Tumgik
#tras golpearla
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Sí, ayer vi por primera vez el documental de Elisa Lam en Netflix o mejor dicho el documental de el Hotel Cecil... 🙄 Voy al grano, la manager del hotel me parece sumamente sospechosa. Porqué? Mi teoría es la siguiente...
Desde el primer momento en el documental podemos notar el verdadero interés que siente por el hotel, a medida van avanzando los minutos podemos notar que no sólo es interés, al momento que le asignaron el puesto ella se describió como la mujer de las perlas, es decir, la que siempre iba a tener una buena imagen, y además agregó que sentía que el hotel era un reino. Ok, hasta acá tenemos esto. Pero si seguimos avanzando se puede notar al observar su forma de actuar y hablar que realmente no se muestra muy empática con el caso de Elisa, sino que hasta se puede ver que en muchos momentos parecería que se burla y hasta sonríe. Sinceramente me parecieron rasgos muy psicópatas.
Y a qué quiero llegar con todo esto? Creo que la manager del hotel se obsesionó a tal magnitud con el hotel y con su poder en el puesto durante 10 años que al ver que el lugar estaba en su peor momento y recibiendo las peores críticas del público quizo hacer "algo" para que el hotel esté nuevamente en boca de todos. Y creo que lamentablemente vió la oportunidad en Elisa. Todo cuadra a la perfección. Una chica con problemas mentales, que se suicidó o se murió accidentalmente a causa de su enfermedad. Punto final de la historia. El hotel y su personal están libres de cargos, y finalmente se cierra el caso con el informe final de la autopsia.
Pero... Hay cosas que sinceramente no me cuadran...
Que Elisa tenía problemas de salud mental, eso está claro y no lo dudo. Pero que "alguien" se aprovechó de su situación, no me cabe la menor duda.
Punto 1: En el capítulo uno, cuando comienzan la búsqueda por el edificio, junto con los perros rastreadores, y los HELICÓPTEROS supuestamente dicen que no encontraron nada. Peroooooooo en el capítulo final el de mantenimiento dice que cuando la encontró la puerta del tanque de agua estaba abierta... Entonces.... ¿Si el tanque de agua estaba sin la tapa y el cuerpo estaba flotando, CÓMO EL HELICÓPTERO DESDE ARRIBA Y CON LOS REFLECTORES NO NOTARON ESTO? ¿CÓMO?
Punto 2: El de mantenimiento primero dijo que cuando fue a ver el tanque de agua LO ABRIÓ Y LA VIÓ. En el último capítulo dice que "el tanque de agua YA ESTABA ABIERTO".????????????? ¿Qué está pasando acá? ¿El tanque estaba abierto o estaba cerrado?
Porqué es tan importante esto??
Porque si el tanque de agua estaba abierto primero, desde el helicóptero lo hubieran visto. Segundo si dicen que estaba abierto es más creíble la teoría de que Elisa cayó accidentalmente a causa de su enfermedad y su crisis.
Peeeeeroooo
Si dicen que estaba cerrado, entonces es IMPOSIBLE la idea de una muerte accidental. Porque si se hubiera caído por accidente, ¿cómo hizo Elisa para cerrar la tapa del tanque? Además estamos hablando de que supuestamente estaba bajo una crisis tras varios días de no tomar sus medicamentos, entonces... ¿Una persona en este estado luego de caer accidentalmente, ¿podría cerrar la tapa? La respuesta es un rotundo NO.
Alguien llevó a Elisa ahí y se aprovechó de su estado mental, porque claro, "era normal que ocurran esas cosas en el hotel"... Y no la llevaron muerta, la llevaron viva y se ahogó ahí dentro. Es por eso que no se puede saber con exactitud en el informe forense si realmente murió por ahogamiento. Eso no lo dejaron claro. Y es por eso que no tiene marcas en su cuerpo. La intención no era golpearla, ni violarla, ni drogarla. La intención era llevarla a ese tanque aprovechando su estado, y dejarla ahí dentro hasta su muerte. Era el plan perfecto.
Culpaban a Elisa por sus problemas mentales, ocultaban su cuerpo en un lugar "extraño" de hallar, el caso tomaba conocimiento público, el hotel obtenía la atención que tanto deseaban, retrasaban su hallazgo para que se haga más conocido el misterio de la desaparición de Elisa y finalmente al encontrar el cuerpo, el hotel queda absuelto de cualquier cargo porque la chica se murió accidentalmente a causa de su enfermedad mental. Fin. El hotel se hace famoso y todos felices.
Sí, creo que la policía tuvo algo que ver y también el forense y creo que el de mantenimiento está bajo amenaza y no puede decir nada. Y sí, al final lograron su objetivo, el hotel se hizo famoso. Pero a costa de una vida, de una vida llena de sueños, de una familia que perdió una hija y una hermana y no hay fama que se la devuelva. Para ellos, fue el plan perfecto, para la familia la peor historia de terror que van a vivir por siempre. No moriste Elisa, nunca lo hiciste. ❤️
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ochoislas · 2 years
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—Bueno, considerando el lazo que vamos a contraer, no resultará indiscreto hacerle a usted unas preguntas —al parecer de eso se trataba cuando los interrumpieron—. ¿Hay algo que odie en particular? Sobre todo quisiera saber qué es lo que no soporta en absoluto.
No había acabado de decirlo y Hinako tenía ya la respuesta. Pero le costaba expresarla. Y eso que no era de quedarse callada. Se preguntaba si no sería posible esquivar el incordio de la familia, siendo así que una gran parte de los Otaka, que parecían ser tantos, vivía en Tokio. ¿Sería demasiado pedir que redujeran el trato al cogollo de los padres y los hermanos con sus respectivas familias? ¿Pero lo que él le estaba preguntando no era de otra naturaleza?
—Quiere usted saber qué es lo que no me gusta, qué aborrezco más que nada, ¿no es así?
—Sí, eso es. ¿Hay algo en concreto?
Las relaciones familiares no parecían venir al caso todavía. Ella no era contraria a que los visitaran familiares. Tampoco se negaría a ir a verlos con Masataka. Pero no se veía con fuerzas para aguantar la frecuentación incesante de una gran familia, y hubiera preferido poder zafarse. Pero, en fin, sólo era un deseo, y quizá fuera mejor dejarlo para otra ocasión (de hecho, unos días después él accedió a su petición). En aquel instante no tenía ninguna idea de lo que podría contestarle.
—Dígamelo con plena libertad. Creo que lo mejor para los dos es que sepamos tales cosas.
Ante tanta insistencia Hinako creyó que lo más prudente era decir: —Se lo ruego, empiece usted.
—¿Yo? Si lo prefiere... Las mujeres que lloran. Eso es lo que más odio del mundo. Es todo, pero ¿lo tendrá usted presente?
—Sí.
A la vez que asentía Hinako, sin llegar a comprender la razón, se sintió aliviada, e incluso más fortalecida ante Masataka.
—Bien, le corresponde ahora a usted, Hinako. Estoy dispuesto a acceder a lo que sea.
—Odio el perfume —dijo abruptamente, con tono áspero, lo primero que le vino a la mente—. Nunca podré usarlo.
—No es un gran sacrificio. Entendido. ¿No lo ha usado nunca?
—No.
Mentía. Probablemente sería aquélla la primera cosa que le ocultara.
Durante las vacaciones de verano del año anterior los alumnos de quinto habían sido movilizados y debían relevarse por grupos cada semana en una fábrica de ropa militar. A tenor de las instrucciones que les dieron, debían ponerse encima de la ropa de gimnasia el delantal y la pañoleta blancos que usaban en la cocina cuando daban clase de hogar. En la fábrica les repartieron grandes máscaras blancas. Su tarea consistía en manipular pieles. Debían sacarlas de un gran montón de cueros de vaca o del animal que fuera, sacudirles el polvo, y extenderlas para poder clasificarlas en cuatro categorías: sin tara, o con defectos menores, medianos o grandes. Unos operarios se las llevaban luego en carretillas. Con las cejas y pestañas blancas por los pelos que salían flotando, manipulaban las pieles entre montañas de cueros, y además en pleno verano. El primer día, cuando sonó la campana para dar de mano, Hinako se sintió aliviada, pero al mismo tiempo suspiró pensando que le quedaban por delante cinco jornadas de aquel mismo trabajo. Por el camino, al poco de dejar la fábrica, Hinako y sus compañeras empezaron a darse cuenta del fuerte olor a cuero que las impregnaba. Ya en casa empezó a resultarle insoportable. Y cuando tras tomar un baño advirtió que el olor no se iba, lo comentó irritada.
Al día siguiente Yūzō, su padre, le compró un perfume. «Hecho en Francia», con una caja color crema. Lo probó y lo encontró raro. Pero le repugnaba menos que aquel olor insufrible a cuero. Se puso por todas partes. A la mañana siguiente, tras presentarse en la fábrica, y justo antes de que formaran dos filas para dirigirse al trabajo, el oficial que las tenía a su cargo mandó a su grupo quedarse atrás. Ponto sacó a Hinako a rastras, y empezó a golpearla mientras la cubría de insultos.
Ahora sentía una renovada confianza en su padre por haber sido capaz de procurarse entonces perfume francés. Pero era precisamente por tratarse de perfume, y además francés, por lo que seguía en la tienda. En aquel tiempo de guerra ni el más osado habría pensado en perfume, y menos habría sido capaz de ponérselo.
Durante unos cuantos días Hinako se las arregló para evitar a Yūzō por la mañana y a la noche, con el fin de que no llegara a ver las marcas de los golpes. Era un triste miramiento que tenía con él. Su tristeza se teñía además del desconsuelo de no poder ya apoyarse en su padre, quien sin embargo era tan digno de confianza.
Y ahora quería ocultar aquel asunto a Masataka, movida por un sentimiento que no llegaba a entender, pero que nada tenía que ver con el que había albergado con respecto a su padre. Cuando la golpearon ni siquiera había llorado, tal era el susto que tenía por lo ocurrido y las consecuencias que hubiera podido acarrear. Si había pensado que era preferible no confiarse a Masataka, no era precisamente porque acabara de decirle que detestaba a las mujeres que lloraban. Aunque no había motivo, no podía evitar pensar que aquello era algo que de ningún modo podía contarle a quien iba a ser su esposo.
Levantó la vista. Para darse arrestos se puso a imaginar qué pasaría si no lograba disimular, y entonces se atrevió a enfrentarlo con aplomo.
Kōno Taeko
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elchaqueno · 4 months
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Violencia intrafamiliar: la cruda historia de Adriana, una víctima en Cochabamba
El pasado 4 octubre, luego de ser golpeada, una mujer de 34 años de edad denunció a su marido por violencia intrafamiliar, por lo que el hombre fue encarcelado. Sin embargo, el agresor salió con “medidas sustitutivas” de lo cual la víctima quedó desamparada. El lunes, tras un ímprobo intento de violación, Ulises G. T. trató de asfixiar a su mujer, y comenzó a golpearla con puños, un palo, un…
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wooloobreeder · 10 months
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Los wooloos de verdad no saltan, y tú tampoco.
Norkian ya desde pequeño era más grande que los demás niños, y por tanto su fuerza también era mayor, proporcional a su tamaño. Es por ello que su madre, Susan Bee, procuró darle una educación basada en el amor y el respeto, ya no sólo para que no se convirtiera en un problema al crecer, sino porque, a pesar del sacrificio que fue traerlo a este mundo, amaba a su hijo más que a nada en este mundo.
Y el joven lo sabía. Sabía el esfuerzo que había puesto en él durante veintidós años.
Veintidós años de mantener la calma y respirar profundamente tirados por el desagüe ante el único ataque de ira al que se había permitido sucumbir.
Aún tardó algunos segundos en reaccionar.
No era la primera vez que su padre volvía a casa apestando a Arceus sabe qué, borracho y amenazando a su madre. No era la primera vez que la insultaba, a sus espaldas o frente a él. Era tan bonachón y bobo que nadie del pueblo le temía, y menos su propio padre. Pero nunca la había empujado, y menos hecho amago de golpearla.
Susan Bee era la persona más buena que conocía, y cada día agradecía que precisamente ella fuera su madre, de entre todas las personas que le podían haber tocado en la lotería de Arceus.
Por todo eso, no dudó en levantarse y estampar el plato de su cena sobre la cabeza de su padre, en un intento de distraerle y que el golpe, la furia del granjero ebrio, cayera únicamente sobre él. Pero le dio demasiado fuerte, quizás no calculó bien, quizás estaba demasiado enfadado, o quizás tenía miedo, verdadero pánico, de perder a su madre.
Aún tenía parte del plato entre las manos, las esquinas por donde lo había sujetado, cuando Susan volvió a ponerse en pie, sacudiéndose los restos de comida de encima. Al ver a su hijo así con la mirada perdida, frente a su marido, tendido en el suelo, se acercó con cuidado al segundo, suspirando cuando pudo escuchar un muy leve ronquido. Luego se acercó con cautela a Norkian, que se giró hacia ella cuando volvió en sí.
- L-l-l-lo… lo siento, Má… Y-yo no… n-no quería… P-pero Pá… y-y entonces… -
La mayor negó con la cabeza y alzó los brazos, poniéndose de puntillas, hasta alcanzar una de las manos de su retoño, que empezó a acariciar con mimo, intentando calmarle.
- Shhh… No pasa nada Norkie, no pasa nada… Ha sido un accidente… Pá se ha resbalado… todos saben… sabemos que eres un buen chico, no pasa nada, mi niño… -
- P-pero… yo le di… y-y-y se cayó… T-te iba a pegar… y-y no quería q-que te pasara nada… - El joven acabó agachándose, cabizbajo y lloroso, hasta quedar a la altura de su madre, que a duras penas llegaba a los 1’60m.
- No me iba a pasar nada, cielo… Pero te agradezco que me hayas defendido. – Ahora que lo tenía a su altura, posó un suave beso sobre su frente. – Eres un chico muy valiente, ¿lo sabes?–
El joven asintió, algo más calmado.
- ¿No ‘tas enfadada? –
- Hmmm… no, hoy no. Pero procura no volver a hacerlo, ¿vale? Ahora ven y ayúdame a subirlo al piso de arriba, que yo sola no puedo. –
Antes de que el joven reaccionara, su madre ya se había apresurado en alzar a su marido por los hombros, levantándolo lo justo como para poder arrastrarlo. Norkian podría haber llevado a ambos sin demasiado esfuerzo, pero se limitó a seguir las órdenes de su madre, alzándolo por los tobillos para que no arrastrara. No mucho después, habían logrado meterlo en la cama aún vestido, sin molestarse en ponerle el pijama.
Algo más de una hora más tarde, Norkian estaba barriendo el suelo de la cocina, mientras su madre terminaba de fregar los cacharros que habían sobrevivido a la accidentada cena.
- Má… Creo que ya no quiero irme a estudiar fuera… -
- ¿Uh? ¿Y eso por qué, Norkie? ¿Alguno de esos desgracia’os de Crampón te molestó? -
- No, uhhhh… Es que… me da miedo dejarte aquí sola… -
- No estoy sola, tengo a mis wooloos. – Contestó, tras una leve risa.
- Pero… Pá casi te… -
- No ha pasado nada, cielo. Ni pasará, sé defenderme. –
- P-pero… eres pequeñita y… uuuuuuhhhh… -
- ¿Y qué? ¡Los Bee no nos amilanamos ante nada! – Se giró, mirando a su hijo con una sonrisa confiada en los labios. – Además, si llegara a ponerse la cosa fea... Prometo llamarte, ¿vale? Es más, te llamaré todos los días, y casi te cansarás de que tu mami pesada te pregunte cada día si te has cepillado bien los dientes. –
Susan puso los brazos en jarra, haciendo muecas, y Norkian se echó a reír, con aquella risa bobalicona que sólo dejaba escapar ante ella.
- ¡Má! Ya soy mayor… -
- ¿Y qué? ¿Ya no me puedo preocupar por ti? ¿Ah? –
- No, uhhhhh, significa que ya… ¡no me tengo que lavar tanto los dientes! Porque se caerán de todas formas. – Y se echó a reír, bromeando, mientras se cubría con las manazas, sabiendo que su madre iba a intentar darle con la escoba por decir guarradas.
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wingzemonx · 10 months
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 138. Duelo a Muerte
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 138. Duelo a Muerte
Esther se lanzó rápidamente hacia un lado, esquivando la inminente tacleada del cuerpo de Eli, que rebotó con fuerza contra la puerta del cuarto. Saltó justo después al frente, en dirección a dónde había caído su pistola. Tomó el arma firmemente con una mano, y se giró rápidamente hacia Eli, pero ésta ya estaba en esos momentos a unos cuántos pasos de ella. Con un fuerte manotazo, la chica vampiro le arrancó el arma de sus dedos, y ésta voló por el aire en dirección a las camas. Casi al instante siguiente, le propinó un revés con su otra mano directo a la cara, y el cuerpo entero de Esther giró sobre sí misma y se precipitó al suelo de narices.
Se apresuró rápidamente a girarse de espaldas, pero en cuanto intentó levantarse Eli se colocó sobre ella, tomándola con fuerza del cuello con sus manos, y comenzó a apretarlo entre sus dedos, estrangulándola como hace un rato. En esa ocasión, sin embargo, Esther no tenía a la mano su cuchillo para defenderse, así que su reacción inmediata fue intentar apartar aquellas poderosas pinzas que tenían capturado su cuello, golpearlas, incluso arañarlas. Pero aun teniendo a su favor la fuerza adicional que en teoría debería proporcionarle el dolor y la muerte del tal Owen, no era capaz de quitársela de encima. Y Eli, por su parte, ni siquiera pestañeaba o mostraba alguna señal de reacción. Estaba inmóvil, contemplándola fijamente con esos ojos fríos y profundos.
Esos ojos…
Esther extendió de pronto su mano derecha hacia el rostro de Eli, tomándola con fuerza de un costado, y sin menor miramiento presionó su pulgar entero contra su ojo izquierdo, hasta casi introducirlo por completo en su cuenca.
Eli soltó un potente rugido de dolor e ira al aire, y rápidamente se hizo hacia atrás, llevando ambas manos a su ojo lastimado. Esther alzó en cuanto pudo una pierna, y le estampó una patada directa en su abdomen, derribándola al suelo. Se puso de pie de un salto, y estando Eli aún en el suelo presionando su ojo, la volvió a patear con fuerza: en el abdomen, en la cara, en el pecho… Eli gruñía con cada golpe y se retorcía. Sin embargo, en un momento logró reponerse lo suficiente para detener una de las patadas de Esther con sus propias manos, tomándola con firmeza de su tobillo para luego jalar su cuerpo entero hacia un lado con suma facilidad, y prácticamente estrellarla contra la alfombra.
Esther terminó aturdida tras ese golpe, pero en cuanto vio que Eli a su lado intentaba levantarse, ella se apresuró a hacerlo primero y lanzársele encima para taclearla. Y aunque no pudo derribarla del todo, la tuvo lo suficientemente cerca para alzar su puño derecho y propinarle un golpe directo en el centro de su cara. Y aunque el golpe claramente la lastimó, no fue lo suficientemente para que la niña vampiro sucumbiera.
Ambas comenzaron a forcejar, intentando de alguna forma tirar a la otra al suelo, golpearla, o en el caso de Eli arañar a su contrincante con sus afiladas garras que lograron hacerle unas largas y profundas rasgaduras en el brazo derecho de Esther. Ésta se mantuvo serena, no dejando que el dolor de aquella herida la hiciera titubear, y en su lugar volvió propinarle otro puñetazo, en esa ocasión en su mejilla derecha, dejándole una amplia marca rojiza con la forma de su puño.
Mientras se zarandeaban y golpeaban la una a la otra, se fueron moviendo por prácticamente toda la habitación. En un punto, pasaron lo suficientemente cerca de la ventana del cuarto, y Esther aprovechó esto e hizo que ambas se giraran hacia ella. Y, aprovechando el mismo impulso que Eli llevaba al atacar, que la cara de ésta se estrellara directo contra el cristal de la ventana, rompiéndolo en el acto.
Pedazos de vidrio cayeron hacia el exterior, y unos cuantos en el interior. Eli quedó mareada y confunda por ese golpe. Un largo tajo se había formado en su frente, y una pequeña cascada roja le brotaba de ésta y le baja por el rostro. Antes de que se recuperara del todo, Esther se le lanzó por detrás, la tomó del cabello con fuerza, y empujó la cara de Eli contra la ventana; o, más específico, contra los filosos y peligrosos pedazos de vidrio que había quedado en el marco de ésta. Eli logro reaccionar, oponiendo resistencia y empujándose con sus manos quedando su rostro a escasos milímetros de la peligrosa punta de uno de esos vidrios. Esther no se rindió y siguió empujándola con todas sus fuerzas, y por su posición tenía cierta ventaja; la suficiente para que la orilla de uno de esos vidrios acariciara al mejilla de Eli, abriéndole otro corte más pequeño, pero que igual comenzó a sangrarle notoriamente.
Eli alzó sus piernas, y con sobresaliente elasticidad logró apoyar sus pies contra la parte del muro debajo de la ventana. Y empujándose con fuerza con sus piernas, logró hacer que ambas fueran lanzadas hacia atrás, cayendo de espaldas contra la cama más cercana.
Esther intentó apartarse lo más rápido que pudo, mientras la vampiro intentó tomarla por detrás para pegarla a la cama y someterla. Su boca se abrió grande, y sus colmillos de prepararon para desgarrar el cuello de Esther, pero ésta se apresuró a lanzar un codazo directo hacia atrás, estrellándolo contra un costado de la cabeza de Eli para quitársela de encima, y entonces poder arrastrarse por la cama lejos de ella.
En su desesperación, Esther incluso tomaría una de las almohadas e intentaría golpear con ella para alejar a su atacante, pero ésta no tendría problemas para partirla en dos con sus garras. Eli se le lanzó encima, prácticamente volando entre los restos de la almohada aun flotando en el aire. Agitó una mano con violencia frente a ella, y Esther pudo sentir como esas garras le rasgaban sus ropas a la altura del pecho, alcanzando también su piel de manera superficial, pero no por eso resultando menos doloroso.
Esther cayó de la cama de espaldas contra la alfombra tras su movida para intentar esquivar ese último ataque, y Eli no tardó en saltarle encima. Pero Esther no se lo pondría fácil. Mientras la vampiro seguía en el aire precipitándose hacia ella, alzó rápidamente su pierna derecha, estampándola la suela de su zapato directo en la cara y haciendo que su cuerpo se precipitara hacia atrás. Así que ahora fue Esther la que pudo colocarse encima, sentándose sobre ella en el suelo, y la tomó firmemente de su cuello con una mano para mantener su cara fija lo suficiente para propinarle otra serie de golpes directos contra ésta.
La golpeó una, dos, tres… varias veces seguidas. Estrelló su puño directo contra la cara de aquella criatura sin menor pudor o vacilación. Marcas rojizas y rastros de sangre comenzaron a decorarla, pero los nudillos de Esther parecían aún más afectados; no tardó en sentirlos lacerados y magullados, pero ni así dejó de golpearla.
Aún a pesar de los constantes golpes, Eli la miraba desde su posición, sus ojos hirviendo de rabia, en especial aquel que Esther le había picado con su pulgar que se veía enrojecido, irritado. Entre un golpe y otro, la vampiro estiró una mano hacia Esther, tomándola con firmeza también de su cuello, e incluso clavando sus garras en su piel. Jaló entonces su mano de regreso con increíble velocidad, desgarrando casi por completo el costado de su cuello, y haciendo que un lago chorro de sangre brotara de éste hacia el frente, manchando la cara de Eli.
Azorada, Esther se apartó rápidamente de un salto, y retrocedió con torpeza con sus manos aferradas a la horrible herida de su cuello para intentar parar la hemorragia. Se sintió mareada y débil de golpe. Su espalda topó con la pared mientras retrocedía, y terminó cayendo de sentón al suelo entre la silla del cuarto, y la entrada del baño cuya puerta apenas se sostenía de una bisagra.
De seguro ese monstruo le había rasgado la yugular. Aquello la inquietó severamente, pues considerando la sangre que ya había perdido hace poco por culpa del tal Owen, no creía poder darse el lujo de perder más, ni siquiera con su curación acelerada. Además, daba igual qué tan rápido se curara si esa cosa la hacía pedazos antes de que eso ocurriera. Y con horror supo que eso era bastante posible, cuando la vio alzarse en ese momento, lista para volver a atacarla.
Eli tenía el rostro amoratado y varias heridas evidentes en el cuerpo derivadas de todos los forcejeos que habían tenido, pero parecía lo suficientemente entera para terminar el trabajo. Incluso tuvo el atrevimiento de acercar a su boca la mano con la que había herido a Esther, y comenzar a pasar su lengua entre sus dedos, saboreando con ella la sangre que había quedado impregnada en ellos.
«Pero qué perra» pensó furiosa, lo mejor que su debilidad se lo permitía.
Necesitaba ponerse de pie y seguir luchando, porque si se quedaba ahí sentada esa cosa terminaría por destriparla y comerla desde adentro; aquella imagen se hizo tan vivida en su mente que habría jurado que era una premonición y no sólo un producto de su imaginación.
Retiró una mano de su cuello y la estiró por el suelo, intentando apoyarse para así alzarse. Sus dedos de pronto rozaron algo, justo debajo de la silla a su lado. Esther desvió su mirada en esa dirección, en el mismo instante en el que Eli se lanzó hacia ella de nuevo, con sus garras y colmillos más que listos para desgarrar a su víctima. Esther sólo tenía unas fracciones de segundo para reaccionar, pero no necesitó mucho pues en cuanto sus ojos se posaron en el objeto que sus dedos habían tocado lo reconoció: su cuchillo. Ahí había caído luego de que esa mocosa la arrojara por el aire.
Sin titubear, tomó rápidamente el arma por el mango entre sus dedos, y lo alargó hacia al frente en el momento justo en el que Eli ya estaba prácticamente sobre ella. La hoja entera del arma se clavó justo en el centro del cuello de la vampiro, hasta casi salirse por el otro lado. Los ojos de Eli se abrieron grandes, asombrados, pero también algo asustados por la sensación de aquella filosa hoja atravesándole el cuello. La sangre comenzó a amontonarse en su garganta, escurriendo por su boca y haciéndola sentir ahogada.
Eli agitó una mano con desesperación, golpeando a Esther para hacerla a un lado. Esther golpeó la silla, derribándola, y cayó al suelo sobre su costado. Cuatro líneas rojas paralelas hechas por las garras de la vampiro se dibujaron a un costado de su cara. Estando ahí tirada, Eli la tenía a su merced. Sin embargo, el cuchillo en su garganta, que se había quedado ahí enterrado incluso después de que Esther lo soltara, pareció preocuparle más de momento.
Se tambaleó torpemente hacia un lado, regando sangre de su boca y herida en las paredes y suelo mientras avanzaba. Su cuerpo se precipitó hacia el interior del baño, cayendo de rodillas en el piso de éste. Llevó ambas manos al mango saliente del cuchillo, y lo retiró de un sólo tirón. Una explosión de sangre brotó de la herida ahora completamente expuesta, pintando las paredes y las baldosas.
Eli tiró el cuchillo a un lado, y apoyó sus manos contra el suelo. Intentó calmarse y concentrarse para que la herida de su cuello se cerrara antes de que se desangrara. Pero podía sentir que esa, y todos los demás golpes, rasguños y raspones que le habían propinado esa noche, no lograrían curarse del todo, en especial considerando la sangre que había perdido. Se sentía débil y mareada. Necesitaría alimentarse para poder recuperarse, y también dormir lo más posible para que el sueño la ayudara a curarse más rápido. Pero no podría hacer ninguna de las dos cosas si no acababa con esa bruja…
Intentó alzarse de nuevo, dispuesta a terminar con ello. Pero apenas había lograr alzarse lo suficiente para considerarse “de pie” cuando sintió de pronto como Esther la tomaba con brusquedad desde atrás, una mano en sus cabellos, y otra en su nuca. La mujer de Estonia había logrado recuperarse primero, y entrar como embestida al baño. Y antes de que Eli lograra reaccionar, Esther la jaló con brusquedad hacia un lado, haciendo que la cabeza de la vampiro se estrellara contra lo que quedaba del espejo del baño, rompiéndolo aún más y abriéndole la cabeza.
Eli gruñó y se zarandeó como un animal, intentando quitársela de encima, incluso lazándose contra las paredes para golpearla contra éstas. Esther se aferró firmemente con sus brazos a su cuerpo, manteniéndose de pie e intentando a la vez de someterla. Era claro que la vampiro estaba más débil que antes, pero Esther también lo estaba así que ninguna cedía ni un poco.
En un momento Esther logró presionar sus pies contra la orilla de la tina, y teniendo a Eli aún sujeta de su cuello con ambos brazos, se apoyó con sus pies contra la tina, empujando el cuerpo de ambas hacia adelante. Eli se precipitó hacia el frente, y su frente chocó contra la orilla del lavabo, agrietándolo un poco y haciéndose una tremenda herida que para un ser humano normal quizás habría sido fatal.
Eli cayó al suelo aturdida, pero se apoyó en sus manos para intentar evitar caer del todo. Aquella posición, sin embargo, fue ideal para que Esther la tomara de nuevo sus cabellos y cuello, la alzara con brusquedad, y le estrellara de nuevo la cara contra el lavabo una, y otra, y otra vez, con todas las fuerzas que le quedaban en su pequeño cuerpo.
—¡¡¿Por qué… no… te mueres… de una maldita vez?!! —gritó exasperada mientras seguía lanzando la cabeza de Eli sin descanso contra la porcelana, hasta que ésta se rompió totalmente, y el cuerpo de la vampiro se precipitó de nuevo al piso sin oposición.
Esther no pudo mantenerse más tiempo de pie, y el esfuerzo de esa última jugada le cobró caro y terminó ella también por caer al suelo de espaldas en el piso del baño. Jaló aire con desesperación a sus pulmones, que le dolían horriblemente junto con casi todas las demás partes de su cuerpo.
Ya no podía más. Sus piernas, sus brazos, su cabeza… nada le respondía. Era casi como estar de nuevo sumergida en ese maldito lago congelado, con todo su cuerpo apagándose mientras se perdía en aquella oscuridad y frío. Era sin lugar a duda lo más cercano a la muerte que se había sentido desde aquel instante.
Y estaba bastante cerca de permitirse caer en la inconsciencia, y que pasara lo que tuviera que pasar. Sin embargo, por el rabillo del ojo pudo ver como el cuerpo de aquella mocosa se movía y agitaba, hasta comenzar a pararse con movimiento lentos y temblorosos, incluso apoyándose en las ruinas que habían quedado del lavabo.
«No puede ser» pensó sorprendida, y claro hasta cierto punto aterrada.
De pie a muy duras penas, Eli se giró hacia ella y la miró. O al menos le pareció que la miraba, pues en realidad era difícil determinarlo pues todo el rostro de aquella criatura estaba cubierto de sangre, totalmente magullado y desfigurado. Su nariz estaba totalmente torcida, e incluso uno de sus ojos parecía fuera de lugar, y el otro se veía nebuloso. Dio un paso hacia ella, luego dio otro, y otro más… y entonces dejó de avanzar, y en su lugar su cuerpo entero se derrumbó hacia el frente sin oposición alguna, cayendo encima de Esther con su cara contra su abdomen.
El peso de aquella niña contra ella sólo empeoró el dolor de Esther, pero fue más la sorpresa. Se forzó a alzarse sobre sus codos y poder mirarla mejor. Había caído claramente inconsciente. Dudaba mucho que estuviera muerta, pero parecía que ahora sí se quedaría quieta por un buen rato.
Y así había terminado, aparentemente, su duelo a muerte.
Esther la empujó hacia un lado como pudo para quitársela de encima, y el cuerpo de Eli rodó hasta quedar sobre sus espaldas. Por suerte, siguió sin reaccionar. Esther comenzó su complicado intento de pararse, pues su cuerpo ciertamente no cooperaba en lo absoluto. Ya de pie, avanzó renqueando hacia la puerta, usando cada fibra de su ser para no volver a desplomarse. Ya en la puerta por poco y le pasó, pero logró apoyarse en el marco para no caer.
El cuerpo de dolía horrible. No le parecía haber estado tan herida desde que salió de aquel lago congelado, así que desconocía cómo reaccionaría con exactitud su nuevo cuerpo y sus habilidades de curación a un daño como ese. Si debía adivinar, diría que tardaría bastante en volver a la normalidad, si es que lograba hacerlo del todo. Pero lo importante era que estaba con vida. Una vez más la muerte misma había ido por ella, y le había pateado las bolas en su lugar.
Salió del bañó y recorrió el cuarto con la vista, en busca de su pistola. La divisó a pie de las camas, cerca del cadáver del tal Owen. Se acercó a ella, casi teniendo que arrastrar su pierna derecha al avanzar, y se agachó para recogerla. Retiró el cartucho para revisar cuántas balas le quedaban; debían ser al menos unas siete. Colocó de nuevo el cartucho en la cámara del arma, y volvió cojeando al baño. Eli seguía tendida en el baño, así que no perdió el tiempo y apuntó el cañón directo a su cuerpecito. Aunque al hacerlo, se dio cuenta de que su vista se hallaba borrosa y sus manos temblaban un poco por la debilidad, por lo que antes de poder dar el primer disparo tuvo que bajar el brazo y tomarse un respiro. Era como si toda esa última travesía para simplemente ir a recoger la pistola hubiera sido tan extenuante para ella como haber corrido un maratón.
Al final decidió ahorrar sus balas. Igual de seguro no podría matarla con ellas.
«Quizás con una maldita estaca en el corazón» pensó un tanto divertida.
Colocó la pistola guarda a sus espaldas, y decidió entonces mejor salir de ese cuarto y largarse de ahí. No sabía qué tanto tiempo esa cosa estaría dormida, así que era mejor que se apresurara.
Al abrir la puerta del cuarto y asomarse al pasillo, le sorprendió ver a Lily aún ahí, en lugar de haber huido como obviamente debía haber hecho. Sin embargo, la niña no sólo estaba ahí tirada en el piso en donde la había dejado, sino que se encontraba totalmente quieta, y sus ojos cerrados. La posibilidad de que estuviera muerta inundó la mente de Esther, y sobreponiéndose lo suficiente a su estado tan deplorable, se acercó presurosa y se agachó a su lado. Aproximó su oído a su rostro, y logró captar el pequeño siseo de su respiración. Era escaso, pero estaba presente.
Como si su cercanía la hubiera perturbado de alguna forma, Lily soltó un quejido doloroso y movió su cabeza hacia el otro lado, pero sin abrir aún los ojos. Al moverse, dejó por completo expuesto el costado de su cuello. La mordida que aquella lunática le había hecho parecía ya no sangrar demasiado, pero no se veía nada bien.
—Oye, levántate de una buena vez —le exigió Esther, sacudiéndola con una mano, pero Lily siguió con reaccionar—. ¡Qué te levantes! —le gritó con fuerza, obteniendo el mismo resultado—. ¡Arriba, estúpida! ¡Tenemos que irnos de este maldito sitio!
Esther alzó en alto su mano derecha, y la dejó caer con brusquedad contra Lily, propinándole una fuerte bofetada con toda su palma. La cabeza de la niña se sacudió hacia un lado; un pequeño quejido surgió de sus labios, y su mejilla comenzó a enrojecerse notablemente en el punto exacto en donde la golpeó. Sin embargo, siguió sin despertarse. Y fue evidente en ese punto que no lo haría en un buen rato… si es que lo hacía.
—Carajo… —masculló Esther en voz baja, más frustrada que molesta.
Recorrió su mirada por su alrededor. Por la puerta aún abierta del cuarto, vio el cuerpo inmóvil de Owen, y más allá por la puerta abierta del baño observó también el de Eli, para su deleite aún quieta. Y luego miró una vez más a Lily, que comenzó a soltar pequeños gemidos ahogados, mientras movía su cabeza ligeramente, como si fuera presa de alguna pesadilla; irónico viniendo de ella.
—Al demonio con esto —soltó Esther con enojo, parándose de nuevo. Se sentía un poco más recuperada, pero aún lejos de estarlo del todo—. Yo me largo de aquí…
Un cadáver en la habitación, y uno más potencial en el pasillo, además de una loca vampira que podría despertarse en cualquier momento. Lo más inteligente que podía hacer era huir de ese sitio lo más rápido que pudiera, antes de que a alguien se le ocurriera querer ir a hospedarse, o algún policía se le ocurriera pararse para ver que todo estuviera en orden. Lo que menos necesitaba era esas complicaciones adicionales en ese momento, o que relacionaran a Leena Klammer con esa masacre. Y, en especial, lo que menos necesitaba era cargar con el peso muerto de esa estúpida mocosa que había dejado que la hirieran tan fácilmente.
Caminó presurosa, dispuesta a cruzar el patio de juegos en dirección al vestíbulo. La camioneta estacionada afuera debía de ser de Owen. Buscaría las llaves, las tomaría así como el vehículo, y conduciría toda la noche; a dónde fuera, mientras la alejara de ese sitio cuánto antes.
No había avanzado mucho cuando un fuerte chillido detrás de ella la hizo detenerse.
—Mamá… —escuchó la débil voz de Lily pronunciar, sonando casi como el llanto lastimero de un bebé—. Mami… me duele…
Y luego ya no hubo más palabras, o al menos no alguna descifrable. Sólo más gemidos y sollozos.
Esther se giró a mirarla. Su frente comenzaba a perlarse por el sudor, y la expresión de su rostro exteriorizaba el miedo y el dolor que sentía entre sueños. Se veía tan patéticamente indefensa; como si fuera una verdadera niña de diez años que lloraba por su mamá. Como si no fuera un demonio con cuerpo de niña que había causado a su paso la muerte de sólo Dios sabía cuántas personas.
Leena bufó y se giró de nuevo en la dirección que se dirigía. Dio un paso más en la nieve, y se volvió a detener. Se viró una vez más hacia Lily; en serio se veía tan, tan indefensa… tan sola…
Sintió una pequeña punzada que le perforaba el pecho, y sus pies se negaron a dar ni un sólo paso más en dirección al vestíbulo, y a su posible escape.
—Mierda —dejó escapar entre dientes, repleta de frustración—. Mierda, mierda, mierda, ¡¡mierda!! —gritó con exasperación al aire, pateando la nieve con un pie con tal enojo como si se tratara de la cabeza de alguien, sin tener claro de quién.
Supo con claridad en ese momento que no se iría a ningún lado; no aún, al menos.
— — — —
Lo primero y más importante que hizo, fue arrastrar el cuerpo de la aún inconsciente Eli e introducirla por la fuerza en la tina del baño. Luego, usando la misma cuerda gruesa que Owen había intentado usar para colgarla, la ató con fuerza de piernas y manos, sujetando éstas últimas además a la llave de la tina.
—Sólo esto me faltaba —se quejaba Esther con molestia mientras ataba un fuerte y grueso nudo alrededor de las muñecas de Eli—. Anticristos, demonios, fantasmas... Y ahora, un jodido vampiro... Bienvenido a Estados Unidos: tierra de libertad, justicia… y putos monstruos.
Lo más sensato habría sido intentar acabar con ella de una buena vez; cortarle la cabeza, arrancarle el corazón, o algo por el estilo. Pero aquello ocuparía demasiado tiempo y energía, de los que no contaba demasiado en esos momentos, y sin garantía de si funcionaría o no. ¿Qué tanto podía fiarse de las películas y cuentos de vampiros, después de todo? Y eso sólo si es que claro, esa cosa era en realidad uno de esos seres, y no algo más parecido a lo que eran Mabel y su noviecito; y, de cierta forma, a lo que ella misma era en esos momentos.
Quizás fue más por eso que se abstuvo de momento de matarla. Por el mismo motivo que había recorrido toda la costa oeste por órdenes de Thorn: su búsqueda de respuestas sobre qué era en esos momentos, y cómo había terminado en ese estado. Ignoraba si su nueva amiga chupasangre pudiera tener alguna pista al respecto… pero valía la pena intentarlo. Y claro, siempre tendría la opción de decapitarla si no le respondía lo que quería. El buen Owen debía de tener una cierra entre sus herramientas.
Y hablando de Owen, una vez que tuvo bien atada a Eli en la tina y volvió al cuarto, su cadáver tirado en la alfombra llamó de inmediato su atención. En su estado actual, ciertamente ya no le parecía tan guapo. Como fuera, no podía dejarlo ahí; por higiene… y porque ciertamente no le apetecía verlo ahí toda la noche. Pero sería lo último de lo que se encargaría, pues su siguiente prioridad sería otra.
Se dirigió ahora sí al vestíbulo, pero no para huir sino para cerrar con llave la puerta principal, apagar el letrero de habitaciones vacantes, y de paso todas las luces de la fachada para que a nadie se le ocurriera pararse en el hotel esa noche. Luego rebuscó entre las llaves de las habitaciones, buscando la de la habitación 303, adyacente a la que les habían dado. Sería en ésta en donde acomodaría a Lily, intentando que estuviera lo más cómoda posible. Se hizo también de un botiquín de primeros auxilios que guardaban bajó el mueble de la recepción, además de una botella de whisky y los cigarrillos de Owen; iba a necesitar ambos con urgencia.
Recostó a Lily en una de las camas de la habitación 303, e intentó limpiarle la herida del cuello con alcohol y agua oxigenada, para después vendársela. Durante todo ese rato, la niña siguió agitada como acosada por un horrible sueño, pero se mantuvo profundamente dormida. Probó pasando un algodón con alcohol cerca de su nariz para ver si reaccionaba, pero no resultó. Luego de curarla pareció más calmada, aunque no del todo.
La dejó de momento recostada, arropada y encerrada en la habitación 303, y se dirigió de regreso a la 304. Contempló el cuerpo de Owen en el suelo un rato, intentando pensar qué hacer con él. Enterrarlo en el bosque de atrás era una opción, pero de nuevo resultaba demasiada energía que no tenía intención de desperdiciar.
Buscó entonces entre el manojo de llaves que encontró en la recepción aquella que pudiera ser de alguna bodega; quizás ahí hubiera algo que le diera alguna idea. Encontró la bodega en la parte de atrás, no muy lejos del árbol en dónde la habían querido colgar. Adentro había un poco de lo que esperaba ver en un sitio así; no divisó a simple vista ninguna cierra, pero sí una bonita hacha que por supuesto tomaría prestada. Lo otro que llamó su atención fue una carretilla, posiblemente usada por algún encargado del jardín… o, conociendo ahora a lo que Owen y su hijita vampiro se dedicaban, más posiblemente la usaban para transportar cuerpos. Aunque no fuera el caso, Esther decidiría usarla justo para ese fin.
Subir a Owen a la carretilla resultó quizás lo más difícil de esa noche (después de patearle el trasero a la niña vampiro, claro). La gente no se imagina lo realmente pesado que es un cuerpo, en especial cuando tienes un cuerpo del tamaño de una niña de diez años, y cuando todo éste te duele y arde. Tras más de media hora a prueba y error, logró colocarlo encima de la carretilla y así le resultó más sencillo jalarlo hacia la bodega; aunque “sencillo” quizás no habría sido de todas formas la palabra que ella usaría.
Ya en la bodega no se tomaría la molestia de bajarlo. Sólo puso la carretilla hasta el fondo, y la echó encima unos plásticos transparentes con algunas manchas de pintura en ellos para cubrirlo. No sería el mejor escondite, pero confiaba en que para cuando cualquiera lo descubriera, ella estaría ya lo suficientemente lejos como para que aquello no fuera más su problema.
Y con Eli atada, Owen escondido, y Lily recostada… ¿qué quedaba hacer? Por esa noche, no mucho en realidad. Sólo intentar descansar…
Volvió al árbol en donde la habían colgado, y de entre la nieva recogió la barreta de acero con la que Owen había intentado golpearla. Armada con ésta, se dirigió a la máquina expendedora, se paró justo delante de ella, y con un fuerte y certero golpe, hizo pedazos el cristal protector para abrirse paso directamente a los productos. Para esas alturas, no tenía más tiempo, ni ganas, de andar con sutilezas de monedas.
Con todas las galletas, frituras, aguas y sodas que pudo cargar en una bolsa de plástico, se dirigió al cuarto 303. Similar a como había hecho en su otro cuarto, colocó todas las cadenas y seguros en la puerta, además de atrancarla con la silla. Hizo algo similar con la ventana del baño, cerrándola y rompiéndole el seguro para que fuera bastante complicado abrirla. Era poco probable que su amiga vampiro fuera a molestarlas en ese momento, pero era mejor no arriesgarse. Necesitaba descansar, dormir un poco y recuperar energías. Luego podría pensar mejor en un plan de escape.
Tomó una ducha rápida para limpiarse todos los rastros de sangre seca que le había quedado en la piel, y ponerse otro cambio de ropa. Dudaba que el conjunto de esa noche podría volver a usarse, por más que intentara lavarlo.
Encendió la televisión, más para tenerla como ruido de fondo que otra cosa, y se sentó al pie de la cama de Lily, con su pistola cargada a un lado, su cuchillo de caza al otro, y el hacha apoyada contra la pared a un lado de la puerta. Comió frituras y se empinó de vez en cuando un trago de la botella de whiskey que había conseguido en la recepción. Se permitió además encender un cigarrillo, ignorando totalmente el amenazante letrero que decía que se prohibía fumar.
—Jódanse —soltó al aire, dejando escapar una densa bocanada de humo. No le sorprendió ver que los detectores de humo no funcionaban. Lo que menos deberían querer un hotelero homicida y su mascota chupasangre era que los bomberos y la policía husmearan por su recinto.
Su cuerpo poco a poco se iba recuperando de la golpiza, la pérdida de sangre, y el extenuante esfuerzo. Pero resultaba un proceso incluso más lento de lo que ella se esperaba. Y al final, inevitablemente se quedó dormida, presa de todo aquel abrumador cansancio. Mientras se quedaba dormida, se dijo a sí misma que sería sólo un par de horas. Pero, por supuesto, terminó siendo bastante más.
— — — —
Al despertarse, lo primero que captó fue el sonido de la televisión aún encendida. Pasaban las noticias de la mañana, un aburrido reportaje sobre los preparativos locales de Acción de Gracias, o algo parecido. Nada sobre Leena Klammer, o la desaparición de un agradable hotelero local, así que esa era buena señal. Lo siguiente que notó fue la luz del día que se filtraba muy ligeramente por la cortina, pero en su mayoría el cuarto estaba totalmente a oscuras salvo por el reflejo de la televisión.
Puso silencio y se talló la cara intentando desperezarse. El cuerpo le seguía doliendo de varias partes, pero ya era bastante menor. Se tomó unos momentos para revisarse en el baño. Sus golpes y heridas ya eran casi invisibles, aunque en contraposición sus marcas y arrugas de la edad comenzaban a volverse notables en su cuerpo.
«Una cosa por otra» pensó resignada. Normalmente se tomaría el tiempo de maquillarse para ocultar esa apariencia tan poco agraciada, pero debía ocuparse de otras cosas más importantes primero.
Revisó a Lily en la cama. Seguía inconsciente, y no daba ninguna seña de haber despertado ni una sola vez durante la noche. Incluso le había dejado a un lado en el buró una botella de agua y algunas galletas por si se despertaba con hambre o sed, pero todo estaba intacto.
Eso no le gustaba en lo más mínimo.
Tocó su frente con una mano, esperando sentirla hirviendo en fiebre… pero en realidad la sintió fría, muy fría, a pesar de estar bien arropada y que el clima en el interior del cuarto era de hecho muy agradable. Retiró el vendaje y le echó un vistazo a la herida. Se veía bien, sin ningún rastro aparente de infección. Ya no sangraba, pero igual la volvió a limpiar con alcohol y la volvió a cubrir.
No entendía que era lo que la tenía inconsciente de esa forma; era casi como si hubiera caído en un coma, sino fuera por lo intranquila que se le veía. Si no era una infección ni fiebre, debía ser algo más. ¿Algún tipo de veneno, quizás?
«¿Qué demonios fue lo que te hizo esa perra?» pensó molesta al tiempo que le colocaba un vendaje limpio.
Y, hablando de la “perra”, era justo a ella a quién debía ir a ver a continuación.
Al ingresar a la habitación 304, Esther fue recibida por un intenso olor nauseabundo y metálico. Sólo había que echar un vistazo a las múltiples manchas de sangre seca, de Owen, de Eli y de ella misma, esparcidas por prácticamente cada rincón para adivinar de dónde provenía dicho olor. Aquel sitio sería el deleite de un equipo forense, y de seguro terminarían preguntándose en dónde habrían quedado los otros dos cadáveres.
Con pistola en mano, entró muy cuidadosamente en el baño del cuarto y se asomó a la tina. No sabía qué cosa le causaría más alivio: el encontrarse con Eli aún ahí atada, o no encontrar de hecho rastro alguno de ella. En parte la enamoraba la idea de que se hubiera ido por su cuenta, huyendo muy lejos de ahí, y que no la volvería a ver nunca más. Pero para bien o para mal, ahí estaba, atada en la misma posición en la que la había dejado, con sus ojos cerrados.
Aunque no todo era igual: su rostro parecía de hecho bastante menos enrojecido y con prácticamente ningún rastro de sus heridas. Al parecer a ambas les había caído bien su sueño reparador. Pero eso representaba de hecho algo bastante preocupante para Esther.
Se aproximó a la ventana para abrirla y poder echar un mejor vistazo. Como era usual en las ventanas de los baños, el vidrio de ésta era opacado, aunque parecía serlo incluso más que los normales. Así que la luz del sol alumbraba en parte el interior, pero no tanto. Y el que de seguro acabara de amanecer hace relativamente poco no ayudaba mucho tampoco.
—No abras la ventana —escuchó de pronto que pronunciaban a sus espaldas, justo cuando su mano se dirigía al vidrio.
Esther se giró rápidamente, sosteniendo en alto su pistola y apuntando con ella directo a la tina. Desde la sombras de ésta, el par de ojos brillantes como de felino de Eli la miraron de regreso. Seguía atada en la misma posición de hace un momento; sólo sus ojos abiertos eran lo que había cambiado.
—Cúbrela con una manta antes de que el sol suba más, por favor.
Esther apretujó sus dedos alrededor del mango de la pistola, y pasó su lengua intentando humedecer un poco sus labios resecos. Intentó asegurarse de estar lo más calmada posible antes de al fin hablar.
—¿Me estás dando órdenes? —masculló con mofa—. Creo que no te has dado cuenta de en qué situación estás, ¿o sí? ¿O todos los golpes que te di anoche en la cabeza te hicieron olvidarte de todo?
Eli no respondió. Permaneció quieta, callada, y con su vista tan fija en Esther que ni siquiera parpadeaba. Estaba tan inmóvil que casi pareció algún tipo de maniquí, y eso no hizo más que poner a Esther aún más nerviosa. No obstante, se esforzó por no exteriorizarlo demasiado.
—¿Por qué no quieres que abra la ventana? —susurró despacio, mirando de reojo hacia el cristal opaco—. ¿Es por el sol? ¿Entonces sí eres un vampiro? ¿Y el sol te hace daño?
Eli continuó sin decir nada.
—Si es ese el caso, entonces con más razón debería hacer justo lo opuesto, ¿no? —indicó Esther con voz desafiante, y estiró entonces su mano en dirección a la ventana.
—Si me quisieras muerta, ya lo habrías hecho —respondió Eli con abrumadora calma.
Esther bufó.
—Quizás sólo estaba buscando la mejor forma de hacerlo, y me lo acabas de dar. Así que, gracias…
—Quieres algo de mí —soltó Eli con severidad—. Por eso me mantienes aquí. ¿Qué es? ¿Dinero? ¿Información? Lo que sea, lo podemos arreglar…
Ahora fue Esther la que guardó silencio, al menos en un inicio. Retiró su mano de la ventana lentamente, y contempló un rato a la chica en la tina, pero sin bajar ni un milímetro el cañón de su arma. Volvió de nuevo a ese estado congelado en el tiempo que Esther creía ningún ser vivo debería ser capaz de imitar, en especial teniendo sus muñecas atadas de esa forma tan incómoda.
Pero fuera de ese detalle, le sorprendía escucharla hablarle con tal templanza y claridad, casi como si fuera ajena a la situación o lugar en el que se encontraban. ¿Era ese en verdad el mismo ser que la había atacado casi como un animal salvaje la noche anterior?
—Qué cooperativa —dijo Esther con clara ironía—. ¿A qué viene el cambio tan abrupto? ¿Ya no estás molesta porque le abrí un par de agujerito en el pecho a Owen? ¿O cómo fue que lo llamaste tú? ¿Oskar? Como se llame, ¿te gustaría saber dónde lo fui a tirar para que no apestara más el cuarto?
Esther pudo notar como aquellas palabras lograron aunque fuera una pequeña reacción en el apacible rostro de la vampiro. Fue apenas un pequeño tic en sus ojos que los hicieron centellar de rabia por un instante, y un movimiento de sus muñecas queriendo jalar las cuerdas. Aun así, tras esos instantes, volvió de nuevo a la normalidad; o, a lo que ella intentaba al menos reflejarle como normal.
Así que la criatura salvaje de anoche aún seguía ahí. Eso, por extraño que sonara, le dio algo más de seguridad a Esther. Un ser capaz de sentir odio y rabia, e incluso de intentar ocultarlos, era algo que ella podía entender. Y si la podía entender, no resultaba tan ajena o desconocida.
—Del dinero podemos hablar después —susurró Esther, fingiendo indiferencia—. Por ahora, podrías decirme qué fue lo que le hiciste a mi amiga con exactitud.
—¿Tu amiga? —susurró Eli, sonando un tanto confundida.
—No te hagas la imbécil conmigo. La niña malhumorada a la que mordiste anoche, y que no ha despertado desde entonces. ¿Qué es lo que le pasa?
El rostro de Eli recobró su frialdad original, lo que a Esther le hizo suponer que en efecto sabía exactamente de qué le estaba hablando.
—Cubre la ventana, y te lo diré —respondió Eli con seriedad.
—¿Estás negociando conmigo? —rio Esther—. Quizás mejor vuelva en un par de horas, cuando haya un poco más de luz…
Dicho eso, avanzó unos cuantos pasos hacia la puerta con la clara intención de irse.
—¡Espera! —gritó Eli con fuerza a sus espaldas, y en esa ocasión su desesperación se volvió bastante tangible. Esther se giró a mirarla, y notó como desde su rinconcito en la tina la observaba de una forma mucho más expresiva; mucho más “suplicante”—. Por favor… No me dejes así. Tengo miedo… No… no quiero morir… así…
Esther bufó de nuevo.
—Déjame adivinar, ese acto de niña indefensa es con el que logras que idiotas como el inepto de Owen hagan lo que les dices, ¿no? —indicó divertida—. Yo escribí el libro de cómo hacer eso, muñeca. No me subestimes.
La expresión entera de Eli cambió de un segundo a otro. Esa mirada asustada, esos labios ligeramente separados, casi temblando por el miedo, todo eso se extinguió al instante, dejando en su lugar de nuevo esa máscara de porcelana, fría e inexpresiva… o, quizás no del todo. De nuevo ese vestigio de ira que Esther pudo notar antes, se hizo una vez más presente.
—Tú amiga ya no existe —exclamó Eli con dejo venenoso, sorprendiendo a Esther—. A estas alturas, la infección de seguro ya la consumió por completo.
—¿Infección? —susurró Esther despacio—. ¿Qué infección? ¿De qué estás hablando? —exigió con dureza, aproximándose de nuevo a la tina, pistola en mano.
—¿Tú qué crees de qué estoy hablando? —le respondió Eli con firmeza—. Has oído las historias, ¿no? ¿Visto las películas? Sólo se necesita una mordida… para convertirte en mí.
El rostro de Esther se ensombreció. No tuvo problema en comprender lo que intentaba decirle, pues aquella posibilidad, o una parecida, le había en efecto cruzado por la cabeza, pero la había desechado por completo considerándola una tontería; algo que sólo pasaba en los cuentos.
—No, no es cierto… —susurró despacio, negando con la cabeza—. ¡No es cierto! —soltó con exaltación al aire.
Eli permaneció serena.
—En cuánto tu amiga se despierte, no será más la persona que conociste. La infección se habrá apoderado de ella, y lo único que buscará será alimentarse de lo que tenga más cerca. Y esa serás tú —le advirtió con voz de amenaza—. Lo mejor que puedes hacer por tu bien, y por el de ella, es matarla antes de darle la oportunidad. Arrójala al sol, mientras aún puedas hacerlo, y observa como las llamas la consumen…
—¡¡Cállate!! —gritó Esther con ímpetu, y se le aproximó rápidamente, hasta pegar el cañón de su arma justo contra su frente. Pese a eso, Eli siguió en el mismo estado apacible, indiferente. Sólo la observaba fijamente, ignorando por completo la letal amenaza contra su frente.
El dedo de Esther tembló contra el gatillo, indeciso. Quizás volarle la cabeza no la mataría, quizás sí. Pero cualquier de las dos opciones, de seguro no resultaría nada agradable para ella. Pero al final, no se atrevió a hacerlo. Sin decir nada, apartó el arma de Eli y comenzó a andar con paso presuroso hacia afuera del baño.
—¡Oye!, ¡la ventana! —exclamó Eli exasperada a sus espaldas, pero Esther la ignoró, saliendo al acto de la habitación, azotando la puerta a sus espaldas.
— — — —
De vuelta a la habitación 303, Esther estuvo un largo rato contemplando en silencio a Lily. ¿Podía ser eso posible? ¿Podría Lily en verdad haberse convertido… en un vampiro? Era verdad que algunas historias contaban como la simple mordida de un vampiro podía convertirte, pero… eso era absurdo; tan absurdo como admitir que los vampiros en verdad existían…
 La habitación estaba casi en su totalidad a oscuras, salvo las luces del buró. La ventana estaba justo a un lado de la cama en la que Lily reposaba. Lo único que debía hacer era correr la cortina hacia un lado, y la luz del sol entraría por ella y alumbraría a la pequeña frentona por completo. Si lo hacía, y si su pequeño y huesudo cuerpo se prendía en llamas, o no, sabría si era cierto o no.
Tentada por aquella idea, la mano de Esther se aproximó casi temblorosa al cordón de la persiana, pero la apartó de inmediato antes de siquiera llegar a tocarlo.
Volvió a observar a Lily, inspeccionando en especial su rostro en busca de alguna señal evidente de si se había convertido o no en otra cosa, pero desconocía qué tanto de lo que supuestamente se sabía de los vampiros era real y qué no. Lily se veía de hecho algo más tranquila para ese punto; respiraba lentamente, y parecía estar simplemente durmiendo. Esther aproximó una mano con cuidado a su boca, y con dos dedos intentó separar sus labios para echarle un vistazo a sus dientes, en busca de cualquier señal de colmillos largos y filosos. No le pareció notar nada raro, aunque en realidad no logró ver mucho antes de que Lily agitara la cabeza incómoda, y Esther tuviera que retroceder con aprensión, temerosa de que se fuera a despertar. No ocurrió.
Frustrada y vacilante, comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, con un cigarrillo encendido entre sus dedos, intentando pensar en qué hacer a continuación.
—No, no puede ser verdad —se decía a sí misma, al tiempo que daba de vez en cuando una bocanada de su cigarrillo—. No es más que una mentira de ese maldito monstruo. Sólo está intentando molestarme.
Se repitió eso una y otra vez, intentando en verdad convencerse. Pero luego de todo lo que había visto esas semanas, anoche, o en sí misma… ¿Qué tanto podía estar segura de cualquier cosa? Pero más importante aún de si Lily era ahora un vampiro o no, debía tomar una decisión de qué hacer. Pues mientras más tiempo se quedara ahí parada sin hacer nada, más probable era que alguien viniera y la sorprendiera a mitad de todo ese desastre. O, aún peor, la amenaza latente atada en la tina de la otra habitación podría liberarse y terminar lo de la noche anterior.
—Debe haber algo que aún pueda hacer —se dijo a sí misma, contemplando el rostro plácidamente dormido de su compañera. Dio una calada más de su cigarrillo, y dejó salir el humo por su nariz.
Lo primero que debía encontrar era la forma de largarse de ese hotel lo más rápido posible.
FIN DEL CAPÍTULO 138
Notas del Autor:
Había querido escribir esta escena de pelea desde hace mucho tiempo. Y aunque en mi cabeza era un tanto diferente, estoy satisfecho con el resultado. Me gustaría alguna vez verla animada, o al menos en formato cómic, pero es más un sueño que otra cosa. Espero que igual les haya gustado. El resto del capítulo fue algo más de descripciones, pero un intento de indagar en el cansancio y desesperación que están invadiendo a Esther, y que veremos aún más en el siguiente capítulo.
Por otro lado, ¿qué les ha parecido Eli? La verdad es que la versión de la novela, la película, y la versión americana son un tanto diferentes entre sí (o al menos así me lo parecieron a mí), y aquí intenté crear mi propia interpretación de este personaje. Qué bueno, por un lado no debemos de dejarnos llevar tan rápido por lo que ha mostrado de sí hasta este momento, pues como la propia Esther ya lo intuyó, le muestra sólo que ella quiere que vea. Así que aún faltara ver cómo es la verdadera Eli, si es que algo como eso realmente existe.
Nos leemos en el siguiente capítulo.
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acapulcopress · 11 months
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Falleció Tina Turner, superestrella de "What’s Love Got to Do With It”, a los 83 años
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NUEVA YORK * 24 de mayo de 2023. ) AP Tina Turner, la imparable cantante y artista que se asoció con su esposo Ike Turner para una carrera llena de éxitos y presentaciones en vivo en las décadas de 1960 y 1970 y sobrevivió a su terrible matrimonio para triunfar en la mediana edad con la canción que encabezó todas las listas de éxitos “What’s Love Got to Do With It”, falleció a los 83 años. Turner murió el martes en su hogar en Küsnacht, cerca de Zúrich, Suiza, tras padecer una larga enfermedad, de acuerdo con su representante. Adquirió la ciudadanía suiza hace una década. Pocas estrellas llegaron tan lejos como ella. Su nombre de pila era Anna Mae Bullock, nació en un hospital de una región segregada de Tennessee y tras superar muchos obstáculos, pasó sus últimos años en una residencia de más de 24.000 metros cuadrados (260.000 pies cuadrados) a la orilla del Lago Zúrich. Físicamente maltratada, emocionalmente devastada y en la ruina financiera por su relación de 20 años con Ike Turner, se convirtió en una superestrella por sí sola cuando tenía unos 40 años, en un momento en el que la mayoría de sus colegas ya iban cuesta abajo y siguió siendo la principal atracción para quienes buscaban acudir a conciertos muchos años después. “¿Cómo despedimos a una mujer que se adueñó de su dolor y trauma y los usó como un medio para ayudar a cambiar el mundo?”, escribió en un comunicado la actriz Angela Bassett, quien interpretó a Turner en la película de 1993 “What’s Love Got to Do With It” (“Tina”). “A través de su valentía al contar su historia, su compromiso por mantener el rumbo de su vida, sin importar el sacrificio, y su determinación por hacerse un espacio en el rock and roll para ella y para otros que se parecen a ella, Tina Turner mostró a otros que vivían con miedo cómo debería ser un hermoso futuro lleno de amor, compasión y libertad”. Admirada por artistas que van de Mick Jagger a Beyoncé y Mariah Carey, la “Reina del Rock ‘n’ Roll” fue una de las artistas más populares del mundo, conocida por temas pop, rock y R&B como “Proud Mary”, “Nutbush City Limits”, “River Deep, Mountain High” y los éxitos que tuvo en la década de 1980, entre ellos “What’s Love Got to Do with It”, “We Don’t Need Another Hero” y una versión de “Let’s Stay Together” de Al Green. “Era realmente una intérprete y cantante enormemente talentosa”, tuiteó Mick Jagger, a quien Turner ayudó a dar forma a su propia presencia dinámica en el escenario. “Era inspiradora, cálida, divertida y generosa. Me ayudó mucho cuando era joven y nunca la olvidaré”. Se distinguía por su voz de contralto, su sonrisa atrevida y sus pómulos marcados. Tenía una variedad de pelucas y las piernas musculosas y rápidas que no dudaba en lucir. Vendió más de 150 millones de discos en todo el mundo, ganó 12 premios Grammy, fue elegida junto a Ike para el Salón de la Fama del Rock & Roll en 1991 (y en solitario en 2021) y fue homenajeada en el Centro Kennedy en 2005, con Beyoncé y Oprah Winfrey entre los que le rindieron un homenaje. Su vida se convirtió en la base para una película, un musical de Broadway y un documental de HBO en 2021, este último lo calificó como su despedida pública. Sólo hasta que abandonó a su marido y reveló la historia tras bambalinas, era conocida por el público como la voraz compañera de Ike en el escenario, protagonista del show “Ike and Tina Turner Revue”. Ike era el primero en actuar y dirigía el espectáculo, eligiendo el material, los arreglos y los coristas. Hicieron giras constantes durante años, en parte porque Ike a menudo andaba escaso de dinero y no estaba dispuesto a perderse un concierto. Tina Turner se vio obligada a seguir adelante aún con bronquitis, con neumonía, con el pulmón derecho colapsado. Otras veces, el causante de sus desgracias era el mismo Ike. Como relató en sus memorias, “I, Tina”, Ike comenzó a golpearla poco después de que se conocieron, a mediados de la década de 1950, y solo se volvió más cruel. Provocado por cualquier cosa y por cualquiera, le arrojaba café caliente a la cara, la asfixiaba o la golpeaba hasta que se le hinchaban los ojos y luego la violaba. Antes de un espectáculo, le rompió la mandíbula y ella subió al escenario con la boca llena de sangre. Aterrorizada tanto de estar con Ike como de estar sin él, atribuyó a su fe budista surgida a mediados de la década de 1970 el haberle dado una sensación de fortaleza y autoestima y finalmente lo dejó a principios de julio de 1976. The Ike and Tina Turner Revue estaba programado para abrir una gira por el bicentenario de Estados Unidos cuando Tina se escapó de su habitación de hotel en Dallas, con sólo una tarjeta de crédito y 36 centavos, mientras Ike dormía. Se apresuró a cruzar una carretera cercana, esquivando por poco un camión que iba a toda velocidad, y encontró otro hotel para quedarse. “Lo miré (a Ike) y pensé: ‘Me acabas de golpear por última vez, cretino’”, recordó en sus memorias. Turner fue una de las primeras celebridades en hablar con franqueza sobre el abuso doméstico, convirtiéndose en una heroína para las mujeres maltratadas y un símbolo de resiliencia para todos. Ike Turner no negó haberla maltratado, aunque trató de culpar a Tina por sus problemas. Cuando murió, en 2007, un representante de su exesposa dijo simplemente: “Tina está al tanto de que Ike falleció”. Poco de esto fue evidente para los múltiples fans de Ike y Tina. Los Turner fueron un acto popular durante gran parte de la década de 1960 y principios de la década de 1970, evolucionando de baladas de blues como “A Fool in Love” y “It’s Going to Work Out Fine” hasta versiones llamativas de “Proud Mary” y “Come Together” así como otras canciones de rock que les trajeron éxito en diversos géneros. Abrieron para los Rolling Stones en 1966 y 1969, y se les vio interpretando una versión lujuriosa de “I’ve Been Loving You Too Long” de Otis Redding en el documental de los Stones de 1970 “Gimme Shelter”. Laurence Fishburne y Angela Bassett hicieron interpretaciones nominadas al Oscar como Ike y Tina en la película de 1993 “What’s Love Got to Do with It” (“Tina”), basada en “I, Tina”, pero Tina diría que revivir sus años con Ike era tan doloroso que no se atrevía a ver la película. La versión de Ike y Tina de “Proud Mary”, originalmente un tema de ritmo medio para Creedence Clearwater Revival, ayudó a definir su imagen sexual y asertiva. Con una guitarra funky y el canto de barítono de Ike, Tina comenzaba con unas pocas palabras habladas sobre cómo algunas personas querían escuchar canciones que fueran “agradables y fáciles”. “Pero hay una cosa”, advertía, “verás, nunca hacemos nada agradable y fácil. “Siempre lo hacemos agradable y rudo”. Pero a fines de la década de 1970, la carrera de Turner parecía acabada. Tenía 40 años, su primer álbum en solitario había fracasado y sus shows en vivo se limitaban principalmente al circuito de cabaret. Desesperada por trabajo y dinero, incluso accedió a hacer una gira por Sudáfrica cuando el país fue ampliamente boicoteado debido a su régimen racista de apartheid. Las estrellas de rock ayudaron a traerla de vuelta. Rod Stewart la convenció de cantar “Hot Legs” con él en “Saturday Night Live” y Jagger, que había tomado prestados abiertamente algunos de los movimientos de Turner en el escenario, cantó “Honky Tonk Women” con ella durante la gira de los Stones de 1981-1982. En una fiesta de escucha de su álbum de 1983 “Let’s Dance”, David Bowie les dijo a los invitados que Turner era su cantante femenina favorita. Era más popular en Inglaterra en ese momento que en Estados Unidos, grabó una versión áspera de “Let’s Stay Together” en los estudios Abbey Road de EMI en Londres. A fines de 1983, “Let’s Stay Together” fue un éxito en toda Europa y estuvo a punto de serlo en Estados Unidos. Un hombre de A&R en Capitol Records, John Carter, instó al sello a inscribirla y hacer un álbum. Entre el material que se le presentó se encontraba una reflexiva balada pop-reggae coescrita por Terry Britten y Graham Lyle e inicialmente descartada por Tina como “débil”. “Pensé que era una vieja canción pop y no me gustó”, dijo más tarde sobre “What’s Love Got To Do With It”. El álbum “Private Dancer” de Turner salió a la venta en mayo de 1984, vendió más de ocho millones de copias y contó con varios sencillos exitosos, incluida la canción principal y “Better Be Good To Me”. Ganó cuatro premios Grammy, entre ellos el de grabación del año por “What’s Love Got to Do With It”, la canción que llegó a definir la imagen clara de sus años posteriores a Ike. “La gente me mira ahora y piensa qué vida tan buena debo haber vivido, ¡ja!”. ella escribió en sus memorias. Incluso con Ike, era difícil confundirla con una romántica. Su voz nunca fue “bonita” y las canciones de amor nunca fueron su especialidad, en parte porque tenía poca experiencia para basarse en ella. Nació en Nutbush, Tennessee en 1939 y diría que no recibió “ningún amor” ni de su madre ni de su padre. Después de que sus padres se separaron, se mudó con frecuencia por Tennessee y Missouri, viviendo con varios parientes. Era extrovertida, le encantaba cantar y cuando era adolescente visitaba los clubes de blues de St. Louis, donde uno de los principales atractivos era Ike Turner y sus Kings of Rhythm. A Tina no le importó mucho su aspecto la primera vez que lo vio, en el Club Manhattan. “Luego se subió al escenario y tomó su guitarra”, escribió en sus memorias. “Tocó una nota y pensé: ‘Jesús, escucha tocar a este tipo’”. Tina pronto tomó la iniciativa. Durante el intermedio de un espectáculo de Ike Turner en el cercano Club D’Lisa, Ike estaba solo en el escenario, tocando una melodía de blues en los teclados. Tina reconoció la canción, “You Know I Love You” de B.B. King, tomó un micrófono y cantó. Según recordó Tina, un Ike atónito gritó ”¡¡¡chicalll!!” y exigió saber qué más podía hacer. A pesar de las objeciones de su madre, accedió a unirse a su grupo. Ike cambió su nombre a Tina, inspirado en la heroína del cómic Sheena, Reina de la Selva, y ella cambió su apellido al casarse con Ike, en 1962. En raros momentos de indulgencia de Ike, Tina disfrutó del éxito por su cuenta. Agregó una explosiva voz principal a la titánica producción de Phil Spector de “River Deep, Mountain High”, que fracasó en Estados Unidos cuando se lanzó en 1966, pero fue un éxito en el extranjero y eventualmente se volvió clásica. También apareció como Acid Queen en la versión cinematográfica de 1975 de la ópera rock “Tommy” de The Who. Sus créditos cinematográficos más reciente incluían “Mad Max Beyond Thunderdome” (“Mad Max, más allá de la cúpula del trueno”) y un cameo en “What’s Love Got to Do with It”. Turner tuvo dos hijos: Craig, con el saxofonista Raymond Hill; y Ronald, con Ike Turner. (Craig Turner fue encontrado muerto en 2018 de un aparente suicidio). En una memoria publicada más adelante en 2018, “Tina Turner: My Love Story”, reveló que había recibido un trasplante de riñón de su segundo esposo, el exejecutivo discográfico de EMI Erwin Bach. La vida de Turner parecía un argumento en contra del matrimonio, pero sus años con Bach fueron una historia de amor que la joven Tina no hubiera creído posible. Se conocieron a mediados de la década de 1980, cuando ella voló a Alemania para promocionar un disco y él la recogió en el aeropuerto. Él era más de una década más joven que ella —“la cara más bonita”, dijo ella de él en el documental de HBO— y la atracción era mutua. Se casó con Bach en 2013, intercambiando votos en una ceremonia civil en Suiza. “Es esa felicidad de la que habla la gente”, dijo Turner a la prensa en ese momento, “cuando no deseas nada, cuando finalmente puedes respirar hondo y decir: ‘Todo está bien’”. ) Síguenos en nuestra página Facebook.com/acapulcopress.news Read the full article
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lemmythelemuel · 2 years
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Resumen del Stitchwraith Stinger #11
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Jake estaba en su noveno cumpleaños, con su tarta favorita con sus amigos, este soplo las vela y vio las caras alegre de los niños que pronto estarian llenas de helado y tarta... No, esto no esta bien, no es ni siquiera un recuerdo, esto nunca paso... Jake debia despertar, por muy feliz que pareciera ese escenario, El detective y el padre de Renelle corrian peligro. *** Larson consiguio salir del campo y acabo en la ciudad, pero no sabia ni donde ni cuando estaba, y menos como salir de ahi, hasta que se dio cuenta de una cosa ¡La Piscina de bolas! En sus visiones siempre se sumergia alli antes de llegar a otro escenario. Como si su cuerpo funcionara solo, Larson llego a la pizzeria quien ahora era Freddy Fazbear Pizza, tras apartar a los niños y ante las miradas de los padres Larson se sumergio en ella, de repente estaba en una ciudad, conocia esa ciudad de los periodicos, y especialmente el vertedero que habia alli, sabia que ella estaba ahi. Su cuerpo se movio solo y sin pensarlo abrio el maletero de un coche, alli estaba Eleanor, con sus garras y sus dietes afilados, yendo directa a por la garganta de Larson, ella era fuerte, pero tambien ligera, asi que pudo lanzarla de una patada, el detective se fijo en un compactador de basura y se le ocurrio una idea, este insulto a Eleanor. "Tengo algo para que mastiques, estupida muñeca inutil" Eleanor solto un grito de guerra y se abalanzo contra Larson, pero este la agarro y la lanzo al compactador el cual la hizo pedazos. *** Larson desperto en la sala de estar, Eleanor tenia los ojos ennegrecidos mientras el disfraz de Renelle desaparecia, mientras Talbert preocupado le preguntaba a su "hija" que le ocurria. Eleanor abrio la boca y unos tentaculos negros salieron de ella y se abalanzaron sobre Larson, era sangre. Larson aparecio en la ciudad otra vez, pero sabia donde ir, la piscina de bolas, debia sumergirse y destruir a Eleanor otra vez, ahora la pizzeria estaba oscura, con grafitis y arcades y sillas rotas, Larson se sumergio en la piscina y aparecio en una habitacion con ropa de invierno y adornos de navidad, tambien habia una silla, un pisapapeles de vidrio, un candelabro y un baul. Larson abrio el Baul y alli estaba Eleanor quien se abalanzo sobre el, esta intento estrangularle pero Larson le dio con el pisapapeles, despues empezo a golpearla con el candelabro hasta que su piel gris se hizo papilla mostrando su craneo metalico. *** Larson desperto otra vez y vio como Eleanor se movia erraticamente, tambien vio como el Stitchwraith volvia a moverse, pero de repente, acabo en la calle otra vez, asi que repitio el proceso, ahora la pizzeria era un local de pancakes llamado Papa Bear's Pancake House. Una vez cruzo la piscina de bolas aparecio en un cuarto de un niño, de color azul, posters de freddy y coches de carrera, eso le recordo a cuando le decia a Ryan que no habian monstruos debajo de su cama, pero se equivocaba, Eleanor estaba alli, tras buscarla abrio el armario y alli aparecio. Eleanor agarro a Larson y golpeo su cabeza contra la pared repetidasmente, Larson agarro un bate de aluminio y golpeo su cabeza la cual ahora estaba balanceandose en su cuello sujetado por unos cables, Larson le dio un golpe final decapitandola y despertando de nuevo. Ahora el Stitchwraith se estaba acercando a Eleanor usando todas las fuerzas que tenia para ello, sin embargo, Larson volvio a viajar otra vez *** Larson llego a la Pizzeria, ahora en ruinas, pero la piscina seguia alli, una vez se sumergio aparecio en un almacen abandonado, con sacos de dormir y un enorme tragaluz. Del agujero en el techo aparecio Eleanor, esta le mordio en la cara, haciendole sangrar, pero Larson consiguio estrangularla. *** Jake hacia todo lo posible para acercarse a Eleanor mientras esquivaba los tentaculos de sangre negra, Eleanor trato de estrangularle, pero este agarro sus muñecas inmovilizandola, toda la rabia de Jake le dio un impulso de energia y entonces uso los ojos de plata, haciendo que sus ojos brillaran absorbiendo a Eleanor para que al igual que Andrew fue una vez, formara parte de el. Ahora solo Jake podia sentir la rabia ardiente de Eleanor, Andrew tenia furia tambien, pero el habia sido herido, no era malo, en cambio Eleanor era mala hasta la medula, era un monstruo, usando su poder de leer recuerdos Jake atrapo a Eleanor en un momento de rabia y angustia, silenciandola para siempre. Una vez volvio a ver a Eleanor esta parecia una momia, estaba mas que muerta, solo era un cascaron, asi que descanso poniendo su mente en blanco. *** Dos semanas despues, Larson, todavia magullado miraba a su hijo Ryan en un partido de beisbol, el niño se alegro de ver a su padre alli y consiguio agarrar la pelota. Mientras, Jake se dirigia a la Pizzeria, de alguna forma, al tener a Eleanor dentro suyo sabia que ese era el sitio donde debia descansar, Jake pudo sentirlo, ese lugar era como un cementerio para las almas victimas de un mal inimaginable, Jake tenia una tarea que hacer. Jake ya habia hecho todo lo que tenia que hacer en este mundo, encontro a Renelle, la verdadera Renelle y la reunio con Talbert, tambien encontro a la chica drogadicta que Eleanor habia suplantado, Eleanor la habia encerrado en un Baul en el almacen abandonado, Jake se aseguro de que fuera al hospital. Jake se sumergio al pozo y uso la ultima bondad que le quedaba, finalmente dejo de sentir el mundo fisico, este era el final, pero tambien el comienzo de un nuevo viaje. *** Millie estaba sola en un bosque oscuro, no recordaba que pasaba, solo que se habia ido de casa con su abuelo y sus molestos familiares en navidad, y de alguna forma, ahora queria estar con ellos, estaba perdida y asustada. De repente un niño de ojos verdes aparecio, su nombre era Jake, este agarro a Millie y la guio, en un instante Jake desaparecio y Millie estaba en el porche de la casa de su abuelo, este la recibio y le abrazo, Millie sonrio como nunca habia hecho, de alguna manera, era mas feliz que nunca. *** En el abandonado restaurante no pasaba nada, solo silencio, pero de repente cambio, una de las pelotas en la piscina se torno cristalina, mostrando la imagen de una niña vestida de negro pasando las navidades con su familia, feliz. En un instante todas las pelotas se tornaron cristalinas, mostrando mas recuerdos felices, todas brillando como si de estrellas se trataran. *** Larson fue a visitar a Talbert una vez mas para que le explicara que era el residuo, Talbert respondio que no sabria explicarlo bien, era Metal embrujado, tal como el agua conduce la electricidad, el Residuo es la mezcla de lo tangible e intangible, las memorias con el presente. El Residuo hace que las personas y cosas que se hayan ido vuelvan a ser casi reales. Talbert le mostro el colgante de corazon a Larson, cuando Renelle era pequeña habia estado muy enferma, asi que fabrico ese colgante con Residuo, para que de alguna manera, no perdiera a si hija para siempre, sin embargo, fue un error, fue eso mismo lo que hizo que la perdiera. Talbert le regalo a Larson el colgante, no queria volver a verlo y dijo que esto abriria un nuevo capitulo de su vida, uno con su hija. Larson se marcho y escucho un leve sonido agudo, provenia del colgante, era como una cancion pero apenas inaudible, Larson alzo el colgante el cual brillaba gracias al sol, era deslumbrante...
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ivardi-ahau · 3 years
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El Maestro, tras todas estas experiencias, volvió a referirse a la atención y el atestiguar, dijo, es una de las facultades más importantes del ser vivo.
Ella es como una flecha que puede ir y clavarse en cualquier objeto, sujeto, emoción o idea. Representaba nuestra puerta directa a la conciencia y más dependiendo el enfoque, como, apuntar al arco, las manos y el ojo que la sostienen. Sin embargo, en la mayoría de nosotros estaba en bruto como una piedra cualquiera, había que tener la voluntad de trabajarla, golpearla y pulirla para sacarle todo su filo...
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Atención afilada.
Grafito / papel.
10.5 x 14 Cm.
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elementalxwitch · 3 years
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❝          
             › Rol privado.
               ↳ with @msimpossiblewitch
             I had a dream.
             
Ya de por sí la última vez que se vio con Hayden, Aradia había quedado bastante preocupada. Pero hubo algo que la preocupó aún mas.
Cuando conoció a la mayor de las Vorgrimler, Aradia comenzó a tener sueños. A veces raros, a veces muy comunes. Pero todo había comenzado desde el primer encuentro. Sabía que allí había algo raro. Pero no le daba demasiada importancia. Todo era muy nuevo para ella y pensaba que el estrés era quien hablaba en ese momento.
Aquella noche tuvo un sueño completamente raro donde algo raro y oscuro rodeaba el cuerpo de Hayden. Como si éste la pudiera manipular. Fue algo que realmente la despertó de golpe y Aradia para prevenir decidió ir hacia la casa de Hayden. Como periodista tenía todo tipo de información aunque no lo diera a conocer.
No dudó en cambiarse y salir para allá, pese a que fuera la madrugada, aún faltaba una hora para que amaneciera, pero Aradia se sintió bastante preocupada y la única manera de dejarla tranquila era visitar a Hayden.
Tocó el timbre varias veces hasta que la mayor le respondió.
Normalmente no recordaba los sueños, pero este último se había sentido tan vivo que la sensación de asfixia seguía presente en sus pulmones, en su piel que sudaba frío y en su cuerpo mismo que de repente sentía a los espasmos golpearla con una nueva imagen de aquello que la atrapaba.
Recordaba que estaba inmóvil, que luchaba por salir de allí, que usaba su magia pero que no era suficiente, además en su sueño también había escuchado la voz de su hermana menor llamarla, pero no podía hacer nada al respecto, no podía correr a su dirección en busca de la ayuda que necesitaba. Cuando esa presencia logró absorber del todo su cuerpo, cuando la oscuridad reinó en su ser y todo se había apagado, Hayden despertó de golpe con el ruido del timbre sonar con insistencia.
No podía pararse, no podía concentrar sus movimientos para tomar el impulso necesario e ir a atender, pensó que si lo ignoraba a quien fuera que esté allí se iría, pero en cambio el timbre y el golpe en la puerta solo aumentaban su intensidad. Hayden bajó los pies de la cama para ir a aquella puerta y cuando colocó su mano sobre el pomo, sintió a algo en ella incomodarse, obligándose a retroceder, mientras que la otra parte de sus instintos la instaban a abrir, así que cuando sus demonios callaron ella abrió la puerta encontrándose con una Aradia completamente agitada, la arquitecta relajó su postura y se lanzó a sus brazos consiguiendo el refugio que había necesitado minutos atrás.
Tras un pequeño y largo abrazo, ella la soltó casi de la misma forma como la que la había abrazado y retrocedió un par de pasos con el fin de darle lugar a que entrara— ¿Qué haces aquí? —cuestionó con timidez y en cierta forma volviendo a parecer distante— ¿Estás bien? —frunció el entrecejo esta vez mirándola con cierta preocupación.
Hayden se tardaba bastante en abrir la puerta y eso le asustó. De todas maneras no quiso gritar por cualquier cosa. Una vez que escucha el ruido de las llaves abriendo la puerta su hermana mayor cae en sus brazos como si estuviese en una lucha con ella misma. Y que la abrace ya es algo que la sorprende ya que desde los pocos encuentros jamás lo había hecho.
—Tuve una corazonada de que algo te estaba pasando.. Parece una locura, lo sé pero necesitaba venir..—musitó la muchacha mientras observó a su hermana una vez que ésta se separaba del abrazo. — ¿Puedo pasar? —pregunta esperando a una respuesta positiva. Realmente siente que hay algo raro en ella y quiere descubrir que demonios es lo que le está generando eso.
Frunció levemente el entrecejo escuchando las palabras de Aradia, cierta confusión llenó su cuerpo pero no dijo más nada, ya que no creía que sea posible el llamarla mediante el sueño, es decir, no había el suficiente vínculo como para que aquella conexión se diera o no había algo que las uniera.
— Este... ¿Sí? —se hizo a un lado para dejarla pasar. Cuando Aradia estuvo dentro y ya con la puerta cerrada, el interior en Hayden se había puesto bastante incómodo— ¿Quieres tomar algo? ¿Quieres algo? Yo tomaré un vaso de yogurth. —murmuró la mujer mientras arrastraba los pies a la cocina.
Cuando su hermana le ofrece algo de tomar asiente con la cabeza. — Un café podría ser..—responde mientras observaba a su hermana actuar de cierta manera extraña. Su forma de caminar hacia la cocina. — ¿Estás bien? —Aradia se para y se acerca a ella. Realmente presiente que algo malo está sucediendo.
— ¿Cómo has estado estos últimos días? ¿Has podido dormir? —la muchacha le pregunta esperando a la respuesta de sus preguntas y a la espera de poder ver su reacción ante ellas. Siempre ha sentido que tiene una especie de sexto sentido, y ella se da cuenta de que algo allí mismo no está bien, en lo absoluto.
Estaba en silencio, ignorando las preguntas ajenas en un intento de ponerse en balance consigo misma antes de poder si quiera mantener una conversación, estaba algo alterada y sabía que necesitaba más respuestas— Tengo que ser honesta contigo. —dijo al fin.
Se acercó a la menor con dos tazas en mano y para sorpresa, ambos con el mismo contenido. Hayden se sentó en el sofá y suspiró buscando la valentía en sus palabras— Respecto a nuestro encuentro anterior, pues te hice todas esas preguntas porque, pues te mandé investigar, es decir, necesitaba respuestas y pues encontré más cosas de lo que esperaba, en especial eso a lo que destaqué antes de que te marcharas, porque yo... —una pausa se hizo en su hablar, con los nervios a flor de piel llevó la taza a sus labios para ingerir aquel líquido amargo, dejó pasarlo y continuo— Yo si creo que soy una bruja, es decir... hago cosas que nadie más puede y tengo... tengo recuerdos, vagos como pantallazos y hoy, hoy te escuché en mis sueños. —observó a su hermana con cierta intriga— ¿Qué es todo esto?
Realmente al escuchar el hecho de que la haya investigado no le sorprende. Aradia como periodista lo primero que hace antes de escribir una noticia es investigar. De una manera u otra la comprende. Que una muchacha de la nada se apareciera en su vida diciendo que es su hermana, no es fácil de asimilar.
Lilly al escuchar la confesión de su hermana, toma sus manos con las suyas, apretándolas levemente. — Yo no puedo confirmar lo que realmente soy porque sigo averiguándolo..—musita la muchacha mientras la observa a su hermana. — ¿Que seas una bruja? Creo que no hay nada malo con ello..—Aradia siente la necesidad de abrazarla a su hermana y lo hace. Luego la observa.— Creo que ambas necesitamos respuestas. —le responde y suspira. —Yo también te escuché en mis sueños, te vi en mis sueños y por eso estoy aquí..—la observa acariciando su mano por encima. — Y me preocupé tanto por ti que tuve que venir para ver si estaba todo bien y si mi sexto sentido estaba fallando...—comenta. Luego se le viene a sus pensamientos aquella vez que se cruzó a alguien de esa naturaleza. —Yo conozco una bruja, esa misma me ha dicho algo que me ha descolocado pero le encuentro sentido a todo lo que me va sucediendo..—Aradia pone una de sus manos palma para arriba, generando una pequeña bola de luz, y a su vez todo su cuerpo se ilumina. — Supuestamente, soy una estrella.. —susurra a Hayden y espera a ver su reacción. — Y es la primera vez que me muestro así ante alguien..
El rostro de la arquitecta palideció al ver lo que su hermana menor podía hacer, sus ojos pasaban con rapidez de aquella perfecta e iluminada esfera al cuerpo de su hermana que estaba encendido por completo.
Tenía impulsos de correr, así como la curiosidad dominaba su cuerpo para quedarse sentado en aquel sofá observando cada simple detalle que hacía la contraria. Finalmente, Hayden bajó la mirada a sus manos y pensó en una flor, en su favorita mientras visualizaba la paz que esta le transmitía.— Yo creo... —susurró mientras seguía visualizando a los pétalos del tulipan— Creo que puedo hacer esto. —susurró mientras cerraba los ojos con fuerzas esperando a que aquellos breve recuerdos en verdad funcionaran. No tenía idea si era cierto, no se suponía que lo fueran y menos no creía que ella pudiera ser.
De repente en sus manos se sintió la suavidad de algo, sus ojos se abrieron de golpe y separó las manos asustada. De sus manos se dejó caer un pequeño pétalo amarillo, cuando este llegó a sus piernas, la mujer levantó la mirada hacia la contraria— Esto no es normal. —fue lo primero que dijo mientras se colocaba de pie, Hayden caminó nerviosa hasta atrás del sofá y levantó la mano en dirección a su hermana como si así la señalara— Tú... ¡Wow! O sea... —no podía expresar las palabras, no se visualizaba lo que quería decir, por lo que cerró sus ojos y respiró profundamente— No puedo... no puedo vivir en la ignorancia ¿Qué es todo esto? Tú, es magnifico, pero... no puede ser, no. —sus manos se apoyaron sobre el respaldo del sofá— Esa bruja ¿Qué te dijo? ¿No te dio más respuestas? ¿O dónde está? Quiero verla.
Al principio observa que Hayden queda boquiabierta con intenciones de alejarse por temor a que algo suceda. Pero Aradia con la mirada le demuestra que lo que está haciendo no le hará daño.
Ahora es el turno de Hayden que de sus manos deja caer un pétalo que en ese momento no se encontraba en ese lugar. Puede notar que su hermana mayor no tiene idea de lo que puede llegar a hacer y Aradia y le toma las manos para tranquilizarla de alguna manera. —Yo también vivo medianamente en la ignorancia, H. —responde a su hermana y suspira. — Solo he ido una vez de esta bruja, dijo que cuando regresara por más tendría respuestas...y no he regresado por temor. —comenta haciendo una mueca. El saber más de lo que ella quisiera le genera miedo de lo que pueda llegar a descubrir sobre ella y sobre su naturaleza. — Podemos ir juntas, seguramente ella pueda darnos algunas respuestas para poder aclararnos la cabeza. —sus manos se mantienen sobre las de la hermana, quiere transmitirle la mayor cantidad de paz que pueda. — A lo mejor de toda esta locura podemos saber cual es la razón por la que nos pasa esto.. —concluye.
— Pero si ¿Qué pasa si yo no soy quien creo que soy? Es decir, —la mujer llevó separó las manos de la rubia para así llevarlos a la altura de la cabeza, dónde con desesperación sacudió la misma y volvió a bajar los brazos— Estos pantallazos, estos nombres que vienen de repente, no son míos —hizo una pausa esperando como si ella pudiera responderle, pero silencio fue lo que obtuvo— Por ejemplo hace unos días, se me vino el nombre de Jakob en la cabeza y ¿Quién es él? Me sentí como muy triste luego y tengo más cosas en las que preocuparme que por estas cosas.
Hayden enfatizó lo último ya que cada fin de semana, su abogado venía a la residencia para hablar sobre la demanda que tenía encima, su ex esposo había encontrado algo de su pasado y este amenazaba con usarlo. Sentía que en algún momento iba a perder el control sobre sus emociones e inclusive sobre lo que sentía, de golpe se levantó y negó con la cabeza— Hay que ir, pero ¿Qué va a pasar si es que no puede ver nada por mi? Esto es una locura ¿Sabes qué? Me estoy haciendo muy complicada la vida.
Volvió a caminar hasta colocarse entre la mesa y el sofá— Estas cosas... son solo producto de mi imaginación, no existen las brujas y tú... tú no sé qué eres, no... no es posible.
La mayor colocó ambas manos sobre su cintura y volvió a negar con la cabeza en aquella distancia, se negaba a aceptar que su vida iba a dar un cambio así de drástico, se negaba a aceptar aquella realidad que estaba viendo en sus propias narices.
Aradia observa la actitud que su hermana toma ante la realidad que las rodea. Suspira profundamente y se para posando ambas manos en cada uno de sus hombros. — Primero...respira. —responde ante su aceleramiento al hablar y negando todo lo que ha sucedido.
— Yo soy algo, pero tú también eres algo, Hayden..—le observa y hace que ésta la mire y que la escuche claramente. — Por alguna razón, la vida nos reunió. Y por alguna razón hay algo que nos sucede que no comprendemos.. —hace una leve pausa y suelta un suspiro profundo. — De ser dos personas totalmente diferentes al resto, generaba que cada una sea bastante solitaria en dicho aspecto. — Nos tenemos a la otra para poder saber la puñetera verdad de lo que nos pasa..—susurra por lo bajo y decide abrazarla, ya que siente el impulso de hacerlo.
— Y no voy a parar hasta que ambas tengamos respuesta de nuestra naturaleza, que somos.. y el porqué. No estás sola, Hay..—repite lo mismo y suspira. Poco sabe de si misma, y mucho menos sabe de su hermana. Pero algo que ha dicho es cierto y es que no pararía hasta encontrar algunas respuestas coherentes a las preguntas que ambas se hacen.
Su corazón latía con prisa, tenía miedo de las cosas que podrían llegar a pasar en un futuro y esto solo hacía que la ansiedad dominara sus sentidos completamente. Escuchaba las palabras de la menor con atención, prometía respuestas y eso en parte la tranquilizaba.
Su cuerpo fue rodeado en un abrazo y aquellas lágrimas que sostenía se dejaron caer por sus mejillas, acariciando su piel con el frío de ellas; Hayden se aferró al cuerpo ajeno y ocultó su rostro en el cuello femenino— Lo siento.
Tras estar un tiempo abrazadas y con la castaña ya más calmada, el corazón volvía a latirle a un ritmo normal— ¿Quieres quedarte? Solo esta noche, no... no creo que sola pueda con mis emociones. —invitó la mayor alejándose de ella para poder verla a los ojos.
Limpió las lágrimas de sus mejillas y asintió con la cabeza, como si ella misma confirmara la decisión de la menor. Si era cuestión de bajar barreras para recibir apoyo e inclusive respuestas, Hayden haría lo posible no solo para mantenerla en su vida, sino que para ayudarla también; es decir, al final de cuentas eran familia y ambas no encajaban en el mundo, compartían incógnitas que solo ellas podrían resolver si buscaban juntas.
Rol finalizado.
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space-alliance-solo · 3 years
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Desde que escapó de las manos de Kylo Ren, Bubbles había experimentado diferentes sensaciones que se despertaron en el momento que miró a este a los ojos, y no tan solo fueron sensaciones, sino habilidades que desconocía poseer. Gracias a la caridad de algunos de los seres interespaciales con los que se había topado y dichas nuevas capacidades, había logrado esquivar al ejército de Ego en numerosas ocasiones. Aún así, las constantes conexiones mentales con el líder del mismo, se hacían cada vez más seguidas. Y en cierto modo, aun sin querer admitirlo, se sentía conectada a él, como si en el fondo esperase verle en cualquier esquina sobre la que posar la mirada.
Jimbo había tomado una decisión: abandonó su nave y a su familia por impotencia. Necesitaba sentirse útil, y esperando en aquel armatoste de metal, viendo la vida pasar, ya no era una opción. Tras haber efectuado varios saltos y visitado numerosos planetas, tuvo que repostar en uno de ellos y pasar la noche en él.
El mercado local estaba abarrotado de gente en plena hora punta, y la supernena contaba entre sus dedos las dos monedas que le quedaban para poder comer aquel día: probablemente no le diera ni para media fruta. A pesar de ser la más dulce y buena de sus hermanas, en aquel momento en lo único que podía pensar era en comer. No recordaba el último bocado a algo decente, y a pesar de poder usar su identidad y habilidades, no quiso hacerlo. Ni siquiera en ese momento, pues sentía que traicionaba a su propia naturaleza. Sin embargo, tras colocarse la capucha, un acto involuntario hizo que la joven tomase un trozo de pan con rapidez y saliera corriendo entre la muchedumbre que se percató de lo acontecido. 
Bastaron unos segundos para que el ambiente se viera caldeado a gritos de “ladrona” en aquel extraño idioma que Jimbo entendía girándose con rapidez hacia el lugar donde provenía. Para su sorpresa, su rostro quedó congelado en su mente como si fuera un fotograma: aquel mechón blanco en la frente, esos ojos grandes y azules... No podía ser. Sin dudarlo, corrió hacia el puesto y dejó caer varias monedas que cubrieran lo que la chiquilla había robado, y salió corriendo tras ella, tratando de seguir su rastro.
El ejército de Ego, alertado por aquella pequeña revuelta, también reconocieron a la joven y varios de sus hombres no dudaron en seguirla para darle caza y poder entregársela a su líder.
— ¡Dejadme en paz! — Pronunció Bubbles en cuanto se vio arrinconada. — Decidle a vuestro líder que no pienso volver.
— Se lo dirás tú misma. — Respondieron sin un ápice de sensibilidad, comenzando a tratar de golpearla para atraparla.
Ante aquella escena de horror y sin saber muy bien qué hacer, Jimbo comenzó a cantar bastante desentonado “Come and get your love”, llamando la atención de absolutamente todos, incluida la mujer que no esperó para nada semejante aparición. Aprovechando uno de los gestos de baile a los que acompañó su voz, desenfundó su blaster y disparó directamente hacia los hombres más próximos a Bubbles, haciendo que cayeran de inmediato. Siguiendo con aquel pequeño ritual y dirigiendo ahora la acción sobre él, solo necesitó unos segundos más para deshacerse de los demás. Los ojos azulados de Bubbles se abrieron como platos ante la escena, permaneciendo en silencio e inmóvil una vez se quedaron Jimbo y ella a solas. Con cierto recelo, se acercó a él, observándole; su cara le resultaba familiar pero no sabía de qué.
— Soy... Bubbles. ¿Quién eres tú? ¿Por qué me has ayudado?
— Star-Lord. Jimbo para los amigos. Y no me malinterpretes, sé quién eres. Soy amigo de tus hermanas Buttercup y Blossom. Creo que va siendo hora de volver a casa, ¿No te parece?
Una sonrisa amigable decoró los labios del guardián, haciendo que la rubia se contagiase de ella y sus ojos se humedecieran de inmediato. Había pasado demasiados días de miedo, soledad e incertidumbre, de hambre, sed e insomnio. Aquel pequeño rayo de luz que parecía desprender el hombre hizo que se lanzara directa a los brazos de su, para ella, ahora nuevo aliado y su medio para volver a casa.
· Star-Lord, Jimbo @saudadenlosdiasgrises
· Menciones a Buttercup y Kylo Ren @secretwarsrol 
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authentic-dr4rry · 3 years
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D R A C O
Por @Lexy_Gray en Wattpad
Sinopsis
Draco lo es todo para Harry desde que era un pequeño que le temía a sus compañeros Slytherin, por lo que es común que el rubio sea el centro de su universo. Él lo adora, pero, maldita sea, ¿por qué no le ha sonreído durante toda la mañana?
AU. FLUFF, drarry.
*Créditos a @Alek-r por el increíble fanart.
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Capitulo único.
Para Harry las cosas no podían ser de otro modo que no fueran simples, sencillas. Eso, al menos, se volvió una realidad hasta que se enteró que era un mago, y que un colegio de magia y hechicería lo recibía con los brazos abiertos para que se integrara con el resto de niños de su edad para aprender a serlo. Y conoció a Draco Malfoy.
Draco, de algún modo, era todo lo que siempre quiso. No importaba las interminables veces en que criticaran cuán tonto, cruel o excesivamente egocéntrico éste fuera, para Harry siempre sería así.
Así que se puede decir, la verdad sea dicha, que Harry no es una persona objetiva. Porque él se dejaba llevar y así había sido desde pequeño. Era manipulable, frágil y sensible. Temía de muchas cosas, pero de las cosas que lo rodeaban jamás. No cuando Harry gustaba de ser así de feliz, viendo lo mejor de cada persona y nada más. Confiaba en la gente, bondadosa o no, cosa que lo había llevado a sufrir mucho durante su infancia. Pero que afortunadamente había cambiado en Hogwarts.
La vida de Harry antes de ello nunca fue fácil. Era un chico huérfano, repudiado por algunos muggles y repudiado, también, por varios magos. La gente no le quería en cuanto le veían, no lo apreciaban. Excepto Draco. Y él, siendo un chico que se dejaba llevar con mucha fuerza, no hizo más que seguir firmemente a Draco Malfoy cuando lo descubrió diferente.
Draco fue el primer mago de su edad con quien habló, quien era fiel a morir a los ideales ajenos inculcados principalmente por Lucius Malfoy, su padre, a su unigénito y transferidos a la ingenua mente de Harry enseguida. Eso fue lo que le llevó a ser repudiado por las casas ajenas. Un Harry Potter pequeño, temeroso y rebelde lleno de poder y astucia en su interior al que habían sorteado en Slytherin nada más el sombrero tocó su cabeza.
Harry, pese a ser un chico bastante ingenuo que creía en la sinceridad de los demás, no pudo ceder su confianza en un primer instante a nadie en Hogwarts, ni siquiera a los integrantes de su propia casa. Exceptuando al rubio pedante que comenzó a protegerlo tras ese hecho, especialmente por las bromas que le gastaban día a día y que se fueron extinguiendo lentamente por su relación con la familia Malfoy.
Entonces, Harry empezó a no sólo agradecerle a Draco por estar a su lado incondicionalmente, sino, a ponerlo en un pedestal.
Los años pasaron y sus sentimientos cambiaron significativamente, Draco Malfoy ya no era su protector, pronto se convirtió en su primer amor. Un encaprichamiento que no paraba de crecer y crecer, y creer. Draco no sólo era el mejor amigo de infancia ante los ojos de Harry, era el chico perfecto para él. Rubio, alto y esbelto. Preciosamente rubio, con una piel que brillaba como las perlas y un cabello tan claro que se preguntaba como no irradiaba luz por sí mismo; alto comparado con él, con piernas kilométricas y un porte que le hacía parecer aún mayor; y esbelto como solo un buscador de Quidditch podía ser. Harry lo miraba ir y venir con la gracia de un ángel, alborotado, distraído pero aún así, siempre impecable. Corría de lado a lado, riendo, burlándose, siendo tan Malfoy con el uniforme verde esmeralda resaltando sobre su piel. Brillando como una estrella en medio de la oscura noche.
Pero no era sólo eso. Harry podía dar fe a que Draco tenía magia en la mirada, con una sonrisa que le hace el día y sueños bajo la almohada. Aunque peleé con la gente equivocada. Draco se ponía intolerante y malhumorado, porque era un mundo de tormentas internas y un espacio de promesas vanas. Para los demás, es fácil creerse la máscara que tiene de fachada, pero Harry no suele caer en ese tipo de pavadas. En especial, porque él lo conoce tan bien como puede.
Lo observa y suspira por él de lunes a domingo, cada día de la semana, con café en mano o un helado, sin que se vaya a ningún lado. Porque Draco, el Draco que conoce, tiene un corazón cálido, del que nunca dice nada. Y aunque nadie se entere, a él le duele más lastimar a que lo lastimen. Era poesía, poesía en un mundo analfabeta.
Draco Malfoy, en palabras algo pobres, era como frío y caliente al mismo tiempo. Con un aroma a verano, a manzanas y alegría reprimida. Olía como las frutas y tenía el alma de una flor, dócil y sencillo, aunque de reojo nada en él pudiera decir lo mismo.
Esa mañana, Harry se levantó con el corazón en la garganta. Se había decidido después del partido de Slytherin contra Hufflepuff que era el día perfecto para declarársele. Había encargado para ese mismo día unas trufas con relleno de frutos rojos en Honeydukes para hacer del momento más ameno, comerlos a hurtadillas junto al lago, bajo el sol de medio día. Esperando que viera en el costado de la caja el pedazo de pergamino que le pedía ser su novio.
Apenas la noche anterior le había comentado a su mejor amiga, Pansy, tratando de buscar apoyo en ella. Pero claramente no había servido. La pelinegra se había reído lo suficiente para avergonzarlo, llamándolo cursi y triste. Pero Harry no podía encontrarle nada triste a esa situación, hasta que Pansy volvió a reírse de él. Entonces entendió. Lo llamaba triste porque pensaba en eso como algo unilateral, y como único resultado, lo único triste, era él.
Después de eso decidió no hacerle mucho caso a la chica, se arregló tan impecable como pudo y se aseguró de usar más loción de lo habitual. Salió de su habitación y cruzó el corto pasillo que lo separaba de la puerta de Draco, listo para irse juntos a desayunar como cada mañana. Tocó la puerta con sus nudillos, pero nadie respondió. Volvió a hacerlo un par de veces más, hasta desesperarse y comenzar a golpearla con más rudeza. Nunca le hacían esperar, especialmente no él.
Considerando que se trataba de Malfoy, comenzó a pensar que el chico no estaba ahí. En realidad, Theodore Nott se lo recalcó cuando abrió la puerta de pronto y masculló un: —Maldita sea, Potter, vete de aquí. Él ya se fue—bastante fuerte. Así que comenzó a caminar fuera de la sala común y, pronto, fuera de las mazmorras.
Durante su larga estadía en Hogwarts, Draco nunca le había dejado ir solo. Siempre le acompañaba a todas partes y no se separaban más que para ir a dormir, porque, desafortunadamente, les habían tocado distintos compañeros de cuarto. La cosa en sí no sólo era extraña, sino que también levantaba las sospechas en Harry de que lo que estaba dicho por Pansy fuera verdad. Quizás era incluso una indirecta de Draco, quien no tenía las suficientes agallas para decirle él mismo a la cara que ya no quería estar cerca nunca más, y las peores ideas asaltaron la mente temerosa de Harry, que caminaba rumbo al gran comedor con su caja de dulces contra su pecho.
No mucho antes de pasar por el hall de entrada, los ojos de Harry habían captado una cabellera bastante familiar, que reía amistosamente frente a una chica. Era castaña, de uniforme presentable, pero de peculiar cabello alborotado. La chica fácilmente era reconocida por el morocho como Hermione Granger, de Gryffindor. Draco había dicho un par de comentarios hirientes en el pasado sobre ella, y aunque él no le había secundado del todo, no se había disculpado con ella por el comportamiento infantil que su mejor amigo y él habían tenido antes.
La castaña se balanceaba amistosamente de enfrente hacia atrás, sobre las puntas de sus pies y después en sus talones, y había aprovechado más de una oportunidad para hacer contacto con Draco. Se reía tan fuerte que empapaba los oídos de Harry a metros lejos de ella, y a Harry no le habría importado tanto sino fuera porque escuchó la risa de su chico también.
Harry hizo memoria, entonces.
Hacía meses, se esparció un rumor en Hogwarts sobre Hermione y Draco siendo pareja secretamente, aunque la gente lo habían asumido como verdad, Draco siempre lo desmintió. Harry, por supuesto, había creído en él. Pero, ahora mismo no sabía muy bien qué creer. Pansy le metía todas esas ideas a la cabeza, la falta de tacto de Draco al no comentarle que saldría primero y encontrarlo seguidamente con aquella chica, riendo cómodo a su lado. De ahí a tener el impulso de acercarse a ellos repentinamente, con el valor pinchando su pecho.
—¡Hola!—exclamó Harry para que el par diera crédito de su presencia, iniciando a caminar casualmente hasta ellos. Draco se quedó tieso en cuanto lo vió, cerrando la boca rápidamente y con la cara roja.
—¡Hola, Potter!—le contestó la chica con la misma euforia, aunque con la apariencia de ser más sincera y real—, que oportuno.
—Oh. Harry, dime Harry—dijo tan amable como estuvo dentro de sus posibilidades. No quería ser grosero por sus estúpidos celos, aunque no sentía poder lograrlo. Especialmente cuando Draco no decía ni hacía nada desde que interrumpió—, ¿para que soy bueno?
—Pues... planeábamos no entrar a las primeras clases hoy y escabullirnos un rato.
Algo dentro de Harry entró en pánico. Se sorprendió enormemente, abriendo los ojos y entreabriendo los labios salmón con un atisbo de duda.
—¿U-Ustedes dos?—vaciló.
—¿Por qué te sorprende?—Hermione frunció el ceño con profundidad, deformando sus labios con un puchero bastante tierno. Draco rió suavemente sin abrir la boca, y Harry odió lo lindo que sonaba cuando algo le hacía reír de verdad, especialmente cuando ese algo provenía de Granger.
—Son lo mejores de la clase...
—Bueno, fue idea de Draco—le delató la chica, riendo suavemente mientras compartía una mirada cómplice con el acusado. A Harry le parecía ver una especie de química innegable entre ellos, fuerte y visible ante sus ojos verdes. Estaba seguro que nunca había compartido una mirada así con nadie, mucho menos con él. Harry sintió que comenzaba a marchitarse frente a la escena—, pero es comprensible. Ya sabes, considerando todas las cosas.
—¿Qué quieres decir con "considerando todas las cosas"?—preguntó Harry, entrecerrando los ojos tan atento como pudo. Atento para no perderse ningún detalle.
Los bonitos ojos cafés de Hermione se ensancharon:—Espera, él no te lo... Oh, por eso él... ¡Ya entiendo!—calló un momento, riéndose y ocultando el gesto con la mano. Draco, a su lado, le dió un golpe relativamente fuerte con el codo. Hermione había olvidado que le había pedido no hablar del tema—Lo siento, ¿okay? Lo olvidé—se disculpó, no podía funcionar tan temprano en la mañana.
Harry, quien estaba más allá de la confusión, sólo sonrió ligeramente sin dientes. Se sentía un tonto, seguro Draco y Hermione estaban juntos. Pansy tenía razón.
»Ya que estas con nosotros, Harry, ¿quieres venir?
Draco parecía que la Gryffindor le había pedido lanzarle una imperdonable: miró a Hermione, dando un grito con la boca cerrada mientras le hacía un gesto con los ojos, mirando a Harry y regresando a ella.
—Ah...—Harry titubeó, sujetando más fuertemente su mochila contra su espalda. Aún tenía la caja de Honeydukes en brazos, pero definitivamente no pensaba dárselas a Draco. No después de ver lo inconforme que éste estaba con la presencia de Harry.
—¡Yo insisto!—dijo la chica, sonriendo cálidamente y mirando fijo a Draco. Ya no había modo que Harry rechazara eso.
De camino al lago fue la experiencia más incómoda de la vida de Harry, Hermione intentaba hacerle la plática, pero todo era muy rígido para ser una charla de verdad. Tan mecánico. De vez en vez intentaba arrastrar a Draco a la conversación, pero el chico nunca siguió. Y cuando llegaron a tirarse sobre el pasto, Harry se mantuvo quieto en su sitio. Comenzaba a creer que acababa de arruinar una cita improvisada entre ellos, así tendría sentido que Draco no le dirigiera la palabra en ningún momento. De lo contrario, ¿había hecho algo malo? Él parecía bastante molesto. Harry intentó recordar, pero su cerebro no le proporcionó ningún recuerdo de nada que pudiera hacer que Draco le aplicara la ley del hielo que le hacía ahora.
Entonces Draco estaba a su lado, ambos sentados sobre la hierba húmeda, girándose hacia el otro de vez en cuando, con la boca abierta para hablar y sólo para cerrarla una vez más.
En un momento, bastante más tarde, Hermione comenzó a sentirse mal: decía no haber comido nada desde el almuerzo del día anterior anterior, pues se había pasado estudiando muchas horas justamente para faltar ese día, pero el estrés se le había acumulado. Al igual que la falta de alimento. Así que no tardo en irse, dejándolos solos. Había decidido ir a la enfermería con madame Pomfrey, porque no prefería enfermarse solo por divertirse un poco. Ella se despidió de Draco con un abrazo que el morocho no dejó de mirar, seguidamente de Harry con un beso en la mejilla. Y Harry la miró alejarse entre los árboles justo después.
La chica era muy amigable, muy amigable para ser cierto: Harry no paraba de calcular que había hecho mal para que Draco no le correspondiera y para que éste se fijara en Hermione, que aunque era una mujer hermosa, claramente era todo lo que a Draco no le gustaría jamás.
—Quizás deberíamos irnos también—comentó Harry, odiando sentirse incómodo con el chico que tanto le gustaba. El rubio asintió con la boca en una línea delgada y lo siguió.
Cuando Harry comenzó a cargar sus cosas, sus manos se detuvieron en la caja de dulces que le tenía preparada a Draco y algo en su interior se removió tan fuerte que lo hizo caminar tan rápido como podía hacia el colegio de nuevo. La caminata fue tan incómoda como el viaje de los tres hacia el lago. Pero Draco agarró la mano de Harry a mitad de camino, ya que usualmente se tomaban de las manos mientras caminaban. Lo habían hecho durante años en la infancia y la cosa no había cambiado cuando crecieron en la pubertad y en el camino a la adolescencia.
El contacto repentino hizo que Harry saltar un poco, sin embargo, optó por no decir nada. Y sin querer pensarlo dos veces, golpeó el pecho de Draco con la caja de dulces. El rubio miro la elegante caja negra por un segundo, antes de darse cuenta de que era una caja de Honeydukes. La atrapó en sus manos y se dio un tiempo de mirar la caja por todas partes. Eran sus trufas favoritas, y en ellas miró el pedazo de pergamino que Harry había dejado. Detuvo sus ojos un rato en el regalo, antes de mirar al morocho con una mano cubriendo su boca.
—¿Estás enfadado conmigo?—Harry soltó a continuación, mucho antes de que pudiera detenerse. Estaba muy decepcionado, y la verdad no quería quedarse con los brazos cruzados ante la molesta actitud que tenía Draco durante toda la mañana. A pesar de la mano que cubría la mitad inferior de su cara, Harry podía decir que Draco estaba sorprendido por su estallido repentino:—, no me has dicho una palabra desde el domingo. Y sabes cómo me enfada eso. No quisiste que te acompañara a desayunar, te fuiste sin avisarme... Y después te aseguras de no dirigirme la palabra en ningún momento. Estoy tratando de no molestarte o algo, pero ni siquiera me has sonreído. Sólo me gustaría saber si hice algo malo, ¿por favor?
En un segundo Harry estaba divagando, y al siguiente, fue presionaron contra el pecho de Draco mientras lo abrazaba con una fuerza sorprendente. Harry se puso rígido momentáneamente, antes de devolver el abrazo.
—Por Salazar, soy un jodido idiota. No quise preocuparte o hacerte sentir mal, soy un imbécil—dijo Draco en voz baja, pero notablemente sacando un chirrido mientras lo hacía—. Lo lamento.
—Está bien—Harry tranquilizó un poco, sonando amortiguado contra el cuerpo ajeno. Entonces se alejó para seguir cómodamente con la conversación:—, sólo dime qué pasa.
Draco miró hacia abajo con la cara color carmesí brillante, haciendo que sus pecas apenas perceptibles se destacaran más y se rascó la parte posterior del cuello con torpeza. En lugar de responder, sonrío nerviosamente.
Harry jadeó un poco y tomó toda su fuerza de voluntad para no chillar.
Draco-maldito-Malfoy tenía frenos verdes. Aparatos brillantes de color verde bebé en sus dientes, combinados con una cara roja brillante:—Sé que me veo horrible—comenzó, dejando caer la sonrisa.
—¡No, no!: te ves muy lindo—chilló. La fuerza de voluntad de Harry resultó ser bastante débil, al menos con este tipo de cosas o con un Draco luciendo así—, ¡oh, dios mío!
Sonrío Harry, embobado.
»Sonríe otra vez, Dray.
—No—gruñó Draco y frunció el ceño, sonrojado. Demasiado molesto y avergonzado por la necesidad de usar correctores muggles para su sonrisa. Él no quería en lo más mínimo, pero la señorita Pomfrey había insistido y su padre lo había obligado en cuanto se enteró que los necesitaba.
—¡Oh, venga!—insistió Harry, con las mejillas rosadas por lo bonito que era el chico estando sonrojado de esa forma—, ¿Por favooooor?
Y a Draco le habría gustado resistirse más ante él, pero era imposible. Así que terminó por sonreír enormemente. Harry soltó una risa muy muy linda por ello, y Draco no volvió a resistirse.
—Harry.
Harry salió de su ensoñación, riendo un poco más antes de prestarle total atención.
—¿Huh?
—Sí quiero ser tu novio.
•••
Hoy amanecí con ganas de escribir algo súper WAFF sobre estos dos y aquí está, porque los amo muchísimo juntos y felices.
Realmente espero que les haya gustado tanto como a mí escribirlo,
~Lexy_Gray☪️
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el-escritor-52 · 3 years
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The Dazzlings
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CAPITULO 15: DE ACUERDO AL PLAN
Sinceramente no sé cómo sentirme, todo ha pasado tan rápido que mi mente no deja procesarlo completamente, mi corazón latía a mil por hora al ver la repentina reacción de Adagio, no podía moverme ¿esto se debía al terror que me provocaba ella? Pensarlo era estúpido, a cualquier persona se le parecía extraño de que una chica como yo se haya dejado manipular de nuevo por ella, esta vez era diferente, todo por ese cristal rosado, fue una mala idea confiar en ese objeto, que pésima idea fue independizarnos por un objeto poderoso, de nuevo…  
La rubia fue muy lejos esta vez, no podía oponerme la idea de matar, no lo tenía ni previsto, la manera de cómo moría la gente era horrible: sus gritos de agonía, en cómo se trataban de escapar, como protegían a sus familiares tales como sus abuelos, sus hermanos, incluso como los padres lo hacían con sus hijos, Sonata y yo fuimos rápido a la caja fuerte, lo odiaba pero tuve que asesinar a personas inocentes que trataban de detenernos y dispare a todas las cámaras del lugar, esto a ordenes de Adagio, notaba a cada minuto que la chica de color celeste se contenía las lágrimas, era más que obvio por su cuerpo, que estaba temblando mucho.
La abrace un poco, le decía que todo estaría bien, ella decidió seguir con esto a pesar de que sufría hacerlo tanto como yo, ella pondría los 4 dígitos de la bomba para abrir la bóveda.
Ahora estoy en frente de este pobre hombre, tenía la mirada perdida, parecía que me temía, vi como sus lágrimas comenzaron a salir, recorriendo sus mejillas, el intento apretar el botón debajo de su escritorio, lamentablemente no se lo permití, tuve que dispararle con la escopeta, me traumaba como sus sesos de dispersaban a mi alrededor a causa de la bala.
Esto me causaba impotencia, no era justo lo que ellos sufrían, no tenían nada que ver en esto y tuvimos que matarlos, en frente de mi veía los distintos cadáveres, como si campo de guerra se tratase.
Adagio vigilaba toda la zona como si fuera un lobo en busca de su presa, esa maniática ha asesinado a todos sin piedad alguna, quería decirle que ya no tiene caso, que todos estaban muertos, pero fue grande mi sorpresa al ver a un pequeño niño escabulléndose por los cadáveres.
La rubia lo nota al instante, el infante tuvo que hacerse el muerto para pasar desapercibido, mi corazón se partía en dos al verlo así y en como Adagio lo miraba sin mover ni un musculo, vi con claridad que tenía mucho miedo, posiblemente estaba buscando a su madre, esto por supuesto, sin obtener buenos resultados.
Si hubiera podido hacer algo, lo ayudaría a escapar, pero mi hermana de cabello celeste me llamo:
-por favor ayúdame Aria, estas bolsas están muy pesadas- grita ella, claro que quería mi ayuda, el dinero que nos íbamos a llevar era demasiado.
Decidí ir hacia ella, entrando a la bóveda, al ver todo el dinero que se encontraba ahí me sorprendía de tal manera que lo veía hermoso, empecé a ayudar a Sonata, poniendo cada billete en las bolsas, hasta tuve que tirarlas todas al suelo para que cayeran justo ahí.
500,000, 1,000,000... no podría creer la máxima cantidad que teníamos: 2 millones de dólares, ya todo estaba listo, alce con todas mis fuerzas una bolsa repleta de una parte del dinero. Eran pesadas, pero a estas alturas no puedo quejarme.
Un grito desgarrador se escuchó por todo el lugar, eso me alarmo así que fui a ver la causa de esto, ahí entendí muy bien lo que pasaba, la escena era aterradora y grotesca ¿a que limite hemos llegado?
La rubia había atravesado la cabeza de una señora que parecía ser la madre del pequeño, utilizando un tubo de metal, le había roto el cráneo, sentía ganas de vomitar al observar el cuerpo moribundo de la madre, con su sangre expandiéndose por todo el lugar.
Me impresionaba en como Adagio no tenía remordimiento en hacer lo que hace, eso sin duda me hacía hervir la sangre, jamás fuimos así: dominaríamos el mundo y listo, ni siquiera pensábamos en matar a nadie, solo controlarlas, estaba en desacuerdo con esas malditas ideales que tenía la rubia.
Ella se quitó la máscara ante el niño, se le vería una cara de total asombro, el cerro los ojos de repente, apretándolos, parecía que estaba aterrorizado, no quería morir.
¿Qué diablos cree que hace? ¿Acaso lo va a asesinar? No soportaría verlo, esto ha llegado demasiado lejos, solté las bolsas llenas de dinero y sin pensarlo 2 veces corrí hacia ellos, cubriendo al niño.
Adagio me miro confundida, el niño solo se sorprendió el hecho de que le estaba protegiendo, solo se limitó a esconderse más a mis espaldas.
-apártate del camino Aria- me lo decía ella de manera seria, sus pupilas me mantenían nerviosa pero no podría dejarme vencer, seguí manteniéndome firme.
-no me quitare, no puedes matar a un pobre niño que perdió a su madre por tu culpa- le digo, mirándola con enojo, la estaba encarándola. -no somos así ¿me escuchaste? -se lo digo, quitándome la máscara ante ella, mostrando que no le tengo miedo.
El niño tras de mi estaba impresionado, supongo que eso le dio esperanza a su vida. En cambio, Adagio solo me miraba fríamente.
- ¿De verdad te estas preocupando por esa mujer? – preguntaba en un tono serio, para después darse una carcajada. -su vida no vale nada, ninguna de estas personas vale la pena para salvarlas, ni siquiera la vida de ese mocoso. -decía con una larga sonrisa siniestra mientras me miraba con esas pupilas rosadas.
Era increíble la forma de cómo me decía cada palabra, ¿cómo es posible que ella se comporte así?, estaba decidida en salvar al pequeño.
-si lo quieres… tendrás que pasar sobre mí... te guste o no-se lo digo, manteniendo mi posición ante de ella, mirándola de cara frente a frente.
- ¿así es como son las cosas? Es curioso, antes eras ruda y no tenías sentimientos hacia otras personas, ahora te volviste como Sonata- dice de manera fría.
No pude reaccionar a tiempo, debido a que la rubia se lanzó hacia mí rápidamente, empezando a apretar fuerte mi cuello, me costaba mucho respirar, intenté apartar sus manos de mi garganta, pero era imposible ya que me impedía hacer otro movimiento, para mi suerte, pude golpearla en la mejilla a puño cerrado.
Logre apartarla de mi dándole una fuerte patada en el estómago, ella por supuesto no se lo tomaría bien, reaccionado con un fuerte golpe en mi cara, seguido por otro más fuerte, intente devolverle el ataque, sin embargo, lo logro esquivar completamente, dándome un fuerte rodillazo en el estómago provocando que me sacara el aire.
Sin perder el tiempo, me agarro la nuca para después azotarme de manera brutal la cara contra uno de los mostradores del banco. Simplemente no paraba de hacerlo, no cabía duda que me intentaba matar.
Era imposible hacer algo a estas alturas, solo deseaba que ese niño aprovechara la situación para poder escapar, algo que realmente hizo, eso lo comprobé cuando lo alcance a mirar.
-ya basta Adagio, detente! - grita Sonata, agarrándola por la espalda, intentando alejarla de mi lo más que pueda.
Adagio entre suspiros descubre que el niño abría la puerta del banco, eso la hizo enojar más, sacando el arma y disparándole en las dos piernas.
Sus fuertes gritos de dolor eran desgarradores, intente moverme para detenerla, no importa si sentía gotas de sangre caer frenéticamente de mis fosas nasales, le implore que no lo haga, cuando decidí hacer mi ultimo esfuerzo, sin embargo, Sonata me detuvo, parecía asustada, posiblemente no quería que recibiera otra golpiza, lamentablemente tuve que ver la escena con impotencia.
Adagio agarro fuerte al pobre niño con fuerza, el intento escapar golpeándola y apartando su cara, pero fue en vano, de manera inesperada la rubia le clava los pulgares en sus globos oculares, haciendo que salpicara mucha sangre, sus gritos eran de un sufrimiento puro, desgarradores a mas no poder, tanto Sonata como yo estábamos aterradas, la forma de cómo lo alzaba, ayudándose con sus pulgares clavándose profundamente en los ojos del infante, el golpeaba con todas sus fuerzas para liberarse aunque estuviera sufriendo, tuvo que calmarlo por la fuerza, azotándolo contra las paredes y el suelo, las fuerzas del pequeño decaían poco a poco, pensé que lo dejaría ahí, estaba muy equivocada, cuando ya no tuvo fuerzas, lo lanzo fuerte al suelo y lo aplasto con su pie, rompiéndole su frágil cráneo.
Mi hermana de cabello celeste dio pasos hacia atrás, su cara era de completo terror, trataba de no llorar.
Yo, en cambio, estaba enojada, odiaba lo que había visto, más cuando ella sonrió de satisfacción mientras la sangre de su cráneo se extendía por todo el suelo.
La rubia suspiraba varias veces por el cansancio, de ahí todas escuchamos un sonido extraño: eran las sirenas de policías, anunciando su llegada.
No sabíamos que hacer, Adagio tuvo que tomar su liderazgo al máximo, se acerco a mi y me miro con odio.
-esta es la ultima vez que te lo digo... si vuelves a hacer una estupidez como esa, despídete de tu maldita vida, de todos modos, nadie recordara tu maldita existencia- lo decía de manera fría, aunque no se quita esa sonrisa en el rostro, sin duda era odioso.
No le respondí, solo la miré seria, eso duro segundos hasta que nos ordenó salir rápido con las bolsas de dinero, para después irse afuera.
Escuche a Sonata dando lentos pasos hacia mí, poniendo su mano en mi codo, tratando de ayudarme.
- ¿está bien Aria? Lamento que no lo pudieras salvar- dijo ella, triste por o que acaba de presenciar.
-estoy bien... – le mentí al respecto, limpiando la sangre que cubría mi boca y nariz. -esa hija de puta ya no es mi hermana- dije fríamente.
Las dos fuimos por las bolsas de dinero y salimos del lugar, ya no había vuelta atrás.
No debimos confiarnos de ese cristal, ahora tenemos que pagar por nuestros pecados, no, eso sería patético, quise decir los pecados que una persona cometió, un demonio despiadado de poder y obsesión.
Su nombre era Adagio Dazzle…
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thefiresinside · 3 years
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This is payback, bitch.
| Trama con: Philiph, Mitsha, Haziel, @biopreservationorg​ (Wilhem) y @aerithfarlie​ (Aerith y Hozier) |
—Cuánto tiempo princesita —saludó cuando sus miradas se cruzaron, apuntándola con el arma—. ¿Vamos a hacer esto por las buenas o por las malas? 
Lo que no esperaba era que Mitsha no se encontrase sola. En cuanto vio un movimiento a su lado apuntó el arma hacia el hombre que entró en escena, a punto de disparar. No sabía quién era, pero no le importaba en absoluto dejar daños colaterales en aquel proceso. Se llevaría a Mitsha con él sí o sí.
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[...]
Su primer intento había sido el de correr, el de tratar de alcanzar el ritmo del coche pero, entre su pequeño tamaño y esa herida en su pata no podía más que seguir el rastro. Por suerte su olfato no llegaba a ser un problema. 
(...) El objetivo de Hozier estaba claro: alcanzar ese destino en el que se encontraba Mitsha y el resto, a pesar de no saber esa segunda parte.
[...]
—Vamos a divertirnos. Y vosotros vais a ser testigos —ordenó, girándose hacia la celda—. Si veo que alguno aparta la mirada, la mato. ¿Queda claro? 
Se inclinó y presionó el cuchillo sobre el abdomen de Mitsha, realizando el primer corte de los muchos que tenía pensado hacer sobre la piel de la irlandesa. Movió la hoja afilada para hacer la forma de una W, fijándose en su cara para disfrutar del dolor que le estaba causando. 
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[...]
– ¡¡Haziel, haz algo!!– Gritó Phil de manera desesperada, sin apartar la mirada de aquella horrible escena que le estaba consumiendo. 
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Pero no había manera. El alemán tenía todas las cartas a su favor. Por un lado la zona de celdas estaba insonorizada, por lo que nadie que no estuviera dentro podría oírles. Por otro lado era tarde, por lo que era poco probable que se encontrase con interrupciones y además, como guinda de aquel pastel, Phil y Haziel estaban encerrados y él disfrutaba cada segundo de la impotencia que debían sentir al ver el sufrimiento de Mitsha y no poder ayudarla. 
Tras marcar la W con el cuchillo en el abdomen de la irlandesa, Wilhem se había dedicado a golpearla y humillarla: había escupido sobre ella, la había pisoteado y en ese momento se dedicaba a quitarle la ropa, ajeno a que también Hozier era testigo de la escena. Cada cosa que hacía era dirigida únicamente a enfadar a Phil, pero es que además se estaba divirtiendo bastante con la completa sumisión de la fotógrafa. La había dejado en ropa interior y la había cogido por el pelo para arrastrarla más cerca de la celda, dejando un rastro de su sangre en el proceso.
No fue hasta pasados varios minutos cuando el ángel recurrió al último de sus recursos: Rezar. 
(...) Sucedió, realmente sucedió. Al ángel apareció al otro lado de la sala, fuera de la celda, dejando caer su espada de la manga de su gabardina, atrapándola ente sus dedos con firmeza y decisión.
—¿Pero qué cojones? 
Sacudió el brazo con fuerza hasta que Bonol lo soltó, pero para entonces había perdido unos segundos muy valiosos, segundos en los que Haziel logró escapar de la celda. Dejó a Mitsha a un lado y, tras pegarle una buena patada al gato, cogió el arma que había guardado y apuntó al ángel, claramente nervioso. No entendía cómo había podido librarse Haziel de la celda y sabía que si lo mataba se metería en un lío con Leopold, así que simplemente se mantuvo quieto, arma en alto. 
—No te muevas —amenazó, tratando de no perder el control.
(...) Se centró en el ángel y, como si se le encendiera una bombilla, abrió un poco más los ojos y dejó de apuntarlo a él para apuntar a la cabeza de la irlandesa.
—¿Acaso quieres arriesgarte a ser el culpable de su muerte? —dijo, sonriendo al creerse con el poder de la situación, pues lo último que imaginaba era que aparecería alguien más allí.
La intervención de una cuarta persona (Aerith ya en el lugar) hizo que Whilem se distrajera lo suficiente como para apartar la mirada de Haziel: un gran error. Mientras él se preguntaba cómo cojones había alguien más allí, el ángel tuvo tiempo de acercarse a él y no le quedó más remedio que apartar el arma de la cabeza de Mitsha para apuntar a Haziel, disparando sin pensárselo dos veces. La presión de la situación no estaba dejándole pensar o ver con claridad, y en consecuencia, había fallado el tiro. Sólo pudo alzar los brazos y prepararse para la lucha cuerpo a cuerpo contra el ángel.
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Esquivó la espada como pudo y alzó la mano que no sujetaba el arma para darle un buen puñetazo a su combatiente. Sabía que ahora estaba en desventaja porque había reconocido a la mujer que había aparecido como la mujer de Phil, por lo que no dudó en su próximo movimiento. Si iba a caer a manos de aquellas alimañas, pensaba llevarse a alguien por delante. 
—No vais a ganar nunca —le dijo al ángel, sonando más confiado de lo que realmente se sentía. 
Lo empujó con fuerza, lo justo y necesario para poder girarse y disparar. Había apuntado a la mujer, pero la bala había acabado en la cabeza de Mitsha, atravesando su cráneo. La sangre había salido disparada hacia las caras de Phil y Aerith, y el cuerpo de la irlandesa yacía en el suelo, inerte. Satisfecho, Wilhem esbozó una sonrisa maliciosa.
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[...]
Haziel le atravesó por completo con su espada a Wilhem, desde la parte de atrás de la cabeza, y dejó caer el cuerpo del hombre tras apartarse de sus espaldas, sin mucha piedad, y cerró los ojos para simplemente provocar que todo a su alrededor, cualquier circuito eléctrico dejase de funcionar. Porque de sobra sabía que el cuerpo de Mit no tenía vida, y aunque expresar sus emociones era un imposible, nada quitaba que su protegida estuviese muerta e intentase darle a su padre la oportunidad de salir de esa celda. 
– Tenemos que salir de aquí antes de que alguien venga.
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laannie0803 · 4 years
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Victarion Greyjoy es el Lord Capitán de la Flota de Hierro. Es el sexto hijo de Lord Quellon Greyjoy y hermano de madre de Balon, Aeron y Euron Greyjoy. Es el capitán de la Victoria de Hierro.
Junto a sus dos hermanos, Balon y Euron, convencieron a su padre, Lord Quellon, para unirse a la Rebelión de Robert, atacando el Dominio hacia el final de la guerra. Después de que Quellon muriera en la Batalla del Mander, el nuevo Lord Balon regresó a las Islas del Hierro con sus hermanos.
Victarion reconoce la supremacía de su hermano mayor Balon y le sigue lealmente. Comanda la Flota de Hierro durante la Rebelión Greyjoy, en la que, siguiendo un plan trazado por su hermano Euron Greyjoy, la flota de Hierro navega hacia Lannisport y quema la flota Lannister aun anclada. La Flota es destrozada por las fuerzas de Stannis Baratheon en una trampa cerca de Isla Bella; la nave de su hermano menor Aeron, Tormenta Dorada, fue partida a la mitad por el barco de combate Furia. Después de que la rebelión fuera sofocada, Victarion siguió sirviendo como Lord Capitán lealmente. Su hermano, Euron, sedujo y embarazó a su segunda esposa, lo que llevó a Victarion a golpearla hasta la muerte para mantener su honor. Sólo el tabú del asesinato de alguien de la misma sangre previno que Victarion matara a Euron. No se ha vuelto a casar desde entonces ni ha perdonado a Euron.
Victarion es enviado junto a la mayor parte de las fuerzas de la Flota de Hierro a tomar Foso Cailin por su rey y hermano Balon Greyjoy. Foso Cailin cae ante el asalto sorpresa de los Hombres del Hierro.
Al enterarse de la muerte de su hermano Balon y el regreso de Euron, Victarion deja un grupo para defender Foso Cailin bajo el mando de Ralf Kenning y regresa a las Islas del Hierro con su flota.
Victarion reclama la Silla de Piedramar como hermano de Balon y su mano derecha. Presenta un reclamo convincente, pero la multitud se decanta por Euron. A pesar de su odio hacia Euron, la naturaleza obediente y leal de Victarion le hace seguir las órdenes de su nuevo rey. Lidera la Flota en un asalto a las Islas Escudo, él mismo entrando en duelo con Talbert Serry, hijo de Lord Osbert Serry, hiriéndose la mano durante el combate. Tras la victoria, observa como Euron le quita a muchos de sus camaradas de confianza dándoles títulos en las Islas Escudo. Deplora la crueldad de Euron hacia las hijas y mujeres de las islas conquistadas.
Aparentemente inconsciente del odio de Victarion, Euron le pide encontrar a Daenerys Targaryen y llevarle una proposición de matrimonio en su nombre. Victarion acepta, pero secretamente planea cortejar a Daenerys él mismo.
La Flota de Hierro de más de noventa naves se divide en tres escuadrones y navegan hacia Meereen. Victarion pierde casi la mitad de las naves, aunque captura otras tantas, entre ellas naves mercantes y su cargamento. La mano herida de Victarion le causa problemas y sospecha que el maestre Kerwin, maestre que Euron mandó para acompañarle, está envenenándolo. Durante el viaje, un sacerdote rojo de R'hllor llamado Morroqo es descubierto aferrándose a restos de su barco en altamar. La tripulación quiere matarlo, pero Morroqo se las arregla para curar la mano herida de Victarion con magia.
Morroqo hace que Victarion asesine al maestre para atraer buenos vientos. Morroqo, como Melisandre, puede ver el futuro en las llamas y usa magia para ayudar a Victarion en su búsqueda. Victarion comienza a ofrecer ofrendas tanto al Dios Ahogado como a R'hllor. Morroqo alerta a Victarion de que ha visto en las llamas a Daenerys casada, pero Victarion no se muestra preocupado, afirmando que ella no sería la primera mujer a la que convierte en viuda.
Se que hay personas que les gusta a Euron, pero la verdad prefiero a Victarion y a Aeron, sobre todo a este ultimo.
Victarion Greyjoy is the Lord Captain of the Iron Fleet. He is the sixth son of Lord Quellon Greyjoy and brother of the mother of Balon, Aeron and Euron Greyjoy. He is the captain of the Iron Victory.
Together with his two brothers, Balon and Euron, they convinced their father, Lord Quellon, to join the Robert Rebellion, attacking the Domain towards the end of the war. After Quellon died in the Battle of the Mander, the new Lord Balon returned to the Iron Islands with his brothers.
Victarion recognizes the supremacy of his older brother Balon and loyally follows him. He commands the Iron Fleet during the Greyjoy Rebellion, in which, following a plan drawn up by his brother Euron Greyjoy, the Iron fleet sails to Lannisport and burns the Lannister fleet still anchored. The Fleet is shattered by Stannis Baratheon's forces in a trap near Isla Bella; his younger brother Aeron's ship, Golden Storm, was split in half by the battle ship Fury. After the rebellion was quelled, Victarion continued to serve as Lord Captain loyally. His brother Euron seduced and impregnated his second wife, leading Victarion to beat her to death to maintain her honor. Only the taboo of the murder of someone of the same blood prevented Victarion from killing Euron. He has not remarried since then nor has he forgiven Euron.
Victarion is sent along with most of the Iron Fleet forces to take Moat Cailin for his king and brother Balon Greyjoy. Moat Cailin falls before the surprise assault of the Iron Men.
Upon learning of the death of his brother Balon and the return of Euron, Victarion leaves a group to defend the Cailin Trench under the command of Ralf Kenning and returns to the Iron Islands with his fleet.
Victarion claims the Silla de Piedramar as Balon's brother and his right hand. He files a compelling claim, but the crowd opts for Euron. Despite his hatred for Euron, Victarion's obedient and loyal nature makes him follow the orders of his new king. He leads the Fleet in an assault on the Shield Islands, himself dueling with Talbert Serry, son of Lord Osbert Serry, injuring his hand during combat. After the victory, watch Euron take away many of his trusted comrades by giving them titles in the Shield Islands. Deplores Euron's cruelty to the daughters and women of the conquered islands.
Apparently unaware of Victarion's hatred, Euron asks him to find Daenerys Targaryen and bring him a marriage proposal on her behalf. Victarion agrees, but secretly plans to woo Daenerys himself.
The Iron Fleet of over ninety ships is divided into three squadrons and sail towards Meereen. Victarion loses almost half of the ships, although it captures many others, including merchant ships and their cargo. Victarion's wounded hand causes him trouble and he suspects Master Kerwin, the master Euron sent to accompany him, is poisoning him. During the journey, a red R'hllor priest named Morroqo is discovered clinging to the remains of his ship at sea. The crew wants to kill him, but Morroqo manages to heal Victarion's wounded hand with magic.
Morroqo has Victarion assassinate the master to attract good winds. Morroqo, like Melisandre, can see the future in the flames and uses magic to aid Victarion in his quest. Victarion begins offering offerings to both the Drowned God and R'hllor. Morroqo alerts Victarion that he has seen Daenerys married in the flames, but Victarion is not concerned, stating that she would not be the first woman he makes a widow.
I know that there are people who like Euron, but the truth is that I prefer Victarion and Aeron, especially the latter.
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nefertariqueen · 4 years
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No es un cuento de hadas
Fanfic Multi-crossover de personajes Disney
Películas mencionadas: La princesa y el Sapo, Enredados, Aladdín y La Bella y la Bestia
 Tiana
El Mesón de Tiana era el mejor restaurante en toda Nueva Orleáns, y nadie podía decir lo contrario. Visitado por alcaldes, gobernadores, senadores, presidentes y hasta reyes, todos hacían fila para poder probar al menos uno de sus platillos. Los adinerados reservaban con anticipación para lucirse frente a sus amigos, y es que un lugar tan cotizado tenia siempre la casa llena, y aunque el restaurante era muy grande, nunca faltaban las filas afuera de sus puertas de comensales deseos de conseguir al menos el más sencillo de los platillos.
Casi todas las noches Tiana, vestida de gala, recibía a invitados. Acostumbrada a tener una vida ajetreada, su nuevo trabajo, aunque desgastante, le era mucho más sencillo de realizar. En las mañanas se reunía con los cocineros, probaban las recetas y ella modificaba lo que consideraba necesario. En las tardes, cuando el restaurante abría, recibía a los invitados más ilustres, y después iba a la puerta para darle la bienvenida a todo cuanto pudiera. Quería que su restaurante no solamente fuera reconocido por su excelente comida, sino también por la calidez y la hospitalidad.
Esa noche no era muy diferente, llevaba puesto su vestido verde favorito, con un corte a la moda que realzaba su linda cintura. Su peinado estaba adornado por un tocado con plumas y dos largos collares de perlas adornaban su escote circular, nada revelador. Tras una vida con dos trabajos y salarios mínimos, el tener de repente dinero suficiente para pagar a las mejores modistas la llenaba de orgullo. Todo era fruto de su esfuerzo.
Las luces encendidas y la hermosa decoración del Mesón de Tiana armonizaba con sus músicos que tocaban el jazz, acompañando las conversaciones amenas de todos los comensales. Tiana miraba embelesada su sueño realizado, con los ojos a punto de llorar.
.—Lo logramos, papá—susurró.
Salió de su ensoñación cuando entró por la puerta principal el senador Evans, uno de sus más asiduos comensales, y que siempre recomendaba en el norte a su restaurante. Era un hombre amable, y la saludaba con exquisita galantería sureña.
.—Pase, señor.—le dijo—Sea bienvenido.
.—Gracias, señorita.—el senador Evans le sujetó la mano para besarle el dorso—Espléndida, como siempre.
Evans era soltero, y para su cargo, muy joven, todavía estaba en sus treintas. Era el senador más joven en ser elegido en la historia del país, y a los medios les encantaba seguirlo para hacer historias sobre su persona, algo que Evans disfrutaba bastante, sobre todo por todas las jovencitas que lo seguían al ser uno de los solteros más cotizados. Tiana estaba consciente de eso, y por eso se sorprendía cuando notaba la sonrisa coqueta de Evans dirigida hacia ella.
.—Igual usted, señor—respondió.
.—La música es maravillosa esta noche—dijo el senador, viendo hacia la pista de baile donde un par de parejas disfrutaban el jazz—¿Aceptaría bailar conmigo, señorita Tiana?
.—Lo siento, pero yo no bailo, senador.
.—Dígame sólo Evans… o Rick, si lo prefiere.
.—Evans—dijo Tiana, ignorando su tono galante—Sígame, por favor, lo llevaré a su mesa.
.—¿Está segura de no querer bailar?
.—Yo no bailo.—dijo en tono más serio.
.—¡Qué pena! Una hermosa mujer como usted deslumbraría cualquier pista de baile…
.—¿Yo? Jamás. El baile no es lo mío.
Fueron caminando hacia una de las mesas en el segundo nivel, Tiana sabía que era la favorita del senador, y procuraba reservarla cuando Evans estaba en la ciudad.
.—En un momento lo atenderá un mesero.
.—Gracias, Tiana—dijo Evans, pero no se sentó—Pero antes de que te vayas ¿me harías un favor?
.—¿Cuál es?—Tiana cruzó los brazos, pero mantuvo una sonrisa amable.
.—Más tarde, cuando no estés tan ocupada, ven a la mesa y acompáñame un momento. Necesito hablar contigo algunos asuntos importantes.
.—¿Sobre qué, señor Evans?
.—Ya lo verás—le guiñó el ojo y se sentó en la mesa.
Galante, coqueto, y respetuoso, un perfecto caballero. Tiana asintió, sin dejar de sonreír, y bajó a la recepción para continuar su labor del día. No era la primera vez que le coqueteaba, de hecho, sus visitas cada vez más regulares a su restaurante hacía que algunos reporteros hicieran notas un tanto amarillistas sobre la relación entre Evans y ella. Apenas tenía un poco de tiempo libre, Evans salía de Washington y lo primero que hacía en Nueva Orleáns era ir a su restaurante. A veces iba solo, otras veces con amigos, pero jamás iba con mujeres, y siempre le coqueteaba de esa forma dulce y galante, dejándole regalos esporádicamente para no comprometerla.
“Es un excelente partido” le dijo una vez su madre “No sé qué esperas, Tiana” y ella tampoco estaba segura. Evans era un buen hombre, y apuesto, pero algo le faltaba, algo que no comprendía, algo…
.—¡Tía!
Tiana volteó y vio a Charlotte entrar al restaurante con una enorme sonrisa de felicidad, como siempre que la veía. La abrazó y dio unos saltos de emoción, a los que Tiana respondió devolviéndose un abrazo con mayor fuerza aún. Llevaba seis meses sin verla, y la había extrañado mucho.
.—¡Moría de ganas por venir a verte!—dijo Charlotte—Europa es hermosa, pero no tienen una comida ni la mitad de buena que la tuya.
.—Acepto el cumplido—respondió—Tienes que contarme muchas cosas del viaje, Lottie.
.—Claro que sí.
.—Buenas noches.
El corazón de Tiana dio un salto al reconocer esa voz, y miró atrás de Charlotte, eclipsado por la felicidad de su encuentro con su mejor amiga, al príncipe Naveen de Maldonia. Y en ese momento la realidad volvió a golpearla, como si acabara de notar, la corona de princesa que adornaba el peinado de Charlotte.
Por un instante todo se volvió sombrío, y a su mente volvieron aquellos recuerdos. Cuando Charlotte besó a Naveen, y los dos volvieron a ser humanos, y al día siguiente una espléndida boda en la mansión de los La Bouff era anunciada por todos los reporteros, quienes se peleaban por conseguir la mejor foto de la nueva princesa de Maldonia. Desde luego que Tania estuvo en esa fiesta, pues Lottie insistió en que fuera su dama de honor ¿y cómo decirle que no, cuando estaba radiante porque su sueño se cumplía? Su corazón se rompió un poco más cuando vio a la pareja subir a la carroza que los llevaría al puerto, pues esa misma noche partían a su luna de miel en Europa.
Cuando Tiana regresó a su casa, quitándose el vestido y los adornos, pudo al fin llorar a gusto ¿había sido ella una tonta que se imaginó todo aquél romance? ¿realmente Naveen la quiso, o ella fue una más de sus conquistas? Acurrucada en su cama, se quedó dormida cuando sus ojos no pudieron darle más lágrimas, y en la mañana, su madre recibió un paquete destinado para ella. Tiana lo abrió, pensando que ya nada podría dolerle.
En el paquete estaba una carta, unas llaves y unas escrituras. El viejo molino donde pondría su restaurante era suyo, alguien lo compró a su nombre. La carta era breve, pero Tiana supo bien quién la escribió “Adoro el brillo de tus ojos cuando hablas de tu sueño, ahora, ese brillo iluminará una realidad aún más grande de la que has podido imaginar. Sé feliz.”
Esa carta fue la única señal que tuvo de que al menos significó para Naveen algo más que sólo una conquista. Quizá nunca se enamoró de ella, pero al menos la apreció lo suficiente para acordarse de cumplir su promesa.
No supo más de Naveen, salvo las cosas que Lottie le contaba en sus cartas. Primero fueron a Maldonia, donde ella recibió los títulos de princesa y fue introducida a la corte, ahí duraron dos meses, y continuaron su recorrido por todas las casas reales europeas. Charlotte estaba sumergida en su sueño, usaba bellos vestidos, coronas reales, era presentada a duques, princesas y reyes y bailaba con ellos en sus preciosas recepciones. Todo era mágico.
Y Tiana estaba feliz por ella, claro que sí, lloraba al imaginar la alegría de su mejor amiga ahora que sus sueños eran realidad. Pero el dolor… ese no se iba. Se había enamorado por primera vez en su vida y el desengaño era horrible. Lo único que podía calmarla era ver su restaurante, y cómo el Mesón de Tiana crecía cada día más.
.—¿Tía?—la llamó Charlotte, sacándola de sus pensamientos—¿Todo en orden?
.—¿Eh? Sí, perdona Lottie.—la miró con una sonrisa e hizo todo lo posible por no mirar a Naveen—Me quedé pensando en qué mesa les daré. Síganme.
Charlotte cogió a Tiana por el brazo y le fue contando sobre vestidos, bailes y reyes, sumamente feliz. Unos metros después llegaron a la mesa, Naveen movió la silla para que Lottie se sentara, y después hizo lo mismo para Tiana, un poco recelosa, accedió.
.—El rey de Inglaterra es muy bromista, pero la que más me agradó fue su esposa ¿verdad, amor?—Naveen asintió—¡La reina es tan elegante! Deberías verla, Tía, parece sacada de un cuento.
.—Suena tan hermoso, Lottie.
.—¡Y mi suegra es de lo mejor! Cuando llegué a Maldonia, ella…
Por un momento Tiana no pudo escucharla, porque su mirada y la de Naveen, sin querer, se encontraron. Y había tantos sentimientos contenidos, que Tiana no pudo resistirlo, su estómago se encogió y el corazón se aceleró como si estuviera en una maratón ¿qué, acaso tenía quince años? ¿Por qué reaccionaba de esa forma tan tonta? Lottie notó a Tiana un poco tensa, pero pensó que era por el cansancio de atender todo el restaurante.
.—Perdona, estoy siendo desconsiderada—dijo Lottie—Seguro debes regresar a atender el restaurante y aquí estoy, hablando sin parar.
.—No, Lottie, es que…
.—¡Mañana ven a mi casa, y almorzaremos!—la interrumpió con el mismo tono alegre de siempre—Así estaremos más tranquilas. Por lo pronto, sólo muéstrame el camino al tocador y te dejo regresar al trabajo.
Tiana accedió, y acompañó a Lottie al tocador. La dejó en la puerta, pero Charlotte la empujó para que entrara con ella y, después de verificar que no había nadie más, atascó la perilla.
.—¿Lottie que haces?
.—Es sólo por un momento—dijo la rubia—Perdona, es que enserio no puedo contenerme a mañana para decirte esto ¡es mi secreto y muero de felicidad!
.—¿Qué ocurre?
.—¡Estoy embarazada, Tía!—sus ojos azules brillaron por las lágrimas contenidas, y Lottie saltó abrazando a su amiga—¡No puedo creerlo! El doctor dijo que todo está en orden, no me lo esperé tan rápido ¡es tan hermoso! Tendré un pequeño príncipe, o una princesita ¿te lo imaginas? Dios estoy que muero de felicidad…
.—Es… genial…
.—¡Te has quedado sin habla! Qué bueno. No le digas a nadie, aún no le digo a Naveen ¡estará tan feliz! Siempre lo veo un poco melancólico, debe ser que ya ansía tener su propia familia ¡esto será maravilloso! Ay Tía, enserio, me siento mucho mejor contigo sabiéndolo…
Tiana la abrazaba, no podía hacer nada más. La alegría de Lottie era tanta, que se sintió mal por el pinchazo de celo y de ira que sintió. Tiana comenzó a llorar, y Charlotte se conmovió llorando también. Pensaba que su mejor amiga estaba feliz por ella, en realidad, la mente de Tiana era un caos de sentimientos y razonamientos cruzándose y peleándose por imponerse.
.—Mañana en el almuerzo te contaré más—dijo Lottie—Debo volver a la mesa, y tú al trabajo. Gracias Tía, enserio, te había extrañado demasiado.
Cuando Lottie salió del tocador, Tiana pudo llorar mejor. Estaba molesta consigo misma por la reacción tan inmadura de su parte. Su estómago le dolía y el pecho la oprimía con bastante dolor, se sentía traicionada, como si Naveen le hubiera sido infiel… lo cual era ridículo. Naveen era el esposo de Lottie, y desde luego, en algún momento tendrían familia.
“¿Por qué tan pronto?” lloró una vez en su mente. Naveen actuaba como si nunca hubiera pasado nada entre ellos, su matrimonio con Lottie y ahora su embarazo lo confirmaban. Tiana se sintió aún más tonta que antes ¿cómo pudo pensar que Naveen alguna vez la miró como si ella fuera algo más? para el príncipe de Maldonia, ella era solamente un nombre en la larga lista de sus antiguas conquistas. Y, aun así, el dolor del despecho le causaba verdaderas náuseas.
Agarró unas servilletas para limpiarse con cuidado las mejillas cubiertas de lágrimas, y se echó agua en el rostro para reducir la hinchazón en los ojos. En ese momento, Tiana tomó una decisión, no seguiría martirizándose ni pensando en Naveen. Ya no. Lo que ocurrió entre ellos fue un sueño, una confusión, una dulce mentira que no valía la pena recordar. El presente era la culminación de años de trabajo de ella y de su padre para ver su sueño cumplido, y el futuro era lo que ella decidera. Era joven, exitosa, bella, y tenía al mundo por delante. Nada la detendría ahora. Nada…
Se repitió eso mismo una y otra vez cuando salió del baño, se lo siguió repitiendo cuando llegó a la mesa del senador Evans y le sonrió sentándose con él, se lo repitió cuando accedió por primera vez a una cita con él. Pero cuando el senador besó su mejilla, prometiéndole que tendrían una hermosa velada, la realidad la golpeó como un balde de agua fría.
El senador Evans, carismático y apuesto, no era Naveen. Ningún chico sería jamás Naveen. Y Tiana sólo lo quería a él.
.
.
Alguien tenía que darle créditos a Naveen, desde que llegaron al Mesón de Tiana, todo lo que deseaba era abrazar a Tiana y besarla con enjundia hasta dejarle en claro lo orgulloso que estaba de ella ¡su sueño era realidad! Pero en vez de eso se contuvo, actúo como un caballero, y es que no podía hacerle ese desaire a Lottie.
No amaba a Charlotte ni por asomo, pero le tenía cariño y sobre todo gratitud. Ella le dio el dinero para que Tiana hiciera su restaurante, y había sido una esposa buena, le encantaba la realeza y podía vivir en la corte día y noche sin cansarse. Era considerada y se preocupaba en verdad por su bienestar. No estaba seguro si ella lo amaba a él, pero lo cierto era que comprendía bien sus deberes y tenía un buen corazón. Ella merecía ser feliz, no tenía culpa alguna de que él hubiera sido un tonto derrochador en su juventud y después se hubiera dejado engatusar por Facillier.
Cuando llegaron a Nueva Orleáns y Charlotte lo arrastró hacia el restaurante de Tiana, él estaba encantado con la idea de volver a verla ¡y es que estaba aún más hermosa de lo que recordaba! El vestido verde y las perlas que llevaba puestas realzaban toda su belleza, lo mismo que el resplandor en sus ojos, causado por la luz de los magníficos candelabros del restaurante. Parecía una niña moviéndose ligera y audaz entre la gente, con alegría y ahínco, inyectando a los demás con su felicidad.
Pero apenas Tiana lo vio a él, su rostro se ensombreció, y le devolvió su saludo de forma distante. Puso toda su atención en Lottie, ignorándolo de forma deliberada, y Naveen sintió que su corazón se estrujaba por esas acciones ¿acaso había hecho algo para que ella lo despreciara? Quizá no lo despreciaba, después de todo, solo estaba siendo indiferente.
En algún momento pensó que Tiana le tenía aprecio, uno de verdad, quizá nunca lo amaría como él a ella, pero al menos podrían ser amigos, de esos que hablan un par de veces al año con naturalidad. Pero hasta en eso se había engañado, porque Tiana ni siquiera lo miraba y eso era porque no le importaba. Pensando en eso fue como se acabó dos copas de vino y pidió otras dos.
.—¡Amor!—dijo Lottie, sentándose a su lado—¿Qué vas a ordenar para la cena? Tengo tanto antojo de los camarones a la criolla…
.—De hecho pensaba que tú deberías ordenar la cena—dijo—Tú sabes cuáles son las especialidades de Tiana, yo no.
.—Te dejará chupándote los dedos…
Lottie miró al menú y pidió dos o tres platillos al camarero, la verdad, Naveen no escuchó gran cosa. A lo lejos, miró a Tiana caminar y saludar a otro comensal. Se veía tan preciosa en ese vestido, con esa sonrisa, ese brillo…
A su lado, su esposa seguía hablando con el camarero, y por un momento, sólo uno, Naveen se imaginó cómo sería estar al lado de Tiana, recibiendo a la gente, sujetándole la mano y besándola de sorpresa, llevándola a la pista de baile al ritmo del jazz un par de veces y saber que él era el causante de esa hermosa sonrisa. Por un momento, uno maravilloso, soñó con estar a su lado, y con la maravillosa vida que los dos tendrían si…
.—¿Verdad que sí, encanto?—preguntó Lottie.
.—Sí, sí—respondió ausente.
Volvió a ponerle atención a su esposa, sólo por un momento, porque de fondo vio a Tiana sentarse en una mesa con otro hombre. Aquél sujeto, no sabía quién era, sonreía con picardía, y Tiana parecía estar cómoda con eso.
Sintió una especie de golpe en su estómago, y después dolor, un dolor pujante, que le quitaba la respiración…
Estúpidamente, se sentía celoso, traicionado, engañado…
.—Permíteme un momento, querida—le dijo a Lottie—Iré al tocador, no tardo.
Charlotte le indicó por qué dirección estaba y él caminó lo más rápido que pudo. Al llegar, se echó agua fría al rostro, intentando calmarse. Tiana no era nada suyo, y desde luego que ella de forma eventual conocería a alguien, se casaría, tendría hijos… con alguien que no sería él.
Porque su esposa estaba esperándolo en la mesa, con una sonrisa, y ella también merecía ser feliz. Tantas mentiras y tanta desdicha por sus tontos errores.
Mirando alrededor, apreciando la belleza del Mesón de Tiana, la amarga sensación de satisfacción pudo darle un poco de ánimo “Al menos, ella cumplió su sueño…”
No era feliz, y nunca lo sería, y estaba bien. Mientras ella lo fuera, todo estaba bien.
Si tan solo Tiana fuera realmente feliz, y no aparentara serlo…
.
.
.
Rapunzel
Era un día caluroso, de esos en que por más que te refresques con agua, vinos o frutas, sientes el sudor mojar de forma lenta y constante las ropas. El palacio era fresco, por sus amplios espacios, y aunque todas las ventanas estaban abiertas, dejando al aire recorrer las habitaciones, podía sentirse una incómoda resolana. Pero a Rapunzel eso no le molestaba.
Años atrás, cuando ella tenía su larguísimo cabello rubio, los días de calor eran más difíciles. Tenía que amarrarlo en una de las vigas, para que se mantuviera en alto y así dejar su cuello libre, después, pasaba trapos mojados en su cuello, espalda y hombros, que era donde más sudaba. Ahora que su cabello era corto, no tenía que hacer nada de eso, y con los vestidos de algodón importado las brisas eran suficiente para confortarla.
Suspirando, la princesa se puso de pie y abrió el armario, sacando del fondo una capa color marrón que la cubría muy bien. Se quitó todas las joyas y cambió sus zapatos por unos más sencillos. Se miró al espejo mientras se acomodaba la capa, no era pesada ni muy gruesa, en teoría podría soportarla bien.
Al lado del espejo estaba un retrato de su día de bodas, pero lo miró indiferente. Aquél había sido un día muy largo y tedioso, cumpliendo protocolos, banquetes y posando para ese cuadro durante al menos cuatro horas, luchando por mantenerse quieta, aun cuando el corsé comenzaba a picarle la piel. En el retrato, Rapunzel lucía un largo vestido blanco con falda de tul y corsé cubierto de encaje, además de su corona. Posando al lado de ella estaba su esposo, el príncipe Stern, luciendo orgulloso su traje militar y medallas.
Stern adoraba hablar de sus hazañas militares, algo que Rapunzel encontraba fastidioso. Era un hombre orgulloso y presumido, pero a pesar de esos defectos, tenía sentido común, y sabía gobernar. Inspiraba confianza en los súbditos, porque sabían de sus cualidades en el campo de batalla, y aunque Corona estaba en paz, los últimos años habían sido complicados y las hostilidades hacia otros reinos vecinos parecían crecer.
Ya con la capa bien puesta, Rapunzel salió por la puerta de servicio y caminó ignorando a todos los sirvientes hasta salir del palacio. Si alguien la reconoció, no dijo nada, y es que nadie parecía tomarla realmente enserio.
El reino hizo fiestas de días enteros cuando ella regresó con sus padres, y al inicio, todos estaban felices y emocionados. La princesa era joven, hermosa y al final estaba en casa. Pero conforme fue pasando el tiempo, la emoción se desvaneció, y es que esa mujer, aunque bella e inteligente, era un rictus de apatía total. Se sentaba al lado de sus padres en los eventos oficiales, observaba todo con rostro sereno y nunca decía nada. Los ministros se sentían siempre incómodos con ella cerca, y también los nobles.
Aunque intentaban quejarse, conseguían poco. La princesa Rapunzel acudía a todas sus lecciones de historia, etiqueta y política, era una alumna distinguida y había dominado todo el protocolo de la corte en menos de un mes. Podía moverse de forma elegante, hacer comentarios certeros y acudía a todos los eventos a los que la invitaban. Pero, aunque ella estaba ahí, al mismo tiempo, parecía no estarlo. No tenía chispa alguna de vivacidad, de ánimo, de alegría… era como una linda cáscara vacía.
Sus padres se habían esforzado en todas las formas de llegar a ella, conmoverla, comprender por qué era así, pero nunca lo consiguieron. Era su hija, y la amaban a pesar de todo, pero no la entendían y eso siempre crearía una distancia entre Rapunzel y sus padres.
Después de dos años siendo una princesa cumplida y de aspecto apático, su padre cayó enfermo. Un resfriado se le había complicado y pasó los días en cama intentando recuperar la buena salud. La reina estaba todo el tiempo a su lado, mojándole el rostro rojo por la fiebre y susurrándole palabras afectuosas. Rapunzel también estuvo al lado de su padre, sujetándole la mano, diciéndole que su salud mejoraría, fue la única vez en que los reyes de Corona le vieron un sentimiento genuino y pleno de preocupación y cariño.
Como se temía a la muerte del rey, los ministros buscaron entre todos los reinos aliados por posibles candidatos a ser esposos de la princesa. Nadie le tenía mucha estima a Rapunzel, y si ella subía al trono, temían que su rostro severo causara estragos en la política interior y exterior. La reina, cansada de cuidar a su esposo día y noche, no intervino en ese asunto, y Rapunzel, sabiendo sus deberes para con su reino, accedió al matrimonio arreglado.
Los ministros barajearon muchas opciones, pero fue el Ministro de Gobierno quien eligió. A sólo dos días de viaje estaba la capital del Reino Genor, uno de los más antiguos aliados de Corona, y su monarca tenía tres hijos varones sanos y en edad de casarse. Desde luego que no consideraron al heredero, porque no deseaban que Genor y Corona se unieran, así que escribieron de inmediato al rey de Genor para hacerle saber que la princesa de Corona estaba disponible.
Al rey de Genor eso le encantó, llevaba años esperando una alianza marital que fuera provechosa para su hijo menor. El príncipe Stern era apuesto, práctico y buen líder, pero su orgullo lo metía en bastantes problemas. Los ministros mandaron a Genor un retrato de Rapunzel, y Stern aceptó el acuerdo inmediatamente. Su futura esposa era rica, hermosa y heredera de un reino enorme y próspero ¿qué más podía pedir?
A Rapunzel solamente le dijeron que ya le habían elegido un prometido, y que no tardarían en llegar sus obsequios para que el compromiso fuera formal. No le importó. Se limitó a seguir sosteniendo la mano de su padre, y le susurraba que todo estaría bien, que ella se encargaría de lo que fuera necesario. En cierto modo era verdad.
Para bien o para mal, el rey no murió, sino que tuvo una milagrosa recuperación algunos días después. Cuando la fiebre bajó y pudo al fin ser consciente, se horrorizó que su hija se hubiera comprometido de esa forma con un príncipe extranjero. Pensó en romper el compromiso, pero Rapunzel fue firme.
.—No, papá. Esto hará que los ministros, los nobles y el pueblo estén satisfechos. Es lo menos que puedo hacer como princesa.
.—Quiero que seas libre de elegir, Rapunzel—le dijo su padre—Deseo que seas feliz.
.—Solamente cumplir con mi deber me hará feliz—respondió.
Rapunzel le sonrió a su padre para calmarlo, pero era una sonrisa ensayada, de esas que a veces usaba con los nobles cuando deseaba lucir más animada. El rey miró a su hija consternado ¿alguna vez tuvo Rapunzel una sonrisa sincera, llena de luz y de alegría? ¿qué tanto había sufrido su hija en su cautiverio, para quedar tan vacía de sentimientos?
Esa última pregunta horrorizaba a los reyes y a veces los dejaba sin poder dormir. Rapunzel era responsable, inteligente, madura incluso, pero nada parecía despertar en elle la más mínima emoción. En su mente repasaban todas las desgracias posibles que hicieran a una persona tan carente de sentimientos, aun así, nada parecía ser demasiado. Lo peor era que cuando le preguntaban a Rapunzel, ella nunca les hablaba de su pasado. Les dijo que había tenido una infancia difícil, que su captora fue una mujer manipuladora, y que vivió aislada del mundo toda su vida. Nada más. nunca daba más detalles, y cuando le preguntaban, les dedicaba una sonrisa fingida para calmarlos, diciéndoles que ya no valía la pena recordar ¡era tan frustrante!
Cuando Rapunzel nació, el rey imaginó muchas veces todas las situaciones graciosas y felices que viviría con ella cuando creciera, y más aún, pensó en lo doloroso, y a la vez hermoso, que sería entregarla en el altar con el hombre correcto. Vestiría a su hija de joyas y seda, y la vería feliz dando saltos de alegría mientras más se acercaba la hora, hasta que ella se casara con un hombre que amara, que respetara, con el cual podría formar un matrimonio unido y pleno, como el que él tenía con su esposa.
Pero luego miró a su hija, y comprendió que jamás vería ese sueño cumplido. Su hija no era feliz, y quizá nada de lo que hiciera en vida conseguiría animarla. Tal vez, aquél aciago día en que la secuestraron, realmente se llevaron el alma de su pequeña, y le regresaron solamente un cuerpo vacío.
Así que cedió, y la boda se llevó a cabo dos meses después. Ningún reino quiso perder tiempo. Rapunzel conoció a su futuro esposo dos semanas antes del evento, pasearon un par de veces e intercambiaron regalos tradicionales. No se llevaban mal, pero tampoco podía decirse que eran amigos. Estaban cumpliendo con su deber y viendo por sus intereses solamente.
El príncipe Stern fue quizá la única persona realmente feliz en la boda, su esposa era seria y abnegada, no le daría problemas. Ahora él gobernaría Corona, y por su galantería y hazañas militares, no tardó en hacerse aliados en la corte. Los ministros lo admiraban, los nobles le respetaban, y hasta los reyes admitían que era un buen esposo. Siempre trataba bien a Rapunzel, aun cuando ella se mantenía apática, y sólo por eso los reyes lo aceptaron.
Stern sabía muy bien que todos en Corona le tenían aprecio, más aún que a la propia Rapunzel ¿y cómo culparlos? Él era alegre, dinámico, en cambio su esposa… ay, a veces era difícil aceptar que esa criatura estaba viva.  Solamente faltaba una cosa para garantizar su posición: tener un hijo. Pero, aunque llevaban tres años de casados, el ansiado heredero no llegaba, y Stern comenzaba a perder la paciencia.
Sabía muy bien que Rapunzel a veces salía a escondidas del palacio, y antes nunca le importó, pero ahora que estaba desesperado por tener un hijo, comenzaba a preguntarse si no tendría ella un amante. Stern se había mantenido leal a su esposa hasta ahora, principalmente, porque no tenía aún hijos. Conocía bien la política, aunque todos lo apreciaran, seguía siendo un extranjero y Rapunzel la verdadera princesa de Corona. Hasta que no hubiera un hijo de por medio, un heredero digno, Stern podía perder fácil su posición favorecida, y no se daría ese lujo.
Cuando vio a su esposa salir del palacio, él mismo la siguió, ocultándose también con una capa. Rapunzel caminó despacio entre los corredores de la ciudad, alejándose de los sectores altos, en dirección a uno de los barrios más marginales. Entonces Stern comenzó a preocuparse ¿Qué rayos hacía la princesa ahí?
Finalmente llegó a una iglesia pequeña y descuidada, que tenía a su lado un orfanato no en mejores condiciones. Rapunzel no entró a ninguno de los dos edificios, sino que fue directo a la reja lateral, que conducía al patio trasero y también al pequeño cementerio. La vio andar entre las lápidas con naturalidad, hasta llegar a una y sentarse. No había nadie más, solo ella, sentada, en una lápida.
Se quedó observándola, sólo por si el amante aparecía después, pero nunca llegó. Cuatro horas después, Rapunzel se puso de pie, salió del cementerio, y regresó por el mismo camino, Stern supo que iba al palacio. Bien, no tenía un amante, eso era bueno. Entonces ¿qué hacía en ese lugar?
Entró él mismo al cementerio, pero por más que buscaba, no estaba seguro de cuál lápida había visitado Rapunzel. Un velador, que se escondía del sol bajo el único árbol del lugar, tuvo compasión de él.
.—Es ésta—le dijo.
La miró a detalle, era una lápida pequeña, con pocas decoraciones. Tenía grabado solamente el nombre: “Eugene Fitzherbert”. No había mensaje alguno que indicara quién había sido aquél sujeto.
.—Pobre muchacha—dijo el velador—No hay mes en que no venga a visitar esta tumba. Lleva haciéndolo casi seis años ¿puedes creerlo?
.—¿Tienes alguna idea de quién fue éste sujeto?
.—Un pobre diablo, seguramente. Esa misma muchacha trajo su cuerpo, hace años, para que lo enterráramos. Dijo que había sido criado en éste orfanato y no tenía otro hogar.
.—Un huérfano entonces…
.—Sí, pero la cosa es que nadie se acuerda de él. No hay registros en el orfanato, porque se quemaron en el incendio de hace veinte años. Y la madre superiora murió hace diez años, ella debió ser la única que conocía a este pobre sujeto.
.—¿Sabe de qué murió?
.—Un feo navajazo en las costillas. Murió desangrado… quizá en un duelo.
.—Entiendo—Stern pensaba lo mejor que su mente le permitía—¿Dice que esa mujer lo viene a ver cada mes?
.—Sí. A veces trae flores, otras, solamente viene. Unos días se queda quince minutos, otros, como hoy, horas enteras. Mira la lápida, canta una rara canción y llora… y después se va. Nunca dice nada más.
.—¿Dice que canta y llora?—preguntó asombrado.
.—Sí, señor.
Eso no sonaba nada a Rapunzel.
Como tenía que verlo con sus propios ojos, el próximo mes estuvo muy al pendiente de la escapada de su esposa, y apenas Rapunzel salió del palacio, él tomó la delantera y llegó corriendo al cementerio. Se ocultó entre las lápidas y esperó, hasta que su esposa apareció y tomó asiento frente a la lápida del tal Fitzherbert.
Rapunzel tomó asiento y miró las letras grabadas en piedra, aunque llevaba años haciéndolo, cada vez que las leía era como la primera vez. Recordaba ese espantoso día, tanto tiempo atrás, cuando Eugene murió en sus brazos… y ella no pudo hacer nada. Miró sus manos, impotente, y respiró profundamente para calmarse. Algo se había roto en ella aquél día, nunca se sintió bien después. Cuando pensaba en Eugene, se le hacía un nudo en la garganta, y no podía hablar de nada. Había pensado que volviendo con sus padres verdaderos podría sanar, pero no fue del todo así, aunque ellos le demostraron un amor dulce y desinteresado, ella nunca pudo terminar de abrirse a ellos. Jamás quiso contarles nada de Gothel, o de Eugene, sentía que no les haría justicia. Era un pasado que deseaba dejar atrás, pero que de sólo recordarlo, la arrastraba inmisericorde hacia la desdicha total. Quizá por eso acudía al cementerio, mes con mes, el mismo día en que Eugene murió, y así convencerse de que toda esa luz y belleza en verdad existió, y no fue solo producto de su imaginación ansiosa de vida.
Fue una visita corta, de una media hora –esa noche recibían a unos nobles, quizá por eso Rapunzel fue rápida– Stern sintió un escalofrío en su espinazo cuando oyó la serena y monótona voz de su esposa entonar un dulce canto.
Flor que da fulgor, con tu brillo fiel
Mueve el tiempo atrás, volviendo a lo que fue
Quita enfermedad, y el destino cruel
Trae lo que perdí, volviendo a lo que fue
A lo que fue
 Después la escuchó sollozar, sólo un poco, y sus pasos alejándose del cementerio.
Esa era una faceta totalmente desconocida de su esposa, que le hizo preguntarse ¿quién fue ese tal Eugene? Rapunzel jamás hablaba de su infancia, a lo mejor fue un amigo, un enamorado… quien fuera, debió ser alguien importante.
Esa tarde aprendió que su esposa cantaba bien, y que tenía sentimientos, ocultos tan celosamente como sus secretos. Sabía que si la confrontaba ella no le diría nada, pero le gustaba saber que su esposa no era una simple marioneta sin alma, por eso, cuando ella hacía su visita mensual al cementerio, él la seguía a escondidas.
En el cuarto mes, Rapunzel habló a la lápida.
.—Tengo algo que decirte—dijo en voz muy baja—No te enojes, por favor. Estoy embarazada.
Stern casi gritó de euforia ¡sería padre! ¡al fin, después de años de rezos! Pero se contuvo, porque no podía arriesgarse a que Rapunzel lo descubriera.
.—Es mi deber tener un hijo para la dinastía, quizá eso me anime más. No lo sé. Aún no se lo digo a Stern. Si estuvieras aquí, tal vez te agradaría, no es un mal sujeto, sólo un poco presumido.
Bueno, parece que le caía mejor a su esposa de lo que pensaba.
.—Hubiera deseado que todo fuera distinto—continuó ella, empezando a llorar—Perdóname Eugene.
Luego cantó, y su voz sonaba tan triste, que a Stern le dieron ganas de llorar.
.—Tal vez algún día funcione…—dijo Rapunzel, y después se fue.
Stern no volvió a seguirla al cementerio, entendiendo que había cosas que él no debía saber. Dos semanas después, Rapunzel le dio la noticia de su embarazo. Sus suegros estaban encantados, igual que él, y se hicieron fiestas de buena voluntad para el bebé.
Rapunzel veía la alegría de todo el mundo y no podía evitar sentirse ajena. Había vida creciendo dentro de ella, sería madre… eso le causaba tantos conflictos. Aunque la reina era una persona dulce y amorosa, la imagen de “madre” seguía removiéndole emociones confusas en su mente y corazón, sobre todo cuando Gothel se colaba en sus sueños recordándole su infancia. Ella sería madre, de un bebé que todos ansiaban, menos ella. y es que Rapunzel se casó únicamente para cumplir con su deber, ella lo sabía, no amaba a su esposo, jamás lo amaría, y aunque lo respetaba, no podía visualizarse a ella y a Stern formando una familia.
Porque una familia debía tener amor, y confianza, y ser un hermoso sueño que se iba realizando de poco en poco. Rapunzel no sentía ganas de soñar, de hecho, no había tenido ilusiones en mucho tiempo. La última vez que se sintió realmente feliz fue años atrás, en un pequeño bote al lado de un ladrón y rodeada de preciosas linternas flotantes… nada parecía tener sentido después de eso, ni siquiera la criatura que iba creciendo en su vientre.
Nueve meses después, Rapunzel estaba en cama intentando no gritar, mientras los dolores del parto la iban destrozando. A su lado, su madre intentaba apoyarla, lo mismo que las enfermeras y comadronas. El parto de extendió por horas, hasta que finalmente nació su hijo. Rapunzel escuchó el llanto del bebé, y vio a todas las mujeres llorar por la emoción. Envolvieron a la criatura en mantas y se lo dieron para cargarlo, Rapunzel acurrucó al bebé en sus brazos, y vio una carita dulce y rojiza… pero no sintió nada.
Sabía que era su hijo, lo sintió crecer en su interior y sufrió horas hasta que nació. Pero al cargarlo, comprobó que no sentía por su bebé ese lazo del que todas las madres hablan.
Ese fue el momento en que Rapunzel comprendió que Eugene Fitzherbert –alias Flynn Rider– fue el mejor y más siniestro de los ladrones, pues se había robado para siempre su corazón.
.
.
.
Aladdín
Le dolían diferentes partes del cuerpo por la caída, a su lado, Abu se quejaba también por lo mismo. Se removió un poco, comprobando que no tenía huesos rotos, al estirarse pudo ver alrededor, estaba oscuro y la arena bajo su cuerpo comenzaba a rasparle la piel.
.—¡Ese chacal!—gritó, cuando tuvo más consciencia.
Volteó hacia arriba dirigiendo su insulto, pero no había nada. Algunos momentos atrás podía vislumbrarse una salida de esa cueva, ahora, parecía estar enterrado en vida.
Había sido un idiota, confiando en un total desconocido, sólo porque le dijo que con su dinero podría conquistar a la princesa. Nunca debió acceder a ayudar a ese vil bandido, y ahora, estaba pagando las consecuencias. Pero sólo de recordar el bello rostro de Jazmín hacían que pensara diferente… al menos lo intentó.
.—Tenemos que buscar la salida, Abu.
El mono hizo gestos y después sacó mostró la lámpara, Aladdín jadeó sorprendido.
.—¡Muy bien!—dijo—¿Por qué tanto alboroto por esto? Es una simple lámpara
La miró en sus manos, había visto más bonitas. Estaba opaca, vieja y sus decorados eran muy normales. No entendía por qué ese viejo se había tomado tantas molestias para conseguirla. Mientras la examinaba con la poca luz de esa cueva, notó una especie de inscripción en la parte lateral.
.—Aquí dice algo…
Frotó con cuidado la lámpara, una y otra vez, hasta que el mensaje fue más claro “A quien sea digno, en juramento a los 3 deseos”.
.—Bueno, al menos parece un buen metal—le dijo a Abu—Podremos venderla bien.
Guardó la lámpara en el bolso de su chaleco, y continuó buscando la salida. Demoró tres días en salir de esa cueva, y cuando lo hizo, tardó otra semana más en regresar a Agraba, en donde se enteró que la princesa Jazmín se había comprometido con el Jafar, el visir.
Nadie en Agraba volvió a saber de Aladdín.
 Bella
.—¡No!
La bestia rugió un alarido de dolor, su espalda se arqueó, haciendo que Gastón perdiera el equilibrio y se cayera al vacío. El grito de su agonía se confundió con los truenos de la tormenta, y nadie pudo escucharlos, ni siquiera Bella, cuyos sentidos estaban todos enfocados en la Bestia, haciendo lo imposible por hacerle subir al balcón.
Recostó con cuidado su cuerpo, podía ver la sangre emanar con mucha abundancia de esa espantosa herida; la señora Potts, Lumiére, Ding-Dong y otros sirvientes se acercaron, pero cuando vieron la gravedad de la situación, bajaron los ojos con tristeza.
.—Te pondrás bien—repetía Bella, más para ella misma que para él—Estaremos juntos ahora.
Ella seguía hablando, pero la Bestia no escuchaba, solo miraba fijamente su rostro, su cabello, sus labios, sus ojos. Bella era la criatura más hermosa que hubiera conocido, y nunca podría terminar de agradecerle por haberlo querido, por haberle dado esos momentos tan hermosos que le recordaron que bajo ese aspecto miserable seguía siendo humano.
.—Al menos pude verte una última vez…
Acarició con cariño su mejilla, suave y tersa, mientras sus fuerzas se desvanecían. Bella lo miró con incredulidad, y después, entendiendo lo que estaba pasando, se echó encima de él llorando con un dolor que fue acompañado por la tormenta.
.—No me abandones—sollozaba ella—Te amo…
No supo cuánto tiempo lloró, acurrucándose en el pecho sin vida de la única criatura que pudo comprenderla. Para cuando reaccionó, Bella notó que estaba empapada, que el cielo comenzaba a esclarecer, y que a su alrededor había un montón de muebles inanimados. Tomó en sus manos a la pequeña taza que estaba a su lado, analizándola con detalle.
.—¿Chip?—lo llamó—¿Me escuchas? ¿Chip?
Nadie respondió.
Abrió su bolso, en donde metió a la mayoría de sus amigos, adentrándose nuevamente al palacio. En la mesita frente al balcón estaba el mismo biombo de cristal, con una rosa marchita en su interior, sin algún resplandor mágico.
.—¿Y qué más paso?
Belle regresó de sus recuerdos, frente a ella estaba el doctor Henkins, escribiendo en su libreta todo lo que ella mencionaba. Respiró profundo, intentando acomodar su mente de nuevo, notó que tenía el espantoso camisón blanco de siempre, y que estaba sentada en una incómoda silla, al interior de un cuarto estrecho y húmedo.
.—Regresé al pueblo, pero había pocas personas—explicó—Busqué a mi papá, pero no pude encontrarlo. La señora Duboin me dijo que usted deseaba verme, y aquí he estado desde entonces.
.—¿Recuerdas hace cuánto fue eso?
Belle negó con la cabeza, haciendo una mueca.
.—Dime, Belle.
Cerró los ojos, conteniendo su frustración.
.—Diez años.
.—Efectivamente, ya ha pasado una década señorita Belle. Me preocupa que después de todo este tiempo, usted siga recayendo cada vez que le pregunto qué pasó la noche en que murió su padre.
.—Mi padre no está muerto.
El doctor, cuya paciencia estaba al límite, no se contuvo mucho.
.—Entiendo que la muerte de su padre la haya perturbado, a todos nos duele cuando un familiar muere tan trágicamente. Pero debe aceptarlo, su padre murió en el bosque hace diez años, y cuando usted lo buscó sufrió algún incidente que la ha dejado aún más trastornada.
.—¡Yo no estoy loca! Es verdad todo lo que le he dicho.
.—Señorita Belle, me temo que mientras no acepte su situación, no podremos ayudarla.
El doctor se puso de pie, y Belle gritó frustrada, echándose a llorar. Sin inmutarse, el doctor le deseó un buen día y salió de la habitación, en el pasillo lo estaba esperando su aprendiz, que tomaba notas en su cuaderno.
.—¿Cómo le fue, doctor?
.—Mal—suspiró con frustración—No he conseguido hacerla progresar en una década ¿tiene idea de lo desesperante que puede llegar a ser? Comienzo a creer que no hay manera de curar a esta mujer.
El aprendiz abrió la rejilla de la puerta, asomándose para ver a la paciente más famosa de su doctor. Era una mujer tan preciosa, pero estaba acurrucada en la esquina de la alcoba, sujetando una taza de porcelana en sus manos a la cual le hablaba como si pudiera escucharla.
.—Saldremos de aquí, Chip—susurraba—Papá vendrá por nosotros, él nos encontrará. Entonces seremos libres, y buscaremos una forma de romper este cruel hechizo. Te lo prometo.
Se llevó la taza al pecho, como si quisiera abrazarla, mientras gruesas lágrimas surcaban su rostro. El aprendiz chasqueó con preocupación, cerrando la rejilla para acercarse a su maestro.
.—¿Qué pudo haberle pasado?—inquirió—Es un nivel de trastorno anormal.
.—No lo sé, pero debió ser muy duro. Ha creado toda una fantasía en su cabeza para olvidarlo.
El doctor escribía los apuntes del día en su cuaderno, con un semblante triste. Cuando esa muchacha llegó hace diez años, llorosa y murmurando incoherencias, pensó que conseguiría ayudarla ¡era tan bonita! Un par de meses con tés calmantes y aislamiento deberían bastar para que volviera en sí, y después saldría al mundo, para casarse y hacer su familia. Las vecinas que llevaron a la muchacha sonaron aliviadas por ese diagnóstico, y le dolía percatarse que había fallado miserablemente.
Cerró la libreta y llamó al aprendiz, tenían más pacientes por ver, y con suerte no serían un caso perdido como la pobrecita Belle.
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lamiacarat · 4 years
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Hija del Mar [Ateez fanfic]
Hace poco he creado una cuenta en wattpad donde estoy subiendo un fic de Ateez en español. Trata sobre la piratería.
Dejo un pequeño fragmento aquí abajo, si os interesaría leerlo solo teneís que seguirme en watppad (@/RealKiria). A todos aquellos que lo hagan, ¡muchísimas gracias! :D
Amaba el mar sobre todas las cosas. Amaba sentir la frescura de sus aguas acariciar su piel, el sabor salado que dejaba en sus labios, y amaba el sentimiento de libertad que la inundaba siempre que se bañaba en su inmensidad. Si tan solo pudiera volver a bañarse en sus aguas, volver a sentir aquella libertad que tan cruelmente le habían arrebatado a ella y sus hermanas.
Tres días han pasado desde que fueron capturadas y arrastradas hasta aquel barco lleno de hombres vestidos con uniforme blanco. Tres días desde que fueron arrancadas de su hogar y las ataron como animales en el mástil del barco, sin comida ni agua ni ropa. Las ataduras rozaban y dañaban su piel con el vaivén que el barco seguía al ritmo de las olas del mar. Pero lo que más la preocupaba era la herida en el muslo de su pierna, producida por una de las armas de aquellos monstruos, la cual nadie se había dignado a atender. Pese a que había parado de sangrar por completo, la carne a su alrededor se había comenzado a hinchar y la piel estaba tensa y enrojecida.
- ¡Habla bestia inmunda! - miró al hombre que sostenía a su hermana a la fuerza, con una daga contra su garganta - ¡Contesta a la pegunta y quizá os perdonemos la vida!
Por más que le gritasen a ella o a su hermana, ninguna entendía ni sabía lo suficiente del idioma que hablaban como para poder contestarles.
Dirigió su mirada hacia su hermana, que negaba con su cabeza débilmente; su pelo rojizo, antes recogido en una preciosa coleta y decorada con preciosa perlas que su madre había recogido especialmente para ellas, ahora solo le llegaba por los hombros y había perdido todo su brillo. Su piel estaba cubierta de cortes, heridas y moretones, muy seguramente infligidos por el hombre que la sujetaba al no haber recibido ninguna respuesta de ella. Y su ojos, sus hermosos ojos color esmeralda, se habían apagado completamente, nublados por el dolor y sufrimiento.
No sabía el tipo de torturas por las que la habían hecho pasar durante aquellos día habían sido, todas con la intención de romper su silencio y el de su hermana, pero las heridas y marcas hablaban por si mismas. Y pese a aquello, a tener al fantasma de lo que una vez fue su hermana frente a ella, no podía romper su silencio. No podía, y no debía.
- Debo admitirlo, las de vuestra clase sois condenadamente tozudas – miró al segundo hombre que se encontraba con ellos. Debía ser el capitán, pues todo hombre perteneciente a aquel barco obedecía sus órdenes; además, era el único con una vestimenta diferente el resto. Lo reconocía por ser quien persiguió a su gente por su isla – Tu hermana ha mantenido la boca cerrada durante estos tres días, ¿cuánto durarás tú?
El hombre que sujetaba a su hermana hundió la daga en su cuello hasta abrir la piel, dejando que una gota de sangre cayera libre por su cuello y pecho. Pero ninguna se inmutó. No podían desvelar el secreto de su gente a nadie bajo ningún concepto, era su ley, incluso si sus vidas corren peligro. Si hablase ahora, las muertes de aquellas que guardaron silencio habrían sido en vano.
- Frías como el hielo - el capitán chascó la lengua, molesto ante la falta de respuesta - ¿Estás dispuesta a sacrificar la vida de tu propia hermana, bestia?
El sacrificio de unas pocas por la supervivencia del resto, pensó sin apartar la mirada de su hermana, es un pago que cualquiera de ellas estaría dispuesta a realizar. Tanto ella como su hermana mantendrían el secreto a salvo de aquellos monstruos vestidos de blanco, pues solo aquel bendecido por su madre era digno de conocerlo.
- ¿Qué debería hacer capitán?
Un mero movimiento de cabeza fue la suficiente respuesta para el teniente, que hundió y deslizó con rapidez la hoja de la daga contra la garganta de su hermana. Apartó la mirada con rapidez, pero se vio obligada a observar cómo su hermana se llevaba las manos hacia la garganta con los ojos abiertos por el dolor y la sorpresa. Tras cortarle la garganta y con su mano manchada de la sangre de su querida hermana, apresó su mentón con fuerza y giró su rostro, obligándole a mirar como el cuerpo inmóvil de su hermana se bañaba en su propia sangre.
- ¿Y bien? – habló de nuevo el capitán – ¿Hablarás ahora o dejarás que tu vida corra el mismo destino?
El charco de sangre que se había formado bajo el cuerpo de su hermana había alcanzado sus pies, tiñendo la cubierta de rojo carmesí. Varios hombres, si no la mayoría, se habían detenido y habían aplaudido aquel grotesco espectáculo, incluso vitoreado y reído. Furiosa, dispuesta a no permitir que aquellos monstruos obtuvieran lo que tanto ansiaban, escupió a la cara de aquel que arrebató la vida de su hermana ante sus ojos.
Exclamó dolorida cuando el hombre, furioso, la golpeó en el rostro con la suficiente fuerza como para hacerla sangrar. Elevó el rostro a tiempo para observar horrorizada cómo alzaba la mano dispuesto a volver a golpearla, pero un estruendo hizo que todo movimiento en cubierta se detuviera. Instante después el barco se inclinó bruscamente hacia un lado, haciendo caer a varios hombres. Hay un momento de completo silencio en el que nadie hizo nada, contemplándose los unos a los otros, antes de que el sonido frenético de una campana les devolviera a la realidad.
- ¡Piratas! – exclamó alguien - ¡Piratas al sur mi capitán!
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