente de esto, sabe que su hermano es más popular que él, así que se asegura de que no tenga ningún cargo importante ni un papel relevante dentro de la familia imperial. Solo lo obtiene cuando se casa con la princesa Carlota de Bélgica y el padre de ella insiste en que a Maximiliano se le dé una posición seria para elevar la dignidad de su hija.
Así pues, tenemos a este hombre que está convencido de sus cualidades y talentos, y de su propio destino porque pertenece a la casa más ilustre de la realeza europea; pero cuyas ambiciones están siendo frenadas por su hermano y no tiene una posición desde la que ejercer lo que él cree que son sus considerables cualidades como un potencial gobernante.
MATRIMONIO DE MAXIMILIANO Y CARLOTA
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En mayo de 1856, Francisco José le pidió a Maximiliano que regresara de París a Viena con una escala en Bruselas para visitar al rey de los belgas Leopoldo I. El 30 de mayo de 1856, llegó a Bélgica donde fue recibido por el Felipe de Bélgica, hijo menor de Leopoldo I. Acompañado por los príncipes de Bélgica, visitó las ciudades de Tournai, Cortrique, Brujas, Gante, Amberes y Charleroi.30​ En Bruselas, Maximiliano conoció a la hija única del rey y de la difunta reina Luisa de Orleans, la princesa Carlota de dieciséis años, que inmediatamente cayó bajo su encanto.​
Leopoldo I, al percatarse de dichos sentimientos, le sugirió a Maximiliano que pidiera su mano. Siguiendo su consejo él aceptó. Recibió una cordial bienvenida en la corte belga, pero no pudo dejar de juzgar la sobriedad del Castillo de Laeken —donde observó que las escaleras eran de madera y no de mármol— tan alejado del lujo de las residencias imperiales vienesas.​
El príncipe Jorge de Sajonia, que anteriormente había sido rechazado por Carlota, le advirtió a Leopoldo I del «carácter calculador del archiduque de Viena».​ Respecto al hijo de Leopoldo I, el duque de Brabante Leopoldo (futuro rey Leopoldo II), le escribió a la reina Victoria del Reino Unido: «Max es un niño lleno de ingenio, conocimiento, talento y bondad. El archiduque es muy pobre, busca sobre todo enriquecerse, ganar dinero para completar las diversas construcciones que ha emprendido», pues Victoria era también prima de Carlota. El mismo Leopoldo I le escribió a su futuro yerno: «En mayo te ganaste toda mi confianza y mi benevolencia. También noté que mi niña compartía estas disposiciones; sin embargo, era mi deber proceder con cautela».​
Por otra parte, lejos de la futura boda, Austria consiguió en el Congreso de Viena la adquisición del reino de Lombardía-Véneto para la Casa Habsburgo. El 28 de febrero de 1857 Francisco José nombró oficialmente a Maximiliano virrey de Lombardía-Véneto.​
En realidad, tras aceptar el matrimonio con la princesa belga no pareció mostrar entusiasmo ni señales de estar enamorado.​ Negoció amargamente la dote de su prometida.​ y mientras continuaban las complejas transacciones financieras entre Viena y Bruselas con vistas al matrimonio, el rey Leopoldo solicitó que se redactara un acto de separación de bienes para proteger los intereses de su hija.​ Carlota, que estaba poco preocupada por el arreglo de aquellas consideraciones «puramente materiales», declaró: «Si, como está en cuestión, el Archiduque fue investido con el Virreinato de Italia, eso sería encantador, eso es todo lo que quiero».
El compromiso se concluyó formalmente el 23 de diciembre de 1856. El 27 de julio de 1857 Maximiliano y Carlota se casaron en el palacio real de Bruselas. Distinguidas casas reinantes de Europa asistieron al evento, incluido el primo político de Carlota y esposo de Victoria del Reino Unido, el príncipe consorte Alberto. La alianza matrimonial aumentó el prestigio de la reciente dinastía belga, que se aliaba una vez más con la Casa de Habsburgo.
SU TIEMPO COMO VIRREY DE LOMBARDIA-VENETO
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El 6 de septiembre de 1857 Maximiliano y Carlota hicieron su entrada en Milán, capital de Lombardía-Véneto. Durante su estancia allá la pareja habitó el Palacio Real de Milán y en ocasiones la Villa real de Monza.39​ Como gobernador, Maximiliano vivió como un soberano rodeado por una imponente corte formada por chambelanes y mayordomos.​
Durante su gobierno Maximiliano continuó la construcción del castillo de Miramar, que no se terminaría sino tres años después; la dote de Carlota fue indudablemente una significativa ayuda para su construcción. El futuro Leopoldo II anotó alguna vez en su diario: «La construcción de este palacio en estos días es una locura sin fin».​
Inspirado por la armada austríaca, Maximiliano desarrolló la flota imperial y alentó la expedición del Novara que llevó a cabo la primera gira mundial marítima comandada por el Imperio austríaco, una expedición científica que duró más de dos años (entre 1857 y 1859) y donde participaron diversos eruditos vieneses.​ Políticamente el archiduque estuvo muy influido por las ideas progresistas del momento. Su nombramiento al virreinato, en sustitución del viejo mariscal Joseph Radetzky, respondió al creciente descontento de la población italiana por la llegada de una figura más joven y liberal. La elección de un archiduque, hermano del emperador de Austria, tendía a fomentar una cierta lealtad personal a la Casa de Habsburgo.
Pero Maximiliano y Carlota seguían sin obtener el éxito esperado en Milán. Carlota hizo todo lo posible por ganarse las simpatías de "su gente": hablando en italiano, visitando instituciones benéficas, inaugurando escuelas... Llegó a vestirse como una campesina lombarda para seducir a los italianos.​ En la Pascua de 1858, vestidos con ropas ceremoniales, Maximiliano y Carlota caminaron por el Gran Canal de Venecia.​ A pesar de todos los intentos realizados por la pareja, los sentimientos antiaustríacos crecieron rápidamente entre la población italiana.​
El trabajo de Maximiliano en las provincias que gobernaba fue fructífero y rápido: revisión del catastro, distribución más equitativa de los impuestos, establecimiento de médicos cantonales, profundización de los pasos de Venecia, ampliación del puerto de Como, drenaje de las marismas para frenar la malaria y fertilizar el suelo, irrigación de las llanuras del Friul, saneamiento de las lagunas. También hubo una serie de mejoras urbanísticas: la Riva se extendió a los jardines reales de Venecia, mientras que en Milán, los paseos ganaron importancia, la plaza del Duomo se ensanchó, se trazó una nueva plaza entre La Scala y el Palacio Marino y se restauró la biblioteca Ambrosiana.​ El Ministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido escribió en enero de 1859: «La administración de las provincias lombardo-venecianas fue dirigida por el Archiduque Maximiliano con gran talento y un espíritu imbuido de liberalismo y la más honorable conciliación».​
Aun siendo oficialmente el virrey, la autoridad de Maximiliano quedaba limitada ante los soldados del Imperio austríaco, opuestos a cualquier tipo de reforma liberal. Maximiliano fue a Viena en abril de 1858 para pedirle a Francisco José I que concentrara personalmente los poderes administrativos y militares, mientras seguía una política de concesiones; su hermano rechazó aquella solicitud y lo obstaculizó para liderar una política más represiva.​
Maximiliano se redujo a desempeñar el papel limitado de prefecto de policía, mientras aumentaban las tensiones en Piamonte. El 3 de enero de 1859, Maximiliano por razones de seguridad y por temor a que la atacaran en público, envió a Carlota de regreso a Miramar y envió sus objetos más preciados fuera de los territorios que gobernaba. Solo en el palacio de Milán compartió sus quejas con su madre Sofía: «Así que aquí estoy desterrado y solo como un ermitaño. Soy el profeta que es ridiculizado, que debe probar, pieza por pieza, lo que predijo palabra por palabra a oídos sordos».​
En febrero de 1859 se llevaron a cabo numerosas detenciones en Milán y Venecia. Los prisioneros eran pertenecen a las clases pudientes de la población y fueron trasportados a Mantua y a diversas fortalezas de la Monarquía. La ciudad de Brescia estaba ocupada por la milicia, mientras que muchos batallones acamparon en Plasencia y a lo largo de las orillas del río Po. El archiduque intentó moderar las severas disposiciones del general Ferencz Gyulai. Maximiliano acababa de obtener el permiso de su hermano para reabrir las escuelas de derecho privadas en Pavía y la Universidad de Padua. En marzo de 1859 estallaron incidentes entre la policía y milaneses y veroneses. En Pavía, uno de los estados gobernados por Maximiliano, Austria creó una verdadera tripulación de asedio militar. La situación en Italia se volvió aún más crítica: el orden ya no se podía mantener allí sino por las tropas extranjeras.
La obra conciliadora de Maximiliano terminó de derrumbarse cuando sus distintos proyectos para mejorar el bienestar de la población tuvieron que ser abortados. A su vez aquellos intentos de bienestar eran contrarios a la posición en Austria, que combatía a cualquier elemento que perturbara su «programa unitario». Francisco José consideraba a Maximiliano demasiado liberal y derrochador con sus reformas y demasiado indulgente con los rebeldes italianos,​ por lo que lo obligó a dimitir de su cargo, mismo que ocurrió el 10 de abril de 1859.
OFRECIMIENTO DEL TRONO DE MEXICO
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Napoleón III, sobrino del más famoso Napoleón Bonaparte, es una figura central en la historia europea de ese período. Llega al poder en el mismo año en que Francisco José sube al trono, en un momento en el que hay revoluciones por toda Europa. Se convierte en presidente de la República Francesa, pero más tarde se proclama emperador.
Esto es muy importante porque lo que él ha hecho, destruir la república y establecer un imperio, es exactamente el modelo que quiere replicar en México. Y tiene la oportunidad de ello gracias a la guerra civil que hay entre liberales y conservadores mexicanos.
Los primeros quieren modernizar México y desacralizar la Iglesia, y su propuesta estrella es nacionalizar las propiedades del clero. Los conservadores en cambio quieren establecer una monarquía para evitar esto, ya que piensan que la Iglesia católica es lo único que mantiene unido al país.
Los conservadores pierden esta guerra y huyen a Francia, donde la mujer de uno de ellos les pone en contacto con Napoleón, quien les hace una oferta que les parece incluso demasiado buena para ser verdad: enviar varias decenas de miles de tropas francesas para proclamar una monarquía.
La ventaja para Napoleón es que así consigue todos los beneficios de la colonización pero con solo una fracción del coste: principalmente, explotar los grandes recursos minerales de México, que en aquella época todavía era visto como una especie de El Dorado.
Otro motivo que tiene Napoleón es que teme el poder de Estados Unidos y ve esta ocasión como una oportunidad de frenar la progresiva expansión estadounidense hacia el sur, que podía terminar con la absorción de México, al que ya habían quitado parte de su territorio.
Napoleón tiene la idea de que los pueblos europeos del sur comparten muchas cosas con México y otros países al otro lado del Atlántico, como la cultura y la religión, y que los anglosajones representan una amenaza común para todos ellos.
Resumiendo, la decisión de Napoleón tiene tres motivos: el interés colonial, la geopolítica y la idea de sustituir el modelo republicano por la monarquía.
Lejos de la desgastante vida marital de Maximiliano y Carlota, en México a lo largo de los gobiernos de Juan Álvarez (1855), Ignacio Comonfort (1855-1858) y Benito Juárez (desde 1858) se habían expedido las Leyes de Reforma.​ A través de ellas se suprimieron los fueros de la Iglesia y del Ejército, se decretó la libertad de imprenta, se desamortizaron los bienes eclesiásticos y de las corporaciones civiles, se prohibieron las obvenciones parroquiales, se decretó la libertad de cultos, se creó el Registro Civil y se le arrebató a la Iglesia el control monopólico de los matrimonios y defunciones.​ Dichas leyes polarizaron la sociedad mexicana. La situación se desbordó cuando inició la Guerra de Reforma de 1858 a 1861 que enfrentó a los liberales —encabezados por Juárez— y conservadores —encabezados por Félix María Zuloaga—, pues los últimos querían mantener sus privilegios. Al final los liberales ganaron la guerra, pero los grandes terratenientes en apoyo del bando conservador pidieron ayuda a Europa.​
En Francia, Napoleón III drogado por las ambiciones imperialistas decidió intervenir en la política mexicana. Aprovechando la Guerra de Secesión (1861-1865) que paralizó a Estados Unidos y con el pretexto de obtener el reembolso de las deudas que el gobierno de Juárez había suspendido por falta de recursos, Francia ratificó el 31 de octubre de 1861 el Convenio de Londres. Aquel tratado, contrario a la doctrina Monroe —que condenaba cualquier intervención europea en los asuntos de las Américas—, constituyó el preludio de la Intervención a México en la que Francia se alió junto a los españoles e ingleses. Después de la partida de ambos aliados en abril de 1862, Francia decidió quedarse y nutrió el ambicioso plan de ocupar el país para que se convirtiera en una nación industrializada que competiría con Estados Unidos.​ Las tropas francesas no se tardaron en desembarcar en Veracruz y al poco tiempo tomó Puebla en mayo de 1863, que les abrió el camino al Valle de México; finalmente al mando de los generales Frédéric Forey y François Achille Bazaine ocuparon Ciudad de México en junio del mismo año.
El objetivo de Napoleón III era que México fuera un protectorado francés. Si México se volvía teóricamente independiente y pronto se dotaba de un soberano que llevase el título de emperador, todo lo concerniente en política exterior, el ejército y la defensa podría ser administrado por los franceses. Además, Francia se convertiría en el principal socio comercial del país: favorecida para inversiones, compras de materias primas y otros productos de importación. Francia intensificó el envío de colonos (en particular los oriundos de Barcelonnette y el valle de Ubaye, en los Alpes de Alta Provenza) para fortalecer su presencia en suelo mexicano.​
En territorio francés Napoleón III planeó ofrecer la corona imperial mexicana a Maximiliano, que conocía personalmente y cuyas cualidades apreciaba.​ Esta estima era recíproca como ya se había demostrado por su visita a París en 1856. En julio de 1862 Napoleón III citó directamente el nombre del archiduque Maximiliano como candidato, especialmente porque él estaba ya familiarizado con América por sus anteriores visitas al Imperio de Brasil, la única gran monarquía en el continente.​
Tras la derrota republicana en México, los conservadores pactaron que se restauraría el tradicional sistema de gobierno en el Imperio Mexicano, con lo que se encomendó al Partido Conservador una búsqueda por encontrar un príncipe europeo que cumpliera con ciertas aptitudes para gobernar un territorio tan complejo como lo era México, pues se pedía que fuera católico y además que respetara las tradiciones de la nación —cosa que habían «incumplido» los gobiernos republicanos debido a las Leyes de Reformas—.
El 21 de julio de 1864 se formó la Junta Superior de Gobierno (también llamada Asamblea de notables o Junta de los treinta y cinco, por su número de integrantes), siendo su presidente Teodosio Lares asignado por Frédéric Forey, ministro plenipotenciario de los franceses. Durante varios meses, se discutió sobre posibles candidatos, entre los cuales también se encontraba Enrique de Borbón, duque de Sevilla. Finalmente Napoleón III decidió proponer formalmente a Maximiliano debido a que cumplía los requisitos. Además, como Napoleón III era el único que de hecho conocía personalmente a príncipes europeos, su candidato gozaba de mayor credibilidad cualquier otro candidato.​
Al concluir las largas discusiones, se aprobó la candidatura propuesta y se creó una comisión de personalidades notables para que fueran a entrevistarse con dicho candidato y pedirle que aceptara el trono del imperio. Evidentemente ese candidato era Maximiliano de Austria, que en ese momento se encontraba retirado en el Castillo de Miramar en la costa del Adriático.
La delegación conservadora se escogió cuidadosamente puesto que todos debían ser dignos de representar a México y su historia; hubo sumo cuidado de que fueran los adecuados para mostrar una imagen digna del país frente al Archiduque. Napoleón III ya había notificado a Maximiliano y él había tenido tiempo de considerarlo con seriedad. El 3 de octubre de 1863 llegó al Castillo la delegación encabezada por el diplomático José María Gutiérrez de Estrada y seguida de otros personajes como Juan Nepomuceno Almonte (hijo biológico del insurgente José María Morelos), José Pablo Martínez del Río, Antonio Escandón, Tomás Murphy y Alegría, Adrián Woll, Ignacio Aguilar y Marocho, Joaquín Velázquez de León, Francisco Javier Miranda, José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar y Ángel Iglesias como secretario.​
Al frente de la diputación Gutiérrez Estrada afirmó ser el portavoz de la Asamblea de Notables que se reunió en la Ciudad de México el 3 de julio. Maximiliano respondió oficialmente: «Es halagador para nuestra casa que los ojos de sus compatriotas se hayan vuelto hacia la familia de Carlos V en cuanto se pronunció la palabra monarquía. […] Sin embargo, reconozco, en perfecto acuerdo con S. M. el Emperador de Francia, cuya iniciativa permitió la regeneración de su hermosa patria, que la monarquía no podía establecerse allí sobre una base legítima y perfectamente sólido sólo si toda la nación, expresando su voluntad, llega a ratificar el deseo de la capital. Por tanto, es del resultado de los votos de la generalidad del país que debo hacer depender en primer lugar, la aceptación del trono que se me ofrece».
Maximiliano, por tanto, postergó las cosas antes de aceptar la proposición. Aconsejado por su suegro, Leopoldo I, Maximiliano exigió la celebración de un referéndum popular acompañado de garantías sobre el apoyo financiero y militar de Francia.​
En marzo de 1864, Maximiliano y Carlota viajaron a París, donde el emperador Napoleón III y la emperatriz Eugenia les dieron una cálida bienvenida para animarlos a aceptar el trono de México. El emperador se comprometió a mantener veinte mil soldados franceses en México hasta 1867. Maximiliano contrajo frente a Napoleón III una obligación de quinientos millones de pesos mexicanos, equivalente en ese momento a dos mil quinientos millones de francos de oro, destinados a subsidiar sus proyectos cuando reinó en México. En cuanto al rey Leopoldo, prometió enviar una fuerza expedicionaria belga a México para apoyarlos.
El mismo mes más tarde Maximiliano fue a Viena a visitar a su hermano Francisco José I, quien le pidió que firmara un pacto familiar que lo obligaba a renunciar para él y sus descendientes a sus derechos a la corona austriaca, a una posible herencia, así como a su patrimonio mueble e inmueble en Austria, de lo contrario no podrá reinar en México. Maximiliano intentó agregar una cláusula secreta que le permitiría, en caso de que falle en México, recuperar sus derechos familiares si regresara a Austria. Francisco José I rechazó la adición de esta cláusula, sin embargo, prometió subsidios y soldados voluntarios (seis mil hombres y trescientos marineros), así como una pensión anual.​ Los padres de los dos intentaron, en vano, influir en la decisión de Francisco José I. Sin embargo, acompañado por sus hermanos Carlos Luis y Luis Víctor, así como por otros cinco archiduques y dignatarios del Imperio Austriaco, Francisco José I aterrizó en Miramar porque Maximiliano finalmente resolvió aceptar las severas condiciones impuestas por su hermano. Desanimado por estos drásticos requisitos, Maximiliano consideró dejar de ir a México. Sin embargo, después de una larga y muy violenta discusión entre los dos hermanos, Francisco José I y Maximiliano firmaron el pacto familiar deseado el 9 de abril de 1864. Aunque, cuando se dejaron en el andén de la estación, se abrazaron con gran emoción.​
EMPERADOR DE MEXICO
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En mayo de 1864, cuando Maximiliano desembarca en el puerto de Veracruz, llega a un país profundamente dividido e inestable.
Las tropas francesas ocupan la capital mexicana en 1863, y Juárez y su gabinete huyen hacia el norte del país para tratar de establecer una estrategia para retomar el poder.
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Con la derrota de la república, los conservadores mexicanos ven la oportunidad de reinstaurar la monarquía con un aristócrata europeo que les permita recuperar el poder y eliminar las leyes reformistas liberales.
Napoleón III, que quería estrechar lazos con Austria, piensa que Maximiliano de Habsburgo, el hermano del emperador austriaco, Francisco José, es el candidato ideal para ocupar el trono de México.
Los conservadores mexicanos apoyan la propuesta de Napoleón III, y una comisión viaja a Trieste para ofrecerle la corona de México al archiduque.
"Los monárquicos mexicanos consideraron a Maximiliano como la persona ideal para salvaguardar sus intereses: era un príncipe católico joven, casado con una hija del rey Leopoldo de Bélgica, nación también católica y de gran influencia en la política internacional", explica la antropóloga Gloria Delgado de Cantú en su libro "Historia de México, legado histórico y pasado reciente".
"Por ello, confiaban en que los archiduques restituyeran al clero mexicano los privilegios que el liberalismo juarista les había quitado", agrega.
Y así, el 28 de mayo de 1864, desembarcan en el puerto de Veracruz Maximiliano y Carlota, y da inicio el Segundo Imperio de México.
Maximiliano queda dependiendo del apoyo de Francia, que se había planteado el proyecto mexicano como una aventura colonial, explica Héctor Zagal.
"Este segundo imperio estaba sustentado en las tropas francesas que estaban ocupando una importante parte de México".
"Y ofrecerle la corona a Maximiliano de Habsburgo lo que en realidad sugiere es que va a ser como un títere de Napoleón III", agrega.
En poco tiempo Maximiliano comenzó a desilusionarse y a perder el apoyo de los conservadores que lo habían llevado al poder.
El emperador decidió que no devolvería los bienes que se habían expropiado a la iglesia tras las Leyes de Reforma.
También defendió varias de las ideas políticas propuestas por los liberales durante la administración de Juárez: las reformas agrarias, la libertad de religión y la extensión del derecho al voto.
Restringió las horas de trabajo y abolió el trabajo de los menores y se interesó por las condiciones de vida de los indígenas en las haciendas de los grandes terratenientes.
Pronto se ganó el rechazo de todos: de los conservadores y del clero, que lo veían como un traidor, y de los liberales, que siempre lo habían considerado un invasor.
Y tampoco logró obtener nunca el apoyo del resto de sus súbditos mexicanos.
"Maximiliano era un hombre de poco carácter. Muy malo para los números. Un emperador que gasta muchísimo dinero en obras, sin duda hermosas, como la remodelación del Castillo de Chapultepec, o la Avenida de los Emperadores (hoy Avenida Reforma), pero que no se da cuenta de que financieramente el imperio era inviable", explica el profesor de la Universidad Panamericana.
"Intentó hacerse mexicano: viste de charro, aprende español, trata de atraerse la simpatía de las comunidades indígenas y en ocasiones lo consigue".
"Pero al fin y al cabo, y eso Carlota se lo recuerda en una carta, era un príncipe extranjero cuya fuerza descansaba fundamentalmente en las tropas francesas", agrega Héctor Zagal.
Para 1865, una vez terminada la guerra civil estadounidense, el presidente Andrew Johnson, invocando la Doctrina Monroe, se opone a la presencia de Francia en México y ejerce una presión cada vez mayor para que Napoleón III retire sus tropas del país.
Y Francia, ocupada en un conflicto bélico con Prusia, retira a su ejército de tierras mexicanas.
Mientras las tropas francesas se retiran, Juárez y sus soldados liberales, avanzan hacia la capital y recuperan el control del país en 1866.
Carlota viaja a Europa buscando el apoyo de Napoleón III y del papa Pio IX, quienes se neigan firmemente a ayudar.
Maximiliano, ya sin el apoyo de los franceses, intenta abdicar pero su familia lo convence de lo contrario.
"Un Habsburgo nunca abdica, bajo ninguna circunstancia", le dice su madre, Sofía de Baviera, en una carta.
ATRINCHERAMIENTO
El apoyo militar francés había cesado: Napoleón III dio la orden definitiva de regresar las tropas a Francia, dado que cada vez eran mayores las protestas del pueblo francés, además de que los intelectuales se preguntaban qué hacían en México a sabiendas que, a diferencia de otras intervenciones exitosas como en Argelia o la Indochina francesa, se había convertido en una guerra de desgaste —tanto en lo económico como en vidas humanas— y ante tales presiones en enero de 1867 Maximiliano ya estaba sin protección.
Mientras tanto, en México los liberales formaron un ejército homogéneo y dejaron a las tropas imperiales solamente en la Ciudad de México, Veracruz, Puebla y Querétaro. El 13 de febrero de 1867 Maximiliano salió de la Ciudad de México acompañado por su doctor Samuel Basch, su secretario particular José Luis Blasio, su secretario privado y dos sirvientes europeos. Maximiliano se dirigió a una ciudad favorable para el Imperio: Querétaro. Llegó el 19 de febrero de 1867 donde fue aclamado con cálidas ovaciones y con un ejército de casi totalidad de mexicanos que le eran fieles a la causa imperial.
A pesar de los consejos tácticos que posteriormente sus militares recomendaron, Maximiliano decidió quedarse indefinidamente en la ciudad. La configuración geográfica de la región (rodeada por colinas donde es posible disparar desde ellas y cuya única defensa posible es con una gran cantidad de tropas, recurso del cual carecían los imperiales) hacía que un hipotético asedio fuera un problema serio. Se le unió una brigada de varios miles de hombres a las órdenes del general Ramón Méndez y los guardias fronterizos del general Julián Quiroga, que juntos sumaban un total de nueve mil soldados.​ En realidad Márquez sí se había dirigido a la Ciudad de México, pero cambió su rumbo a Puebla para combatir contra Porfirio Díaz, que más tarde lo derrotó.​
El emperador asumió el mando superior de sus hombres encabezados por los generales encargados de la defensa de la ciudad: Leonardo Márquez (estado mayor), Miguel Miramón (infantería), Tomás Mejía (caballería) y Ramón Méndez (reserva). Los soldados recibieron entrenamiento en maniobras tácticas en el llano de Las Carretas.​
Las fuerzas liberales llegaron para iniciar un asedio el 5 de marzo de 1867 comandadas por el famoso general republicano Mariano Escobedo. Dos días después Maximiliano estableció el cuartel general en el Cerro de las Campanas. Ya el 8 de marzo celebró un consejo de ministros, donde se discutió que, por falta de recursos económicos, estaban imposibilitados a tomar cualquier acción significativa. El 12 de marzo Bazaine —que ya había dado previas y esporádicas señales de querer abortar la misión— huyó del campo de batalla con camino al extranjero. Al día siguiente Maximiliano, que había estado durmiendo en el suelo de una tienda de campaña en el Cerro de las Campanas reinstaló sus aposentos en el Convento de La Cruz, cuya situación paupérrima seguía igual de latente, pero mantenía continuas visitas personales a las maniobras de defensa y un ritmo habitual de vida. Ese mismo día mantuvo otro consejo de guerra en lo que hoy es el edificio de la Presidencia Municipal de Santiago de Querétaro.​
El 17 de marzo Maximiliano dio la orden de contraatacar, pero la misión fracasó debido a un desacuerdo entre Miramón y Márquez. En la noche del 22 de marzo Maximiliano le encomendó la misión especial a Márquez de cabalgar rumbo a la Ciudad de México para reclutar refuerzos, orden que acató en el alba del día siguiente con mil doscientos jinetes. En la tarde del mismo día los republicanos propusieron a Maximiliano rendirse a cambio de que saliera con honores de la guerra, aun así, Maximiliano se negó.
El 27 de marzo un contingente comandado por Miramón logró un triunfo. Pasó un mes entero de resistencia e incertidumbre en el asedio donde, a pesar del bajo número de los soldados imperiales y sus escasos ánimos, resistieron a las fuerzas liberales. Un mes después, el 27 de abril, Miramón ordenó en el Cerro del Cimatario realizar un ataque cuyo principal fin era levantar la moral de sus tropas abatidas de aburrimiento y tentadas a la deserción; la misión consistía en atacar la Hacienda de Callejas ocupada por juaristas —que estaba ubicada en las proximidades del cementerio de la ciudad—, donde resultó a favor de los imperialistas y capturaron veinte cañones, una manada de bueyes y un cofre con dinero.​ Al día siguiente Miramón reforzó su cuerpo de lanceros con algunos elementos de la caballería de Mejía para ocupar el cementerio, pero esta vez los imperialistas se toparon con una batería de diez cañones instalados durante la noche que logró diezmarlos. Los juaristas se reapoderaron de la Hacienda y con ello la retirada de los imperialistas resultó como una rotunda derrota: los juaristas casi entraban a la ciudad.​
El 13 de mayo Maximiliano celebró su último consejo de guerra, en donde declaró: «Cinco mil soldados mantienen hoy este lugar, tras un asedio de setenta días, un asedio realizado por cuarenta mil hombres que tienen a su disposición todos los recursos del país. Durante este largo período […] se desperdiciaron cincuenta y cuatro días esperando al general Márquez, quien debía regresar de México dentro de veinte días».​
En consecuencia se acordó un plan de fuga que estaría programado para dos días después, es decir, el 15 de mayo. No obstante, en la madrugada del día programado, el coronel Miguel López, comandante del regimiento de la Emperatriz, entregó al enemigo una puerta de la ciudad sitiada que permitía el acceso al Convento de la Cruz, lugar donde residía Maximiliano.​ Querétaro cayó en poder de los republicanos.
SU EJECUCION
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La ejecución fue programada para el miércoles 19 de junio de 1867 a las tres de la tarde.165​ De madrugada Maximiliano se vistió con un traje negro y el Toisón de Oro con ayuda de su criado y cocinero Tüdös. Maximiliano recibió al padre Manuel Soria y Breña, con quien se confesó por última vez; poco después Maximiliano se sintió bastante mal, por lo que le dieron viales de sal, pero aun así Soria ofició una misa tanto para Maximiliano como para los generales Miramón y Mejía. Al terminar la misa les dieron su última comida: pan con pollo y vino; ni siquiera tocaron el pollo, no obstante, bebieron un poco de vino. Ya a las seis y media de la mañana entró al corredor del Convento el coronel Miguel Palacios, el encargado del pelotón de fusilamiento, junto al resto de los hombres del pelotón;​ cuando ambos se encontraron Maximiliano exclamó: «Estoy listo».​
Tres carruajes de alquiler aguardaban a los condenados, quienes subieron junto a Soria. Recorrieron las calles de las Capuchinas y la Laguna rumbo al Cerro de las Campanas —lugar de la ejecución— con la vigilancia del primer batallón de Nuevo León. Durante el camino Maximiliano se puso dubitativo y se preguntó si Carlota aún seguía viva; también observó el cielo despejado exclamando: «Es un buen día para morir»
Cuando llegaron al lugar Tüdös le exclamó: «Siempre te has negado a creer que esto sucedería. Ves que estabas equivocado. Pero morir no es tan difícil como crees»; a Tüdös Maximiliano le lanzó su paño mientras decía en húngaro: «Llévale esto a mi madre y dile que mi último pensamiento fue para ella».​ Le entregó a Soria su reloj que contenía un retrato de Carlota y le dijo: «Mande este recuerdo a Europa a mi muy querida mujer, si ella vive, y dígale que mis ojos se cierran con su imagen que llevaré al más allá».
Los tres condenados fueron puestos en una fila detrás de un tosco muro de adobe —que había sido mandado a construir el día anterior por el Batallón de Coahuila— y Maximiliano le insistió a Miramón que él debía ocupar el lugar en el centro diciéndole: «General, un valiente debe de ser admirado hasta por los monarcas». El pelotón estaba integrado por cinco soldados dirigido por el capitán Simón Montemayor, de veintidós años; Maximiliano le entregó a cada uno de los soldados una moneda de oro pidiéndoles que apuntaran bien y no disparasen a su cabeza. Antes del momento exacto de ser fusilado Maximiliano con voz clara exclamó:
Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva México! ¡Viva la Independencia
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