1.
Nunca:
Una realidad fue eclipsada
Por un vasto río de memorias
Dónde yo y mi sed nos envenenamos
Detrás de la sombra de mi sonrisa
Y yo que solo sé de veneno
Olvidé el agua extinguida de mis ojos
Dónde mirando las mariposas
Bailarinas de cumbia
Mis íntimos faroles prenden
El fuego incesante de mi hambre
Y aun así, como flor canto mi obsesion
Aquel recuerdo que no nació muerto
Más que dormido por un bello dolor
Dónde habita una incesante melodía
Que atraigo con el mar de mi sangre
Y suelto como una frágil niña
Que llora cuando nadie la ve
Y que muda, canta cuando a todos ve
Él despierta junto a mis monstruos
Es su gran libido el que me domina
El que me acurruca en el gran vacío
De mi intima fantasía
La cual riego tontamente
Esperando que nunca me abandone
Ella me maldice, yo la amo
Como si fuera lo único que tengo
Es lo único que tienes —dijo
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(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
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