Tumgik
preludioaldesespero · 3 years
Text
Volver a ahorrar para escuchar garras
   Después de que eso llamado Indie se ensimismara en la pedantería clásica de “el rock es cultura” quise dejar a un lado todo lo que sabía y me gustaba musicalmente hablando. blink-182 y Beastie Boys son de mis bandas favoritas pero el tiempo no está a su favor: unos ya no sacan música fresca y los otros dejaron de tocar hace mucho… R.I.P. MCA. Me quedaban sus buenos temas en las playlist llenas de anuncios de YouTube así que podía abrirme a otros rumbos. Mis amigos me pasaron a Mac DeMarco y mis amigan me recomendaron el último álbum de Alcolirykoz. Aun así quería más, algo que me pudiera dar sensaciones cerebrales nuevas, algo que pudiera volverme a poner la piel de gallina. Entonces acudí a mi prima Sara, experta en música popular. Me puso varios temas en los audífonos pero sólo una canción logró tener mi atención, Boom Clap de Charli XCX. Me descargué el álbum completo (Sucker) por Mediafire y duré todo un fin de semana dándole replay en mi Mp3.    Cuando creces creyendo que el punk social, el rock clásico y el rap noventero son lo único que puedes apreciar, el pop se vuelve un enemigo mortal del que siempre vas a estar renegando. Como es algo que está siempre ahí visible para todos, tú no lo quieres tomar porque te crees especial, único y diferente, como si tuvieras que escapar de todo lo que está curtido para poder forjar tu carácter, tu forma de moverte entre el arte y la vida. Pero eso es pura mierda. Cuando dejas toda esa basura a un lado y te metes de lleno a los sonidos, sabes que piensas en la música y no en escenitas que lo único que hacen es cerrar las posibilidades. Por eso acudí a las bizarradas, los cruces sencillos, los sonidos que me causaban problemas cada vez que intentaba meterlos en un mixtape. Y sólo el pop logra romper todos esos paradigmas porque le importa un culo las cuestiones sociales y morales, prácticamente de lo único que copea es de mantenerse arriba y es por eso que siempre se renueva, robando de todo lado para mostrarse nítido, fresco, con la publicidad de nunca morir a flor de piel. El chiste es la obviedad de su propio nombre pero de eso se trata, de encontrar lo que siempre ha estado ahí.    Charli XCX se convirtió en mi artista favorita: consciente de su tiempo, este que es el mismo que me tocó a mí.
 …
    Primeros meses del 2020. Tengo un miedo atroz porque tengo que empezar con la tesis de nuevo. Me la tiré porque comencé a trabajar y el tiempo no es algo que me rinda mucho. El caso, tengo que terminar ese largo ensayo sobre la crónica bogotana de los años 50. Es un tema que me apasiona pero que al tratarse de forma académica, no sé, como que la cosa no me fluye de la mejor forma. Así que busco excusas para no hacer nada: que me vuelvan a llamar del trabajo, que la universidad me deje hacer una doble práctica en vez de un trabajo de grado, que me salga un viaje bien lejos. Entonces contesto el teléfono y mi novia me dice que quiere revisar las universidades de México para hacer un semestre de intercambio y tiene que ser rápido. Le digo que no me alcanza, que debo guardar para poder ver a Charli XCX en el Estéreo Picnic. Pero ella me dice que me tiene una sorpresa, que deje esa plata quieta y que hable con alguien para que me preste para los pasajes. Cuelgo. Voy a la caja del Motorola que tengo escondida entre unos libros. Quinientos mil pesos en billetes de veinte. Me digo que que gonorrea concierto tan caro, que que maricada eso de decir que es un evento bogotano cuando lo hacen después del peaje. Me siento mal, sé que no voy a poder ver a Charli, que el taller de estampado textil que hice con mis amigas feministas no sirvió para un culo porque ella no iba a ver nunca su cara estampada en mi chaqueta de jean desde el escenario. Me pongo emocional pero saco la plata. Busco a mi papá por todas partes y le digo que me voy con Vanesa a México. Después de varias preguntas me dice que va a ver cómo puede ayudarme pero que por favor me gradúe de una vez. Le paso la plata, vuelvo a mi escritorio y me pongo a leer para el marco teórico mientras escucho White Roses.
    Vanesa me toma de la mano en el avión porque sabe que me da miedo cuando arrancan. Para aliviar la cosa me pongo a pensar en cómo haré para pagarle a mi tía la plata si ya no tengo un culo de trabajo. Prefiero malviajarme por plata que por ponerme a pensar que moriré en un avión.    -Te conseguí una entrevista en una revista.    -¿Qué?    -Sí, en esa editorial de cine y música que te gusta.    -¿Cómo putas hiciste?    -Les mandé un correo haciéndome pasar por ti y pues les gustó.     -Que va, deja el modo comediante.     -En serio, tienes una entrevista con esa nena Claudia el jueves.    Me muestra el correo. Los de la revista parecen estar demasiado interesados en mi trabajo, se les lee fresco a los panas cuando hablan de conocerme en persona. Beso a Vanesa y le digo que eso es ilegal pero que gracias porque ahora sí tengo algo que hacer más interesante que la tesis. Juro que voy a ganar la gloria, vivir en Ciudad de México, poderme hacer un nombre como editor, hacer las cosas distintas, como yo quiero. La vuelvo a besar y ella me dice que prenda el celular. Nos ponemos a ver Bojack hasta que aterrizamos.
 …
    La casa que eligió por Airbnb queda cerca al Café La Habana así que bajamos a tomarnos unas cervezas. Ella me habla de refugiados y de escritores latinoamericanos pero no le presto mucha atención. Miro hacia todas la mesas tratando de encontrar a los Detectives pero nada. Nos quedamos tomando un buen rato hasta que nos prendemos. Ella paga y me dice que la sorpresa no acaba ahí. Me hace seguirla hasta Reforma. Bajamos por Insurgentes y le insisto que deje la bobada y me diga las cosas. Se ríe y camina hacia el Parque España.    -Charli XCX va a tocar aquí el 24.     -¿Qué? ¡Que va!    -Sale más barato que el FEP, si no, no te hubiera insistido para que vinieras conmigo.     -No te creo.    -En serio, y adivina a quién quieren para que haga una nota sobre eso.    -¿Para qué eso?    -Como prueba de escritura y de trabajo de campo, ¿no?    -Que gonorrea de misterio, ¿no podías decirme eso y ya?     -Quería maquinearte la cabeza. No jodas tanto y compra las boletas ahí al frente.    Paso la calle y en el Condesa veo afiches del concierto. No puedo, siento que es una mentira demasiado conveniente para este estúpido texto. Eso quiero creer pero no. Hay una fila enorme. Hay demasiados parches de niñas. No quiero hacer la fila. Volteo y Vanesa está cagada de la risa sentada sobre la acera. Nada que hacer, ninguna forma de escapar del sueño. Miro cuánto cuesta la boleta y saco los pesos mexicanos. Me acerco a un trío de chicas que están cerca a la taquilla y les digo que si me pueden comprar dos boletas para Charli XCX. Me dicen que bueno y me preguntan qué de donde soy y todo eso. Después de hablar de Colombia un rato les digo que voy a estar allá donde esa chica y señalo a Vanesa. Llegan a darnos las boletas y Vanesa les dice que si se dejan invitar unas cervezas. Laura, Gabriela y Paula nos llevan a un bar sobre la Av. Michoacán. Hablamos sobre lo que cada uno hace: todas ellas estudian cine, Vanesa veterinaria y yo estoy acabando literatura. Comienza la preguntadera de por qué Charli y acá me comienzo a regar con ellas, menos Paula y Vanesa que van a la pista a saltar algo de Grimes. Ellas toman un taxi hacia Coyoacán y nosotros otro hasta el monumento a Colón. Quedamos de llamarnos para el día del concierto.
 …
    Pero no nos llamamos.   Era demasiado preciso para ser real, encajaba tan bien en nuestros deseos que perdimos de vista la lógica estúpida de este planeta. Tuvimos que vender las boletas del concierto. Duramos todo un día yendo y viniendo, prometiéndole a los compradores que el concierto no se iba a cancelar sino sólo a correr la fecha. Al final no perdimos ese dinero pero igual perdí la entrevista. Vanesa no pudo hacer los papales con la universidad porque de un día para otro cerraron las oficinas y no contestaban los correos ya que no estaban preparados. La junta del edificio de la Av. Reforma nos desalojó por prevención. La dueña del apartamento nos devolvió un cuarto de la plata. Avianca nos cobró doscientos mil pesos de más por devolvernos a Bogotá antes de que cerraran los aeropuertos. No me asusté nada en el avión porque ya no tenía nada que perder o proteger. Vanesa se recostó y lloró un poco. Acabamos la serie cuando llegamos a El Dorado. Bajamos y duramos una hora en una fila de migración rodeados de médicos encapuchados de blanco. Después de que nos anotaran en el pasaporte que debíamos estar 14 días encerrados en la casa salimos a recargar la Tullave. La Veintiséis estaba callada, degradada con tanta maleta y extranjero llorando sobre los taxis más amarillos. Era el COVID-19 diciendo “Hola, niño meón, ¿te sentiste muy putamente cool? ¿Ah? ¿Te sentiste muy rudo? Pues ahí te quedó el ojo”. Cogimos el M86 y nos bajamos en El Greco para coger un SITP en La Esperanza.
 …
    Menos mal su familia no estaba en la casa. Así pudimos evitar todas esas preguntas sobre plata y proyectos y ¿cómo van a hacer ahora? Dejamos las maletas. Vanesa se fue a la ducha y yo prendí el computador para seguir escribiendo la tesis. Me dije que no pasaba nada porque las cosas son así. Cuando te esfuerzas lo suficiente por motivarte en tu vida y tratar de hacer las cosas bien para lograr tus sueños, algo pasa, lo suficientemente hediondo como para dañar las cosas totalmente y no a medias. En todo el trayecto entre el primer párrafo y el cuarto me quedé pensando en el tiempo, en cómo un leve cambio de fechas podía haberme hecho feliz, no lo decía por el trabajo o la plata sino por verla a ella cantar. Por sentir esas vibraciones en mi cuerpo real. Tal vez si la cosa hubiera sido más temprano hasta la hubiera conocido después de un afterparty, quién quita. Un par de chorros y una que otra pregunta sobre cómo hizo para lograr un pop menos sublime, limpio, y más cyber, rayado, más pensando en el glitch futuro. O algo relacionado con su música y la de SOPHIE, 100 gecs, Hannah Diamond, Arca, Brooke Candy, Tommy Cash o A. G. Cook. Anhelaba que me compartiera su emergencia, sus trucos de poder ganarse la vida siendo lo más underground de lo mainstream arrasador. “¿Cómo putas hiciste para hacer del pop algo más allá de lo que se escucha en los bares gay de Chapinero cuando no es día de reguetón?” O algo por el estilo.
   Vanesa salió de la ducha y puso un live de Charli XCX en YouTube para hacerme sentir mejor. Hice una mueca como de sonrisa y le dije que le subiera todo el volumen al televisor. Y volví a lo mismo: algunas cosas fracasan y no se sabe por qué, sólo se botan así y no hay más remedio que llorarlas suaves por un rato y seguir con las obligaciones escuchando White Mercedes.
 Felipe González Méndez (2020)
1 note · View note
preludioaldesespero · 4 years
Text
Máquina de billetes
Me gradué hace dos años y nada que encuentro trabajo.      He trabajo en cosas variadas, pasando de aquí allá para ganarme la papa como todos los jóvenes que quieren arrancar por sí solos de este país. Fui cajera en una tienda de zapatos deportivos, también vendí planes para celulares durante dos semanas y a veces me llamaban para revisar que la gente estuviera en sus respectivos asientos en algunos conciertos, incluso una vez le ayudé al papá de un amigo a parquear motos. En todo me fue bien y me alcanzaba para llevarle un mercado mensual a mi abuelita. Hasta me dejaron quedar con las chaquetas y las pude vender por un grupo de Facebook (no se imaginan la cantidad de gomelos que les gusta picar de obreros pagando por una prenda de vestir con logo).      Lo que me preocupa en realidad es que no sé qué hacer con este título de “Profesional en Estudios Literarios”. Con eso si vienen mis problemas porque para empezar, ni siquiera sé porque decidí meterme en eso, ni siquiera es “literatura” como tal, son solo “Estudios”, la crítica, el análisis desde las clásicas posturas filosóficas, la pedantería de unos pocos que juzgan cualquier letra que se encuentre en un libro reseñado por las revistas culturales de turno pero que casi nunca escriben para hacer literatura. Había casos raros porque algunos profes publicaron poesías, novelas y cuentos pero el registro bibliotecario de sus prestamos eran mínimos y casi siempre las mismas personas los sacaban: los estudiantes lameculos que buscaban más excusas para gastarles tintos, cigarrillos o vasitos de whisky. Porque hay que admitir algo, al profesor de literatura le gusta que lo halaguen como a una quinceañera recién desvirgada.      El caso es que esos profesores se dejaron ganar por el tiempo, por las ganas de pensión y el rigor académico. Porque no niego que no se pueda hablar sobre la violencia en la literatura colombiana y escribir un cuento sobre un asesino fanático de Los Picapiedra. Pero cuando hay más de uno que de lo otro, sabes que la academia les tendió una trampa. Y están esos que sí se metieron de lleno a la escueleria por amor a ella, tratando, buscando mil razones para justificar científicamente algo tan come mierda y mentiroso como el arte.      Por eso la cagué, porque yo buscaba vivir de la escritura, llegar a ser una reconocida autora colombiana, ¿por qué no? Y dije, ah breves, estudio esto como por aprender a analizar el estilo de los grandes, como por abrir los referentes, como por también hacer contactos y conocer más gente con los mismos gustos... ¿Pero para qué justificarme tan idiotamente? La verdadera razón fue porque tenía miedo, esa mierda que le meten a uno de que lo mejor que puede tener la clase media colombiana es el estudio, es graduarse, sacar adelante una carrera. Ese intento de mi papá (un profesor de colegio como la mayoría de mi familia) por verme confiada de la escolarización y la educación para que yo lograra con mucho estudio y esfuerzo mejores puestos que él y así ayudar en la casa. ¿Qué más podía hacer? No había plata como para quedarme quieta un año pensándolo bien o como para dedicarme a viajar en algún país de Europa Oriental.      Lo más triste fue encontrarme con la lagaña más pegachenta del ecosistema académico, el estudiante de ciencias sociales y todas sus variables que siempre apuntan a lo mismo: boconería autojustificada. Estaban los hijos de poetas y novelistas mandados a recoger, las hijas de algún senador que apostaba por la cultura y las bibliotecas, alguna nieta de un exministro o de algún ex redactor de El Tiempo con buenas referencias. Estudiantes que conocían de antemano a todos los profesores porque siempre iban al apartamento a hablar con los papás sobre poesía medieval mientras se chupaban los culos sin quitarse los busos cuello tortuga. Pelados que a los dos años aprendieron a leer con Los Miserables en versión bilingüe y que a los dieciséis ya se habían leído toda la obra de Kafka con anotaciones. Esos que cogían la universidad como si fuera el curso siguiente al Once del colegio porque todos salían de los mismos campestres, trilingües, abiertos de mente colegios. Ilustres en temas sociales y genios por naturaleza contextual que salían al parque Nacional (sí, soy de la Jave, mor) a comprar chorro, marihuana y cigarros para poder jugar al bohemio callejero. Que se metieron a estudiar eso porque ya lo tenían definido, de eso no había dudas.       Luego estaban los que al leer Harry Potter decían que jamás podían llegar a semejante maestría y se dedicaban a analizar y entender cualquier autor para defenderlo en discusiones. Esos que se metían a semilleros de cuanto tema había para siempre coquetear con el tutor de turno. Esos que veían a los genios de arriba como su enemigo, alguien al que debían destruir con golpes de citación para poder ser parte de ese grupo. Llevaban normalmente su almuerzo o compraban supuestos corrientazos de quince mil. Ese tipo de chicas que normalmente leían a los de la Escuela de Frankfurt después de hacer el amor mientras le acariciaban la cabeza a sus amantes. Chicos que veían la literatura como algo tan sublime que podían sucumbir ante cualquier libro con referencias a Borges o a García Márquez. Salían de cualquier parte y podían costarse las fotocopias sin pensar en el bus de regreso. Se habían metido al ruedo por elección sin miedo al futuro, eso sí.      Y los estúpidos caballos. Llevando cargas emocionales por creer que podían absorber de todo y ser magníficos en el juego de la crítica analítica, lectura recta y rectal. Prácticamente este tipo de personas se encontraba tanto dentro de los genios como de los interesados pero se frustraban y hacían todo de mala gana al darse cuenta que estaban ahí sin escapatoria porque se habían negado a sus esperanzas, siendo opacados por esos determinismos de cuna o de influencias vacías. Se habían metido como por el suspiro de que eran buenos en solo leer y escribir y que al menos iban a encontrar un trabajo con un titulo como ese.      Lo chistoso es que yo soy una variabilidad de eso que al final es la misma soberbia oxidada que sigue calando. ¿Quién dijo que la escuela te da clase?      Al cabo que igual una carrera no es fácil y así salí, juiciosa, toda una teza, hasta con énfasis editorial como para diagramarle cualquier texto a un YouTuber innovador. Pero acá estoy, volviendo a lo mismo diciéndole que nada que me contratan en ningún lado que tenga que ver con este chiste de diploma. Y todos me dicen lo mismo, que ceda, que la cosa se trata de plata no de moral ni de creencias pero yo sigo obstinada, negandome rotundamente a ser profesora o a buscar becas de investigación o a sacar textos para publicaciones indexadas o a vivir entre rumores de estudiantes y colegas. No quiero ser esa mujer que llegue con un termo lleno de café o agua para impartir una catedra de James Joyce o de Cine y Literatura vanguardista.        Igual no todo está perdido porque primero, he publicado dos cuentos: uno en una revista española que me dio 20 dolares y el otro lo sacaron para una antología de nuevas cuentistas colombianas donde recibí 30 ejemplares para venderlos como me diera la gana. Y segundo: ando en un trabajo por prestación de servicios que es lo que me ha mantenido con vida. Supongo que puedo llamarlo así, no sé. Vendo subscripciones mensuales a 6 dolares. El contenido son más de doscientas fotos (yo semidesnuda jalándome los cacheteros, desnuda tocándome el toto con las uñas largas, en cuatro metiéndome un dildo morado de 20 centimentros, chupándole el pene a mi novio mirándolo fijamente al borde del balcón de un On Vacation de San Andrés con demasiada saturación para hacerlo parecer un hotel cinco estrellas de Cancún, etc.) y cincuenta videos (mi novio corriéndome la tanga a un lado y haciéndomelo en cuatro, yo haciendo una reversa montándolo a él, caminando lentamente hacia la entrada del Sumapaz para masturbarme con la neblina a mi alrededor, y así cosas por el estilo). Nada que decir.      Casi antes de que comenzara todo este encierro me encontré con algunas compañeras. Ana María está trabajando como profesora para la misma universidad al tiempo que hace la maestría. Jessica y Laura montaron su editorial de filosofía feminista y les ha ido relativamente bien. Sara publicó su primera novela con Planeta y saldrá de gira virtual ahorita en agosto para dar charlas en varios eventos literarios.
     -¿Y tú qué, Sofi? ¿Qué andas haciendo?      -Bien, marica. Ando trabajando de escritora fantasma y lo bueno es que ya pude pagar los prestamos que mi papá sacó con esas cooperativas para mi estudio      -Ush, parce pero bien. ¿O sea que ya pagaste todo todo?      -Si, la mitad con ese trabajo y la otra mitad con subscripciones.      -Ah sí, si me contaron que andas vendiendo videos.      -Lo feo es que en ninguno de los que salgo leyendo mis cuentos me los compran.      -¿En serio?      -Sí, ni siquiera esos viejitos raros. Salgo en bola y todo parce. Hasta intento concentrarme para leer con un dedo adentro pero ni eso les llama la atención.      -Marica, hablemos en una semana a ver si yo logro hacer que te lean algún manuscrito.      -No, me da pena contigo.      -¡Que va! Yo te he leído y puedo intentar moverte      -Pues sí, supongo que me ayudarías resto.      -Escríbeme entonces, bebé.
     Le escribí y logró que me leyeran un libro de cuentos pero no les pareció lo suficientemente comerciable. Al menos Sara movió influencias y se lo mandó a un amigo que tiene una editorial chilena que publica literatura de horror. Y salió bien. Justo hoy me mandaron un correo con el contrato para mandarlo firmado. Quinientos ejemplares no está mal y las regalías funcionan bien. Ahora solo falta que lo comiencen a distribuir y ver dinero de ahí. Por el otro lado he estado ganando muy bien. Con lo que me hice en un mes nos fuimos a vivir en arriendo con mi novio, mi mejor amiga y su novio. Estamos bien porque todos tenemos trabajo y el apartamento está apenas para todos y además tiene una vista de Bogotá hacia el occidente donde se pueden ver todas mis carreras favoritas. Así obtengo inspiración para seguir escribiendo mi segunda novela y mis cuentos mientras consigo que me los publiquen. No ha sido malo porque de hecho soy la que más gana de los cuatro y se pusieron re contentos cuando compré el Nintendo Switch. He estado bien, grabando videos probándome las chaquetas de Claro, de Cinemark y hasta esa verde de cuando trabajé en Servientrega hace cuatro meses. Lo bueno es que pagan el doble cuando saben que las has usado sin ropa interior y el triple si les agregas algo de olor. Menos mal no tengo problema con eso. Sólo me sigue molestando ese sin sabor porque no sé qué más hacer con ese titulo que tengo colgado en la nevera.
Sofía Triana  (2020) 
0 notes