“En los tiempos del general Lázaro Cárdenas (1934-1940) se dice que vivía un militar solitario y con fama de tener un carácter rígido y reservado. Éste, debido al estrés postraumático de las batallas, salía todos los días a hacer largas caminatas para calmar la ansiedad y el padecimiento. Uno de sus vecinos era un niño que todos los días salía a jugar, y fascinado por las medallas de la chaqueta del militar le insistía diariamente a que jugaran juntos, sin embargo, el señor siempre le negaba el deseo o simplemente lo ignoraba a pesar de la insistencia. Un día, la repetición de ésta acción hartó al militar y en un ataque de ira, golpeó al niño hasta matarlo y lo colgó en el árbol que se encontraba en la calle. El militar tras ver lo que acaba de hacer, se arrepintió inmediatamente y con el fin de sanar sus heridas mandó a poner en esquina del callejón un altar con una virgen, para que cada persona que pasara se persignara.
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Otra de las leyendas que se cuentan sobre el callejón del aguacate es que ahí, una niña de siete años que jugaba en la calle fue atropellada, y cuando el conductor se dio cuento del accidente se dio a la fuga.
Mientras la niña estaba agonizando por el accidente se le apareció una figura extraña que se ofreció a salvar su vida a cambio de entregarle su alma, la infante en su agonía aceptó el pacto, sin embargo, esta figura extraña la engañó y en vez de salvarle la vida la puso en una dimensión paralela de la cual no puede salir, por lo que, se le escucha gritando.
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Algunas otras personas cuentan que durante el periodo del cardenismo, en una de las casas se reunían altos mandos del gobierno que acostumbraban realizar sesiones espiritistas usando la ouija.”